Desencajadas

Desencajadas

La novela 'Desencajada', de Margarita Yakovenko, aborda las migraciones durante la infancia.

07/10/2020

Portada de ‘Desencajada’.

Mientras leía el libro Desencajada (Caballo de Troya, 2020), de Margarita Yakovenko, en el Congreso se discutía la posibilidad de hacer una regularización masiva a las personas migrantes que sostienen este país. Edith Espínola, portavoz del movimiento social #RegularizaciónYa, explicaba que no se pedía nada más que el cumplimiento de los derechos humanos de las personas migradas y justicia social. No va a suceder la regularización.

El tema migratorio no es un tema menor dentro del Estado español, pero los datos —y la experiencia-—nos dicen que es de los que importa menos a la sociedad en su conjunto, a pesar de que los medios de comunicación que le dan bola a Vox nos hacen creer lo contrario. Las personas migradas en España son una especie de carne de cañón que sirven, por un lado, para sostener al país con las manos de obra baratas y, por otro, para alimentar los discursos de odio de los políticos que saben que hay un porcentaje muy pequeño de personas migrantes con derecho a voto. El “no voto” les beneficia. Drenan de igual manera: se sostienen con los impuestos que aportan y del sistema informal de cuidados en el que las mujeres latinoamericanas se desempeñan hasta en un 80 por ciento dentro del mercado en este rubro. Es decir, que obtienen votos (dinero) para seguir diciendo tonterías sin que nuestra voz tenga una verdadera incidencia. Negocio redondo. Eso somos, un negocio redondo.

Por eso me interesaba leer Desencajada, un libro que escribe Margarita Yakovenko en el que nos cuenta desde una narración en primera persona y mediante un registro sobrio, pero juvenil, la forma en que la Industria del Control Migratorio incide dentro de las vidas familiares en donde sus integrantes por decreto legal son españolas, pero que, en el día a día, siguen sin encajar.

“Cuando presenté la solicitud de nacionalidad tenía dieciocho años. No me planteé si era lo correcto o no, solo me pareció que estaba siguiendo las instrucciones del juego. Llegas. Te integras. Te legalizan. Te naturalizas. Cambias de identidad para ser como los demás. (…) No hace falta que te vayas al mercado negro para comprar una identidad, la puedes comprar al Estado mismo. Solo hace falta dinero”. (pp. 89-90)

¿Cómo se encaja dentro de un país que no asimila las diferencias? La protagonista de esta novela hace un recorrido de la soledad que para ella se traduce en no ser “igual” a sus compañeros de clase, ni tener las mismas rutinas que la harían sentirse “normal”. De cómo tiene que pasar la tarde sola en casa durante su infancia porque su madre sostiene tres trabajos mal pagados:

“Que ahora debía ser cajera. Debía ser camarera. Debía limpiar casas”. (p. 57)

Y de la condición de ser mujeres en un mundo que oprime todo aquello que no produce dinero.

“Yo sé que necesito ayuda, pero no la pido. Esto también lo he heredado de ella, la firme convicción de que no hay nadie que tenga que ayudarte. Que pueda hacerlo.
El significado de la palabra odinochestvo es soledad”. (p. 57).

¿A quién se le pide ayuda cuando te vas formando como persona dentro de un mundo que te trata como un ser extraño? Las migraciones dentro de la infancia pueden ser menos dolorosas, pero no por ello dejan de incidir en el curso de tu vida.

En su artículo ‘Hay menores acosados en el mismo grupo burbuja que sus acosadores’, la periodista Noemí López Trujillo expone verdades incómodas que no podemos dejar de lado cuando hacemos un análisis de las migraciones y el impacto dentro de la infancia: el bullying en muchos de los colegios españoles no es sino racismo y discriminación. Y en este sentido, Margarita Yakovenko lo clava cuando pone en voz de su protagonista los cuestionamientos que la juventud española de familias migradas se hace constantemente:

“Cuando los migrantes decimos casa, ¿a qué nos estamos refiriendo exactamente? ¿A la casa que teníamos en el país que nacimos y que luego abandonamos? ¿A la casa a la que migramos y en la que crecimos? ¿A la que posteriormente nos alquilamos por nuestra cuenta? Se necesita valor para aceptar que no regresarás”. (p. 70)

Y es quizá esto lo interesante de la novela de Yakovenko, una especie de testimonio intimista que no da cuenta de las convulsiones estructurales que suceden en la España actual, sino de las convulsiones intimas y personales que tiene la juventud que habita este país y a la que no se le está poniendo suficiente atención. Esa generación de mujeres y hombres que creció mientras sucedía la crisis de 2008 y que ven que el país está sin un futuro palpable. No hay futuro, ni promesas, como las tuvieron sus padres al llegar a esta España que, más que vacía, está vaciada; y que, más que un hogar, es una especie de tierra en tránsito en la que, aunque te quieras quedar, te echan de una u otra forma. Y esa es la lección.

“El significado de la palabra dvizheniye es movimiento”. (p. 122)

 


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