Maternosidades o salir del cajón

Maternosidades o salir del cajón

Contra todo pronóstico, decidió ser madre. Lo que vas a leer te sorprenderá (y te hará reír, sin duda).

Texto: osasti aore
20/05/2020
Señora Milton

Ilustración de Señora Milton para el artículo de Beatriz Gimeno ‘Construyendo un discurso antimaternal’.

Me invento la palabra ‘maternosidades’ hace tiempo para dinamizar un espacio en unos encuentros rurales de trans, bolleras y mujeres en los que nos habían surgido “discrepancias” en torno a la maternidad.

Con este escrito no pretendo hacer un tratado sobre la maternidad o la no maternidad que incluya las argumentaciones precisas para mostrar las bondades o perjuicios que una u otra opción puedan tener. Tampoco voy a visibilizar las diferentes y múltiples maneras que hay de acercarse al “hecho maternal” o alejarse de él, o de maternar, o de salirse del cajón madre/no madre que he ido encontrando en estos años de cuestionamiento.

Tengo un objetivo concreto: ametrallar al juicio que irremediablemente nos acompaña a las que hemos sido socializadas como mujeres elijamos la opción que elijamos en este cacho del mundo donde se supone que elegimos un montón de cuestiones supertrascendentales de nuestras vidas y que nos hemos criau con la ecuación poder de elección igual a libertad. Y debajo de esto ¿Qué? Múltiples capas difíciles de contemplar apoyadas en razonamientos, hormonas, contradicciones, sinsentidos, intuiciones…

Pero venía para ametrallar el juicio que ¡oh peligro! nos separa de les otres, nos hace mirarnos con desconfianza, catalogarnos y sobreidentificarnos con la opción elegida y como superfeministas que somos (antes criminalizadas, ahora más molonas) enfrentarnos y competir por demostrar quien tiene la razón, nietes como somos de un sistema racionalista en el que tener la razón importa muchííísimo más que por ejemplo ser sincere o respetuose. Vamos, lo de toda la vida de mujeres enfrentadas mirándonos con el ojillo inquisidor de: “¡Mierda!, esa está más buena que yo o loqueseamásymejorqueyo” que tan bien le viene al sistema para perpetuar la insatisfacción y que nos refugiemos en nuestra isla de individualidad teniendo más en cuenta lo que nos separa de les otres que en lo que nos une y que se resume en que las aliadas se convierten en nuestras enemigas

Para este tremendo objetivo subjetivo vendo ArMADA con algún regalo de mis experiencias de vida, porque como decía “fridakahlohastaenlasopa” cuando le preguntaban el porqué de tantos autorretratos, “soy el motivo que mejor conozco”, de momento sólo me atrevo a hablar en público de algún tema cuando las vivencias atraviesan mis carnes.

Durante 35 años de mi vida no fui “madre consciente” de criatura ninguna (me viene a la cabeza un rap de La Furia: “Paso de acunar a más bebes pasaus de años”). He abortau tres veces la misión de fusión de gametos en mis entrañas sin trauma ninguno, con el privilegio de un buen acompañamiento y sin miedo a morir en la operación.

De pequeñas, en las insoportables horas de aburrimiento pasadas en la institución penitenciaria llamada cole de monjas (de las cuáles no podrás rescatar ni un triste minuto que te ofrezca recursos ante las futuras crisis por las que irremediablemente pasarás en la edad adulta) jugábamos a poner en un recuadro a qué edad querías casarte y alrededor del recuadro ponías tres sitios a los que querías viajar, tres opciones de cuanta pasta tendrías y tres de cuántos hijos tendrías. Yo ponía que me casaría a los 30 (me imaginaba una anciana a esa edad) y que tendría 0, 1 o 2 hijos, pero me costaba muchísimo que el cero fuera admitido como opción.

Lectura posterior: una parte de mí no quería tener hijes, y yo desde mi pequeño cuerpecito iba aprehendiendo que esto no era una opción ¿fácil?, ¿probable? O, simplemente, no era una opción

He tenido diversas relaciones sexo afectivas de diversa índole, entre ellas hay una que duró 10 años (mi tiempo récord). Esta relación duró desde mis 24 años hasta los 34 y fue con un biotío. Fue durante ese período de tiempo fértil, y relación heterosexual consolidada, dónde la “presión popular” y la interna en sincronizada danza se hicieron más fuertes en lo relativo a la cuestión de tener descendencia… o no.

