Pikardías, la selección de María Castejón para Filmin

Pikardías, la selección de María Castejón para Filmin

Buceamos en el catálogo de la plataforma Filmin y os traemos una selección de sus mejores propuestas. Son películas de diferentes épocas, nacionalidades y géneros cinematográficos. Nos van a hacer reflexionar, reír, pensar y algunas nos van a perturbar, y mucho. ¡Dadle al play!

En Pikara Magazine estamos de aniversario. Este año cumplimos 10 años y queremos celebrarlo por todo lo alto. Por eso, nos aliamos con Filmin, la plataforma para ver películas y series online que más nos gusta. Hemos lanzado una promoción de suscripciones conjuntas y María Castejón, la crítica de cine Pikara Magazine, ha hecho una selección de las películas más interesante del catálogo. La colección se llama Pikardías, por cierto.

Me apunto a la promo

  1. El orden divino, épica feminista

La lucha por el sufragio femenino ha sido una de las luchas más duras que han protagonizado las mujeres. La conquista del voto femenino se inició en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Mientras Mammy le apretaba el corsé a Escarlata O´Hara en Lo que el viento se llevó, Susan B. Anthony y Elizabeth Cady Stanton recorrían el país subidas en una carreta proclamando la libertad de las mujeres. Iniciaban así un movimiento internacional que, durante el todo el siglo XX, estaría presente en otros muchos países.

En Suiza, las mujeres no pudieron votar hasta 1971. Fueron las últimas en ejercer un derecho que no se limita a meter una papeleta en la urna. Votar va mucho más allá porque implicaba reconocer los derechos civiles. Participar en la vida política, trabajar sin permiso paterno o marital, heredar propiedades u obtener la patria potestad de hijos e hijas son solo alguno de los logros de la primera ola del feminismo, que se empeñó en conquistar la categoría de ‘ciudadanía’ para las mujeres.

Nora, Teresh, Graziella, Hannah y Brony, las protagonistas de la película, se enfrentan a su pequeña comunidad porque se atreven a cuestionarla. Su determinación hará que surjan conflictos con sus familias y con su entorno más cercano. El orden divino continúa con la épica cinematográfica que iniciara hace muy poco Sufragistas, pero con un tono más festivo y ambientada en una época histórica más cercana. Visibiliza el lema de la segunda ola feminista “lo personal es político” y evidencia que los problemas de las mujeres son problemas que afectan a la sociedad en su conjunto. Muchas de las luchas de las mujeres pasan por tener que enfrentarse a sus propios compañeros y visibilizar sus privilegios.

Una propuesta imprescindible que te va a divertir, concienciar y emocionar a partes iguales.

  1. Retrato de una mujer en llamas, el arte hecho cine

No fue fácil para las mujeres burguesas dinamitar el ideal victoriano de esposa paridora y perpetuadora de la estirpe. La sutil y dorada cárcel a la que estaban condenadas las damas de buena sociedad, a pesar de tener el privilegio de no morir de hambre, no las libraba de ser dependientes.

En este marco arranca la historia de Retrato de una mujer en llamas una de las películas más relevantes y sorprendentes de los últimos tiempos. Tras Tomboy y Girlhood, Céline Sciamma se decide por una película intimista, excepcionalmente bella y perturbadora. Cine contemplativo, con un ritmo lento, dirigido al disfrute de los sentidos. Una apuesta por el arte –hay fotogramas que parecen cuadros–, por la pausa y por la pasión, que se apoya en las soberbias interpretaciones de las actrices Noémie Merlant y Adèle Haenel.

Para quienes queráis gozar de los sentidos y del arte.

  1. Una pastelería en Tokio, un bello regalo

La película más comercial de la cineasta japonesa Naomi Kawase también se decanta por la lentitud y se recrea en la belleza. Tokue, Sentaró y Wanaka son tres personajes con profundas heridas que ven mejorar sus vidas cuando su destino se cruza en una pastelería.

La película habla de la soledad, de la tristeza y de la vejez con una emotividad, profundidad y sencillez sorprendentes. Se recrea en los sonidos que deja el silencio, en la calma, alenta la paciencia, la fe y la perseverancia lejos de cualquier tinte moralizante. En estos tiempos tan confusos es una buena opción. Una pastelería en Tokio es una excelente oportunidad además para cuestionar el discurso neoliberal de la productividad infinita.

Si no conoces la oba de Naomi Kawase, una de las cineastas y autoras más significativas y rompedoras de las últimas décadas, ésta es tu oportunidad. Kawase construye un universo muy propio y particular mezclando géneros como el documental, el videoarte, la fotografía y el ensayo. Sus personajes te dejarán huella. Sin duda.

