‘Adult material’, una representación tan fantasiosa como la del porno

‘Adult material’, una representación tan fantasiosa como la del porno

La premiada autora de la 'Adult Material', Lucy Kirkwood, no quiere convertir a los personajes en altavoces de lo que ella quiere decir. Y por eso duele ver a los personajes tomando a veces decisiones equivocadas, contradictorias o inexplicables, como nos pasa a todo el mundo en la vida.

Un fragmento de la serie 'Adult material'

Un fragmento de la serie ‘Adult material’.

Admito que tengo una visión muy distorsionada del porno. Y es previsible que esta serie te gustará más o menos dependiendo de la visión que tengas de ese mundo. En mi caso, tengo amigas y conocidas que han entrado y salido del porno, que me han contado lo que conocen desde dentro y que escriben a menudo sobre lo que pasa en él. Amigas y conocidas que contaban ya hace años quiénes eran el problema, dando claves importantísimas, a riesgo de buscarse muchos problemas. A partir de las pistas que ellas iban dando, fui escribiendo hace tiempo sobre quiénes están detrás del porno “gratuito”. En 2011 escribí sobre el cambio que se estaba dando en el porno online. En 2014 sobre sus cambios de imagen. En 2016 reuní aquí aquí y aquí la información sobre esas empresas que están detrás de la inmensa mayoría del porno en el mundo. Hace unos meses, en diciembre de 2020, apareció en New York Times el artículo sobre vídeos de menores desaparecidas que estaban publicados en esas webs. En 2020 Financial Times destapa el nombre del propietario actual de Mindgeek, la empresa más importante actualmente. Y en medio de la pandemia Visa y Mastercard deciden dejar de prestarles servicio, lo que les lleva a borrar más de la mitad de los vídeos que ofrecían.

Pongo el foco en ese entramado de empresas porque es muy común poner el foco en la parte más vulnerable de la cadena: las actrices porno. Sé que es mucho más aburrido hablar de ingeniería financiera, capitalismo de plataforma y paraísos fiscales que de víctimas de trata o menores de edad. Preferimos hablar de lo más reconocible, cercano o morboso cuando la visión económica de miles de millones de euros nos resulta inabarcable. No digo que no haya que recordar el nombre y la historia de cada una, sino que conviene mantener el foco en todos los niveles y no solo en el más fácil de ver, porque perdemos de vista a quienes más poder tienen.

Haciendo una analogía, es lo que sucede con grandes fondos financieros, con un poder inmenso (el primer nivel), decidiendo en la pandemia que el mercado inmobiliario será el refugio de las grandes fortunas. Eso hace que aparezcan muchos “buscavidas”, picaresca y abuso por parte de quienes tienen pisos en alquiler, de quienes tienen inmobiliarias, quienes realquilan (segundo nivel)… y hace que terminemos poniendo el foco en el tercer nivel: en si puedes pagar el alquiler o no, en si tu casero sube el alquiler o no, en si te pagan un salario suficiente o no, si alquilan pisos de 10 metros cuadrados. Esas pequeñas anécdotas (y no el análisis económico con más perspectiva) es lo que solemos compartir en redes sociales o en casa a la hora de comer. Y nos hace conformarnos con pequeñas soluciones, en lugar de centrarnos en una mayor regulación para evitar todos esos abusos en los tres niveles.

Pues lo mismo hacemos a menudo con el porno: nos quedamos en las vidas de ellas y en lo que ellas deben hacer o no hacer. Las actrices que conozco se han metido ahí porque no tenían una opción mejor en ese momento y sin saber, hasta que lo intentaron, que es muy fácil entrar pero muy difícil salir: nunca desaparecerá de internet todo lo que has grabado, aunque prometan que sí. Después de un complicado proceso pueden retirar lo tuyo de su web, pero no de toda la red de webs asociadas donde han repartido los vídeos. Pero para saber más, lo mejor es preguntarles a ellas directamente. Lo han contado las que han podido, pero es normal no poder contar lo malo cuando estás dentro o cuando estás intentando pasar página de esa época en tu vida. Tomando un café con ellas o dándole (discretos) espacios en nuestros colectivos podemos escuchar las historias reales.

Nos atascamos en poner el foco en ellas, mientras que intentamos resolver en dos líneas lo que pensamos de los otros dos niveles por encima de ellas: los pequeños negocios que hay alrededor y los grandes capitales. Solemos pensar que el “segundo nivel” de negocios alrededor del porno son todos iguales (donde hay un pequeño tanto por ciento salvable, como Pink & White productions y una industria inmensa de porno gay). Y, en cambio, nos asalta la pereza cuando intentamos abarcar las enredadas tramas dentro de la legalidad (o falta de regulación) de las grandes plataformas detrás del porno.

Y ahora hablemos de la serie Adult Material.

Es fácil poner el foco en la protagonista. Los prejuicios nos hacen fácil juzgar a una mujer con unos grandes pechos operados y con unas inmensas pestañas postizas. Nos hacen fácil juzgar a los “buscavidas”, a toda la red de personas que se benefician en segundo nivel pero… es complicado ver la absoluta falta de ética tras la representante de Hazewire y sus pulcras oficinas, como detrás de fondos de inversión y grandes capitales: “Es el mercado, amigo”. En Davos o en las reuniones del G8 todas esas argumentaciones tan complicadas y aburridas desaparecen bajo trajes y corbatas.

