“Parece que a las escritoras se nos reconoce solo si escribimos sobre feminismo”
Uxue Alberdi tiene mucho que celebrar: el ensayo feminista 'Kontrako eztarritik' ha ganado el Premio Euskadi de Literatura, la novela 'Jenisjoplin' ha sido traducida al castellano y está presentando la crónica literaria 'Dendaostekoak'. Todas sus obras orbitan alrededor de una inquietud: a qué voces y cuerpos se les concede autoridad para contar el mundo.
Jatorrizko elkarrizketa euskaraz egin genuen, eta gaztelaniako itzulpenerako ‘Jenisjoplin’ liburuari buruzko galderak gehitu ditugu.
Esta entrevista parte de un triple pretexto informativo: Uxue Alberdi Estibaritz (Elgoibar, 1984) ha ganado el Premio Euskadi de Literatura con su ensayo feminista sobre bertsolarismo Kontrako eztarritik [Atragantarse]; la editorial consonni acaba de publicar su novela Jenisjoplin traducida al castellano, y se encuentra también promocionando su nuevo libro, la crónica literaria Dendaostekoak [Las de la trastienda].
Alberdi es escritora, bertsolari y licenciada en Periodismo, una formación a la que ha recurrido para escribir sus dos últimos libros, construidos sobre un exhaustivo trabajo de entrevistas. Este año suma a su currículum un nuevo oficio, el de dependienta en la tienda de libros y de regalos Pitxintxu, en la que discurre Dendaostekoak. El feminismo y la defensa del euskera son los dos ejes que vertebran su identidad y su trabajo. También es una firme defensora de la sororidad y de compartir entre compañeras la información, los medios y los caminos a los que ha tenido acceso: “Creemos que la transformación será colectiva o no será, las voces de todas son importantes”.
Con Jenisjoplin obtuviste el reconocimiento de la crítica, pero el Premio Euskadi de Literatura lo has conseguido con un ensayo feminista. ¿Qué lectura haces?
Sé que entre los candidatos a mejor ensayo en euskera había al menos otros cuatro títulos feministas. Esto indica, por un lado, que en Euskal Herria se publican ensayos feministas de calidad. Por otro lado, yo he sido la segunda mujer premiada en esta categoría y la anterior fue Arantxa Urretabizkaia; ella también con un ensayo feminista [Bidean ikasia, traducido como Lecciones en el camino]. En el caso de los hombres, sin embargo, los temas de los libros premiados son muy variados. Es decir, parece que de alguna manera se nos da autoridad solo para pensar sobre nuestro rincón. A las bertsolaris nunca nos llaman para hablar como expertas en bertsolarismo, siempre es “bertsolarismo y género” o “bertsolarismo y feminismo”. La opresión nos obliga a valernos del feminismo para entendernos a nosotras mismas y a la sociedad. Se pone esa carga sobre nosotras, y mientras tanto los hombres piensan el mundo.
El premio nos ha hecho ilusión, entre otras cosas, porque ha sido valorado por jurados ajenos al bertsolarismo, ya que la herramienta que hemos creado, en la que hemos analizado una microsociedad con microscopio feminista, vale para otros contextos. Sin embargo, dentro del mundo del bertsolarismo, en general, nos hemos encontrado con el silencio, también por parte de Bertsozale Elkartea [la asociación de bertsolaris y personas aficionadas al bertsolarismo], es como si hubiéramos lanzado una piedra a un pozo vacío. En la página web de la asociación no se informó de la noticia del premio, a pesar de que las 16 bertsolaris que participamos en el libro somos socias de la asociación. Públicamente casi ningún bertsolari ha hablado del libro, salvo un artículo de Xabier Amuriza en el que valoraba los testimonios pero cuestionaba el marco teórico, cuando precisamente el libro pretende politizar esas vivencias. Tener que interpretar esos silencios me produce cansancio, decepción y tristeza.
¿Tal vez os reprochan haber aireado los trapos sucios del bertsolarismo?
