¿Didáctica o dictadura?
La didáctica de la sonrisa es una estrategia que busca que la gente no se ponga a la defensiva, puesto que la existencia de aquello que denunciamos, todavía hoy, se niega de forma pertinaz, salvo en los casos de paliza o de muerte.
La “didáctica de la sonrisa” es aquella que nace como forma de conseguir que temas incómodos, como el racismo, el machismo o la transfobia, por poner algunos ejemplos, puedan llegar más amablemente a la audiencia que los recibe. Se trata de una estrategia que busca que la gente no se ponga a la defensiva, puesto que la existencia de aquello que denunciamos, todavía hoy, se niega de forma pertinaz, salvo en los casos de paliza o de muerte.
Con esta manera de proceder no solo explicas lo que sucede, sino que lo haces con cierta guasa, para que quienes están al otro lado de tus palabras se queden con un buen sabor de boca, y eso aunque lo que hayas narrado no tenga nada de gracia.
La didáctica de la sonrisa te obliga a tener conocimientos probados de aquello que estás narrando, pero, además, te exige contar con dotes humorísticas. Tú hablando de lo que te afecta y les asistentes, en El club de la comedia.
Esto se ha hecho siempre: los seres humanos aprendemos a reírnos de las penas y, de paso, a hacer que otres se rían. Es útil para que la gente esté dispuesta a prestarnos atención sin cabrearse por adelantado, ahora bien, ¿cuántas personas pasan de ahí, del buen rato con fondo amargo que se da en ese lugar y en ese momento? No tengo respuesta. Así mismo, me planteo hasta qué punto es justo que tengamos que hacer esfuerzos teatrales con el fin de que lo que digamos tenga cabida entre el personal que tenemos delante. Cada cual usa sus estrategias, esta tiene de bueno que es más difícil que nos llamen victimistas, no obstante, en ocasiones, siento que, lejos de ser una opción, acaba por convertirse en un imperativo y… ¿saben qué? que tenemos derecho a no ser gracioses, a contar desde donde queramos, incluyendo la rabia o el llanto, a decidir si queremos usar el humor cual calzador o no.
Hacer de tripas corazón requiere tanto creatividad como fortaleza, ingredientes necesarios si lo que pretendemos es poder recolocar los pesares y reírnos de lo que un día nos provocó dolor. Por eso, no es justo que nos pidan que, por narices, tengamos que armar un festival del humor. Ni todo el mundo quiere ni puede ni sabe ni debe. Aparte de eso, considero fundamental pensar acerca de lo que generamos ya que… ¿cómo sale el público de una conferencia cuando se ríe y cómo cuando el mensaje que le han transmitido era triste o grave? En el caso de esta didáctica, quizá, genera que se atraviesen varias fases y que la carcajada inicial dé paso, tras rumiar lo recibido, a reflexiones profundas. Sin embargo, carecemos de medidores para evaluarlo. Lo que sí podemos valorar es el modo en el que nos deja a nosotres compartir y adaptar nuestros relatos.
Es importante recordar que nuestras sonrisas pueden ser una forma de disimular las cicatrices queloide, muy comunes en las personas negras, por cierto, que nos marcan. Nuestras heridas cierran dejando huellas con relieve, como si no quisieran que olvidáramos lo que nos pasó. Y si no quieren, ¿por qué borrar su intención? Probablemente, por nosotres. Es posible que no solo sea un acto de generosidad hacia nuestres interlocutores sino, sobre todo, una actitud, bastante natural, de quitarle drama a la vida, de permitirte desconectar, disfrutar y morirte de la risa a pesar de o gracias a ella. Ahora bien, que la didáctica no devenga en dictadura, en exhortación ajena de júbilo perenne para divertir y quitarle peso a cosas que pesan quintales. Soy una sola persona pero tengo varias caras, hay días que me resultan tristes y otros en los que me embarga la alegría y, créanme, mi discurso seguirá siendo genuino aunque se contagie, o, mejor, porque se contagia de mis emociones.
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