‘I may destroy you’: a los hombres gais también los violan
La serie revelación del año indaga en el silencio que envuelve las violaciones a hombres. No solo aparece el “se lo ha buscado” sino también el “¿por qué lo ha permitido?”. Sin quitarle importancia y sin burlarse de ellas, lanza una pregunta al espectador: ¿dónde queda el consentimiento entre hombres?
I may destroy you (Podría destruirte) es sin duda una de las series de 2020. Michaela Coel (Londres, 1987) es la creadora de esta ficción -que también protagoniza, escribe, dirige y produce- que ahonda en la falta de consentimiento, la cultura de la violación y el trauma derivado de ella, pero también en el racismo, la exposición en redes sociales y los límites cada vez más difusos entre vida real y vida digital. Todo ello sin recrearse en el drama y en el dolor y añadiendo toques de humor, lo que provoca que nosotros, los espectadores, nos miremos al espejo y nos planteemos las mismas preguntas que se plantean los personajes.
La serie de HBO nos presenta a Arabella (interpretada por Coel), una escritora que salta a la fama gracias a las redes y que una noche mientras trabaja en su novela decide salir de fiesta con unos amigos. A la mañana siguiente se despierta con una brecha en la cabeza, completamente aturdida y con varios flashbacks. Alguien había puesto droga en su bebida y la había violado. Este punto de partida está basado en un hecho real que le sucedió a la propia Coel mientras escribía la segunda temporada de la serie Chewing Gum.
Paralelamente a la historia de Arabella, I may destroy you pone sobre la mesa una de las violencias más ocultas aún hoy y muchas veces reducida a chistes, gags y bromas en producciones audiovisuales: las violaciones en el mundo gay.
¿Cómo no lo has evitado? Qué débil eres
Kwame (Paapa Essiedu), uno de los mejores amigos de Arabella, queda con un hombre por Grindr, la famosa aplicación de citas, encuentros y sexo entre hombres. Kwame acude a su casa y, tras tener sexo consentido, el hombre en cuestión lo retiene, lo inmoviliza y lo viola a pesar de que el amigo de la protagonista dice no explícitamente. A nadie le queda ninguna duda: es una violación. Sin embargo, esta agresión de un hombre a otro hombre sirve para tanto presentar los paralelismos que se producen cuando la víctima es una mujer y cuando es un hombre como para mostrar porque las violaciones entre hombres están atrapadas en una espiral del silencio.
La reacción de Kwame tras el suceso apunta a una de las razones de este mutismo. Tras acompañar a Arabella a la comisaría, teclea en Google: “¿Es una relación no consentida una violación?”. Es decir, la propia víctima no reconoce ni identifica la agresión. A pesar de acompañar a su amiga en todo el proceso de denuncia, al joven le asalta la duda. ¿Me han violado? ¿A mí? ¿Un hombre violando a otro hombre? ¿Es eso posible?
Una guía para hombres que han sido víctimas de una violación elaborada por el Gobierno de Nueva Gales del Sur, Australia, explica que “muchos hombres supervivientes sienten dificultad para llamar violación a lo que les ha sucedido porque la sociedad nos enseña que los hombres no pueden ser víctimas de un asalto sexual”. Así, el texto concluye que entre el 90 y el 95 por ciento de los hombres que han sufrido una violación no lo denuncian: “Muchas víctimas niegan que haya sucedido. Eso se debe a que temen que los vean como ‘débiles’ o a que los otros los acusen de haber permitido la violación”, apunta el documento. Es decir, la vergüenza y el miedo derivados de la idea de virilidad, hombría y masculinidad hegemónica se encuentran en las raíces de este silencio.
Sin embargo, esta creencia de que a los hombres no los violan es falsa. Hay hombres (heterosexuales, gais y bisexuales) que son violados por otros hombres. Human Rights Watch lleva años denunciando las violaciones a hombres que se cometen en prisión y, además, en 2010, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC en sus siglas en inglés) recogió que el 26 por ciento de los hombres gais habían sufrido una violación o agresión física por parte de un “compañero íntimo”. Tanto en las violaciones como en las agresiones sexuales hay presente una relación de poder y esta también se produce entre hombres. Kwame acude a la casa de su agresor. El agresor está en su terreno, tiene a un desconocido en casa y con su fuerza es capaz de inmovilizarlo. La relación es claramente vertical.
