Como judía, el nuevo interés de Netflix en el judaísmo me molesta

Como judía, el nuevo interés de Netflix en el judaísmo me molesta

Netflix tiene poder para controlar no solo de qué hablamos, sino también cómo hablamos de ello. ¿El aumento del contenido "judío" en esta plataforma puede alimentar el antisemitismo en todo el mundo?

20/05/2020
Fotograma de Unorthodox.- Imagen: Netflix

Fotograma de Unorthodox.- Imagen: Netflix

Pesaj, la fiesta que conmemora la liberación del pueblo judío de la esclavitud, se ha celebrado de manera poco tradicional este año; cambiando el esperado y enorme Séder familiar por uno virtual. A pesar de las dificultades que presentó para el amado afikomen y Elijah, resulta que es mejor cantar las cuatro preguntas a través de Zoom que no hacerlo. Un Séder, y Pesaj en general, es un momento para dar gracias por las libertades que tenemos, para recordar lo que otras personas han tenido que sacrificar por dichas libertades y reflexionar sobre quienes no son libres. En mi familia, tras haber emigrado de Europa a los Estados Unidos literalmente huyendo de ser quemada viva, la gratitud siempre aparece acompañada por una sombra. Es difícil no sentir emociones encontradas ya que los brazos que levantan vasos llenos de vino para el Arba Kosot están tatuados con números de campos de concentración. Con Zoom o sin Zoom, en cada Séder desde que tengo memoria se ha hablado, con una mezcla de felicidad y tristeza, de fascismo y antisemitismo. Pero nunca los he sentido tan presentes como en la actualidad.

No solo estoy hablando de los partidos políticos abiertamente fascistas e imitadores nazis que están ganando popularidad lentamente en Europa y los Estados Unidos. Lo cual, no me malinterpretéis, asusta y enfurece. Lo que más me aterroriza es la mercantilización y esencialización con la que se está alimentando a las masas. Las masas, después de todo, son las que dan combustible y poder a estos partidos. No es que esta táctica sea algo nuevo, el pueblo judío ha sido objeto de esa propaganda durante mucho tiempo. Noto ese antiguo adoctrinamiento en la forma en que personas catalanas y españolas se sienten cómodas afirmando que el destino de los judíos en España y en Europa fue culpa de su afán por acumular dinero. O que mi familia y yo debemos tener mucho dinero por ser judíos. O al asumir que ser judía significa ser sionista. O cuando en múltiples ocasiones me han preguntado indiferentemente si todos los judíos tienen narices grandes. Así como en ataques antisemitas más flagrantes, en las secciones de comentarios de mis artículos o en mensajes públicos y privados de Twitter.

No puedo culpar a Netflix por siglos de calumnias y exterminio del pueblo judío. Pero sí creo que sería ingenuo por mi parte no cuestionar el repentino interés de Netflix en mi cultura. Siendo franca, no soy particularmente religiosa, pero crecí en una comunidad judía inmigrante, integrada por muchas personas supervivientes del Holocausto, la mayoría de las cuales hablaban yiddish y/o hebreo y solo más tarde aprendieron inglés. Al igual que muchas comunidades refugiadas, nuestras familias están hechas de retales. Con tan pocos supervivientes, nuestras “tías” y “tíos” eran otras personas judías refugiadas, relacionadas por esa supervivencia en lugar de por la genética. Y como muchas experiencias dentro del judaísmo, el propio hecho de ser judía tiene significados muy distintos para las diferentes personas de mi familia. Mi familia ortodoxa buscó consuelo en la religión del “viejo mundo”, mientras que mi familia inmediata atesoraba las tradiciones de su shtetl específico. Lo que teníamos en común era un sentimiento de comunidad esencial para nuestra supervivencia.

Por supuesto, esta complejidad se ignora por completo en el plan de estudios judíos actual de Netflix. Como el hecho de que no todas las personas judías son religiosas; una persona puede ser judía por religión, por etnia o por ambas. O que ser una persona judía ortodoxa es algo totalmente diferente de ser jasídica y que hay diferentes ramas del jasidismo, que varían enormemente de una a otra. Yo misma nunca he sido parte de la comunidad jasídica, aunque he vivido junto a ella durante muchos años de mi vida. Aún así, no podría explicar sus entresijos y nunca me consideraría ni mucho menos una experta. Y esa es la cuestión. Soy tan judía como se puede ser. El año pasado, cuando mi hermana pequeña se hizo una prueba de ADN, el resultado fue 100% judía asquenazí. No 99%, ni 99.9%. 100%. Sin embargo, nuestra experiencia como judías no tiene nada en común con la de una persona jasídica. Al crear una narración unidimensional de lo que significa ser una persona judía, o incluso lo que significa ser judía religiosa, es muy fácil esencializar las experiencias judías. Estas narraciones simplistas y a menudo falsas se han utilizado como una excusa para perseguir a comunidades marginadas, desde judíos a musulmanes, negros e inmigrantes en general.

Dicho esto, quiero dejar claro que nunca disculpo ninguna forma de abuso. Nunca. Creo y doy mi apoyo a todas aquellas personas con historias de abuso, así como cualquiera lo suficientemente valiente como para compartir su historia. Al mismo tiempo, me resulta difícil creer que Netflix tenga un repentino interés en apoyar a supervivientes de abusos, ya que publican regularmente contenido de famosos abusadores, que perpetúan la cultura de la violación, la violencia de género y la violencia en general.