Cuando escribí este libro, tenía claro que lo iba a publicar en una colección feminista [la colección LISIPE], que ese era su lugar. Cargué con una especie de sentimiento de traición, sabía que a algunos “dentro de casa” no les gustaría. En las presentaciones hemos oído comentarios como “muy interesante, pero ¿dónde deja esto al bertsolarismo?”. ¿Qué es lo que nos preocupa, dónde lo deja o dónde está? Creo que es bueno romper con la idealización. Este libro es incómodo, porque si la comodidad de unos se basa en la opresión de otras, hay que hablar de ello. Además, hemos dicho una y otra vez que el teatro, la música o la literatura están peor que el bertsolarismo. Nosotras al menos hemos conseguido la articulación feminista que se refleja en el libro.
En Kontrako eztarritik mencionas la maldición de las escritoras: aspiramos a la pureza de William Shakeaspeare, pero estamos condenadas a la rabia de Virginia Woolf. ¿Tú sigues sintiéndote así?
Yo vengo de una familia de mujeres feministas, siempre he dicho que era feminista, pero he tenido que hacer un proceso para situarme. Hace nueve años, rechacé participar en una antología de escritoras titulada Orgasmus, que surgió en respuesta a las voces machistas que nos etiquetaban a las autoras jóvenes como “generación Erasmus”. No quería ser catalogada en el grupo de mujeres, sino en el de escritores. Ahora no actuaría igual. Sin embargo, ese conflicto está siempre ahí. Cuando salió Jenisjoplin, sentí que había conseguido el reconocimiento de los hombres de la literatura porque un tema de la novela es el conflicto político vasco. Sin embargo, con Dendaostekoak he vuelto a sentir el recelo masculino. Las narradoras son dos tenderas, una es costurera y la otra bordadora. Son mi madre y mi tía. Me han preguntado: ¿qué es, una crónica sentimental?, ¿un homenaje personal? Temía la etiqueta de literatura intimista. Pero una voz interior me decía: “Si esto me parece interesante, puede interesar a más gente”.
Jenisjoplin es tu primer libro traducido a otras lenguas. ¿Qué expectativas tienes?
Irati Majuelo ha hecho una excelente traducción, ¡es la misma novela! Y consonni ha cuidado mucho el trabajo de edición. Siento curiosidad porque no conozco el sistema literario español y quiero ver cómo se va a leer esta novela fuera del País Vasco. Por un lado, me hace ilusión porque la gente de mi entorno que no sabe euskera podrá leerme. Pero también siento contradicciones y miedos. No es lo mismo hablar del conflicto vasco en Euskal Herria y en euskera, que en España y en español. Siento que, en este tema, las palabras están muy gastadas, que el conflicto no está resuelto e impera un prejuicio negativo hacia el mundo euskaldun y abertzale. Muchas veces nuestra historia compleja ha sido contada desde fuera, al igual que las mujeres hemos sido contadas más que sujetos de nuestros relatos. Creo que cuando hable de la novela tendré que medir mucho las palabras y que será agotador si me veo obligada a justificarme. Encuentro más libertad creativa en el sistema literario en euskera. Yo seguiré escribiendo siempre en euskera, porque la defensa del euskera es, junto con el feminismo, el principal eje en mi identidad.
¿Quién es Jenisjoplin y qué has querido contar con ella?
Es el apodo familiar de Nagore Vargas, una rebelde. Quería construir un personaje que naciera de un cruce de identidades. Su padre proviene de una familia andaluza, obrera, con mucha conciencia de clase. Su madre reniega de sus raíces euskaldunes y rurales, y escapa de todo lo que huele a tradición y religión. Nagore Vargas nace en un municipio obrero en 1982, una etapa convulsa en que la lucha armada y el conflicto vasco están a flor de piel. Hija de taberneros, tiene acceso a todas las discusiones sobre temas como las drogas, la sexualidad, la política… Su padre idealiza las vidas llevadas al límite, es fan de las artistas como Janis Joplin que murieron a los 27 años, su hermana pequeña murió de sida a los 20 años después de engancharse a la heroína, y educa a Nagore para que luche contra el miedo. Nagore construye un carácter contestatario que cuestiona todo tipo de autoridad: su padre, la policía, los jueces… A los 28 años le diagnostican el sida, cuando la mayor parte de la sociedad había olvidado ese diagnóstico. Se encuentra ante un abismo porque tiene que reinventarse partiendo de la vulnerabilidad y del miedo.
¿Por qué te interesaba hablar del sida y de la crisis de la heroína?
