En estas casas no hay armarios

En estas casas no hay armarios

Retratos de personas LGTBI del madrileño barrio de Lavapiés durante la pandemia.

15/07/2020
una mujer habla por teléfono sentada en el sofá de su casa

Rebeca Flash, en su casa. / Foto: Isabel Permuy

Si la ciudad de Madrid es conocida por su capacidad de acoger a personas procedentes de cualquier punto de España y del planeta, el barrio de Lavapiés es el máximo exponente de la fusión de culturas en la ciudad. Cuenta entre sus residentes con la mitad de población extranjera además de con la mayor concentración de asociaciones y movimientos vecinales registrados en la capital.

De origen arrabalero y carácter popular, la identidad de este barrio se muestra en su estética diversa y contracultural y en él los colectivos y personas LGTBI han encontrado su propio espacio para ser y estar. 

una mujer habla por teléfono en su casa

Rebeca Flash . / Foto Isabel Permuy

Rebeca Flash (76) es madrileña nacida en Cuatro Caminos y desde hace 45 años vive en Lavapiés, en un pequeño piso de una corrala en donde conserva recortes de periódicos y revistas con sus fotos de cuando era vedette en el club Pasapoga. Cuando era chico trabajó como camarero y se formó en peluquería, pero no estaba a gusto y emprendió el cambio de género en plena dictadura, aunque estaba brutalmente perseguido y castigado. Cuenta que entonces el simple hecho de ser afeminado era motivo para que te detuvieran y te llevasen a la cárcel donde el maltrato físico y psicológico era la norma. Durante el confinamiento habla mucho por teléfono con sus amigas por lo que no se siente sola y no se le hace tan duro el encierro en su hogar cuando recuerda los días que pasó en la cárcel por ejercer su libertad sexual.

una mujer sentada en su casa abraza a su perra

Rakel con sus mascotas. / Foto: Isabel Permuy

Rakel (45) se crió en Morata de Tajuña, aunque nació en Madrid. Cuando era hombre se llamaba Remo y trabajaba en la construcción en la empresa de su padre, pero en el momento en el que comenzó su proceso de cambio de sexo la situación se hizo insostenible y llegó a Lavapiés cansada de las miradas y los comentarios que sus compañeros de trabajo le dedicaban constantemente.

una mujer apoyada en su cocina

Rakel, en su cocina. / Foto: Isabel Permuy

Pocos días antes de que fuese decretado el estado de alarma Rakel se enteró del fallecimiento de su mejor amiga por la Covid-19. El hecho de no poder despedirla la abocó a una profunda depresión. Ahora superado en parte el duelo ha emprendido la tarea de hacer una limpieza integral en su casa y se está deshaciendo de todas aquellas cosas que no son imprescindibles. Vive con sus perrinos Coki y Chispita y desea más que nada volver al pueblo a visitar a sus padres y a echar una mano con la huerta.

V. (31) es arquitecto y diseña infografías. Durante el estado de alarma teletrabaja mucho, más incluso que cuando iba a la oficina. Comparte un amplio piso en el bajo de un edificio en Antón Martín con dos amigos y, aunque el apartamento es muy cómodo, echa de menos la luz del sol que nunca llega hasta su ventana. Aún así se siente afortunado y cada tarde después de los aplausos pinchaba unas canciones para todos los vecinos que se han ido convirtiendo poco a poco en sus nuevos amigos. Como extraña la vida social anterior a la pandemia algún fin de semana se viste sexi y se divierte desfilando para sus vecinos de escalera.

V., delante de su puerta. / Foto: Isabel Permuy

 

Familia. Juanjo (50) y Julián (55) son pareja desde hace 25 años y una familia creciente desde que su hijo Bladis (15) llegó a sus vidas hace trece años. Entre los tres cuidan y miman a los perros Trosky y Hommer, al gato Jungly y a un montón de plantas que hacen que su terraza parezca una pequeña selva.

tres personas en un patio ríen

Juanjo, Julián y Bladis ríen. / Foto: Isabel Permuy

Juanjo regenta una floristería cerca de su casa en el vecino barrio de la Letras y el estado de alarma le pilló un poco por sorpresa. Aunque lo llevó bastante bien desde el principio echa mucho de menos a sus padres que son muy mayores.

Julián se mantuvo ocupado teletrabajando, pero confiesa que durante las primeras semanas sintió bastante angustia y algo de ansiedad por lo incierto de la situación, destaca que transcurrido un tiempo aprendió a disfrutar del momento y del tiempo compartido en la casa.

Juanjo, Julián y Bladis teletrabajando en casa. / Foto: Isabel Permuy

Para Bladis lo peor del encierro fue al principio, cuando se vio obligado a cancelar la fiesta cumpleaños que llevaba días preparando. Ahora está deseando pasar más tiempo con sus amigos.

 


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