¡Que se me iba a pasar el arroz! (¡qué desgracia! Un arroz blandengue y pastoso) que ¿por qué no teníamos hijoooos? Que si era que no podíamos… Que si ahora los jóvenes éramos muy egoístas y preferíamos andar de aquí pa’lla sin ataduras, que dónde realmente se aprende lo que es la generosidad y la responsabilidad es trayendo un hijoooo al mundo, que si materializar el amor, que si cuando ya no pudiera me iba a arrepentir… AAAAGGRRRHHH!!!

Normalicé el juicio externo e interno: era una egoísta sin suficiente amor ni proyecto vital, me daban miedo la responsabilidad y el compromiso a largo plazo. Era una capitalista egocéntrica y vividora. Eso sí, por otro lado, no seguía los mandatos que la sociedad tenía designados para mí. Ea!

Por cuestiones como por ejemplo la imposibilidad de salirnos de los roles parejiles que habíamos ocupado y transitar las transformaciones amorosas y personales en las que íbamos derivando, la pareja, ja, ja, se terminó. (Los finales de las relaciones cariñito-sexuales: información clasificada que puede afectar a la seguridad nacional que apenas trabajamos cuando hablamos de desmontar los mitos del amor romántico, que suelen carecer de autocrítica y que algunes vamos acumulando según nos adentramos en la edad madura.)

Yo seguí tranquila (mentira) con mi duelo y mis mierdecitas inventando caminos, y como YA tenía 35, t r e i n t a y c i n c o años y me había quedado sola, S O L A, el entorno, y yo misma en la retroalimentación de seres que somos en relación a les otres, “tiramos la toalla” conmigo (se ve que ya no necesitaba secarme, estaba seca como una pasa ¡qué pasa!) y que se resume en la frase que me dijo mi ama de “bueno, ya veo que contigo no tendré nietooos”. Punto y aparte.

Ya no había esperanzas sobre mi maternidad. Sentía una especie de combinado de pena y alivio… Ay!…

Y fue entonces desde el espacio de las no-expectativas (aquí va una clave imposible de llevar a cabo para conservar la salud relacional) y la aceptación en las despedidas (otra clave, esta para el goce del presente) que apareció el deseo de lo inmediato y me inundó. Conocí a una persona con espermatozoides, que parecía sensible y que me hacía reír y quise follar con ella sin condón y tener una hija ¡ya! Lo deseaba más que viajar, entregarme a causas altruistas-políticas y perdidas, ligar, fiestear, ser artista…
Deseo ¿construido?, ¿instruido? ¿más bien tic, tac, el tiempo se acaba ya?!, ¿introyectos?, ¿pensamientos soterrados?, ¿enterrados? en, por ¿ideologías?… que marcan lo que puedo o no puedo hacer, querer, ser…

A veces, simplemente, puede ser simple como en mi caso, llevar la contraria por sistema, que conlleva tanta tiranía como hacer del seguir la corriente tu modo de vida, pero que suena mucho más guay y de lo que he tardau un rato en enterarme.

A los 15 días estaba preñada, ¡qué bonito!, era un cóctel de hormonas con patas: lloraba, reía, comía, volvía a llorar, tenía ganas de vomitar, no, de comer, estaba feliz en el drama, mis tetas crecííííían. Era RARO. Quería dormir, mimos, dormir, mimos, dormir…

En los últimos años había ido acercándome a espacios cuirs, transfeministas y molones. La sensación era la de encontrar el oxígeno que necesitaba respirar para no ahogarme en la moralidad feminista de mi barrio, en el que ya no podía expresar mis inquietudes relacionales, sexuales, estéticas, reivindicativas (en realidad nunca pude) sin que el coste fuese muy elevado. Cuando algunes de eses animales de la manada supieron de mi preñaura la reacción fue un sonoro ¿quééééééééé? acompañado de unos ojos camaleónicos, cejas arqueadas hacia arriba con evidente gesto de reprobación (como cuando le decía a mi ama con 15 años que quería llegar a casa a las cinco de la mañana) y un movimiento de cuello hacia delante, fusión de paloma y tortuga que dejaba la cabeza suspendida en la nada sin espera de respuesta ninguna pues le seguía otra pregunta: “Pero túúú, ¿no eras bollera?”. ¡Ay!

