La enfermería, el trabajo que confronta el dolor de las otras
No están acostumbradas a mirar personas agonizando y muriendo. La crisis sociosanitaria de la Covid-19 pone en jaque el futuro de los cuidados de la salud.
La pandemia de la Covid-19, con sus crueles cifras de infectados y personas muertas, nos demuestra la fragilidad de nuestras vidas. La idea de una muerte inminente acompaña la cotidianidad actual de gran parte de la población. En un contexto de crisis sanitaria y negligencia estatal, el miedo y desacierto son sentimientos recurrentes. Pensamos en nuestros cuerpos, en la familia, en la economía, en las amistades y en nuestras compañeras, pero ¿pensamos en las cuidadoras de las vidas enfermas, las que cuidan la vulnerabilidad de la salud, los cuerpos en agonía?
El cuidado de la salud y de la vida de personas enfermas o vulnerables es históricamente un trabajo generizado: son mujeres enfermeras las que dedican sus energías, experiencias, emocionalidades y corporalidades al cuidado de las otras. Es un trabajo remunerado, pero poco valorado social y estatalmente. Según la Organización Panamericana de la Salud en las Américas, el 87% del personal de enfermería son mujeres en el territorio que abarcan. Las enfermeras se comprometen, día a día, para generar bienestar sobre los malestares, los dolores, la inmunidad; afrontan las sensaciones incómodas e invivibles de los seres humanos que se convierten en pacientes.
El trabajo del cuidado de la salud actualmente se encuentra presionado. El sistema de salud es en la actualidad el servicio más demandado en el mundo. Es la enfermería, como sus profesionales auxiliares, quiénes han asumido la sobrevivencia de millones de pacientes en los diversos centros hospitalarios o clínicos. En relación al trabajo esto ha significado extensas jornadas laborales, sumadas al riesgo al que se exponen en esta pandemia viral. La enfermería es uno de esos trabajos undergrounds que sostienen el pilar de la salud mundial en la crisis sanitaria que vivimos. Los relatos de trabajadoras en enfermería nos ayudan a entender la psicodinámica laboral implicada en esta labor de cuidado.
El trabajo que cuida las vidas frágiles
La enfermería, como su etimología señala, se relaciona con un lugar o un grupo de personas que cuidan a otras que padecen alguna afección, enfermedad o malestar. Los cuidados en la enfermería deben sostenerse en una práctica ética porque están permanentemente cerca de cuerpos ajenos. Palpar esos cuerpos, sentirlos, requiere de una concepción y una psicodinámica laboral desde la ética. Las enfermeras se han comprometido con protocolos holísticos que conforman un cuidado humanizante, el cual parte del bienestar inicial y final de una paciente, intentando abordarlo integralmente. Su trabajo no está determinado por lo prescrito, por lo que dice el contrato (si lo tienen) sino por lo que la persona enferma necesita.
Las enfermeras interactúan con habilidad, con ternura, midiendo la emocionalidad del o la paciente, provocando estabilidad y bienestar aplicando afecto en diversas circunstancias. Estas habilidades no tienen que ver con el ámbito técnico y “experto” sino con aptitudes y capacidades que se adquieren en la práctica profesional.
No obstante, una de las características de este tipo de trabajo tiene que ver con la capacidad de anticiparse a eventos probables en la salud, con generar estrategias inmediatas para salvar vidas, tener la habilidad de controlar los síntomas y, en definitiva, acercamientos al conocimiento médico. Yesenia, enfermera por más de ocho años en el HCAM, asegura que, a veces, las enfermeras saben más que el médico o la médica: “Quizás no en lo científico, sino en lo emocional, que eso es mucho más importante. Nosotras vamos más allá de los conocimientos médicos, estamos en relación directa con la familia, sabemos cuál es el vínculo emocional de la paciente”
Los cuidados son una dimensión invisible, pero se vuelven visibles cuando estos fallan o son ausentes. Si hay algún equívoco llegarán de inmediato los cuestionamientos. Es necesario mencionar que dichos “errores o ausencias” en el caso del trabajo de enfermería suelen asociarse a la ausencia de aptitudes “feminizadas” bajo el supuesto patriarcal de que las mujeres poseen estas cualidades de manera innata. Las enfermeras, para ser catalogadas como “buenas enfermeras”, deben construir una hipersensibilidad por el otro u otra. Beatriz, enfermera con 30 años de experiencia en el IESS, expresa la trascendencia de su trabajo, que involucra una amalgama de capacidades y habilidades: “Cuidamos todos y cada uno de los detalles y necesidades de los pacientes, desde su ingreso hasta su alta. Estamos pendientes de satisfacer sus necesidades físicas, sociales, emocionales y familiares. No tenemos que perder ningún detalle que pueda afectar a su evolución favorable”.