Él se lo ha buscado
Otros dos factores que mantienen estas violencias en las sombras son idénticos a los que vemos cuando una mujer denuncia que ha sufrido una violación: culpar a la víctima y juzgarla. Esta situación se ve claramente en I may destroy you cuando Kwame acude a la policía a denunciar. El joven se encuentra con un agente que ni conoce ni dispone de los recursos necesarios para apoyarlo, ignora cómo funciona Grindr, se ríe en su cara mientras le explica cómo conoció a su agresor y que no sabe su nombre real sino el nombre de usuario que usó en la aplicación (hornyman808), le quita importancia cuando le dice que mejor que lo denuncie a través de una máquina y finalmente anula totalmente la violación cuando sentencia que el sexo que tuvo fue consentido. Resultado: Kwame, totalmente desprotegido y desprovisto de la ayuda de una persona cuya función es ayudarle, se marcha sin denunciar. La violación no se cuenta, no se registra, no existe fuera de su vida.
El escrito francés Édouard Louis vivió una experiencia similar. En su libro Historia de la violencia (2016) cuenta una violación que sufrió un 25 de diciembre. El autor conoció a un hombre tras cenar con unos amigos, lo invitó a su apartamento y una vez allí lo violó e intentó estrangularlo. A través de las páginas relata su testimonio y cuenta cómo se sintió juzgado por parte de su familia, cómo el médico se mostró escéptico y cómo la policía le recriminó “¿y usted hizo subir a su casa a un desconocido en plena noche?”. El relato audiovisual y mediático nos ha mostrado en varias ocasiones que este es el cuestionamiento habitual que sufren las mujeres que han sufrido una violación. Recientemente, lo hemos podido ver en Creedme (2019), serie aplaudida por crítica y público.
Esta falta de formación y de atención a una víctima LGTB por parte de la policía no es un caso aislado. Una encuesta del National Coalition of Anti-Violence Projects (NCAVP), una organización que lucha por reducir la violencia contra las personas LGTB de Estados Unidos, reveló que el 85 por ciento de su equipo había trabajado con supervivientes LGTB “a los que les habían negado los servicios debido su orientación sexual o identidad de género”.
Ni castigo ni chiste
Las violaciones y agresiones a hombres gais o bisexuales se pueden producir en otros contextos. El documental Sex, drugs and murder, que se emitió en Reino Unido en 2019, denunció que uno de cada cuatro hombres entrevistados habían sido asaltos sexualmente después de tomar GHB (una sustancia depresora en estado líquido) mientras practicaban chemsex. Conocido en España como chills o sesiones, el chemsex es una práctica en la que un grupo de hombres mantiene sexo con drogas durante un determinado periodo de tiempo. La mitad de los 2.700 hombres entrevistados afirmaron que se quedaron inconscientes tras tomar GHB. Un testimonio explicó que estaba seguro de que lo habían asaltado mientras estaba en un coma inducido que le había causado esta sustancia, pero que, sin embargo, no tenía pruebas. Otros participantes han llegado a manifestar que no recuerdan nada de lo que sucedió mientras estaban sin conocimiento.
El tratamiento que hace I may destroy you de la violación que sufre Kwame es extremadamente relevante. En primer lugar, porque lo señala como una violación, lo nombra como tal y lo narra como tal, sin quitarle importancia en ningún momento. En segundo lugar, porque evidencia que fue forzado: la penetración no fue consentida, Kwame grita “quítate” y “no puedes hacer eso”. En tercer lugar, porque hace que el espectador entienda que ir a casa del agresor no implica que la víctima se lo haya buscado, intercambiar fotos de pollas y mensajes sexuales por Grindr tampoco supone que se lo haya buscado y que la policía no sepa ayudarle tampoco supone que se lo haya buscado. Del mismo modo que tampoco se lo buscó Arabella por salir de fiesta. La víctima jamás tiene la culpa. El culpable es el violador ya que, como también deja ver la serie, aunque ambas violaciones no se hubiesen producido, nadie puede asegurar que el violador no hubiese atacado a otra persona.
Acostumbrados a ver violaciones a hombres en la pantalla como castigos y humillaciones, así sucede en American History X, Pulp Fiction y Por trece razones, o utilizadas como chistes y bromas que buscan ridiculizar a otros hombres (la lista es larga y aquí han recogido varios títulos), Michaela Coel las acerca a la realidad para decirnos alto y claro: esto también está pasando.
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