Onintza Enbeita y la valentía de permanecer en la boca del lobo

Onintza Enbeita y la valentía de permanecer en la boca del lobo

Ha trabajado en televisión, en política y en la huerta, pero se siente, sobre todo, “mujer bertsolari”. Precisa ese “mujer’, consciente de que el binarismo de género ha condicionado su trabajo y su vida. Exdiputada por EH Bildu, pronunció en el Congreso aquel memorable “En mi coño y en mi moño mando yo”.

21/10/2020
Onintza Enbetia. / Foto: Dani Blanco

Onintza Enbetia. / Foto: Dani Blanco

[Esta entrevista fue publicada originalmente en euskara en la revista Argia, el 14 de abril de 2019. La publicamos traducida en el anuario número 7 de Pikara en papel como forma de colaboración con Argia, que en 2019 celebraba su centenario].

Onintza Enbeita Maguregi (1979, Muxika) fue la ganadora del Campeonato de Bertsolaris de Bizkaia 2018, un reconocimiento que le pilló por sorpresa, cuando ya estaba pensando en retirarse de la competición de improvisación oral, y que valoró como un logro colectivo de las mujeres. Periodista de profesión —formada también en agroecología—, trabajó en televisión y en el diario Euskaldunon Egunkaria. En la actualidad es columnista diaria en Berria, el periódico que nació con el cierre de Egunkaria. También presenta el programa sobre músicas tradicionales Gure Doinuak en ETB1. Fue diputada de EH Bildu en el Congreso de los Diputados entre 2012 y 2016, una experiencia que no repetiría.

He de confesarte que hace tiempo que quería entrevistarte. Desde diciembre de 2016, exactamente, cuando diste una charla en el festival Feministaldia de Donostia sobre tu experiencia como representante de EH Bildu en el Congreso de los Diputados. ¿Cómo llegaste al Congreso?

Siempre he militado en la izquierda abertzale y, aunque tenía muchas dudas y contradicciones sobre si ir o no a Madrid, cuando surgió la ocasión decidí ir. Fue debido a una dimisión y ahí me fui yo, una joven de 32 años, a sustituir a un hombre de 50 y pico años. En los dos o tres primeros meses recibí un mensaje claro por parte de la sociedad: no te pienses que estás sustituyendo a cualquiera. Y ahí empecé a tomar conciencia de todo, y me explotó un volcán.

Y, sin embargo, continuaste.

Llegué a Madrid con una inconsciencia total. Me gusta hablar de inconsciencia y conciencia porque, cuando haces las cosas sin saber, cuando entras a la boca del lobo[1] sin saber dónde estás entrando, es un acto de inconsciencia, pero cuando entras sabiendo que ahí te esperan sus fauces, es un acto de valentía. Lo mismo nos ocurrió en las plazas: cuando tomamos consciencia y, aún así, seguimos, ahí nos convertimos en valientes. En política ocurre lo mismo. Después de los cuatro primeros meses en el Congreso, en los que tuve mucho miedo y muchos complejos, hice un ejercicio de empoderamiento, desarrollé un discurso propio y aguanté tres años y medio. Luego acepté embarcarme en una campaña política. Creo que ahí también fui valiente.

¿Cómo describirías el Congreso y, en general, la política?

Me pareció que la política es una selva tremenda. En esa selva, el presidente no es el único que manda, esa fue mi mayor desilusión. Es desolador darse cuenta de cuántos poderes fácticos hay fuera del Congreso, del Parlamento y el Gobierno vasco, poderes a los que no hemos votado pero que deciden sobre nuestras vidas. Por otro lado, la frivolidad es tremenda. Resulta ofensivo saber que los presupuestos se han aprobado porque no sé quién ha decidido que nos conviene no sé qué competencia, cuando ese estatuto de competencias es ley orgánica y tendría que haber sido cumplida hace tiempo. Es muy doloroso porque juegan con nuestra vida cotidiana. En el Congreso no hay realmente tanto enfado, ni tanta diferencia como parece, luego en la cafetería son todos muy amigos.

¿Cómo llevaste eso?

