Nancy Grace Roman, la astrónoma que nos acercó al universo

Nancy Grace Roman, la astrónoma que nos acercó al universo

El telescopio Hubble ha desvelado algunos de los secretos más profundos del universo y ha dado un giro a muchas de las teorías sobre el origen de nuestro planeta. Todo esto no habría sido posible sin el papel de una mujer: Nancy Grace Roman. La primera astrónoma jefa de la NASA.

28/10/2020
Nancy Grace Roman, la primera Jefa de Astronomía de la NASA, en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, en 1972.- NASA

Nancy Grace Roman, la primera Jefa de Astronomía de la NASA, en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, en 1972.- NASA

En 2017, el telescopio Hubble encontró un agujero negro solitario que se estaba desplazando por su galaxia a casi 500 kilómetros por segundo (unas 90 veces más rápido de lo que el Sol viaja a través de la Vía Láctea). En sus 30 años de vida, este telescopio permitido ver el nacimiento de estrellas, el estallido de supernovas y hasta galaxias ubicadas a millones de años luz de la tierra.

El Hubble ha desvelado algunos de los secretos más profundos del universo y ha dado un giro a muchas de las teorías sobre el origen de nuestro planeta. Todo esto no hubiese ido posible sin el papel de una mujer: Nancy Grace Roman. La primera astrónoma jefa de la NASA.

Roman es considerada por muchos como la madre del Hubble y una de las precursoras de la ciencia espacial actual. Ya hay un asteroide con su nombre, pero, además, a lo largo de esta década la NASA enviará al espacio el Nancy Grace Roman Space Telescope. Otro reconocimiento a una astrónoma a la que más de una vez le dijeron que la ciencia y el espacio no eran campos para mujeres. Pero no le importó.

De un club juvenil a un doctorado en astronomía

Nancy Grace Roman nació en Nashville (Tennesse, Estados Unidos) el 16 de mayo de 1925. Sin embargo, no vivió allí mucho tiempo: a lo largo de su infancia y debido al trabajo de su padre (el geofísico Irwin Roman), vivió en diferentes estados hasta que la familia se asentó en Baltimore. Por aquel entonces, ya había tomado la decisión que condicionaría el resto de su vida. Quería ser astrónoma.

“Me ha interesado desde que tengo uso de razón. Se lo atribuyo a mi madre porque solía sacarme y mostrarme las constelaciones e, incluso, la aurora boreal”, contó a la NASA en una serie de entrevistas en 2017. “Creo que siempre he tenido curiosidad y solo quería satisfacerla. Y tengo curiosidad por más temas que la ciencia, sin duda, pero la astronomía en particular es un tema del que siempre he querido aprender más”.

Con tan solo 11 años, fundó su propio club de astronomía y animaba a sus amigas a observar el firmamento por la noche y a leer libros sobre estrellas y constelaciones. Cuando empezó el instituto, optó por las asignaturas científicas en lugar de las humanísticas, una vía que en aquellos años no era la más común entre las jóvenes, muchas veces por falta de apoyo. “Por qué iba una chica a elegir matemáticas en lugar de latín”, le dijo con burla su orientadora cuando pidió permiso para cursar un segundo año de álgebra en lugar de un quinto año de latín.

A pesar de escuchar una y otra vez que las mujeres no podían ser científicas, Roman siguió su camino para convertirse en astrónoma. “Pensé que lo intentaría y, si no lo lograba, podría enseñar física o matemáticas en la escuela secundaria”, explicó muchos años después. Pero lo consiguió.

En 1946, Roman contaba ya con una licenciatura en Astronomía por el Swarthmore College y, en 1949, con un doctorado por la Universidad de Chicago, que en aquellos años estaba reformando su departamento de astronomía tras la Segunda Guerra Mundial. La astrónoma trabajó durante seis años más en la universidad, como asociada de investigación y más adelante como profesora ayudante. Durante este tiempo hizo descubrimientos relacionados con la composición de las estrellas y la Vía Láctea.

Años después, cuando trabajaba en el Laboratorio de Investigación Naval de Estados Unidos, una agencia recién nacida le ofreció un puesto como jefa de astronomía y relatividad en la oficina de Ciencias Espaciales. Corría el año 1959 y la NASA contaba solo con seis meses de vida.

Otra forma de ver el universo

El trabajo de Nancy Grace en la NASA consistía en administrar programas y subvenciones relacionados con la astronomía. “Sabía que asumir esta responsabilidad implicaría que ya no podría investigar, pero el desafío de formular desde cero un programa que influiría en la astronomía en las próximas décadas era muy grande como para poder resistirlo”, explicó años después.

En aquella época, los astrónomos obtenían datos con globos, cohetes sonda y aviones. Es decir: mediante instrumentos terrestres. Esto les limitaba, ya que la atmósfera bloqueaba gran parte de la radiación que proviene del universo distante y no permitía medir todas las longitudes de onda de la luz. Roman propuso enviar telescopios al espacio, para poder ver más allá. “Sabía que para ver el universo con ojos más poderosos y sin parpadear, la NASA tendría que enviar telescopios al espacio”, explican desde la agencia espacial.

Gracias a su liderazgo, la NASA lanzó cuatro observatorios astronómicos en órbita entre 1966 y 1972. Solo dos tuvieron éxito, pero demostraron el valor de la astrofísica espacial. La astrónoma defendió también el lanzamiento del International Ultraviolet Explorer (IUE), un observatorio espacial diseñado para estudiar la radiación ultravioleta, y del Cosmic Background Explorer (COBE), que midió la radiación sobrante del Big Bang y llevó a dos de sus científicos a recibir el Premio Nobel de Física en 2006.

Aunque ninguno de estos trabajos llegó a tener la importancia del Hubble. El telescopio espacial más importante de la historia, que fue construido para durar unos diez años y ya lleva 30 en órbita.

La madre del Hubble

A mediados de los años 60, Nancy Grace Roman hizo algo que cambiaría para siempre la historia de la exploración espacial: reunió a un grupo de astrónomos de todo el país con ingenieros de la NASA para definir el proyecto de un nuevo telescopio, el Hubble. En sus propias palabras, lo hizo “para que se sentaran juntos y pensaran en algo que los ingenieros creyeran que funcionaría y que los astrónomos pensaran que podría hacer su trabajo”.

A partir de ahí, comenzó una carrera en la que Roman trabajó para convencer a la NASA, las compañías aeroespaciales y el propio gobierno de los Estados Unidos de que valía la pena construir el Hubble. “Decidí que, si las compañías aeroespaciales iban a invertir mucho dinero en el diseño de un telescopio, deberían hacer uno que tuviera sentido”.

En las entrevistas realizadas por la NASA años después, recordó que el senador William Proxmire preguntó por qué querría el contribuyente estadounidense pagar por algo tan caro como el Hubble. “Me senté, hice los cálculos y se me ocurrió que, por el precio de una noche en el cine, cada estadounidense recibiría 15 años de descubrimientos emocionantes”, relataba años después.

Gracias a su trabajo, el telescopio Hubble se hizo realidad, y fue enviado al espacio en 1990. Años más tarde, Ed Weiler, el científico principal del proyecto hasta el año 1998, señaló a Roman como “la madre del Hubble”.

En los próximos años, un nuevo telescopio será lanzado al espacio para continuar las labores del Hubble. Se trata del WFIRST, también bautizado como el Nancy Grace Roman Telescope. Valdrá a las nuevas generaciones de la NASA para estudiar la energía oscura, los exoplanetas y la astrofísica infrarroja, algunos de los enigmas del universo que tanto apasionaban a la astrónoma.


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