Radicales de bata blanca

Radicales de bata blanca

Extracto de 'La batalla por las ideas tras la pandemia. Crítica del liberalismo verde', libro de Asier Arias con prólogo de Jorge Riechmann

Texto: Asier Arias
13/01/2021

Portada ‘La batalla por las ideas tras la pandemia’

¿Cómo están reaccionando los Gobiernos del Norte global al drástico incremento en magnitud y frecuencia de desastres climáticos del que sus sectores privados son responsables y que afecta, de momento, esencialmente al Sur global? El bombo y platillo de las elegantes reuniones internacionales es cada día menos capaz de ocultar la virtual inexistencia de políticas climáticas: siempre hay dinero público con el que regar generosamente a las mayores corporaciones del planeta, pero nunca un hueco en la agenda para negociar con ellas los términos de su derecho al expolio y la devastación.

Hoy, hasta los principales publicistas del liberalismo verde admiten que las políticas adoptadas hasta la fecha no pueden tener sino «resultados catastróficos»; no obstante, su trabajo les obliga a obviar estas nimiedades para centrarse en el verdadero drama del cambio climático: el desconcierto de los inversores ante el alarmismo de los sucesivos informes del IPCC (cf. Hausfather & Peters, 2019). Por su parte, los radicales alarmistas del IPCC arguyen que una política climática efectiva debería redundar en «cambios rápidos, amplios y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad» (IPCC, 2018).

No bastará pues con seguir remando con la corriente de los eslóganes del «desarrollo sostenible», la «responsabilidad social corporativa» y el «crecimiento verde»: como señala Julia K. Steinberger, que participa en la redacción en curso del Sexto Informe del IPCC, estos anzuelos retóricos han sido repetidamente desacreditados a causa de su desconexión con los hechos y su carencia de cualquier clase de «base real» (Steinberger, 2020).

Mientras los radicales alarmistas de las batas blancas predican en el desierto, los trajes caros y las notas de prensa circulan por animadas reuniones cuya única utilidad ha sido hasta ahora la de congregar al otro lado de las puertas a diversos grupos activistas. El último ejemplo lo ofreció la Cumbre del Clima de Madrid, en la que «no se llegó a ningún acuerdo relevante […]. Además, como pudo verse en la cumbre, las grandes corporaciones dirigen la agenda política de los Gobiernos, que siguen sin ponerse de acuerdo con los fondos de compensación a aportar a los países más pobres y más vulnerables al calentamiento global» (Jiménez, 2020). [1]

Cuesta encontrar palabras para describir treinta años de políticas climáticas vacías, pero este último brindis al sol ofrece una panorámica bastante ajustada de esas décadas perdidas, a lo largo de las cuales cuanto ha sucedido con nuestras emisiones anuales de CO2 es que han aumentado un 70% (cf. Anderson, 2019).

Por algún motivo, los científicos y otros especialistas académicos comienzan a quedarse del otro lado de las puertas de esas elegantes reuniones (cf., v. g., Warren, 2019; Pettorelli et al., 2019). Tal y como explicaba un editorial de Nature poco antes de que se anunciara la celebración en Madrid de esta última Cumbre del Clima, «Kevin Anderson, del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Mánchester, cree que es tarde ya para una ‘progresiva descarbonización de la economía de libre mercado’. Por su parte, Farhana Yamin, abogada ambientalista, da un paso más: después de tres décadas trabajando en el mundo académico, asesorando a Gobiernos y a las Naciones Unidas, y formando asimismo parte del IPCC, se ha unido a Extinction Rebellion, un movimiento que organiza la desobediencia civil no violenta; desde su punto de vista, la acción directa es ahora la única solución». Esta radicalización de científicos y académicos, sugiere el editorial, podría tener algo que ver con la «desesperación» producida por años de contemplar desde la «primera línea» el «deterioro del mundo natural y la sostenida inacción de los gobiernos» (Nature, 2019: 309). En palabras del propio Anderson, «el continuo fracaso de las políticas de reducción de emisiones ha hecho que el desafío no sea ya el de fomentar cambios moderados en el sistema económico, sino más bien una reforma revolucionaria del mismo: ésta no es, por cierto, una posición ideológica», sino más bien un hecho científico bien establecido (Anderson, 2019: 348).

[1] Después de años de inspirados compromisos, los países ricos siguen sin aportar ni la mitad de lo prometido, que por añadidura tan siquiera constituye una fracción apreciable de ninguna de las estimaciones de la factura de las reparaciones y la mitigación. Por otra parte, y a pesar de la retórica en la dirección opuesta, los subsidios de los Gobiernos ricos a los combustibles fósiles siguen excediendo en órdenes de magnitud al volumen que movilizan hacia los países «en desarrollo» (cf. Yeo, 2019). Adicionalmente, las actuales políticas de «desarrollo» y adaptación climática a menudo cuanto hacen con la miseria de los más pobres es incrementarla (cf., v. g., Pelling & Garschagen, 2019).


Referencias

  • Anderson, K. (2019) «Wrong tool for the job», Nature, 573(7774), p. 348.
  • Hausfather, Z. & Peters, G. P. (2019) «Emissions –the ‘business as usual’ story is misleading», Nature, 577(7792), pp. 618-620.
  • IPCC (2018) «Summary for Policymakers of IPCC Special Report on Global Warming of 1.5°C approved by governments», IPCC, 8 de octubre.
  • Jiménez, P. (2020) «Interrogantes ante las cumbres del clima y de la biodiversidad», Público, 6 de abril.
  • Nature (2019) «Act now and avert a climate crisis», Nature, 573(7774), p. 309.
  • Pelling, M. & Garschagen, M. (2019) «Put equity first in climate adaptation», Nature, 569(7756), pp. 327-329.
  • Pettorelli, N., et al. (2019) “Applied ecologists in a landscape of fear”, Journal of Applied Ecology, 56(5), pp. 1034-1039.
  • Steinberger, J. K. (2020) «Los engranajes de la máquina del clima», La Marea, 1 de septiembre.
  • Yeo, S. (2019) «Climate finance: The money trail», Nature, 573(7774), pp. 328-331.
  • Warren, M. (2019) «Thousands of scientists back kids’ climate strike», Nature, 567(7748), pp. 291-292.

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