Día de muertos, un celebración de cuidados

Día de muertos, un celebración de cuidados

Este 2020, la Covid-19 no logró detener una tradición que en Oxaca que sostienen las mujeres con las labores de cuidado que realizan. Siguieron moliendo, tostando cacao, vendiendo alimentos, cocinando y esperaron con ilusión a quienes las visitan una vez al año.

Texto: Anaiz Zamora
04/11/2020
imagen de un campo

El estado de Oaxaca en México está dividido en siete regiones, una de ellas, son los Valles Centrales. / Foto: Greta Rico

Los rituales de Día de Muertos en la región central de Oaxaca, México, donde la cultura zapoteca aún está presente, son conocidos internacionalmente. Las imágenes de los altares llenos de flores, comida y veladoras logran fama global, esas ofrendas cobran vida durante tres días pero son resultado de un trabajo invisible realizado por hijas, nueras, nietas y otras mujeres de la comunidad con semanas e inclusos meses de anticipación.

Ante la pandemia de la Covid-19, en la que el estado contabiliza 1.641 defunciones, se ordenó el cierre de todos los panteones para evitar que las familias visitaran a sus seres queridos, se suspendieron fiestas tradicionales y se prohibió la instalación de varios negocios ambulantes. Pese a ello, las mujeres de esta región buscaron ser fieles a sus costumbres y seguir celebrando el día de muertos.

Prepararse para la llegada de “nuestros muertos”

Doña Leonor y sus hijas Martha e Irene comenzaron a comprar los elementos de su altar en septiembre, hicieron viajes de Zaachila, una de las comunidades que integra la región denominada como Valles Centrales, a la Ciudad de Oaxaca, para comprar los chiles, el maíz, el cacao y otros ingredientes que necesitan para la celebración.

Pese a las restricciones sanitarias, ellas se negaron a que la fiesta más importante de Oaxaca, considerada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, se apagara. “Con cubrebocas y todo pero los muertitos van a visitarnos”, asegura doña Leonor mientras acarrea leña para preparar los platillos.

Como cada año, las mujeres de la familia Santiago le arrancaron momentos al día para avanzar en el trabajo y organización del Día de Muertos. En Zaachila los altares se acompañan con las comidas más elegantes de la comunidad. Una de ellas es una bebida tradicional llamada “espuma” que es preparada con patlasle (conocido como cacao blanco), arroz y canela, ingredientes que son molidos finamente en metates, y que es servida en jícaras con atole (bebida caliente preparada con maíz).

dos mujeres, abuela y nieta, concinando

Leonor prepara espuma con su nieta Leslie de 19 años. Desde el año pasado ayuda a su abuela y la acompaña en la elaboración de platillos tradicionales de Zaachila para aprender y heredar el conocimiento ancestral de Leonor. / Foto: Greta Rico

El ingrediente principal de esta bebida debe extraerse de una cáscara dura, así que por al menos tres semanas ellas se sentaron todas las noches a pelar el cacao y dejarlo listo para ser utilizado el Día de Muertos. “Solo es posible hacerlo por algunas horas porque pelar el cacao después de un ratito lastima los dedos y las manos”, cuenta Martha.

No muy lejos de Zaachila se encuentra Teotitlan del Valle, un municipio conocido por los elaborados tapetes de lana que tejen artesanas y artesanos de la comunidad. Ahí vive doña Concepción Bautista. Conchita, como la llaman, también comenzó a hacer las compras con meses de anticipación, especialmente del cacao que puede subir de precio conforme se acerca la fecha.

Ella y su familia se sostienen económicamente de la venta de telares, que hace, su esposo e hijo, y de la venta de comida en su comedor familiar. Debido a la ausencia de turistas por la Covid-19 sus ingresos han disminuido considerablemente así que este año “los muertos estuvieron un poco tristes”, pues no le fue posible comprar la cantidad de fruta y pan que normalmente acostumbran. De acuerdo con la Secretaría de Turismo de Oaxaca las pérdidas en la industria turística de la entidad ascienden a más de 491 millones de pesos.