  1. Red Road, la culpa y el dolor y descubrir a Andrea Arnold

Antes de acabar dirigiendo la serie  Big little lies y de enfadarse, con bastante razón, por la deriva de la segunda temporada, Andrea Arnold debutó en la dirección con Red Road, una densa y sorprendente propuesta que disecciona el sentimiento de culpa (femenina) como pocas veces se había visto.

Película compleja que coquetea con el thriller y cierto tremendismo. El público deberá construir, como si de un puzzle se tratara, la historia de Jackie, la funcionaria que se dedica a vigilar la ciudad a través de múltiples cámaras de seguridad, hasta que un día, se encontrará con su pasado.

Arnold se interesa por personajes desarraigados, en el lumpen. Esta tendencia también se observa en su segunda película, Fish Tank, sin ningún interés moralizador. Su trabajo te sorprenderá y te creará cierta desazón.

  1. Los espigadores y la espiga. Jamás nos cansaremos de Agnès Varda

Agnès Varda fue una de las cineastas más importantes del siglo XX. Teniendo en cuenta que la presencia de las mujeres en las cinematografías europeas no supera por regla general el 20%, la figura de la Varda cobra otra dimensión.

El gran público la conoció en el año 2000 por su documental Los espigadores y la espigadora, pero Varda había dirigido una veintena de obras cinematográficas desde la década de los 50 y formaba parte de la Nouvelle Vague. Cansada de rodar películas, el nuevo milenio le da a la cineasta la posibilidad de rodar con cámaras digitales muy pequeñas que  facilitan la libertad de movimiento y abaratan el presupuesto.

Espigar consiste en recoger los frutos y plantas que se quedaban sin recoger en el campo tras las cosechas. Si no se espiga, muchas cosas se pierden o se pudren. En la actualidad, con las máquinas, espigar se ha convertido en una práctica no tan habitual en el campo, pero sí en las ciudades. Varda acompaña a espigadores y espigadoras y, como viene siendo habitual en su trabajo, se implica de forma directa en su obra. En esta ocasión nos presenta una excepcional reflexión sobre la vejez.

Antes de falleceder rueda la segunda parte del documental y otras piezas como Las playas de Agnès (2008) o Varda por Agnès (2019). Murió a los 91 años con un gran testamento fílmico. Varda hace extraordinario lo ordinario, juega con el cine, crea nuevas realidades, experimenta y, sobre todo, se divierte. Transmite un amor al cine y a su trabajo que enternece y emociona.

La excusa perfecta para revisar el resto de su obra, muy comprometida con los feminismos.

  1. Bar bahar: entre dos mundos, pulverizando estereotipos

La imagen que tenemos en Europa sobre las mujeres árabes, en demasiadas ocasiones, es una visión distorsionada y muy sesgada. A pesar de que sean pocas las películas que nos llegan, hay propuestas que rompen con el imaginario de mujeres árabes sumisas y amplían referentes con personajes femeninos complejos, llenos de contradicciones, pero con muchas ganas de ser libres y de luchar. Entre otras, Caramel y Y ahora, ¿a dónde vamos?, de la cineasta libanesa Nadine Labaki; La fuente de las mujeres, de Radu Mihaileanu; Mujeres de El Cairo, de Yousry Nasrallah; La sal de este mar, de Annemarie Jacir o Nahid, de Ida Panahandeh.

Bar Bahar sigue su estela. Tres mujeres palestinas se enfrentan sus sueños y anhelos en Tel Avid: Leila, una abogada liberada; Salma, DJ lesbiana y Nour, una estudiante religiosa. Con ellas transitamos por sus sueños y anhelos. Salma, Laila y Nur no encajarán nunca. Palestinas con pasaporte israelí, optan por vivir una vida de libertad en Tel Aviv, lejos de sus lugares de origen. Las tres buscan el amor, pero como jóvenes palestinas pronto se darán cuenta de que una relación escogida por ellas no es algo fácilmente alcanzable.

El film, que sirve de lavado de cara para Israel, se basa en el excelente trabajo de sus actrices, en sus incisivos diálogos, en el ritmo que imprime la música. Es una película muy ágil, sobre todo en a partir de la mitad, dirigida a un público joven, que tiene como referente principal Europa y que lucha por transformar la tradición de sus países. A pesar de su potencia, del poder de sus imágenes, nos crea cierto escalofrío pensar que el modelo de liberación femenina pueda estar en Europa, ¿o no?

  1. Princesa (Han Gong-Ju). El relato del horror

La película Princesa, traducción hispana del título coreano Han Gong-Ju, propone un juego cinematográfico perverso que echa mano de  la confusión y del dolor, que va dosificando la información para construir un relato valiente, arriesgado, cruel e inmisericorde.