Esta reciente serie de estrenos judíos también ha servido para mostrar la agenda sionista cada vez más evidente de Netflix. No estamos hablando de documentales, sino de comedias románticas judías o dramas llenos de mensajes subliminales sionistas que se hacen pasar como “normales”. Emparejar el judaísmo con el sionismo es, además de falso, peligroso tanto para la gente judía como para el pueblo palestino que sufre, muere y lucha contra la ocupación. Como judía anti-ocupación y pro-Palestina, considero muy importante para la lucha recordar constantemente a judíos y no judíos que, al contrario de lo que nos dice la maquinaria de propaganda sionista, ser judío no significa ser sionista. Que luchar contra el apartheid y combatir el antisemitismo es en realidad la misma batalla que se debe librar contra el fascismo.

Cuando Netflix no nos suelta su material sionista y sensacionalista, nos ofrece otro estereotipo: todas las personas judías somos ricas, buscadoras de oro y comerciantes. No tengo ninguna duda de que Diamantes en Bruto es una película tan bien hecha como dicen. Y no se me pasaría por la cabeza negarle a alguien su dosis de entretenimiento basura, especialmente en tiempos de cuarentena. Pero también debemos preguntarnos por qué esta lente nunca parece recaer sobre la cultura anglo-católica. ¿Dónde están los taquillazos sobre las cruzadas, la colonización, el fascismo y el antisemitismo? Y no estoy hablando de películas glamurosas sobre el Holocausto, de las que tenemos más que suficientes y que en su mayoría giran en torno a gente blanca y católica que salva a un grupo de judíos. ¿Y dónde están las series que rompen estereotipos en lugar de reforzarlos? ¿Que resaltan la belleza de lo que puede significar ser judío? ¿Sobre la larga y rica historia del anarquismo y sindicalismo judío? ¿Sobre los judíos de todo el mundo que luchan junto a sus camaradas palestinos para acabar con el apartheid? ¿Sobre los rabinos arrestados en las protestas de Black Lives Matter y aquellos que se han encadenado a las instalaciones de ICE en los Estados Unidos?

Vivimos en un mundo en el que, en su mayor parte, la cultura predeterminada es la cultura blanca y anglocristiana. Cualquier cosa fuera de ese binomio se agrupa como “otros”, lo cual prepara el terreno para la explotación y el sensacionalismo. Es por eso que la cultura blanca anglocatólica nunca ha sido diseccionada. En películas, series o cualquier otro medio, a la gente blanca y anglocristiana nunca se le pregunta de dónde es o de dónde vienen sus antepasados, nunca tienen que explicar su cultura o herencia, su identidad nunca se introduce en una sola caja. Nunca son “el blanco”. A cualquiera que no sea parte de la cultura anglocatólica sólo se le da valor si puede ser apropiado o si su “exotismo” entretiene. Estas series y películas no van sobre aprender cultura judía, del mismo modo que los zoológicos no van sobre aprender de animales. Mirar desde fuera, sin ningún contexto adicional o implicación personal es un acto de voyeurismo y de refuerzo del poder. Hay un mensaje claro: “Existirás cómo, cuándo y dónde yo quiera”.

Y si crees que estoy siendo dramática, piensa en la frecuencia con la que tú y/o tus amistades habéis tenido conversaciones sobre el judaísmo antes de estas películas y series de Netflix. Ya hemos visto a través de redes sociales y en nuestro día a día el verdadero poder que Netflix tiene para controlar no solo de qué hablamos, sino también cómo hablamos de ello. Es mucho poder y resulta peligroso negarlo. Me preocupa que este aumento de contenido “judío” en Netflix no solo se correlacione sino que alimente el aumento del antisemitismo en todo el mundo. En lugar de obligar a los espectadores a cuestionar estereotipos sobre la cultura judía, los refuerzan. Y a otro nivel, estas películas y series no hacen nada para alentar al espectador a aprender algo sobre sí mismo, su propia historia y su participación en el antisemitismo y el fascismo, tanto en el pasado como en la actualidad.

Se hace extraño que personas que nunca se han interesado en lo que significa el judaísmo para mí de repente quieran conocer mi opinión sobre la variada programación judía de Netflix. Su interés despierta una mezcla de emociones en mí. Siento frustración por ser obligada a ser “representante” o “portavoz” del judaísmo y a su vez desearía mostrar la profundidad y belleza de un Séder de Pesaj, con sus pasos, fases y rituales ancestrales, cada uno de ellos preciso y lleno de significado. Querría que esas personas escuchasen solo un verso de la pegadiza canción Dayenu, que se traduce aproximadamente como “hubiera sido suficiente”. La raíz de esta palabra, “dayenu”, es “dai”, que literalmente significa “suficiente” y a menudo se usa como una forma de decir “¡basta ya!”. Muy apropiadamente, esta reciente afluencia de contenido judío en Netflix me ha dejado repitiendo, con una mezcla de molestia y alarma, esta palabra en bucle: “Dai”.


Nota de las editoras: En el texto aparecen conceptos relacionados con el judaísmo que la autora ha decidido no explicar: “Para mí, incluir una explicación de los términos indica que el artículo está hecho para personas anglo-católicas y que es mi responsabilidad explicar estas cosas. Y preferiría no centrar el artículo en este grupo de personas que están más comúnmente en el centro. Además, ya hay mucha información fácil de encontrar disponible en Internet sobre las costumbres judías”.


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