Valentina Romanetti o Alba Pariente.

Valentina Romanetti no tiene DNI, pero existe. Es la versión poética y valiente de Alba Pariente, el rostro invisible de cientos de poemas en Instagram y de dos libros publicados con éxito. Nació porque quería darle luz a sus noches en vela de escritura, y también para no ser descubierta. Pero los pseudónimos, a veces, tienen un viaje muy corto en la oscuridad. Valentina colgó su primer post en Instagram en junio de 2017 y hoy poca gente debe de haber que desconozca a Alba entre quien la sigue. Hasta su madre la llama, a ratos, Valentina.

Alba tiene la voz joven y suave, lo normal con 22 años. Valentina tiene la voz atrevida, lo normal cuando, con 22 años, llevas ya seis escribiendo, Penguin Random House te ficha para publicar tu segundo libro y más de 55.000 personas leen lo que escribes cada día en redes sociales. A los 16 años fue la primera vez que se quedó “flipando” porque, pocos meses después de abrirse un blog, una emisora de radio contactó con ella interesada en leer sus poemas, aunque fue a los nueve años cuando un profesor le descubrió la poesía. Desde ese comienzo, poco tardó en empezar a viralizarse lo que escribía en Instagram. ¿Cómo? “No hay una fórmula”, explica. A ella le basta con “hacer lo que te gusta, esforzarte y ser constante”. Las redes sociales, dice Romanetti, “son un escaparate en el que puedes exponer lo que creas y, si gusta lo que haces, se comparte mucho” y acabas siendo conocida sin pretenderlo. Valentina no se reconoce capacidad influenciadora, y se lo hace saber a aquellas personas que la describen como influencer.

Desde hace unos años, parece que la poesía se ha puesto de moda. Según un estudio del Ministerio de Cultura y Deporte sobre la panorámica de la edición de libros, en 2018, del 21,1 por ciento que supusieron los libros de creación literaria, casi el cinco por ciento eran de poesía que, junto con más del 13 por ciento de narrativa completaron el mayor volumen de la producción. Cientos de personas llenan las salas de conciertos de muchas ciudades para ver a autoras como Elvira Sastre, Andrea Valbuena, Irene X o Marwan recitar su poesía. También la canción de autor se ha unido a ellas y la poesía se ha convertido en un espectáculo más. “La poesía se ha reinventado y este nuevo concepto ayuda a acerlarla más a la gente”, dice Valentina Romanetti, quien, aun así, tiene la agridulce sensación de que son muchas más las personas que siguen sus trabajos a través de likes en las redes sociales que las que acuden a los recitales. Y, aunque leer lo que escribe, sus sentimientos, le cuesta, anima a todo el mundo a participar: “Yo haría un llamamiento a que la gente venga más a los recitales, que nos apoye en la cercanía, con el calor. Es muy especial conocer a gente en recitales”.

Casi igual que los recitales multitudinarios, también está de moda criticar duramente esta nueva forma de hacer poesía. Fenómenos como Frida Ediciones (ahora Mueve Tu Lengua) y otras editoriales que han apostado por la poesía escrita por jóvenes han sido objetivo de críticas. “Hay personas que se creen que tienen una licenciatura en poesía por la Real Academia de yo qué sé…”, bromea Romanetti. Reivindica que hay muchas formas de hacer poesía y que todas son respetables: “Nadie puede decir qué es y qué no es poesía”.

Portada de ‘Antes de que nuestros corazones se incendien’.

Le gustan mucho los poemas de Ángel González, un autor de la generación del 50, y también es referente para ella Elvira Sastre: “Es inevitable nombrarla. Tiene mucha magia”. Como el fuego. Valentina encuentra en el fuego magia e inspiración: “Cuando te enfadas o sientes ira, es como si el fuego te recorriera el cuerpo. A cada persona le llega un poema diferente en un momento diferente. En el momento en el que salta una lágrima, el poema se enciende”. Ella escribe sobre muchos temas que la atraviesan y el amor, claro, es uno de ellos. Su recién estrenado libro Antes de que nuestros corazones se incendien, se divide en varias partes: Chica pirómana, Mechero en mano, Intoxicación por humo, Cenizas. “Chica pirómana es la que inicia el viaje de encender un mechero con inocencia. Tú tienes el mechero, se enciende la llama y no sabes qué va a pasar. Puedes acabar intoxicada, puede acabar todo en cenizas o puede ser estupendo”, reflexiona la autora.

Sería un sueño para ella llegar a vivir de la escritura, pero los contratos editoriales lo hacen difícil. “Sin gente que escriba no hay libros”, dice, y, sin embargo, “el autor es la persona que menos trozo se lleva del pastel”. Por el momento, está contenta con su nueva publicación, con estar haciendo lo que le gusta y con el calor que le dan quienes la apoyan cada día tanto en las redes sociales como en su pueblo, en su casa. Y se queda con un poema, el más especial, el que más le gusta y le duele leer: Luci. Mucha gente piensa que es por la luz, pero es de su tía, que luchó incansable contra un cáncer hasta que falleció, de quien habla. “Hay muchas partes de mi vida que están ahí y duelen”, cuenta. Y comparte un último deseo: “Ojalá todo el mundo encuentre que le quieran como siento que me quieren a mí: libre”.

Vemos el telediario mientras comemos,
el menú de hoy es una guerra a sangre fría
un niño desaparecido
una mujer violada y
de postre un accidente múltiple
que se cobra varias vidas en el arcén.
Y al día siguiente tal vez varíen los aperitivos,
o nos los comemos de otra forma
pero con los mismos ingredientes amargos.
Y ya saben al menú diario
que ya no nos sorprende,
ya nada nos conmueve,
aunque hay veces que parece
que sí, que si nos cambian los platos fuertes
tal vez sí notemos que la digestión es más complicada.
Y se nos clavan las espinas de los nombres protagonistas,
y al escuchar esos nombres
el corazón nos empieza a arder.
Poema Insensibilidad

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