“Es fundamental que contemos la realidad con nuestra propia voz”
Diana Zurco, primera presentadora trans del informativo de la televisión pública argentina, sabe que su presencia en el informativo “interpela a la sociedad en el buen sentido, porque ofrece una nueva perspectiva”.
Cálida y rigurosa, la voz de Diana Zurco (Hurlingham, Gran Buenos Aires, 1979) no engaña. Le apasiona su trabajo y sabe la responsabilidad que conlleva ser una de las caras visibles de la nueva etapa del informativo central de la Televisión Pública Argentina. Desde el 16 de marzo, cuatro días antes de que el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 297/2020 ordenase el aislamiento social, preventivo y obligatorio del país, presenta el noticiero “de todos los argentinos”, como le gusta definirlo, con Gabriela Previtera y Ariel Senosiain.
El empoderamiento la hace posicionar de manera situada su relato y sus referentes van enriqueciéndolo, entre anécdotas y reivindicaciones. “Mirá la mezcla que tengo”, bromea. Su abuela pertenecía a un pueblo originario en el norte del país; su madre la tuvo a los 17 años; su padre biológico las abandonó y su padrastro, al que llama padre –“porque padre es el que cría”, puntualiza– le dio un apellido judío-polaco. En el colegio católico donde estudió, sufría bullying por ser morocha. Hoy, Diana Zurco es la primera conductora trans de un espacio informativo en la televisión pública.
El poder de la educación
“La educación es el eje fundamental para que los pueblos avancen”, afirma la periodista, cuando se le pregunta por el papel de la escuela en su vida. “Sobre todo en un país atravesado por muchas desigualdades. No solo aquí, también a nivel global”, asevera. Dos años después de la aprobación de la Ley de Identidad de Género, que garantizó el derecho a acceder al reconocimiento de identidad autopercibida en Argentina en 2012, Zurco fue la primera mujer trans en graduarse como locutora nacional en el Instituto Superior de Enseñanza de Radiodifusión (ISER). El apoyo de su familia fue primordial durante su etapa educativa, ya que “nunca me faltó techo ni comida, al margen de que fue complejo cuando les hablé de mi identidad”. Sabe que la mayoría de personas trans argentinas no tienen tanta suerte.
“En nuestro país, muchas personas son expulsadas de sus familias por el solo hecho de expresar su identidad de género o su orientación sexual. Y eso, aplicando el sentido común, significa una devastación del ser humano a nivel estructural”, declara la presentadora, reconociendo que tuvo miedo de que su padre la echase de casa. “Al contrario, mi papá murió hace poco más de cinco años, y me dijo que cómo me pude pensar que iba a la calle”, explica sorprendida de lo naturalizada que tenía la estigmatización, sin dimensionar el contexto adverso para la infancia y adolescencia trans.
En Argentina, solo el 62,6% de la población terminó la educación formal obligatoria, según el último censo oficial de 2010. En el caso de las personas trans, esa cifra se reduce al 32,6% según una estudio de Fundación Huésped en colaboración con la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina (ATTTA) en 2014. A las dificultades en el acceso al derecho a la educación se suma, en muchos casos, la hostilidad de la comunidad educativa. “Muchas personas trans abandonan los estudios por la violencia que reciben y ahí comienza un cimiento dificultoso porque, al no tener acceso a la educación, justamente por estos componentes estructurales, te están faltando herramientas para moverse en esta sociedad occidental”, argumenta Diana.
La periodista juega en equipo. Durante la conversación, los temas se entrelazan, pero siempre aparecen nombres propios de personas que la acompañan. Desde su familia a Teresa del Valle, la profesional que le asesora con la imagen desde que trabaja en el canal público, o su amigo Francisco, con el que hablaba por teléfono la noche antes de conversar con Pikara Magazine sobre su colaboración con el hotel Gondolín. En esta antigua pensión porteña de tres pisos con 20 habitaciones, viven 40 travestis y trans desde que en los noventa se organizaran a través de la autogestión y tomaran este edificio de Villa Crespo. El confinamiento aumentó las vulnerabilidades de un colectivo fuertemente precarizado, por lo que las habitantes del Gondolín organizan ollas populares en las que son necesarias, más que nunca, los alimentos perecederos.
Abrir las puertas
Zurco es consciente de la apuesta política de la televisión por los temas del colectivo diverso LGBTIQ+. Aunque la conductora reconoce que le “faltan horas de vuelo” en televisión, las posee como locutora de Radio Ciudad de Buenos Aires. Al recordar su primera reunión en enero con Rosario Lufrano, presidenta de Radio y Televisión Argentina; Eliseo Álvarez, director de la Televisión Pública y Daniel Miguez, gerente general de noticias, no puede ocultar que la oferta le entusiasmó desde el primer momento. “Estuvo buenísimo porque era una doble visión: ‘te valoramos como profesional porque tenés todas las herramientas, pero también significás”, declara.
Su presencia en el informativo “interpela a la sociedad en el buen sentido, porque ofrece una nueva perspectiva”, reconoce, “imaginate tratar temas de género desde la propia voz, de las personas trans o de las mujeres cuando hablamos de feminismos y la lucha por nuestros derechos”, explica la presentadora.