Estuvo muy presente en la infancia. Por un lado, recuerdo las conversaciones de mi madre y de mi tía en Pitxintxu sobre si denunciaban o no a los yonquis que les robaban, que eran del barrio. Recuerdo el “ten cuidado con las jeringuillas” y encontrármelas. Yo hacía ballet en el gaztetxe de Elgoibar y escuché que en el primer piso solían estar los yonquis. Una amiga abrazó a una chica que estaba en ese primer piso y me dijo que era su tía. Todo eso me impactó mucho. Me interesaba recuperar el tema del sida porque lo situamos en el pasado, pero en el presente sigue pasando. También me interesaban las metáforas del sida, como diría Susan Sontag, que se pueden extrapolar a lo colectivo y al conflicto vasco: la frase “el sida te deja sin defensas” me servía para reflexionar sobre los términos de defensa y de ataque, también el estigma, la culpa (de ser contagiada, de ser tachado de violento de antemano…). Se me ocurrió que en esa historia personal de Nagore podía haber ecos de la historia política de Euskal Herria. Después de décadas de violencias, confrontación y una determinada cultura heroica, tuvimos que empezar a reinventar nuestra identidad colectiva teniendo en cuenta distintos dolores y cruces de opresiones. Mi objetivo no era escribir una novela sobre el sida ni sobre el conflicto vasco, sino dibujar un personaje complejo, atravesado por esos temas y emociones.
Tus libros cuestionan a quién se concede el estatus de héroe y las protagonistas son rebeldes que habitan los márgenes.
Sí, me interesa y me preocupa observar quienes, qué cuerpos, cuentan eso a lo que llamamos “realidad”. Qué contamos, con qué palabras. A qué llamamos literatura y a qué no, qué nos parece lenguaje literario y qué no, qué nos parece literaturizable y qué no, qué nos parece universal y qué no… En Jenisjoplin se aborda el conflicto político vasco: han sido tiempos duros y, en esa dureza, se ha construido una épica androcéntrica en la que no han entrado de la misma manera los distintos cuerpos. En el caso de Dendaostekoak, encuentro en dos tenderas un punto de vista adecuado para narrar los cambios sociales, la economía, la política, los cuidados, la amistad, etc.
En tus dos últimas novelas se palpa tu interés por ampliar el sujeto euskaldun.
Sí, me parece muy importante entender que hay muchas formas de ser euskaldun y que la mayoría viven en núcleos urbanos en los que el euskera no es la principal lengua. Creo que el futuro del euskera no vendrá de la mano de la tradición, sino del aliento que se le dé en las ciudades, de la mezcla y de la respuesta que demos al cruce de identidades. Me parece absolutamente necesario representar a vascos y vascas diversos tanto en la ficción como en el debate público, frente al retrato limitado y excluyente de Ocho apellidos vascos. La imagen que refleja ETB1 [el canal de la televisión pública íntegro en euskera], que cuenta con menor presupuesto que ETB2, es muy pobre: se dirigen a la infancia y a un sujeto aficionado a la pelota vasca, a la trikitrixa y al deporte. Tenemos mucho que hablar sobre nuestra construcción como hablantes, que se cruza con otros elementos de nuestra identidad y que se enmarca en un contexto atravesado por el conflicto. Tenemos una lengua minorizada y quienes queremos vivir en esa lengua sentimos esa opresión pero, al mismo tiempo, el acceso a esa lengua no está garantizado para todas las personas.
Volviendo a Kontrako eztarritik, ¿cómo habéis logrado esa articulación feminista entre bertsolaris?
Dentro de la asociación se organiza una escuela de empoderamiento en la que nos reunimos 24 mujeres bertsolaris. También estamos desarrollando un protocolo contra las agresiones machistas. Otro espacio fundamental son las sesiones ‘Ez da kasualitatea‘ [‘No es casualidad’], en las que se ha consolidado un clima de confianza y un marco de pensamiento compartido. Llevamos once años organizándolas, incluso se han creado sesiones bollo. Ha habido muchos cambios desde que el bertsolarismo y el movimiento feminista han empezado a pensar y nutrirse juntos. Hemos explicado que los temas que nos proponen no son neutros y que no todos los cuerpos partimos de la misma posición para cantarlos. Hace 15 años era impensable cantar al clítoris. Ahora bien, en las fiestas de los pueblos esos temas siguen causando incomodidad.
¿Qué resistencias habéis encontrado?
