¿Pero eso a ti te ha pasado?

¿Pero eso a ti te ha pasado?

No necesariamente tienen que haberme pasado todas las cosas del mundo para afirmar que existe el racismo, porque no es algo que me ataña solo a mí, vamos, que ni me lo inventé ni lo descubrí en una tarde ociosa de confinamiento.

08/07/2020

No es raro que, para entender nuestras vivencias, haya periodistas que nos pregunten qué experiencias concretas tenemos las mujeres racializadas. Pues unas cuantas, véanse.

Acostumbrarnos a recibir insultos o a tener peleas en el colegio por cuestiones de “raza” o “etnia”.

Salvo que seamos estudiantes excepcionales, recibir una orientación escolar encaminada a que escojamos la formación profesional (que, por supuesto, no es ni más ni menos que la universitaria pero no se trata de lo que sea sino de que nos aboquen ahí) y que se traduce en que todavía hoy haya muy poques migrantes e hijes de migrantes en las universidades.

Especialmente, en la actualidad, asistir a colegios guetificados en los que cabe la posibilidad de matricularse en mayo porque no se llenan las aulas dado que los padres y madres de peques blanques no quieren que sus hijes asistan a un centro lleno de migrantes (lo sean o no) o, lo que es lo mismo, asumir, desde la más tierna infancia que no quieren que te juntes con quienes son mayoría.

Normalizar la ausencia absoluta de contenidos académicos en los que les protagonistes sean personas no blancas, ni hablemos, pues, de mujeres no blancas.

En mi época, enterarnos del asesinato de Lucrecia Pérez y entender a una edad muy temprana que hay cuerpos que corren peligro por tener un color de piel diferente al de la mayoría, un color de piel como el tuyo.

Saber que hay zonas de tu ciudad a las que no puedes ir, precisamente por lo anterior y acabar por no darle especial importancia, salvo si por lo que sea tu grupo de amistades desea ir y te toca salir corriendo o algo peor.

Pasar del ostracismo a ser hipersexualizade o, lo que es lo mismo, pasar de no ser nada a ser una cosa.

Tener dificultad o que, directamente, te nieguen la entrada a los locales de ocio y que a tus amigues blanques no les digan nada.

Que alquilar una vivienda sea una misión imposible o, al menos, complicada.

Que vayas por la calle y te pidan la documentación provocando que todo el mundo te mire y piensen que has cometido un delito. Con todo, es innegable que, en este punto, el componente genérico pesa, puesto que les sucede más a los hombres. Y todo esto si cuentas con un DNI español, de lo contrario, a todo lo citado en las líneas previas deberán sumarse, hayas nacido aquí o no, los trámites administrativos pertinentes y los temores derivados de que no salgan bien.

Y tras molestarnos en contar todo esto, llega la cuestión estrella, la que figura en el título:¿pero eso a ti te ha pasado? Pues bueno, algunas cosas sí y otras no, pero es que el racismo, como el machismo, no consiste en una sucesión de anécdotas sino que se trata de algo más grande, de un sistema. Por tanto, no, no necesariamente tienen que haberme pasado todas las cosas del mundo para afirmar que existe el racismo, porque no es algo que me ataña solo a mí, vamos, que ni me lo inventé ni lo descubrí en una tarde ociosa de confinamiento. En esta línea caben expresiones clásicas como “¿a ti te han pegado, acaso?”. Imagínense que se hiciera lo mismo con el machismo, no hace falta ser víctima de violencia de género para afirmar que el machismo existe, por lo mismo, porque somos conscientes de que se manifiesta de infinidad de formas y esto no se trata de acumular fichas para convertirte en la perfecta víctima del sistema sino en reconocer que existe.

El desconocimiento que hay con respecto a este asunto y la arrogancia que se deriva de estar siempre en las alturas provoca que haya personas que pese a no padecerlo, se atrevan a definir qué es y lo minimicen ya que, al no haberlo experimentado jamás, ignoran que opera en el día a día. No obstante, y más allá de lo individual, una herramienta poderosa del racismo sistémico consiste en negar su existencia, de lo contrario, se pondrían medios para que desapareciera.

Sin embargo, después de desnudarnos para que nos comprendan, una de las contestaciones más comunes es “ya, pero eso no es machismo sino racismo”. Exacto, un racismo que padecen muchas mujeres y que, en nuestro, caso se suma al machismo que todas sufrimos. Dado que el racismo afecta a unas cuantas, qué menos que combatirlo, llamadme rara.

También suelen formularnos cuestiones del tipo, ¿y al feminismo cuándo llegaste?
– Pues con todo lo que te he contado, llegué cuando me di cuenta de que era muchas cosas al mismo tiempo, que fue más tarde.
– ¿Tan tarde?, insisten.
– Bueno, es que estaba resolviendo otros temitas, entiéndeme…

Y ahora, pregunto yo, ¿el hecho de no haber coincidido nunca con nadie no blanco en casi ningún espacio no les hace pensar qué es lo que provoca que no nos hallemos ahí? ¿Por qué no nos ven en la universidad, en sus lugares de trabajo o incluso en sus barrios? ¿No echan de menos una diversidad que deberían saber que existe? Quizá, no.

En ocasiones, no frecuentamos los mismos espacios porque a muchas personas no les dejan entrar, o debido a que no nos gusta ser las únicas de todo el local; también sucede que, si los precios son demasiado elevados, muches no pueden permitírselo (que sí, que hay blanques pobres y negres con dinero, pero raza y clase suelen ir de la mano). Tampoco es raro que haya sitios que, directamente, resulten hostiles por haber mucha presencia policial y, por tanto, haya más posibilidades de que se produzcan identificaciones por perfil racial o situaciones incómodas.

Al final, detrás de esto, hay cierta distancia y extrañeza. Nada de lo que contamos les suena, jamás lo han visto, no les parece propio del lugar que siempre han habitado, de SU lugar, el que conocen perfectamente, pero solo desde un lado. Y cuando al fin se produce ese encuentro, que suele ser en formato entrevista, no hay una conversación, se pregunta y luego, de nuevo, cada cual vuelve a su mundo. Unas no se autocuestionan y otras sabemos las respuestas de las preguntas que nunca se hicieron.

 

Este contenido se enmarca en ‘Feminismo desde mi piel’, una colaboración con Mujeres con Voz y Calala Fondo de Mujeres. Financiado por el Gobierno Vasco

 

 

 

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