Apuntes sobre la soltería: estar soltera no está de moda, pero no pasa nada
Hay que teorizar más sobre la soltería, debemos ponerla sobre la mesa y hablar de ella. Nos enfrascamos en debates (necesarios e interesantísimos) sobre poliamor o amor romántico, pero ¿qué pasa si a mí no me interesa nada eso?, ¿por qué no hay un discurso en torno a la soltería?
El otro día escribía en las notas de mi móvil que me enfada mucho que la contestación a “he tenido una cita” sea la de “ya tocaba”. Pocos días después vi en Twitter que un señoro en prime time le había preguntado a una niña de nueve años si tenía novio o si le gustaba algún actor, poniendo de ejemplos a, nada más y nada menos, que Antonio Banderas o Mario Casas.
La niña, Luna Fulgencio, contestó sorprendidísima que por supuesto que no tenía novio, que tenía nueve años, no 26. Sin mencionar el hecho de que el señor dio por supuesto que a esa niña en caso de gustarle alguien sería un chico, este episodio asqueroso me confirmó lo que me temía: estar soltera no es normal y nos lo van a dejar muy claro desde bien temprano. Da igual lo que digan algunas canciones que solíamos bailar en la discoteca; estar soltera no está de moda, nunca lo ha estado y no tengo muy claro si algún día lo estará.
Y hablo de la soltería voluntaria, la soltería como un fin. Ser una persona soltera que no tiene citas, que no busca tener una relación sexoafectiva con otra gente simplemente no se entiende. No lo entiende tu familia, no lo entienden tus amigas y no lo entiendes ni tú misma.
Tengo 27 años y, efectivamente, estoy soltera. Y básicamente he estado soltera toda mi vida. A lo largo de estos años he escuchado constantemente frases de consuelo (que no he pedido) y que me dicen que hago bien en no tener prisa, que ya vendrá (?). No sé las veces que lo he oído ni tampoco sé las veces que lo he dicho yo cuando estaba en el otro lado y hablaba con mis amigas solteras.
Es la mirada de “la otra”, nos definimos en contraposición a las demás, nos compadecemos de nuestras amigas solteras cuando estamos en pareja porque no nos sentimos cómodas en esa posición, no entendemos el estar soltera como una elección vital que se alarga de manera indefinida. Siempre tiene que haber un final. La soltería es leída socialmente como un estado transitorio, una pausa en nuestras vidas amorosas que esperamos que pase rápido. Ser soltera nunca es el fin, es ese espacio de tiempo inevitable que hay entre una relación y otra. Porque, en otras palabras, estar soltera es un fracaso.
Es bastante difícil vivir en paz y tranquila con toda una sociedad en tu oreja preguntándote si ya tienes pareja, y ahora, y ahora… A pesar de disfrutar de mi soltería y de reivindicarla, mi validación y mi autoestima depende de si ligo o no, de si follo mucho o poco o de si alguien se enamora de mí.
Lo realmente dramático es que al final, inevitablemente, yo misma me acabo creyendo que necesito estar en pareja. Si paso mucho tiempo sin tener citas o sin acostarme con alguien sé que tendré que dar explicaciones porque soy consciente de que la gente no lo entiende. Yo misma me regaño por ser una persona joven que no está exprimiendo su juventud y teniendo las mismas anécdotas que pueden tener mis amigas, cuando en el fondo no me interesa o no me apetece tener esas historias.
Recuerdo que durante el confinamiento pasé momentos de bastante ansiedad pensando que me habían robado mis últimos meses con 26 años y, por tanto, mi juventud. De repente, me prometí a mí misma que en cuanto el confinamiento acabara tendría muchas citas todo el rato, saldría con todo Tinder y no perdería más tiempo sola y soltera. Quería enamorarme de verdad.
Al final resultó que no tenía ningunas ganas de enamorarme y me di cuenta de que cuando estoy soltera es cuando mejor entro en conexión conmigo misma y con las demás (porque ojo, nada que ver la soltería con una concepción individualista del mundo, al contrario). Cuando estoy soltera tengo más tiempo y ganas de hacer planes con mis amigas, de estar con mi familia, de apuntarme a cursos, de ir sola al cine, de escribir, de leer…
Pienso de nuevo en la actriz Luna Fulgencio sentada al lado de esos dos tíos que le preguntan si tiene novio o si le gusta algún actor, y me surge la duda de si será la primera vez que le hacen esa pregunta. Siento que es bastante probable que no, pero lo que sí es seguro es que de aquí en adelante escuchará esa pregunta muchas veces. ¡En cuántas ocasiones con 10 o 12 años (incluso antes) nos han preguntado familiares o amigos de nuestra familia si teníamos novio o novia!
Creo que hay que teorizar más sobre la soltería, que también debemos ponerla sobre la mesa y hablar de ella. Nos enfrascamos en debates (necesarios e interesantísimos) sobre poliamor o amor romántico, pero ¿qué pasa si a mí no me interesa nada eso?, ¿por qué no hay un discurso en torno a la soltería?, ¿por qué cuando hablamos de formas de relacionarnos desde los feminismos nunca tenemos en cuenta a las solteras?, ¿a esas mujeres que crean una red de afectos entre amigas, entre vecinas y que viven vidas felices y plenas fuera del marco de la pareja? Hay que poner en valor esos nombres y sacar esas historias porque, como todo en esta vida, también en la soltería necesitamos referentes, caricaturas ya tenemos bastantes. Estar soltera en un mundo diseñado para vivirse en pareja es agotador y siempre acaba con la misma pregunta: ¿cuál es mi problema?
Llevo un rato tratando de encontrar a alguna soltera popularmente conocida (real o ficticia) que no haya sido ridiculizada por su condición de soltera permanente y me cuesta mucho encontrar ejemplos clars. Sin embargo, lo que realmente me ayuda en momentos de ansiedad social cuando me creo que quiero una pareja desesperadamente es leer mujeres. Aquí van tres recomendaciones: Vivian Gornick (Mirarse de frente), Olivia Laing (La ciudad solitaria: Aventuras en el arte de estar solo) o Rachel Cusk (su trilogía A contraluz, Tránsito y Prestigio).
Y, Luna, amiga mía, como dijo un amigo mío en Twitter: puede que con 26 años tampoco te guste nadie. Y no pasa nada.