Combate el nerviosismo y la ansiedad que le causa esta responsabilidad, consciente de la oportunidad para normalizar la presencia de personas trans en posiciones con fuerte valor simbólico. Para explicarlo, utiliza las palabras de una de sus referentes en esta etapa: “La única manera de que llegues a los lugares es que te abran las puertas. Ya sabemos todos lo difícil que es para estas mujeres conquistar su lugar”, explicaba Rosario Lufrano a Associated Press, días después del debut de Zurco como copresentadora del informativo central de la cadena en abierto.
“Es necesario que hoy sea noticia para que mañana no lo sea”, señala Diana. Hasta que eso ocurra, utiliza su posición para introducir en la agenda mediática las demandas de este colectivo, aunque no se quiere limitar: “Lo mejor que puede pasar es que abarque todos los temas y no por ser mujer trans me encasille”, reflexiona. El pasado 27 de marzo, realizó una entrevista al presidente del Gobierno argentino, Alberto Fernández, que tuvo consecuencias directas en el acceso a la vivienda de las personas trans:
–Me ha llegado información de la comunidad trans que hay personas que especulan en lo que refiere a los alquileres y le suben los costos. Incluso se habla de desalojos a las personas trans. Eso es una injusticia total, es una avivada.
–No hay ningún derecho a que hagan eso. Va a haber un DNU que los ampare”, respondía el jefe del ejecutivo argentino.
Dos días después, se publicó el Decreto 320/2020, que extendía la cuarentena y también prohibía los desalojos por 180 días, congelaba las cuotas de los alquileres y los créditos hipotecarios. “Fue algo muy fuerte”, dice la periodista aún emocionada. “Eran los primeros días de haber iniciado el noticiero y eso también sirvió para que adquiera una relevancia particular. Estaba planteado un tema de agenda urgente y al otro día las chicas pudieron dar su testimonio y se pudo frenar el desalojo”, comenta, sabedora de que el movimiento en redes sociales de esa parte de la entrevista también generó un clima propicio para el amparo legal.
Amante de los consensos, considera que “las sociedades avanzan cuando cooperan” y, por ello, prefiere visibilizar las deficiencias en las garantías de los derechos de la comunidad LGBTIQ+ articulando para avanzar. De todas ellas, hay una que le parece clave: el cupo laboral trans, para garantizar el derecho al trabajo de esta población y que fue aprobado dos meses después de la entrevista con Pikara Magazine. El 3 de septiembre se publicó el decreto 721/2020, que establecía una serie de medidas para garantizar el acceso a “personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo” en el sector público nacional.
Un país desigual
“Si te expulsan del trabajo, te expulsan a la calle y de ahí a la muerte, más allá de que el trabajo es un derecho”, esgrime claramente contrariada. No es para menos. Estos obstáculos estructurales, unidos a otros como las vulneraciones del derecho a la salud o de una vida libre de violencia provocan que la esperanza de vida de las personas trans en Argentina sea de 35 años, según la evaluación sobre el cumplimiento de la Convención para la eliminación de todas formas de discriminación contra las mujeres (CEDAW, en inglés).
Sin embargo, la presidenta de ATTTA, Marcela Romero, advierte que puede ser incluso inferior, ya que la mayor parte de delitos de odio se perpetran contra personas trans de entre 20 y 28 años y recuerda el Informe Basta de Genocidio Trans, elaborado por el Centro de Documentación y Situación Trans de América Latina y el Caribe, ATTTA y la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans.
La exclusión de sistemas formales de educación y trabajo, además de seguridad social, merma la autonomía económica de las personas trans. “¿Cuántas personas trans quieren un trabajo formal, con jubilación y no exponerse a los riesgos de la prostitución?”, pregunta de manera retórica. Durante toda la charla, los grandes temas son contextualizados concienzudamente y, en la mayoría de los casos, las argumentaciones siempre terminan con casos particulares.
Argentina es el país más grande de Hispanoamérica, el octavo del mundo con una extensión de 2,78 millones km2, y “no es lo mismo ser trans en las grandes urbes, como Buenos Aires, que, en el interior del país, donde hay idiosincrasias machistas, religiosas, etc. que son estructurales”, declara Diana para exponer la importancia de trabajar en leyes antidiscriminatorias federales que generen espacios libres de odio por razón de sexo, orientación sexual o identidad de género.
La única trans
“No suelo mirar hacia atrás, pero si lo hago, estoy sola”, afirma la bonaerense cuando cuenta que era la única periodista trans que preguntaba a los responsables políticos en las ruedas de prensa. “Sino me animaba a preguntar, nadie lo hacía”, manifiesta. De ahí “la necesidad de que haya más personas trans o del colectivo diverso en la comunicación”, explica. Eso la llevó a preguntar al Gobernador de Salta por la violencia institucional contra el colectivo en una de las provincias más conservadoras del país. Ya en 2012, la primera encuesta sobre población trans del Institución Nacional de Estadística y Censos (INDEC) reconocía que el 83% de las mujeres trans encuestadas habían sido víctimas de graves actos de violencia y discriminación policial.
Pese a los obstáculos estructurales por discriminación ante identidades de género no normativas, Diana Zurco es positiva, reiterando que los cambios se construyen poco a poco y que su papel es simplemente ser “una posta dentro de un gran colectivo que trabaja generación tras generación”. Consciente de que su presencia en el noticiero a nivel nacional interpela, se puede reconocer cómo se le dibuja una sonrisa cuando habla de los mensajes que recibe: “Sabés que emocionante que un chico o una chica te diga, si vos pudiste, yo puedo”