Al igual que muchas mujeres de Teotitlán, Conchita elabora sus propias tablillas de chocolate para colocarlas en el altar, el proceso implica tostar el cacao en un comal de barro para luego molerlo con ingredientes como azúcar y canela y formar a mano los trozos de chocolate. Ella realizó este trabajo al mismo tiempo que atendía el restaurante y realizaba el resto de las labores de su hogar.

una mujer al lado de su altar por el Día de Muertos

En Teotitlán del Valle, la tradición dicta que para recibir a los muertos las mujeres deben sentarse en un tapete con tejidos tradicionales del pueblo del lado derecho del altar y los hombres en sillas del lado izquierdo. En la imagen, Concepción espera a que den las 3 de la tarde para recibir a sus muertos que la visitarán este año y degustarán los platillos elaborados por ella. / Foto: Greta Rico

Una semana de trabajo sin parar

Durante la última semana de octubre, el clima comienza a cambiar en los Valles Centrales de Oaxaca, el frío anuncia la próxima llegada de “las ánimas” (como se les llama localmente a los espíritus de los muertos). La disminución de la temperatura indica que hay que apurar los preparativos y dedicar más tiempo a ellos.

Zaachila también es conocida por el mercado ambulante destinado al Día de Muertos, uno de los más grandes de la región que se instala del 31 de octubre al 2 de noviembre. Año a año, doña Leonor y su hija Irene instalan un puesto de cacahuates, nueces, jícamas y otras frutas, pero este año las cosas tuvieron que adaptarse para prevenir contagios.

Ella fue parte de un grupo de mujeres que logró negociar con el Palacio Municipal para que les permitiera instalar el mercado, que para algunas familias implica la venta mayor del año. Las autoridades municipales aceptaron pero condicionaron a las mujeres a firmar un acta que indicaba que ellas asumirían la responsabilidad en caso de contraer la Covid-19, también se prohibió que vendedores de otras comunidades pudieran instalarse.

Pese a que la asistencia de visitantes al mercado no se compara en nada a la afluencia de otros años. Leonor e Irene lograron vender todos sus productos para el 31 de octubre, ese mismo día por la noche ella y sus hijas comenzaron a “montar el altar”.

unas manos trabajan en un metate

El metate es un instrumento prehispánico que se sigue utilizando en las cocinas de los Valles Centrales de Oaxaca y elaborar comidas y bebidas tradicionales. En él se muelen finamente ingredientes como maíz, chile, y cacao (semilla para prepara chocolate). Las cocineras deben tener uno diferente para mezclar cada platillo y evitar que se mezclen sabores. / Foto: Greta Rico

Mientras Martha limpiaba la mesa y colocaba en ella frutas, flores y papel picado, doña Leonor apiló leña en varios fogones para terminar de cocinar el coloradito (especie de mole) con los chiles que ya había preparado con días de anticipación. También comenzó a preparar el maíz que al día siguiente convertiría en tamales y terminó la preparación de los ingredientes que se transformarían en las bebidas tradicionales.

En la noche también la apoyó doña Rosa, quien en tan solo media hora logró matar, desplumar y destazar un guajolote (pavo). En años anteriores trabajaba como cocinera de una panadería, donde su jornada era de cinco de la mañana a once de la noche preparando alimentos para los trabajadores que debían tener listos cientos de pedidos especiales para el Día de Muertos. “¿Si las mujeres no hiciéramos todo este trabajo quién lo haría? A lo mejor las ofrendas se perderían”, reflexionó.

Recibirlos y despedirlos con amor

En los Valles Centrales de Oaxaca, el 1 de noviembre comienza antes de que salga el sol, pues ese día se recibe a los “fieles difuntos”. En Zaachila se empieza el día preparando la espuma que debe servirse muy temprano.

Así como doña Leonor aprendió de su mamá y de otras mujeres, ahora está transmitiendo todos sus conocimientos sobre las comidas y bebidas ancestrales a su nieta Leslie, de 17 años. Para asegurarse de que la bebida no quede con grumos, doña Leonor vuelve a pasar la mezcla en un metate (instrumento de piedra) y luego con ayuda de un molinillo (instrumento de madera) bate la mezcla hasta que sale la espuma. “Las primeras veces te duele la mano, te lastimas la palma y los huesitos tanto que duele moverla por semanas”, cuenta Leslie, quien recibe instrucciones de su abuela por segundo año.