El cuidado en la enfermería es una labor para mantener la vida de otra persona, en la que no siempre se puede excluir la emocionalidad; los cuidados se relacionan de manera íntima con los afectos. Sofía es auxiliar de enfermería con muchos años de experiencia y asegura que cuidan la vida: “No solo es dar medicamentos o poner un suero. No solo se dibuja en dar recetas médicas, vamos un poquito más allá. Hay que brindar acompañamiento espiritual, físico, emocional”
Salvaguardar vidas implica una profunda relación entre cuerpos: uno que cuida y otro que es cuidado de manera holística. Por ello, debe entenderse la interdependencia y la exterdependencia de los cuidados. El circuito puede modificarse, la enfermera puede enfermar y necesitar ser cuidada y allí esta interdependencia se hace visible. Para la enfermera, el trabajo de cuidar no se disocia de sí misma: cuidar significa, en este caso, cuidar al otro como si te cuidases a ti misma.
En este sentido, trabajar con la alteridad, esa otra que posee un poco de mí misma, significa trabajar sobre la humanidad y la vulnerabilidad, principio fundamental de la enfermería. Comprender lo que al otro le duele, lo que la otra necesita, emprender un medio de comunicación empático y de confianza… No es nada fácil.
La enfermería, quizás a diferencia de la medicina, realiza un trabajo arraigado con la vida del o la paciente, se interesa por la otra persona de una manera distinta. Pamela, con 35 años de experiencias en el IESS y otras entidades de la salud, cree que la medicina actúa de “una manera más vertical. Nosotras intentamos dar privacidad, intimidad, respetar sus costumbres, que tenga un estado de bienestar, sin violentar sus hábitos”.
Abyecciones, riesgos y dolores en los cuidados de la vida enferma
La compasión es una de las características únicas de este tipo de cuidados. No obstante, la regalía de carisma tiene límites, pues este tipo de trabajo posee implicaciones no siempre agradables. Las abyecciones y deyecciones de los cuerpos enfermos, accidentados, con virus, inconscientes, desquiciados, se presentan como las evidencias más visibles de esos cuerpos vulnerables: sudor, orín, heces fecales, vómitos, coágulos, las heridas, pus, entre otros tantos fluidos que deben ser limpiados por las enfermeras.
El trabajo de enfermería se centra en mantener saludable, limpio, aceptable, no abyecto al paciente. Los cuerpos son limpiados, bañados, para que en el día a día se pueda ver mejoría, de una u otra forma. Es un trabajo táctico, técnico, de habilidades.
El trabajo que nadie más hace y puede que les genere satisfacción, pero no felicidad. No es necesariamente una dimensión que cause creatividad o genere crecimiento intelectual; probablemente habilidad sí, minuciosidad también. Es importante reconocer ese lado gris de este trabajo vital en el sostenimiento de la vida. Al ser un trabajo complejo, no existen sensaciones o emociones estáticas. La humanidad propia siempre está en juego. Los malos olores, las situaciones abyectas, las deyecciones (fluidos) pueden ser soportados, pero la muerte no es una costumbre.
Las enfermeras, como otras tantas cuidadoras de la vida, generan sentimientos ambivalentes, repulsión, satisfacción, alegría, tristeza, náuseas, dolores de cabeza, regocijo. Las enfermeras son el personal de salud que enfrenta de manera cotidiana la crisis sanitaria y todas las complicaciones que esto conlleva. En estas condiciones sociales de enfermedad y mortalidad, los cuidados no son posibles del todo porque todos los servicios que sostienen la salud requieren de unas condiciones mínimas.
El personal de salud se encuentra desbordado, no solo por el tiempo invertido en sus labores de cuidado, sino desbordado por las pérdidas de vidas humanas. El contexto de los cuidados ha cambiado desorbitadamente. El acercamiento del personal de enfermería y de salud a las personas contagiadas cada vez más será menor y eso trastoca los principios y fundamentos ontológicos de los cuidados, en un estado de constante temor y riesgo.
Vivir, experimentar los duelos y la agonía de personas ha calado definitivamente y determinará cómo se trabajarán en futuro los cuidados de la salud. La pandemia incide, sin reserva alguna, en las formas de trabajo, en la psicología, la integridad, el intelecto de los y las cuidadoras de la salud. Las sensaciones que acompañan, de manera cotidiana al personal de medicina y enfermería, son la impotencia, el dolor y la tristeza. Al contrario de lo que se cree sobre su trabajo y sensibilidad, no están acostumbradas a mirar personas agonizando y muriendo. Su costumbre es ver a las personas recuperándose de las enfermedades más crueles.