La problemática en torno al planteamiento asertivo
La clase socioeconómica influye de manera directa a la hora de tener la oportunidad de utilizar la herramienta mágica de la asertividad. ¿Dónde quedan la comprensión y el apoyo, necesarios para muchas personas, en esta estrategia comunicativa?
El concepto de asertividad no queda recogido en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), pero se suele definir como una estrategia comunicativa en la que una persona se expresa sin violentar a la otra y al mismo tiempo, sin someterse tampoco a ella. En teoría, se ubica en el medio de dos conductas que resultan opuestas y que son la pasividad y la agresividad. Después de leer una definición como esta, puede parecer complicado imaginar que alguien critique esta forma de comunicación. Sin embargo, somos cada vez más conscientes de que no es lo mismo la teoría que la práctica, la fachada que la realidad. Sobre todo, cuando vivimos en un sistema cuerdista y violento, que viene siendo lo mismo; un sistema que nos vende teorías.
Aunque, con honestidad, ni siquiera el planteamiento inicial del modelo asertivo nos suena tan bien. ¿Dónde quedan la comprensión y el apoyo, necesarios para muchas personas, en esta estrategia comunicativa? Por otro lado, en nuestra sociedad se tiende a transmitir el enfado como una amenaza, cuando en realidad es una emoción que merece su espacio. A la hora de percibirlo, muchas personas entendemos que nos están rechazando, incluso, que está en riesgo nuestra red afectiva. Y de hecho, en el momento de expresarlo, somos también muchas quienes, en nuestro proceso, hemos aprendido a hacerlo desde la agresividad y la pasivoagresividad.
Asertividad y opresiones
Pensamos que la clase socioeconómica influye de manera directa a la hora de tener la oportunidad de utilizar la herramienta mágica de la asertividad. ¿Qué consecuencias trae expresar lo que necesitas cuando se trata de una conversación con la persona que te contrata? ¿Y qué hay de esa persona que tiene en sus manos la propiedad de tu techo? ¿Y quién califica tu examen y condiciona tu futuro? Puede parecer que, actualmente, gracias a determinados avances sociales, ya no existen jerarquías tan marcadas y por tanto, somos libres de expresarnos hablemos con quien hablemos. Sin embargo, cuando tu sueldo, tu casa, o tus notas, y por tanto o tus becas dependen de la persona o institución a la que te diriges, la libertad puede ser muy relativa.
Tu libertad de comunicar una queja o solicitar una adaptación en tu horario laboral puede implicar su libertad de despedirte u ofrecerte unas condiciones laborales menos flexibles todavía. Un ejemplo de ello serían todos esos casos en los que la conciliación familiar se refleja sobre el papel, pero no se da, a efectos prácticos. Son muchísimas las personas, sobre todo mujeres y comunidades vulnerables, que expresan sus necesidades legítimas con firmeza y respeto, y al mismo tiempo, trabajan en un entorno en el que sus derechos no se tienen en cuenta.
Somos mujeres locas. Hemos visto esfumarse nuestros puestos de trabajo remunerado cuando el malestar emocional, así como los efectos de la medicación psiquiátrica, empeoraban. No se trata únicamente de la dificultad para mantener un empleo una vez entramos en crisis. Además, se añaden el aletargamiento, la debilidad y la falta de coordinación físicas, la hipersomnia, la incapacidad para realizar operaciones matemáticas simples, y ese largo etcétera de desagradables consecuencias, derivadas del consumo de medicación psiquiátrica.
En lo que respecta a las personas propietarias de nuestros hogares, nuevamente ser asertivas no es tan fácil como debería ser. En una situación de emergencia, como lo es la crisis sociosanitaria de la Covid-19; podían leerse a través de Internet testimonios de personas inquilinas a las que les ofrecían reducirles el precio del alquiler.
Sin embargo, ¿cuál ha sido la otra cara de la moneda? A nosotras mismas, la posibilidad de negociar con nuestro anterior casero nos parecía un chiste. Las diferencias entre clases sociales estaban más que marcadas, así como las jerarquías, y él mismo nos lo evidenciaba a cada paso y con letra pequeña. Como muchas otras personas en nuestra situación, no podíamos arriesgarnos a ser asertivas con quien podía dejarnos en la calle, endeudadas, e incluso con un procedimiento judicial abierto.
Tampoco podemos olvidarnos del profesorado, si hablamos de asertividad y posiciones de poder. Afortunadamente, no todas las personas que se dedican a la enseñanza utilizan su poder de manera negativa. Así, también hay docentes que aprovechan su trabajo para guiar al alumnado, estableciendo vínculos que van más allá del currículum académico, fortaleciendo el acompañamiento emocional. No obstante, del mismo modo que en los casos anteriores, existe un tipo de violencia estructural que subyace y forma parte del modelo de enseñanza hegemónico.
Muy a menudo, cuando el alumnado intenta expresar desacuerdos en el aula, el profesorado entiende esto como un reto a su autoridad, en vez de como una oportunidad para el diálogo. Comunicarse de forma asertiva con algunas personas docentes puede empeorar la situación. Es tristemente común entre personas adultas establecer una jerarquía, en base a la edad, según la cual incluso la asertividad de las criaturas parece un ataque.
Existen otros ejes de opresión, como género, racialización y migración, discas, realidades LGTBI+; que son transversales a la problemática del planteamiento asertivo. Es decir, estos factores también pueden hacer que sea más o menos complicado expresarse de forma asertiva. Resaltamos de nuevo que, por muy asertiva que sea una persona, los parámetros violentos que rigen nuestra sociedad suelen quedar por encima del mensaje que se quiere transmitir. Recordamos que nos sucedió algo así. Fue en un grupo de WhatsApp de corte feminista y artístico del que ambas formábamos parte. Dos de las participantes defendían argumentos tránsfobos y, al señalárselo de forma respetuosa, reaccionaron indignadas; como si les hubiéramos faltado al respeto. Es evidente que las que estaban faltando al respeto eran ellas, a toda una comunidad. De hecho, eran conscientes de que se estaban dirigiendo directamente a Pau, cuya identidad no es normativa.
