Diario de una pandemia VIII. Puedo confinar y confino
Después de unas semanas de apatía y sin novedades que contar dignas de este diario, comienza la DESESCALADA. Las fases ya no las impongo yo, sino el Gobierno. Sospecho que este diario está siendo 'jakeado' por el CNI.
No hay fases nuevas o no se registran. Las anteriores tampoco computan
Retazos de algunos días entre el 18 y el 25 de abril
– Estoy cansada ya, si te digo la verdad. No veo cómo se va a solucionar esto ni nos dicen nada.
– Ya lo sé, abuela, ya lo sé.
– Llevamos así mes y medio ya y nada, no sabemos ni cuándo vamos a empezar a salir. Además, te voy a decir una cosa. A partir de 70 años, todas en el mismo saco, lo mismo yo con 83 que la que tiene diez menos -se ríe un poco-, así que nada.
– Te he visto en la foto en la que estáis las cuatro, cada una en su terraza– Mi abuela vive en un bloque de cuatro pisos, un apartamento por planta. En el segundo vive ella; en el primero, un matrimonio algo más joven; en el tercero, otra mujer mayor con la señora que la cuida-.
– ¡Ah! Sí, que nos la ha sacado la amiga de tu tía que ha pasado a saludar desde la calle y estábamos ahí fuera.
– Pues estás guapísima, tienes melenaza, y eso que dices que se te está cayendo el pelo.
– ¡Pues si es que no me lo puedo cortar! Además lo tengo sucio, a ver si hoy me lo lavo porque me pongo los rulos, pero ya me lo tengo que lavar.
Yo también estoy cansada, abuela. Llevo casi dos semanas sin escribir sobre el encierro ni tomar notas. No tengo ganas. Ya no miro mucho las estadísticas, ni tuiter, ni leo artículos de análisis sobre la situación. Sí he visto que hay un grupo de conspiranoicos de ultraderecha proponiendo una salida masiva a la calle porque consideran que el Gobierno nos encierra siguiendo los motivos ocultos de una agenda comunista oculta. Es todo tan opaco que ni quienes nos dirigen saben muy bien por qué hacen lo que hacen. Soros manda, financia y ordena. Sánchez, como es guapo, sale a decir un “puedo confinar y confino” y el resto, acatamos. Sus acólitos, al parecer medios de comunicación pequeños, con salarios exiguos porque esconden la paguita para no sé sabe qué oscuros deseos -¿quizá comprar armas biológicas?- ponen en marcha su maquinaria de guerrilla copando las redes. Las televisiones, esos monstruos comunicativos vendidos al mejor postor, hacen el juego al presi -ahí hay una buena mordida, eso no lo voy a negar-. Y algo sobre escándalos en la telebasura. Facherío joven con programas de facherío de toda la vida pero colgados en yutuf, autogestionados en plan anarcopunk; maricones rojos en la telebasura con toda la maquinaria industrial detrás. Todo es confuso. El mundo se invierte, como Jorge Javier. Es obvio que se acerca el apocalipsis. Vaticinado queda. Si acierto, podré marcarme el tanto de que lo sabía, de que os lo avisé, de que llevaba meses diciéndolo, de que si no tenéis todo listo es vuestra culpa, porque algunas listas lo veíamos venir. Si no se cumple mi profecía, todo el mundo la olvidará y aquí paz y después gloria. También he leído algo sobre cómo se han falseado las cifras del número de tests que hace España para situarnos en el top diez de países europeos. La ministra habla un perfecto inglés para decir que uno de los éxitos del país ha sido hacer tests masivos. Y así está el patio. El patio de pantallas al que ahora estamos reducidas.
Los helicópteros sobrevuelan la ciudad, a veces muy cerca de los edificios. Me he acostumbrado a que las sirenas de policía sean una constante, pero al escucharlas me da siempre una punzada en la espalda.
Esta entrega arranca sin días claros, ni títulos, ni fases, porque ya me aburre intentar etiquetar este proceso, ponerle nombres divertidos o que apelen a los sentimientos de quienes me leen o vaya usted a saber. ¿Quién le ha dicho a usted que yo quiero que apele a mis sentimientos por mí? Bobadas. El otro día hablaba con una amiga de que todo lo interesante hoy ya no se puede contar. Algún día habrá que escribir el diario clandestino de la pandemia. Por ahora es mejor callar. Cualquiera puede ser acusado de cualquier cosa.
Y justo cuando claudico, cuando de verdad renuncio a seguir clasificando días y anécdotas, llega el anuncio, el plan, el macroevento primaveral de 2020.
LA DESESCALADA.
Y tiene fases. Sospecho. Hay espías, no solo en los balcones. Están por todas partes. Pese a estar escrito en código y difundirse solo por redes feminazis, alguien ha debido leer este diario. No se les escapa nada, su poder es inaudito. El Gobierno me replica fase a fase.