Una de las películas más impactantes de los últimos años nos cuenta la historia de Han Gong-Ju, la joven adolescente condenada por una sociedad que castiga a las víctimas de las violencias de género. Sin ningún ápice de épica, desde una aparente neutralidad, la protagonista dinamita la noción de víctima. Tenemos un imaginario visual que define y construye a las víctimas y las anima a comportarse como excepcionales heroínas o seres sufrientes. Cualquier personaje que se aleja  nos incomoda. Por eso la película es tan dura, porque nos interpela de forma directa y nos hace ver lo cómplices que podemos llegar a ser sin darnos cuenta.  La poesía, la simbología y belleza que tiene la película hace que el puñetazo que nos da directamente a las tripas aún sea más desconcertante.

Una película no apta para espectadoras y espectadores que no quieran reflexionar.

  1. Una segunda madre, maternidad, raza y clase

Anna Muylaert es nieta de los feminismos de los 70. Al ser madre se dio cuenta de que gran parte del feminismo se había centrado en darle valor únicamente al trabajo que se ejercía fuera de la esfera doméstica. El trabajo reproductivo y de cuidados, que tradicionalmente han asumido las mujeres en los hogares, no parecía tener importancia. Rodar Una segunda madre le sirvió para denunciar y paliar esta orfandad de referentes.

La directora busca denunciar la invisibilización a la que están condenadas las cuidadoras, esas mujeres que crían a la prole de las familias burguesas y adineradas de Brasil. Esas que parece que no dejan huella aunque estén décadas trabajando en la misma casa. Son invisibles y apenas queda alguna foto borrosa de ellas o de sus delantales.

En Una segunda madre, Val lleva décadas trabajando en la misma casa. Ha criado al hijo de la familia, mientras otras personas han cuidado a su propia hija. Cuando tras años sin verse, Jessica reaparece, pone la vida de Val patas arriba. Jessica no está dispuesta a asumir ninguna humillación ni servidumbre algo que contrasta con su madre, que parece una gran defensora y cómplice del sistema.

Turbia y luminosa, sensible, intensa.  Es una propuesta imprescindible que denuncia las reglas invisibles que sustentan un sistema injusto, racista, clasista y machista. La cámara es cómplice en todo momento del proceso de Val, que causó malestar y vergüenza a partes iguales cuando se estrenó.

  1. Irina Palm y el codo de pajillera

Maggie tiene un grave problema. Necesita dinero. Su nieto tiene una enfermedad rara y la familia no puede costear el viaje a Australia que necesita. Maggie comienza a buscar trabajo. Tiene pocas opciones porque tiene más de 50 años y se ha dedicado, toda la vida, a ser madre y ama de casa. Un día comienza a trabajar haciendo pajas a diferentes hombres. Estos meten su miembro por un agujero y Maggie maniobra mientras consigue el dinero que necesita.

Sam Garbarsky, que acompaña durante todo el metraje a la actriz Marianne Faithfull cámara al hombro, no tienen la intención de abrir el debate sobre si lo que hace Maggie es un trabajo o no. Lo que es indudable, nos guste más o menos, es que Maggie se empodera y realiza un viaje de heroico al superar muchos condicionantes de género.

Irina Palm, una habitual propuesta de cine fórums es por derecho propio todo un clásico. Su historia, el modo de andar de su protagonista y su música, retumbará mucho tiempo en tu cabeza.

  1. Hysteria, una deliciosa comedia sobre una enfermedad ficticia

Platón decía que el útero era un animal que vivía en la mujer con el deseo de tener hijos e hijas. Si se mantenía estéril, el útero se indignaba e iba errante ocasionando enfermedades de todo tipo. En la Edad Media, el discurso religioso imperante consideraba que la histeria  era un asunto que relacionaba a las mujeres con el mismo Diablo. En el siglo XIX, la histeria, la inflamación del útero, se convierte en un diagnóstico médico y en una eficaz herramienta para estigmatizar y controlara las mujeres que se salían de los cauces establecidos por la férrea moral victoriana.  Si eras una histérica te podían extirpar el útero o te podían meter presa.

La medicina crea dos discursos diferenciados para las mujeres burguesas y para las proletarias. Éstas eran capaces de soportar jornadas laborales de 15 horas y eran consideradas como mano de obra, mientras las mujeres burguesas se convertían en débiles seres que  casi siempre estaban enfermas. El cuerpo de las mujeres siempre ha sido una fuente de dinero para la medicina.