Las resistencias no aparecen cuando se trata de posicionarse en abstracto a favor de la igualdad, pero sí cuando proponemos medidas concretas o cuestionamos qué se entiende por calidad. Como la campeona del bertsolarismo es Maialen Lujanbio, se utiliza esa excepción para negar la opresión y cuestionar sistemáticamente la calidad de cada mujer. La base de Kontrako eztarritik es señalar que a algunos cuerpos se les concede la autoridad, la razón y el don de la gracia antes de abrir la boca y a otros no. La propia Lujanbio dio una conferencia en 2005 en la que situó su experiencia en un marco teórico feminista. Dijo que una mujer tiene que ser tres veces buena: primero llegará el “para ser mujer, es buena”, luego “es la mejor de las mujeres” y, por último, “es buena”. Ainhoa Agirreazaldegi explica que las bertsolaris somos invitadas a la fiesta, nos tenemos que adaptar a unas normas que han escrito otros y que están creadas a la medida de la masculinidad hegemónica, como que hay que estar siempre disponible y saber de todo. Todas hemos sentido el síndrome de la impostora: ¿por qué me han llamado?, si me dicen que quieren una mujer, ¿cómo debo tomarlo?
¿Qué has aprendido con las entrevistadas, que te haya ayudado a entenderte mejor?
Maider Arregi dice que, cuando se identificó como bollera, se dio cuenta de que a menudo reía a los hombres chistes que en realidad no le hacían gracia. Me doy cuenta de que yo también he buscado mucho el reconocimiento de los hombres. Por eso las sesiones ‘Ez da kasualitatea‘ son una fiesta, nos sentimos más libres. En lugar de poner el foco en el silencio con el que ha topado Kontrako eztarritik, quiero mirar todo lo que hemos recibido: muchas mujeres de otros ámbitos nos han escrito, nos han dicho que se han identificado, o que les ha servido como herramienta, que quieren hacer algo parecido.
Hablemos de Dendaostekoak. ¿Cuándo reconociste el valor literario y sociopolítico que tiene la tienda de tu familia?
Fue clave la conferencia que escuché a Jone Arrazola, ‘Oñatiko emakumeak errekadutan’ [‘Las mujeres de Oñati haciendo recados’]. Explicó que el pequeño comercio ha contribuido a la autonomía y empoderamiento de muchas mujeres. Las mujeres pueden entrar a una tienda sin levantar sospechas. Muchas mujeres que no acudían a la asamblea feminista, encontraban en una tienda como Pitxintxu un espacio en el que practicar pasos hacia la libertad. La tienda está a pie de calle y en esas calles ha habido manifestaciones a favor del aborto y la insumisión, protestas contra los camellos y contra el papa, atentados de ETA, fiesta, drogas, presencia policial, charanga…
En el libro no mencionas tu parentesco con las protagonistas y, de hecho, tu nombre no aparece. ¿Por qué no has explicitado ese carácter autobiográfico?
Porque no quería que el libro fuera leído como una historia personal. Aunque mi voz no está presente, yo he intervenido construyendo un relato literario a partir de las entrevistas con mi madre y mi tía. He tenido un acceso privilegiado a sus historias pero, al mismo tiempo, tomar esa distancia me han permitido verlas como personas, más allá del parentesco. Por ejemplo, cuando yo era pequeña, mi tía fue al maratón de Nueva York y me pareció de lo más normal, pero no era para nada ordinario. En una entrevista, mi tía dijo de repente: “Falta mi opinión sobre la sexualidad”. Y nos contó su violación. Nunca nos había hablado de ello.
Este año has empezado a trabajar en Pitxintxu. ¿Lo decidiste a raíz de escribir el libro?
No. El confinamiento nos dejó tanto a mí como a mi pareja sin apenas fuentes de ingresos. Cuando reabrieron la tienda, una empleada dejó el trabajo y me ofrecí para sustituirla. Me ha servido para conocer más facetas de la venta de libros: recoger cajas, preparar albaranes y devoluciones, recomendar libros… Siento que el nerviosismo inherente a la dimensión pública del bertsolarismo y la literatura no es bueno para mi salud. En cambio, como tendera también trabajas de cara al público pero es muy distinto. ¡Siempre vuelvo a casa contenta! Además, me ha servido para conocer en persona a muchos de los personajes que aparecen en el libro. ¡Ha sido curioso escribir un mundo y después entrar en él!