Atrapar el tiempo es casi una tarea imposible. Es lo que intenta el documental Transoceánicas, de Meritxell Colell y Lucía Vassallo, que se emite en el 58 Festival Internacional de Cine de Gijón/Xixón. Las cineastas Colell y Vasallo usan las cámaras para testimoniar una correspondencia filmada para mantener su relación profesional y personal que se remonta a años atrás. Diferentes formatos -vídeos, cartas escritas, mails- epistolares como hilo conductor de sus vidas, como referente intermitente, como raíz primigenia para mantener la fuerza y la cordura para cuando puedan llegar los miedos y las dudas. Para superar y afrontar las crisis vitales. La amistad se funde con el arte.

De Barcelona a Buenos Aires, en un ejercicio de belleza insólito, desde la absoluta cotidianidad, ambas diseccionan sus sentimientos ante diferentes cambios vitales como mudanzas o cambios de parejas. Hablan de la dificultad de sentirse bien, del dolor y lo inesperado de la muerte. También de la maternidad, la necesidad de tener un bebé, de la vejez, del paso del tiempo, de la nostalgia. Se habla del peso del pasado, de cerrar y abrir ciclos.

Todo desde una necesidad de filmar la vida para encontrarle sentido a la vida, para entender la permanencia y pertenencia. Desde cierta autocomplacencia Transoceánicas que conecta con la herencia visual y homenajea al cineasta Jonas Mekas habla de esa búsqueda continua de encontrar el sentido de la existencia, de qué hacemos en este mundo. Investiga hasta el extremo las posibilidades de la no ficción para crear un relato que conmueve, que hipnotiza y que tiene la firme convicción de atrapar el tiempo.

Transoceánicas sorprende por su cadencia, por su audacia, por la lentitud temporal que atrapa, porque escuecen las dudas y las angustias, y porque apuesta por ensalzar las pequeñas cosas de la vida. Sin duda una propuesta a tener en cuenta.

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