En Zaachila se acostumbra servir desayuno, almuerzo y comida primero a los muertitos que visitan el altar y luego a la familia y a quienes van de visita, así que la primera ronda de la bebida se coloca en el altar, por la tarde se pone un poco de caldo y el 2 de noviembre por la mañana se termina de arreglar el altar con los tamales.

una mujer delante de su altar del Día de Muertos sostiene la foto de su madre

Rosalía sostiene una fotografía de su madre quien murió a penas una semana antes de la celebración del día de muertos. A pesar de que las creencias de los Valles Centrales dicen que los personas que fallecen el año en turno no vienen a visitarnos, Rosalía preparó un altar con mucha comida esperando que su madre pueda venir a degustar los platillos. / Foto: Greta Rico

En Teotitlán, las cosas son un poco distintas, todos los alimentos deben de estar listos para las tres de la tarde del 1 de noviembre, a esa hora se espera la llegada de los muertitos que vienen a disfrutar lo que más les gustaba cuando estaban vivos. Se les recibe con copal e incienso para indicarles el camino.

Por eso, Rosalía Bautista y sus dos hijas se levantaron a las tres y media de la madrugada. Durante las fiestas de muertos, ella abandona su telar para dedicarse por completo a los preparativos del altar, “si se cansa una, pero no importa porque es una vez al año y a mí me da mucha alegría recibir a los muertos que nos visitan”.

Doña Rosalía es de ascendencia zapoteca y aún habla ese idioma. Para el Día de Muertos también prepara tejate, otra bebida ancestral de los Valles Centrales. Para ella es importante moler el cacao en el metate y no mandarlo al molino (una máquina eléctrica), por eso se levanta tan temprano pues el proceso puede llevar varias horas. Previniendo eso, con días de anticipación prepara el chocolate y las tortillas que colocó en el altar.

En su casa también es importante colocar un altar más pequeño, con los mismos elementos pero en porciones más chicas. Este es para los angelitos, como se llama a los menores de edad que perdieron la vida, y quienes se piensa que visitan los altares del 31 al 1 de noviembre. Ella lo pone con más intención para su hijo que murió justo un día después de nacido. En esta ocasión sus dos nietas contribuyeron al altar con dibujos y dulces.

Aprendió a cocinar a los diez años. Su mamá le dijo que era necesario que aprendiera a hacer tortillas a mano pues en algún momento de su vida iba a ser la responsable de alimentar a su familia y enseñarle a sus hijas. Su historia es similar a la de doña Conchita quien le perdió el miedo al calor de los comales luego de que su abuela pusiera entre sus manos un poco de masa caliente.

De acuerdo con la Encuesta Nacional Sobre el Uso del Tiempo (ENUT), en promedio, las mujeres en México dedican 30,8 horas a la semana a labores de cuidado no remuneradas: 15 horas corresponden a labores relacionadas con la preparación y servicio de alimentos. Estas cifras representan tres veces más del tiempo que dedican los hombres a estas labores. En estados como Oaxaca, el promedio de la brecha de tiempo es mayor.

tamales

Uno de los platillos más emblemáticos del Día de Muertos en Oaxaca son los tamales, elaborados a base de maíz. Las mujeres preparan varios tipos de moles (negro y coloradito especialmente para estas fehcas) y los rellenan también con pollo o carne de puerco. / Foto: Greta Rico

Teresa Portillo también vive en Teotitlán y es fiel a la tradición del Día de Muertos. “Yo creo que para la comunidad esta fiesta es más importante que la Navidad”, dice mientras prepara sus tamales, una de las comidas más típicas de esta fecha. Elabora más de cien cantidad que es común en todas las casas.

No todos los alimentos que se preparan o se compran se colocan en el altar. La celebración también incluye visitar las casas de los familiares y compartir lo que se preparó, es decir, que si se recibe una visita, las mujeres de la casa deben servir los alimentos o en su caso preparar una canasta para llevar comida a otras familias.

Para evitar aglomeraciones, entre el 31 y 2 de noviembre los panteones permanecieron cerrados. Así que este año Teresa no llevó la comida al panteón como suele hacerlo y tampoco pudo pasar la tarde y noche junto a la tumba de su abuela y de su abuelo, pero sí fue antes a dejar flores y a limpiar las sepulturas.

“Nos sentimos alegres de recibirlos, para mí es una fiesta, es poder tenerles un día acá en la casa. Me pone feliz hacerlo aunque sea cansado. Cuando se van se siente luego, luego, como que la casa se queda triste”, relata Teresa al explicar que el ritual de comida familiar y copal debe repetirse a las 3 de la tarde del 2 de noviembre, cuando las almas vuelven a su lugar.

Este 2020, la Covid-19 no logró detener la tradición que sostienen las mujeres con las labores de cuidado que realizan. Siguieron moliendo, tostando cacao, vendiendo alimentos, cocinando y esperaron con ilusión a quienes las visitan una vez al año.

 


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