Una feminista no puede ser monárquica
Porque un pueblo de súbditas no es pueblo, es un reino. Irantzu Varela aporta una retahíla de razones por las que parece incompatible ser feminista y monárquica.
Una feminista puede ser lo que le dé la gana. Eso, de entrada.
Porque el feminismo va de eso precisamente. De que podamos tomar nuestras propias decisiones y elegir nuestras propias opciones, sin obedecer a la autoridad de los cojones.
Pero una feminista no puede ser monárquica.
Porque ser monárquica significa pensar que hay personas con más derechos que otras.
Significa estar de acuerdo con la idea de que hay personas que –por el hecho de nacer en una familia– son mejores que las demás. Y que no tienen que demostrarlo. Y que eso significa que tienen derecho a una riqueza que no han tenido ni que robar.
Una feminista no puede ser monárquica, porque la monarquía se basa en la idea de que algunas familias han sido elegidas por dios (sa sa, POR DIOS) para vivir sin trabajar, por encima de las posibilidades del pueblo que trabaja para que vivan así. Es la idea de que saludar, ponerse coronas y trajes y bandas, ir a fiestas, viajar y hacerse fotos posando y posar para retratos hiperidealizados es un trabajo. Y que se diferencia del de influencer en que lo hacen “por el bien de su pueblo”, no del suyo propio.
A ver, que tú puedes decir “pues yo soy feminista y soy monárquica, ¿qué pasa? ¿Me vais a echar del feminismo?”. Pues mira, no, no te vamos a echar. Porque el feminismo no es un club en el que haya una junta que te puede aceptar o echar. Pero sí es una práctica política que implica que analizas desde una perspectiva crítica tus decisiones, creencias y prácticas personales y que tratas de tener una vida lo más coherente con tus convicciones políticas. Y, si te consideras feminista, lo de ser monárquica lo tendrías que poner en mayúsculas y con negrita en tu lista de incoherencias de las de mirarse.
Porque la monarquía es una forma de jefatura de estado que se basa en la idea de que no todas las personas somos iguales, y el feminismo es la lucha porque todas las personas tengamos los mismo derechos y las mismas oportunidades.
Porque la monarquía está basada en la idea de que la “capacidad” para gestionar ese modelo de jefatura de estado es hereditaria, como el color de los ojos o de la piel. Y lo es de padres a hijos, como la calvicie. Y el feminismo es la herramienta para desmontar las creencias que pretenden naturalizar las desigualdades, haciéndolas pasar –precisamente– por naturales.
Porque la monarquía infantiliza al pueblo y le impone unos referentes a los que admirar sin razón, porque solo sin ella se les puede admirar. Y el feminismo es horizontal, colaborativo, asambleario, trabaja en red y no tiene ídolos (que son siempre patriarcales).
Porque detrás de todas las familias reales hay una historia de asesinatos, violaciones, genocidios, saqueos, prácticas mafiosas, complicidad con dictadores, ejecuciones y esclavitudes. Y el feminismo pone en el centro de su agenda que todas las personas tengamos vidas dignas de ser vividas y exige a quienes gobiernan que pongan las vidas y los cuidados en el centro de sus políticas.
Porque las monarquías europeas se han construido sobre la sangre de sus pueblos, a los que masacraron para conquistar y legitimar su posición, y sobre la sangre y la esclavitud de los demás pueblos del planeta a los que masacraron, saquearon y conquistaron para enriquecerse, y construir y consolidar un sistema supremacista y colonial –que sigue en pie– para que su riqueza parezca legítima. Y el feminismo es la propuesta emancipadora que está construyendo un discurso que entienda las diferentes opresiones que entran en intersección y una lucha que las combata a todas a la vez.
Porque las monarquías son militaristas, violentas, marciales y solo creen en el poder por la fuerza y la represión del pueblo, porque es la forma en la que lo consiguieron. Y el feminismo cree en los cuidados, el poder al servicio del bien común y pone en cuestión el monopolio de la violencia y el punitivismo.
Porque las reinas y las princesas representan un modelo de feminidad pasivo, sumiso, entregado a la ornamentación por la belleza, la delgadez, la moda y el silencio. Y el feminismo descubrió hace décadas que la construcción sociopolítica de la feminidad es una de las armas de opresión y represión más eficaces y virulentas contra las mujeres.