Existían distintos tratamientos para curar la histeria de las ricas y pudientes: baños vaginales, paseos en bicicleta y a caballo, estimulación manual. El doctor Joseph Mortimer Granville se dedicaba a “curar” a las mujeres de sus males. En 1970, inventó el vibrador para que el alivio fuera más fácil. Y esta es la historia que nos cuenta la película.

Destacamos el tono de inteligente comedia para tratar un tema tan brutal como este. Hysteria es muy divertida, está llena de momentos hilarantes y de excelentes interpretaciones. No puede ser de otra manera con un reparto capitaneado por Maggie Gyllenhaal. Una película que debes ver.

  1. Las mujeres de verdad tienen curvas, un clásico indispensable

Pocas películas se han visto tanto y se han trabajado en institutos como esta película de Patricia Cardoso. La lucha de Ana, una jovencísima América Ferrara, emigrante mexicana de segunda generación por labrarse su futuro, forma parte de nuestro imaginario y ocupa un lugar destacado. Las mujeres de verdad tienen curvas habla del conflicto generacional  entre madres e hijas, de la interculturalidad, de la emigración, de la precariedad del trabajo de las mujeres, del amor, de sexualidad y de la necesidad de asumir nuestros cuerpos. Mítica es ya la secuencia en la que las protagonistas se desnudan en el taller. Ya se sabe “no hay mejor aderezo que la carne encima del hueso”.

Y  por si fuera poco, nos regala un personaje como Doña Carmen, una auténtica y maravillosa madre villana.

  1. The love witch, sexo, brujería y psicodelia

The love witch nos cuenta la historia de Elaine, una apasionada mujer que vive por y para el amor y el sexo. Fantasea con conseguir a su príncipe azul, ese hombre perfecto que no existe, y no duda en usar la brujería para conseguir sus fines.

Hay mucho de artificio en The love witch, de homenaje a la serie B y a la psicodelia. Entre la genialidad y el despropósito, Anne Biller, directora y guionista, despliega las posibilidades de su particular femme fatale, ampliando las posibilidades de las mujeres que usan su sexualidad de forma consciente. Gozan y al mismo tiempo dinamitan la mirada voyerística masculina en el cine.

Si te apetece pasar un rato divertido y disfrutar de la fantástica puesta en escena, The love witch es tu película.

  1. Las rebeldes del internado, una de cine clásico

En 1934, Wanda Tuchock y George Nichols dirigen esta ligera película llena de jóvenes actrices que transitan por un internado de señoritas de buena sociedad. Suben, bajan, bailan, ligan, conocen hombres, burlan el férreo control del internado y se escapan a la ciudad; fuman, se emborrachan y, sobre todo, son libres y aspiran a algo más que a pescar un marido.

Libertina e inteligente, esta comedia que denuncia la hipocresía de las clases altas que exige a sus damas cubrir sus indiscreciones fue perseguida por el Código Hays, que la tuvo en su punto de mira.

Una película muy recomendable para cualquier conversa del cine clásico que quiera descubrir a las mujeres libres de la década de los 30 del siglo pasado.

  1. Ainhoa, yo no soy esa y Fuera de serie, los perturbadores documentales de Carolina Astudillo y María Cañas

Las directoras del documental estatal vienen pegando muy fuerte desde hace años. Los trabajos de Carolina Astudillo y María Cañas indican la buena salud de la no ficción con propuestas rompedoras que experimentan y exprimen el lenguaje  audiovisual.

Astudillo, tras el recorrido y el éxito de sus cortos De monstruos y faldas y El gran vuelo se atreve a reflexionar sobre la vida de Ainhoa Mata Juanicotena a través de las películas familiares que grabó su padre durante su infancia y la de sus hermanos. Estos testimonios visuales, crónica de la España de los 80, se mezclan con los diarios que escribió la propia Ainhoa en la década de los 90. El documental no sólo se centra en reconstruir la a veces triste historia de Ainhoa, mezclando diversas voces que narran, también reflexiona sobre la genealogía femenina y los procesos vitales y artísticos. El público se va metiendo en una historia compleja  que nos atraviesa al asomarnos de una forma casi pornográfica a los sentimientos de la protagonista. Un documental impactante que nos habla de la vida, de la muerte y de la historia reciente desde un punto de vista muy poliédrico.

María Cañas, la archivista guerrillera y camicace, caníbal, que practica la risastencia, es una de las creadoras más estimulantes de la actualidad. Su constante investigación , su particular concepción del montaje le permite destruir los límites y construir nuevas realidades. De toda su obra, rescatamos Fuera de serie, un ensayo visual que juega con las imágenes y nos da bofetada tras bofetada, a ver si espabilamos.


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