Este es el diálogo, sin spoiler, de la entrevista entre Carroll, productor de porno, y la representante de la empresa Hazewire:

Somos una empresa de primera, decente, que solo negocia con gente decente. No nos queda otra. Recogemos más información que Netflix. Sin la confianza de los clientes, el negocio se desmorona.

No digas gilipolleces

¿Perdona?

No os dan esos datos porque confían en vosotros. Os dan esos datos porque da igual lo que digan, les importa más correrse que su privacidad. ¡Ni os preguntan qué hacéis con ellos!

Porque los usamos para darles lo que les gusta. Mejorar el algoritmo. Crear contenido que le guste a la mayoría. [En realidad] somos científicos.

¿No erais una empresa audiovisual?

Somos lo que quieran que seamos.

La premiada autora de la serie, Lucy Kirkwood, según dice en sus entrevistas, no quiere convertir a los personajes en altavoces de lo que ella quiere decir, sino que prefiere mostrar cómo sus personajes van haciendo lo que pueden en la situación en la que se encuentran. Y por eso duele ver a los personajes tomando a veces decisiones equivocadas, contradictorias o inexplicables, como nos pasa a todo el mundo en la vida.

Y así podemos ver en la serie a la actriz con experiencia en el mundo del porno, la recién llegada que no encuentra una opción mejor en su vida, la protagonista luchando por proteger a una recién llegada, abogadas luchando porque se haga justicia con ella, profesionales del resto de sectores dentro del porno…

Y en esos dos niveles más bajos se ve que las cosas no son blanco o negro: hay amistades mantenidas durante décadas, lealtades y deslealtades, abusos y favores que se deben, amistades de conveniencia y otras para toda la vida, gente manipuladora y gente ingenua, hay quien no quiere ver más allá de ganar dinero y hay a quién le da igual lo que le pase al resto con tal de que le paguen. Hay decisiones admirables y decisiones equivocadas. Una convivencia entre dos sectores que tienen que sobrevivir con el inmenso y permanente estigma de su trabajo, y en muchas ocasiones, no sabiendo hacer otra cosa o siendo imposible eliminar ese pasado de su vida. Como era previsible, en esos dos niveles más bajos, poco regulados, en medio del caos o la falta de estructura, quién está en una posición más ventajosa de partida es quién sale ganando.

Es una serie que recomendaría ver sin olvidar esos tres niveles. Porque puede pasar desapercibido el inmenso poder de la breve aparición de Hazewire en la serie. Puede pasar desapercibido que quienes tienen más poder, no tienen ningún estigma.  Puede pasar que solo nos fijemos en los errores que comete la protagonista, quedarnos en justificar lo que hace por una supuesta libertad de elección o victimizarla por completo.

En medio de los estereotipos es fácil que nos olvidemos que las grandes plataformas como Hazewire en la serie o, en el mundo real, la plataforma de ropa del millonario español, la de música online, la de los libros en tu casa al día siguiente, la de los taxis que no son taxis, las de los riders, las redes sociales… obtienen su poder y beneficios poniendo en contacto la precariedad en los dos lados: quien da el servicio y la de quien lo necesita muy barato. Ponen en contacto, de un lado, la precariedad de quienes con salarios de miseria y pésimas condiciones de trabajo solo nos podemos permitir camisetas de 4 euros, música muy barata en streaming, transporte barato, envios a domicilio baratos o una web gratis y, del otro lado, con la precariedad de quienes tienen que fabricar camisetas a un euro, conformarse con 80 euros por 8 millones de reproducciones de su canción o los millones de personas que tienen que buscar el trabajo que sea para escapar de la precariedad trabajando para esas plataformas y completar sus sueldos precarios en otras profesiones igual de precarias.

Hasta ahí puedo contar sin spoilers.


#SPOILER,

SI YA LA HAS VISTO O

SI TE DA IGUAL SABER EL FINAL

Si hay algo decepcionante en la serie es el final. A menudo se critica el efecto que tiene el porno en quienes lo consumen por las representaciones poco realistas de relaciones sexuales. Frente a eso, el final de la serie contrapone lo (supuestamente) opuesto al porno, lo supuestamente natural.  “Se le llama natural a lo que se le han borrado las huellas de cómo ha sido impuesto”, decía Marcos Sanz, sociólogo especialista en sexualidad.La protagonista decide dejar de afeitarse la vulva (pero podemos ver que sigue depilando el resto del cuerpo) y decide parece sentir el impulso irrefrenable de tener una relación sexual con su exmarido y padre de sus criaturas que, obviamente, sólo se centra en la penetración pene-vagina y, cómo no, todo funciona mágicamente. Y ella, a los pocos minutos, tiene un orgasmo o, por lo menos, es la primera vez que la vemos disfrutar realmente. Una representación tan fantasiosa como la del porno.


Ei, no te vayas todavía…

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