Porque los reyes y los príncipes representan un modelo de masculinidad inútil, insensible, inhumano -como de canalla que sabe esconderse- que le parecería rancio a Don Draper. Y el feminismo exige una masculinidad autocrítica, que se responsabilice de su autocuidado y se empiece a hacer cargo de los cuidados, por lo menos.
Porque la monarquía es el último bastión de la heteronorma, donde casan a los príncipes que preferirían ser “reinas” y parece que todo el mundo se enamora de la persona adecuada (que eso -para qué nos vamos a engañar- no pasa nunca) y se casan y son felices y matan perdices y luego se las comen, después de que el servicio se las cocine. Y el feminismo ha puesto muchos cuerpos y muchas vidas para que las orientaciones sexuales y las identidades de género se vivan en libertad y sin violencias, ni siquiera la del secreto.
Porque la monarquía es para las personas que opinan que es mejor “lo malo conocido que lo bueno por conocer” y que “¿para qué cambiar?”. Y ser feminista significa siempre rebelarse contra la idea de que “esto siempre fue así”.
Pero resulta especialmente incomprensible, difícilmente compatible con la razón y francamente complicado de sostener ser feminista y estar a favor de la monarquía española.
Porque la monarquía española actual es una institución creada por el aparato del dictador fascista, genocida y cruel, que no se resistía a que “su” proyecto se terminara con su muerte.
Porque el actual rey lo es solo por ser el único hombre entre la descendencia del hombre al que el dictador fascista, genocida y cruel eligió a dedo para que “su” proyecto de país continuara tras su muerte.
Porque el anterior rey, a pesar de tener a su alcance una riqueza por encima de las posibilidades de su pueblo y de las necesidades de cualquier persona, parece ser que robó, gorroneó, exigió mordidas y se forró a nuestra costa, aunque ya vivía como un rey a nuestra costa.
Porque el actual rey no puede pretender que no vio nada y que no tiene nada que ver con la forma mafiosa de actuar del hombre del que ha heredado (literalmente) el puesto, porque es su padre y ese palacio no es tan grande.
Porque la familia real española ha resultado ser la menos ejemplar, la menos honrada y la más farsante de todas. Matrimonios fingidos, relaciones abiertas ocultas, vidas paralelas, consumos ilegales, actividades ilegales, cuentas ilegales… toda una performance de unidad, felicidad y valores familiares, que no les harían legítimos, aunque fueran ciertos, pero que les hacen protagonistas de una farsa que nos cuesta una pasta.
Porque el rey de antes les puso “Fortuna” y “Bribón” a sus yates, regalados.
Porque cualquier pueblo tiene derecho a elegir libremente a sus gobernantes y -libremente- seguirles eligiendo o no.
Porque la misma prensa española que ahora va de que lo sabía todo, se calló, tapó y justificó los timos, los engaños y los elefantes muertos. La misma prensa que le llamaba “campechano” al ladrón y “preparado” a su heredero que “no se enteró de nada”. La misma prensa que sigue predicando las (inventadas) aportaciones del padre y del hijo a la democracia.
Una feminista no puede ser monárquica.
Por Ana Bolena, por Catalina Howard, por Sandra Mozarowsky,
Por Olympe de Gouges, por Las Trece Rosas. Por todas las mujeres y niñas asesinadas, violadas, torturadas por ser republicanas.
Por todas las mujeres y niñas asesinadas, violadas, torturadas, esclavizadas en nombre de la corona española en Latinoamérica, África y Asia.
Porque un pueblo de súbditas no es pueblo, es un reino.
Porque un pueblo solo puede ser libre, si está formado por una ciudadanía libre, que elige sus formas de gobierno y a quienes le representan. Y se equivoca o acierta, pero lo asume, porque es libre.
Porque mientras haya personas que tienen privilegios, al resto nos faltarán derechos.
Por eso, además de la república, queremos la derogación de la Ley de Extranjería, la regularización de todas las personas en situación irregular, la derogación de la reforma laboral y la prohibición de todas las formas de explotación vigentes. Para empezar.
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