Periodismo incómodo

Periodismo incómodo

¿Cómo se recibiría que un medio transinclusivo como Pikara Magazine entrevistase a Lidia Falcón o Amelia Valcárcel, presentándolas como los referentes que son y al mismo tiempo haciéndoles preguntas sobre sus discursos tránsfobos?

Ilustración de Alicia Caboblanco para La Directa

Ilustración de Alicia Caboblanco para La Directa

 

Una lectora de Pikara Magazine tenía dos peces en una pecera que se llevaban mal. Al rojo lo llamó Pikara y al negro Reverte. Es una de tantas anécdotas divertidas que atesoramos en estos diez años de periodismo feminista. El caso es que esa nos llevó a preguntarnos: ¿tendría sentido que una revista como la nuestra entrevistase a Arturo Pérez Reverte? Y nos contestamos que sí. Nuestra compañera Lucía Martínez Odriozola, apasionada de la lengua, le pidió una entrevista y no recibió respuesta alguna. Una pena.

No hay que irse a un caso tan extremo. ¿Cómo se recibiría que un medio transinclusivo como Pikara Magazine entrevistase a Lidia Falcón o Amelia Valcárcel, presentándolas como los referentes que son y al mismo tiempo haciéndoles preguntas sobre sus discursos tránsfobos? Cuando en la redacción hemos debatido esta cuestión, hemos tenido que reconocer una inercia: que en estos diez años, la mayoría de nuestras entrevistadas son gente que nos gusta, que nos cae bien. Reconozco que yo funciono así, entrevisto a quien me estimula, a quien me motiva, a quien quiero que nuestra audiencia escuche.

No resulta extraño que un medio entreviste a políticos que están en sus antípodas ideológicas, por ejemplo que El País entreviste a Cayetana Álvarez de Toledo. Sin embargo, en Pikara Magazine solo hemos entrevistado a políticas feministas cuyos discursos aplaudimos, aunque luego le podamos plantear alguna pregunta incómoda sobre su gestión: un ejemplo es Ada Colau. No se nos pasó por la cabeza entrevistar a Inés Arrimadas cuando Ciudadanos sacó su manifiesto por un feminismo liberal.

No es de extrañar, entonces, que cuando entrevisté a la actriz porno Amarna Miller, parte de la audiencia de Pikara considerase que la estábamos promocionando. Andrea Momoitio escribió una “Carta a las lectoras de Pikara” que tuvo más visitas que la entrevista, en la que defendía la libertad periodística, que incluye la práctica sana de escuchar a voces con las que no estamos de acuerdo. Pero lo cierto es que la entrevista a Miller surgió de que existía cierta simpatía y complicidad mutua.

Las impulsoras de Pikara hemos repetido una y otra vez el mantra de que queremos hacer un periodismo incómodo, que nos escueza también a nosotras, porque queremos contribuir al pensamiento crítico de la ciudadanía. Lo hacemos cuando, por ejemplo, insistimos en si es compatible ser feminista con pagar a otra mujer por que limpie tu casa, o cuando priorizamos editorialmente a los feminismos contrahegemónicos que señalan nuestros privilegios.

Decía Ana Requena Aguilar, redactora jefa de eldiario.es, en una entrevista en El Salto: “Hacer periodismo feminista no es hacer periodismo para el feminismo, ni para contentar al feminismo”. Pero lo cierto es que ser una periodista crítica también con “las tuyas” es complicado cuando con esas “tuyas” compartes asambleas y fiestas, cuando son tus amigas en las redes sociales, cuando son tus suscriptoras, tus anunciantes y y te pagan por hablar en sus cursos de verano. No me canso de citar a Patricia Simón en un artículo en La Marea en el que alerta del riesgo de depender económicamente de las y los lectores: “El peaje en forma de campañas de descrédito, unfollows e, incluso, destierro de determinados espacios o eventos, puede también desembocar en la tentación de abstenerse de informar sobre temas incómodos o enrevesados. (…) Se ha pasado de la autocensura por la publicidad a la autocensura por las audiencias”. En Pikara hemos vivido todo eso y hemos logrando mantenernos firmes en nuestros criterios periodísticos, pero el miedo a represalias y la tentación de autocensura sobrevuela en las reuniones editoriales.

También es difícil entrevistar a “las tuyas”. En mi primer año trabajando en un diario, mi jefe me acompañó a entrevistar al rector de la universidad, y no le dio tregua. “¿Has visto qué nivel de esgrima dialéctico?”, me dijo después muy ufano. En el periodismo hegemónico está especialmente prestigiado poner contra las cuerdas o sacar los colores al entrevistado. En cambio, en el periodismo feminista, hablamos de poner los cuidados en el centro, queremos que la entrevistada se sienta a gusto y pueda explicarse. Cuestionamos entonces la lección de primero de periodismo de que nunca hay que pasar una entrevista a la persona entrevistada antes de su publicación. ¿Acaso no es dueña de su historia, acaso no tiene derecho a matizar algo que ha dicho a botepronto? Claro, esto tiene sentido cuando tu entrevistada no es una ministra que defiende la gestión del gobierno, sino una sobreviviente de violencia sexual, por poner un ejemplo muy claro. Pero hay situaciones especialmente amargas, como cuando esa teórica a la que tanto admiras te pide leer la entrevista antes de su publicación, haces de tripas corazón y accedes, y te la devuelve llena de correcciones, osando incluso sugerir un titular alternativo. A veces no se da esa injerencia, sino que tú misma te descubres omitiendo la respuesta a la única pregunta crítica que le hiciste, de la que no salió airosa. “¿Qué necesidad de dejarla mal o de meterle en problemas?”, te dices. Sé que esto pasa en todos los medios cuando entrevistan a alguien de su cuerda, pero no deja de hacernos ruido a quienes hablamos de periodismo incómodo o de periodismo honesto.

Andrea ironiza con que hacer periodismo feminista es imposible, y yo creo que esa imposibilidad se da en los dos sentidos. Por ejemplo, ¿es posible hacer crítica cultural feminista? No tenemos problemas para criticar la última película de Pedro Almodóvar o de Isabel Coixet, ¿pero qué pasa cuando una escritora feminista cercana nos manda su libro diciendo que le haría muchísima ilusión salir en Pikara? Pongamos que a la colaboradora a la que se lo pasamos no le gusta. ¿Se atreverá la crítica a hacer una reseña negativa? Una de nuestras colaboradoras dejó de reseñar libros en euskera por este motivo, porque sentía que había perdido libertad desde que las escritoras le mandaban sus libros con cariñosa dedicatoria incluida.

En fin, nuevos retos para otros diez años para ir aprendiendo juntas, poquito a poco, cómo garantizar eso que aprendimos del Periódico Diagonal y que nos grabamos a fuego aunque a veces tiemble el pulso: que el periodismo situado no está ligado con la calidad y el rigor, y que para eso hay que defender con uñas y dientes nuestra independencia.

La Directa&Pikara Magazine
Este texto forma parte de una colaboración entre Pikara Magazine y La Directa. Puedes leerlo en catalán en en su web. El periodismo feminista comparte y no compite con otros medios.

Sigamos pensando juntas en periodismo feminista:

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