Para mí fue muy duro salir al micrófono y que todo el mundo me saltase encima, insultándome, silbándome, y después ir a la cafetería y que todos y todas hicieran como si no hubiera pasado nada. No lo podía soportar. Esa gente nos fastidia la vida y además nos insulta cuando vamos a proponer cosas lógicas, ¿y luego todavía piensan que vamos a ser sus amigas en la cafetería? No me interesa, yo no fui ahí a hacer amistades. Adoptar esa actitud fue un proceso de empoderamiento: no he venido a aquí a hacer amistades, voy a volver a casa con las mismas amistades que tenía antes, pero al menos os diré un par de cosas: os diré que habéis torturado, os diré que habéis dejado que un montón de gente muera en las carreteras [se refiere a las muertes ocasionadas por la política de dispersión de las presas y presos políticos vascos], que habéis hecho que mucha gente muera de hambre o no llegue a fin de mes…

Nos regalaste momentos memorables.

Pasaron muchas cosas buenas, por supuesto, porque en la vida no todo es trágico. Para mí hay un detalle muy bonito que condensa mi experiencia. Al día siguiente del famoso “en mi coño y en mi moño mando yo”, estaba tranquilamente en mi despacho cuando entró una trabajadora de la limpieza de unos 60 años a recoger los papeles y los plásticos. Cerró la puerta por dentro, en silencio, y me dijo que tengo unos ovarios tremendos, que mi intervención fue admirable, y me dio besos y todo. En ese momento pensé: “Mira, igual no vamos a lograr nada aquí, porque el PP tiene mayoría absoluta, pero esto me basta: esta mujer de 60 años que está limpiando aquí y que debe ser el último eslabón de la cadena de este espacio tan clasista… Si a ella lo de ayer le ha dado fuerzas para salir a la calle y para sentir que ella y yo vamos a estar en la misma lucha para muchas cosas, me doy por satisfecha”.

Todavía en Madrid, hiciste campaña para la siguiente legislatura, como candidata para el Congreso.

En esa campaña nos eligieron a dos mujeres como cabeza de lista en Bizkaia, tanto para el Senado como para el Congreso. No lo decidimos nosotras, lo decidió la militancia, en las asambleas de los pueblos, y así lo decidió entonces EH Bildu. Conseguí el escaño, pero la legislatura tan solo duró seis meses, ya que el Congreso no fue capaz de investir a nadie para la presidencia. Durante esos seis meses, la decisión del partido no se sostuvo con la firmeza necesaria, se fueron rompiendo muchas relaciones, se fue vaciando todo, hasta que volvimos a casa. Creo que nuestro pueblo no acierta a mantener las apuestas que hace, sobre todo cuando se trata de las mujeres. Cuando algo huele distinto al discurso oficial, se toma como una amenaza, y creo que ese es un gran error y que tenemos mucho trabajo por delante. En este momento sé que no volvería a Madrid, pero yo sigo votando al mismo partido que antes y sigo participando en muchos procesos de mi pueblo.

En tu charla en Feministaldia también te referiste a cómo te trataron los medios, con desdén.

Repasaba las entrevistas que me hicieron durante esos cuatro años en Madrid y me daba cuenta de muchas cosas. Por ejemplo, no me parece muy normal la de veces que tuve que escuchar la misma pregunta: si es verdad que soy fan de Rocío Jurado. Entiendo que alguien pueda sentir curiosidad sobre qué música me gusta, pero la derecha tenía mayoría absoluta, y ahí estábamos siete vascas y vascos de un partido y dos de otro, intentando trabajar otros discursos, haciendo mociones, poniendo la realidad de Euskal Herria sobre la mesa… ¿y a ti lo único que te interesa es si escucho o no a Rocío Jurado? Me pareció una falta de respeto, de esas que no ocurren cuando es un hombre abogado o ingeniero el que entra en política. Creo que en mi caso se sumaban muchos factores: era mujer, joven y bertsolari. Esto muestra la desvalorización de la cultura vasca —también por parte de nuestros medios de comunicación—, nos muestra el complejo que existe hacia nuestra cultura.