Hay que decir que me había liau con una pos-porni txatxi y eso pesaba mucho y daba mucha propaganda. Yo pensaba en las pegatas anti-beibis, los cuir actions, los discursos antifamilia como estructura patriarcal, la superpoblación mundial y me sentía una TRAIDORA. Dejé de molar, dejé de molarme a mí misma. Ya no era una transfeminista radical revolucionaria que iba a trascender a la historia para cambiar el rumbo del mundo. ¡Que lástima! quedaría sepultada entre pañales con olor a mierda, llantos y mocos de una cría insoportable, atada a ella como a un grillete depredador que para colmo había salido de dentro de mí misma, así que no podría deshacerme de ella como había hecho cuando novios lastimeros o violentos querían chuparme el coño, digo la sangre. A la misma velocidad que mi tripa se abombaba se deshinchaba mi popularidad y mi autoestima.

Pa colmo me dejé el pelo laaaargo, “dulcifiqué mi imagen”. ¡Alta traición! Hasta casi me pongo escote… ¡uy!

Dejé de molar, de molarme. Me sentí SOLA, pero no deSOLAda.

A mis otros entornos llamados familia, cuadrilla, compañeras de trabajo, esta maternidad sin haber creado vínculo con el paaaadre de le criature les pareció algo más que raro: ¿insensato?, ¿imprudente?, ¿demente?

Hay que decir que a estas alturas de la peli yo estaba bastante desencantada y distanciada de eso que se hace llamar “género masculino” y voy a confesar que probablemente parte de esta precipitación del deseo tuvo que ver con el pensamiento: si no le conozco apenas mejor, porque sino no querré hacer esto con ninguna persona que haya sido socializada como hombre, tenga pene y le meta en la categoría hoooombre, y a esa otra institución penitenciaria que es la jerarquía médica, (con los privilegios que conlleva decir esto), prefería acercarme solo en caso de “elijo vida en vez de muerte”, así que no era una opción para mí en aquél momento inseminarme.

También viví los privilegios de mi nueva imagen. Ya no era sospechosa, ni peligrosa. Me cedían los asientos en el bus, me sonreían en el metro o en las calles, no me paraban en los controles policiales… ¡qué agradable sensación! ¡Estaba reinsertada en la sociedad! Una sociedad en la que mamamos y vomitamos los juicios a nuestras decisiones, a las de las otras que llegan de afuera y salen de adentro, los naturalizamos, nos acompañan perpetuos, siempre mirándonos bajo su paraguas, las unas a las otras, especialmente a nosotras, entre nosotras, las socializadas criadas y enseñadas como mujeres. Y en nuestras microsociedades ideales, los seguimos alimentando a pesar del malestar que nos generan. Juiciooooooos.

Juicio por no haber querido ser madre.
Juicio por haber querido serlo.
Juicio por no haberlo sido cuando correspondía, como correspondía y con quien correspondía.
Juicio por parecer una familia.
Juicio por no parecerlo.
Juicio por desear mimos y protección.
Juicio por ofrecer demasiados mimos y ser sobreprotectora.
Juicio por traer más personas a este mundo de mierda y superpoblado.
Juicio por no elevar suficientemente la tasa de natalidad de nuestras sociedades envejecidas.
Juicio por encarnar el paradigma de la feminidad.
Juicio por no encarnarlo lo suficiente.
Juicio por ser madre, pasar los 40, salir de fiesta y tener relaciones sexoafectivas múltiples y variadas.
Juicio por dar demasiada teta.
Juicio por no dar la suficiente teta.
Juicio por dedicar demasiado tiempo a la crianza.
Juicio por no dedicar el suficiente tiempo a la crianza.
Juicio por dar biberón.
Juicio por no ser suficientemente productiva mientras una vida se desarrolla ante vuestros ojos gracias a mis esfuerzos y mis fluidos.
Juicio por aprovecharme de la energía del grupo con mi opción personal en mi decisión de ser madre.
Juicio porque hacer de madre y ser madre afecte a mi productividad, mi sensualidad, mi cuerpo, mis tiempos, mis prioridades, mis sentimientos.
Juicio por perpetuar los roles de género…
Suma y sigue.

Juicios que nos atan y paralizan y alejan y separan de les otres, dejándonos como soles aislados en nuestras realidades, sin ver ni a qué, ni hacia dónde, ni a quién ofrecer nuestro calor que se apaga, dispuestes, disponibles, carne de cañón de… ????

Las opciones que tomamos, los términos que adoptamos, los lugares que habitamos, sin menospreciar la carga que acarrean y conscientes de los privilegios que conllevan, pueden ser los propulsores para alzar el vuelo hacia nosesabemuydónde o la guarida en la que esconderse denosesabemuybienquienque. Cómo la canción: depende, todo depende…

Si esto sirve, si esto fuera una parte de la caleidoscópica realidad que nos acontece…
¿Cómo queremos continuar?

 


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