Los errores en la comunicación son un problema estructural, y por mucho que podamos mejorar nuestras propias maneras de comunicarnos, no lo solucionaremos a base de dispensar fotocopias, ni de aleccionar a personas inmersas en situaciones violentas, haciendo que no se defiendan. Hablamos, incluso, de aconsejar a supervivientes de maltrato que se expresen de forma asertiva con sus maltratadores. Estas formas de actuar, que tan a menudo se presentan en terapia, paralizan y culpabilizan, impidiendo el desarrollo personal.
Asertividad y psicoterapias
En el planteamiento de la asertividad en la mayoría de psicoterapias, individuales o grupales, hay una contradicción. Se supone que las personas “profesionales” de la salud mental parten del método científico, siempre tan elevado y riguroso. Sin embargo, al enseñarnos a ser asertivas caen constantemente en técnicas simplistas, superficiales, a las que se les supone un efecto casi mágico.
Por ejemplo, las dos hemos sido profesoras de refuerzo escolar, y a veces se han dado situaciones en las que necesitábamos ser asertivas, bajo la mirada de la psicología hegemónica. Nos podían proporcionar técnicas, como el hablar desde el yo (en vez de desde el tú); el bocadillo o el sándwich, que consiste en expresar algo positivo antes y después de la crítica negativa; el disco rayado, es decir, repetir lo mismo una y otra vez para no entrar en debate, etc. Pero lo que acababa siendo de mayor utilidad eran las estrategias creativas, más personalizadas, adaptadas a las circunstancias; basadas en quien teníamos delante, en su biografía y en el propio afecto.
Al mismo tiempo, muchas personas supuestamente especializadas en el campo de la psicología se limitan a proyectar diapositivas sobre la asertividad. Esto no es suficiente; nos haría falta apoyo a la hora de profundizar en el bagaje traumático que hay detrás de nuestros estilos de comunicación. Este bagaje es un aprendizaje cronificado, es decir, vamos interiorizando lo que se nos transmite desde la infancia. A su vez, si no somos conscientes de este patrón, es probable que lo reproduzcamos después con las personas de nuestro entorno.
A Sol, el maltrato escolar que vivió en Primaria le dejó secuelas como, por ejemplo, un estado de vigilancia constante. A día de hoy, va desdibujándose con esfuerzo. Sin embargo, durante años la ha predispuesto a ponerse a la defensiva ante casi cualquier atisbo de discusión. La dificultad para verbalizar incomodidad o desacuerdo, por otro lado, acababa desembocando en expresarse a través de indirectas dañinas.
Si el sistema nos falla, ¿cuáles son nuestras alternativas?
Entonces, ¿qué sucede si las personas “profesionales” que nos atienden nos fallan a la hora de reconocer estos aprendizajes perjudiciales, esta socialización traumática? Cuando las opciones que nos ofrece el sistema de salud se agotan, o sencillamente no nos son útiles, podemos crear nuestras propias alternativas.
Existen muchísimas formas de comunicarnos. La creatividad es, sin lugar a dudas, una de ellas. Desde expresiones artísticas como elaborar mandalas hasta cocinar juntas, pasando por la fotografía o por esos momentos en los que canalizamos nuestro dolor pintando sobre el mismo lienzo, creemos que existen tantas herramientas como personas.
Nosotras dos somos conscientes de que, en nuestro día a día, escribir poesía juntas juega un papel importantísimo. Muchas veces, nos ayuda a sentirnos mejor, aliviando nuestro sufrimiento, de forma que las crisis no suelen escalar. La poesía, en sí misma, es una forma de comunicarnos. Nos parece, además, mucho más afectiva que cualquier role playing que se pueda repetir una y otra vez en terapia.
A su vez, las imágenes que generamos al escribir nuestros poemas nos son especialmente útiles a la hora de romper las barreras del lenguaje racional. Está claro que la forma más accesible de comunicarse habitualmente no es en verso. Sin embargo, hay veces que un pensamiento más intuitivo y creativo, más conectado con las emociones a flor de piel y con nuestro inconsciente; a nosotras mismas nos ayuda a expresarnos y a entendernos de forma más fluida.
Si hablamos de imágenes, a Pau la fotografía le es útil, precisamente, porque las descripciones no son imprescindibles. Adjuntar palabras a lo visual no tiene por qué ser un requisito; esta vía de expresión puede darnos más libertad que la escritura. El arte y la creatividad, en general, dan pie a una gran diversidad de interpretaciones. Para nosotras, asumir esto, aceptar que quien recibe nuestras obras no va a entenderlas totalmente como las hemos planteado; supone quitarnos un peso de encima. Forma parte de la complejidad del lenguaje, de esos giros que se dan cuando el mensaje se va filtrando. En primer lugar, al pasar de un sentimiento menos consciente a un pensamiento firme; después, al comunicarlo; y por último, cuando lo recibe la persona con la que interactuamos.
Y pocas veces nos hace tanta falta expresarnos y entendernos mutuamente como en los momentos de crisis de salud emocional, de mucho malestar. Hemos inventado, y seguimos inventando, todo un mundo de comunicación alternativa. Gestos en silencio, frases que sólo nosotras comprendemos, siluetas de corazón dibujadas con el dedo en la mano de la otra, hacernos reír en los peores momentos. Son inagotables porque el dolor, desafortunadamente, a menudo también lo es.
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