Hablemos de bertsolarismo. Recientemente se publicó el libro Kontrako eztarritik, una obra colectiva —aunque vaya firmada por Uxue Alberdi— porque recoge los testimonios de 15 mujeres bertsolaris, incluido el tuyo. Contáis cómo os ha afectado ser leídas como mujeres en vuestra participación en las plazas y qué opresiones habéis vivido. No resulta una lectura muy agradable…

Resulta descorazonador leer el libro. Repaso una a una las cosas “malas” que me han ocurrido en 24 años y pienso: “¿Cómo no he escapado de aquí corriendo? ¿Cómo he aguantado todo esto?”. El bertsolarismo también tiene cosas buenas, claro. Hasta ahora siempre hemos estado contando lo bueno, porque nos daba vergüenza contar lo malo. Pero cuando las mujeres hemos salido a las plazas y hemos acariciado el placer del verso, nos han hecho sufrir de lo lindo. Yo estoy preparada para pasar página, pero para eso vamos a contar primero qué ha ocurrido, no podemos hacer como si no hubiera pasado nada.

¿Por qué es necesario?

¿Por qué queremos desenterrar los cuerpos de las víctimas del alzamiento militar? ¿Solo para calmar a las familias? No. Hay que hacer un ejercicio colectivo y hay que aclarar qué ocurrió, quién hizo qué y por qué. Pues con esto ocurre otro tanto. Si queremos que a partir de ahora todo vaya bien, todas y todos debemos conocer qué ha ocurrido hasta ahora. Y yo no lo cuento para que la gente piense: “Pobre Onintza, cuánto ha sufrido”. Esa conclusión no me sirve. Yo he contado lo que he contado con un objetivo: identificar esas opresiones, mostrar que han estado en la vida de todas, expresar a las niñas y a las mujeres que esas cosas no te ocurren porque seas tonta o más torpe que las demás, o más guapa, o más delgada, o más gorda, sino porque vivimos en una sociedad machista y patriarcal.

Algunas bertsolaris han declarado que ellas no se han sentido así.

Pues me parece muy bien. Yo no le voy a imponer mi experiencia a nadie, pero que no me nieguen la mía.

Habéis firmado los testimonios con vuestros nombres y apellidos, pero no habéis señalado a nadie.

A mí no me importa si fue uno u otro quien dijo o hizo tal cosa, o me hizo sentir de tal manera. Al fin y al cabo, ¿qué es lo que ha ocurrido? Que una clase privilegiada, la de los varones, pensó en un momento dado, de forma consciente o inconsciente, que era superior a nosotras y se comportó en consecuencia. Me da igual quién fuera, si el padre, el abuelo, el primo o el tío, porque pudo haber sido cualquiera de ellos.

Entonces, ¿estás contenta con el resultado del libro?

Sí, creo que ha sido un buen ejercicio. Por un lado, hemos perdido el miedo a decir lo que hemos sentido, y por otro, veo que hoy en día cuando una chica salta a la plaza con 16, 17 o 18 años ideológicamente no está en el lugar donde estaba yo, sino mucho más adelantada.

A todo esto, has ganado la txapela  de Bizkaia. Zorionak!

Eskerrik asko.

La txapela y la makila[2]. ¿Qué ha significado para ti?

Ha llegado en un momento en el que no lo esperaba. Pensaba que sería mi último campeonato. Entre el 1 de noviembre y el 15 de diciembre hice el ejercicio mental de decirme a mí misma: “En 2019 cumpliré 40 años y he competido desde los 18 años, ya es suficiente. Ninguna mujer había ganado la txapela de Bizkaia, pero ya llegará Nerea [Ibarzabal], Miren [Amuriza], Jone [Uria] o alguna otra y la ganará, y yo estaré en el público para apoyarlas, y no pasará nada”. Y de pronto me encontré con la txapela puesta. Sentí felicidad y pensé: “Lo hemos conseguido, también en Bizkaia la makila está en manos de una mujer y, simbólicamente, esa hegemonía pasa a manos de todas las mujeres. No es solo que en las cuatro últimas finales hayamos llegado cuatro mujeres a la final, no; además, somos capaces de ganar. Hemos llegado hasta aquí y estamos en el lugar que merecemos”. Esa sensación es increíble.

Al día siguiente de alzarte con la txapela, subrayaste que había sido un triunfo colectivo. En cambio, mucha gente critica la tendencia a meter a todas las mujeres en un mismo saco. ¿Qué opinas?