Domingo, 26 de abril
Primer paso. Hay seres pequeños en las calles. Hay quien dice que juegan en grupos y que van con seres más grandes que se arrejuntan en recovecos clandestinos de los parques. Difunden las fotos que lo acreditan. Alguna gente usa sus redes sociales para esto, otra, para explicar cómo la perspectiva falsea la realidad. Información esencial. Salgo a la calle y veo a un padre con su hija. Ella en patinete. Me da un vuelco en el pecho. Obviamente ya me había enterado de que las criaturas podrían salir a la calle a partir de este domingo, que he dejado de seguir el minuto a minuto, pero todavía tengo grupos de guasap. En los grupos familiares hacen unas síntesis de las novedades que dejan al telediario a la altura del betún. Eso es la familia, el bastión del orden oficial. Te guste o no, lo quieras conocer o no. La mayor pena de que las redes sociales sean los nuevos periódicos es que no tengo casi papel para limpiar cristales. Siempre creí que no sabía limpiar cristales hasta que descubrí lo del maldito papel de periódico. En fin, cosas que aprende una al crecer, porque a mí nadie me lo dijo. Lo tuve que intuir como poder natural de mujer que es el de la limpieza. Total, que veo a la cría en la calle, con su mascarilla y su patinete, dándole al pie con fuerza porque este es un barrio de cuestas y van calle arriba, y me entra alegría. Sonrío bajo la mascarilla. (Apunte: me gusta llevar mascarilla, la policía no se queda con mi cara).
Viernes, 1 de mayo
Escucho algunas bocinas en la calle y pienso “¿quién coño pita en masa que disturba mi ritmo de trabajo y mi música?”. Ahora escucho en bucle esta de Joplin: “Libertad es solo otra palabra para ‘nada más que perder’”. Sigo pegada a la pantalla, proletaria inmaterial incansable aporreando su teclado. Luego me entero de que han permitido la manifestación del 1 de mayo en coche, una persona por vehículo, con mascarilla. Proletaria inmaterial incansable y sindicalista que no se ha enterado de que hay mani. La desconexión ha llegado demasiado lejos. Me jakea el diario el CNI y me pierdo en la agenda de eventos revolucionarios. Tampoco habría podido ir. No tengo coche.
Los días entre el 1 de mayo y el 4 son días ordinarios, absurdos, de los que ahora mismo no recuerdo gran cosa que deba ser recogida en este diario. Solo esperamos el inicio de algo. De la primera fase que es la cero.
Fase 0: Negación
Lunes, 4 de mayo
Paseo de una hora por la zona de los caños. Verde, agua. Gente. Perros. Bicis. Vuelvo a casa exhausta, sudada, feliz y segura de que tendré agujetas.
PELUQUERÍAS.
El grupo de guasap de mi familia ARDE. Mi madre manda foto. Canas cubiertas. Una de mis tías manda foto. Canas cubiertas. Otra de mis tías tiene envidia. Su peluquería no ha abierto. Mi abuela sigue con su melena, ella le ha dicho a su peluquera que, si eso, cuando todo esté más calmado. No le gustan las aglomeraciones a mi abuela. Y eso que ha estado hasta en Moscú. Que allí ya le habían avisado de que podían robarle y ella, con su faltriquera metida por el pantalón con todo el dinero a buen recaudo y unos euros en la mochila colgada al pecho para no perderla de vista, cuenta que incluso lo vio venir. Que le dijo a su hermana entre el gentío del metro, “Loli, ¡vienen a robarnos!”. Y empujones y vaivenes entre cientos de personas y la mochila bien amarrada y aún así: “Hija, me consiguieron robar”. No. A mi abuela esa cantidad de gente empujando y burlando todas sus medidas de seguridad, no le gusta. No hay peluquería. Que la ley le devuelva el legítimo derecho de tener pelazo no quiere decir que lo ejerza.
Los bares podrán abrir las terrazas el 11 de mayo. Al 30% de capacidad en las terrazas, pero y qué. Haremos cola, como en el Madrid malasañesco cualquier día precoronavirus (si eso es calidad de vida, yo no sé). Las fases pueden solaparse o intercambiarse o cambiar según si el día es par o impar o no nos enteramos muy bien, pero la cosa está en marcha. Menos para la oposición. Y los socios de gobierno díscolos y autonómicos.
Niegan la prórroga. Amenazan. Quieren desmontar el chiringuito ya. Nadie sabe cuál es el plan para hacerlo, pero el que hay ahora, NO. Leo que no todos los territorios están igual, eso verdad, y que hay que aplicar distintas medidas, dejar a las comunidades ejercer la gestión de forma menos centralizada, pues puede ser. El plan del PNV no lo hemos visto pero lo esperamos. ¡Que enchufen las máquinas! ¡Tonto el que muera el primero!
Fase 1 [no oficial]: Fe ciega
Miércoles, 6 de mayo
Las agujetas persisten, pero la oposición no. Se aprueba la prórroga el Estado de alarma (que, todo hay que decirlo, llevo escribiéndolo todo el rato en mayúscula adrede, por el juego del Estado estatal, no venga la policía de la gramática también y estemos todas). No estamos en la fase 1, pero poco queda. Siguiendo la lógica de este diario, que a estas alturas ya todas sabemos que es la lógica del Gobierno, en realidad estamos en la fase 2, la de fe ciega.
FE CIEGA EN LA DESESCALADA.
A LA FUERZA, AHORCAN
Ok, diario. Para quienes quieran seguir todas las fases a partir de ahora, recomiendo leer el BOE.