Claro que he sido yo la que ha ganado la txapela. No cabe duda de que el mérito es propio, de quien ha metido horas, quien ha tenido buen día o una concentración adecuada. Pero me gustaría añadir que, aunque en las entrevistas digamos que la txapela es resultado de toda nuestra trayectoria, en realidad, la txapela se gana o se pierde en una tarde; ésa es su naturaleza. Yo gané la txapela porque lo hice bien ese 15 de diciembre. De la misma manera que los hombres se representan a sí mismos, nosotras también nos representamos a nosotras mismas, y eso hay que reivindicarlo y subrayarlo: no somos un saco homogéneo, somos individuos heterogéneos y muy diversos. Pero creo que hemos hecho una lucha colectiva para estar en la plaza y lograr legitimidad. Creo que para ello hemos abierto un camino y yo no quiero olvidar a quienes lo abrieron. Si en 1986 Kristina Mardaras no se hubiera presentado a la txapelketa de Euskal Herria, a lo mejor Maialen [Lujanbio] o Iratxe [Ibarra] serían la primera mujer en participar en esa competición, quince años después, y en ese caso habríamos estado mucho más rezagadas en el camino. Reivindico ese camino, no que todas estemos en el mismo saco.

 


KONTRAKO EZTARRITIK

En marzo de 2019, la bertsolari Uxue Alberdi publicó un ensayo titulado Kontrako eztarritik: Emakume bertsolarien testigantzak [se podría traducir como Atragantarse: testimonios de mujeres bertsolaris] dentro de la colección sobre feminismos Lisipe, perteneciente a la editorial Susa. Reunió los testimonios de 15 mujeres bertsolaris de diversas generaciones que se encuentran actualmente en activo. Alberdi identificó 22 mecanismos mediante los cuales se reduce el margen de movimiento y creación de las mujeres bertsolaris (algunos ejemplos: infantilización, hipersexualización, menosprecio, desautorización…). Cabe destacar que este libro no ha nacido de la nada, ya que las bertsolaris llevan ya varios años promoviendo debates y reflexionando en torno a los roles de género dentro del bertsolarismo y muchas se identifican abiertamente como feministas. Es más, el origen del libro reside en una conferencia que dio Alberdi a finales de junio de 2018 en el marco de un curso de verano titulado “Bertsolarismo y género”, organizado por las bertsolaris Miren Artetxe y Ane Labaka. Actualmente, los debates y reflexiones sobre el feminismo se encuentran en el centro de la actividad crítica sobre bertsolarismo, que, desde los años 70, ha mostrado una gran capacidad para renovarse y reinventarse.


[1]              N. de las Ed.: Nos surgió la inquietud de si recoger esa expresión y llevarla al título podría ser un ejemplo de especismo en el lenguaje, ya que sabemos que el activismo especista rechaza expresiones metafóricas que implican un estigma hacia especies animales no humanas. Preguntamos a nuestra colaboradora Catia Faria como antiespecista de referencia y recogemos su respuesta: “Creo que este es el tipo de caso en que diferentes antiespecistas pensarán cosas distintas. Mi visión: aunque el lobo haya sido tradicionalmente ‘demonizado’ a propósito para excusar/legitimar su caza, la realidad es que es un hecho que, siendo grandes carnívoros, gracias a sus ataques, muchos animales, humanos y no humanos, han muerto y sufrido el terror de estar bajo amenaza. Por tanto, no me parece especista una expresión lingüística que recoge un hecho contrastable. Me parece, de hecho, más peligrosa la idealización que se hace de la ‘jauría’ (y consecuente depredación) en ciertos sectores tanto antiespecistas como feministas”.

[2]              La txapela, la boina tradicional vasca, simboliza el primer premio en las competiciones de bertsolarismo; así, a la persona que ha ganado una competición territorial o nacional de bertsolarismo, se la denomina txapeldun –dicho sea de paso, la txapela la han utilizado tradicionalmente los hombres y también forma parte de los trajes tradicionales masculinos; de todas maneras, esa simbología ha dado pie a interesantes reinterpretaciones y, por ejemplo, en Zaldibia (Gipuzkoa) llevan dos años organizando una competición donde el primer premio lo simboliza un pañuelo, es decir, el equivalente a la txapela de los trajes femeninos–. En la competición de bertsolarismo de Bizkaia, además de la txapela, se otorga un bastón de mando, la makila.


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