El viaje bisexual de Elisa
'Resistencia Bisexual' es un libro de máximos y un viaje movidito con sus terremotos y sus turbulencias que te provoca hacer parones obligatorios en la lectura para pensar, sentir, tomar aire y volver a tocar tanto el cuerpo en tránsito como el movimiento del camino.
La bisexualidad es la atracción sexual o emocional hacia más de un género, no necesariamente al mismo tiempo, ni necesariamente de la misma manera, ni necesariamente en el mismo grado.
Robyn Ochs.
Quisiera estar siempre contigo. Me gusta tu cuerpo, tu espíritu y tu ropa. Pero, ¿ves esa fila que avanza en la estación? Te dije… ya te dije… que yo… ¡Ay, que yo era uno de ellos!
Tema Manhattan del disco Omega. Enrique Morente y Lagartija Nick.
Hace muchos años, a mis veintitantos, compartía piso con un chico y una chica. Apenas empezábamos a conocernos, cuando trajeron al apartamento a una amiga y surgió una conversación en torno a las sexualidades. En un momento concreto de la charla, la amiga dijo:
-A mí me parece bien la gente a la que le gusta su mismo género. ¡Ahora!, lo que me parece mal es esa gente a la que le gusta todo.
Dejé que soltara su discurso completo. Después, la miré a los ojos y dije en aquel salón destartalao:
-Yo soy de esa gente- Me faltó decir “yo soy de eso”.
La chica se puso coloradísima, puede que yo también y, de pronto, el ambiente se tiñó de una insonora incomodidad colectiva. Digamos que ella esperaba afianzar su capital social rechazando la bisexualidad. O, más bien, esa cosa que no tenía nombre. Resultaba obvio que todo el mundo opinaría así, incluso quienes habitaban otras disidencias.
Es posible que Elisa Coll, la autora del recién lanzado libro Resistencia Bisexual. Mapas para una disidencia habitable, hubiera contestado a esa observación bifóbica de la amiga con este párrafo de la obra: “No sabemos concebir el deseo desde un lugar que no sea la línea, la dirección única, sea la que sea, esté desviada o recta, al menos es una línea, al menos la entiendo aunque la odie, pero la entiendo”.
Aquella circunstancia abrupta fue mi salida del armario en aquella casa. Una salida del armario sin letras. Como todas las salidas del armario que he tenido: en mi familia, en mi entorno, en un acto social… No dije “soy bisexual” porque ni siquiera sabía que eso se podía decir. Mi orientación sexual y gran parte de mi existencia eran un elemento prediscursivo y, cuando se hacía discurso, se movía entre el chiste y el rechazo, daba igual el espacio. La bifobia es algo con lo que casi todo el mundo parece estar de acuerdo.
Fue así hasta que conocí a Elisa Coll. En un acto en el que tuve la suerte de compartir cartel con ella y con la gran Isa Duque (La Psico Woman), que hace un maravilloso prólogo al libro, Coll habló de bisexualidad y, tras escucharla, sentí como si con cada palabra se dibujaran con un lápiz mis propios límites corporales. Como cuando Bunny Tsukino de Sailor Moon se empieza a transformar después de invocar a Pristina Luna, revistiendo de nuevo todo su contorno.
Hay mucho curro, mucho pensarse, mucho sentirse, mucho evaluar el propio devenir en esta obra, primer libro sobre bisexualidad en el Estado español escrito por una mujer. Fundacional en muchos sentidos.
Quien haya oído antes a Elisa Coll en cualquiera de sus intervenciones, no puede esperar de estas páginas una mera síntesis de sus conferencias, aunque esto sería sin duda más que suficiente. Resistencia Bisexual es un libro de máximos y un viaje movidito con sus terremotos y sus turbulencias que te provoca hacer parones obligatorios en la lectura para pensar, sentir, tomar aire y volver a tocar tanto el cuerpo en tránsito como el movimiento del camino. Poner nombre a aquellos pasajes de nuestra vida que no pensábamos que se pudieran nombrar.
La autora coge aguja e hilo y teje un relato que cuestiona las estructuras lineales y monosexistas en las que, incluso, se piensan muchas disidencias sexuales. Nos da un esquema y un espejo que nos hace ver con claridad el material del que está hecho la dirección de nuestros deseos y nos muestra la norma ahí donde no las esperábamos. Todo narrado desde una cercanía llena de motivos, tierna y honesta.
Este libro es una sorpresa impredecible. Tal y como la bisexualidad se entiende.
Estaciones subterráneas
Desde pequeña he tenido una sensación, respecto a algunos aspectos de mi vida, de indefinición.
Elisa Coll
Dice Elisa Coll que es muy común que las personas bisexuales no reconozcan su orientación hasta bien pasada la adolescencia a causa de la invisibilización y la bifobia interiorizada. Y apunta: “La bisexualidad no es una combinación de norma y disidencia, es disidencia. Y a un alto precio”. La autora hace un recorrido por todas las argumentaciones normativas que el paradigma bisexual hace tambalear. El monoseximo solo es una de ellas.
La obra insiste en cómo se ha usado históricamente el argumento de que donde hay invisibilización no hay violencia para negar la bifobia. Nos habla del supuesto privilegio y pase heterosexual que descarta que existan violencias propias en el devenir bisexual. Ni la invisibilización ni ser leída en algunos momentos como heterosexual son un privilegio, mantiene Coll.
Durante años los feminismos han tenido que demostrar que lo que pasaba dentro de las paredes de las casas era violencia. Resulta curioso que en entornos de pensamientos “alternativos” se vuelva a la idea de que solo es violencia lo que se ve. Únicamente cuando hablamos de personas bisexuales.
La realidad es bien distinta. Esta “anatomía de un unicornio” entendida y vivenciada como existencia limbo es la causante de que las mujeres bisexuales, por ejemplo, ocupen altas cifras en los listados de personas con problemas de salud mental. Leer a Coll te lleva incluso a entender mejor a personajes bisexuales ficticios que generaban rechazo colectivo. ¿Os acordáis de Jenny Schecter de The L Word? Esta obra me ha despertado las ganas de acunarla y entenderla desde otros prismas.
Elisa Coll recoge las conclusiones de numerosos estudios y los resultados son demoledores. Saber, por ejemplo, que hemos caído en dar por sentado que detrás de las violencias de género siempre había mujeres heterosexuales. La obra lo desmonta: “Las mujeres bisexuales sufren las tasas más altas de abuso sexual y violación”. Y lanza numerosos datos: “Los estudios existentes sobre la intersección entre bifobia y violencia de género coinciden en que las bisexuales ocupamos las tasas más altas de este tipo de violencia”.
Sin caer en la trampa de las Olimpiadas de la opresión, es significativo y urgente señalarlo precisamente porque, dice la autora, se niega la bifobia. Los estudios inciden además en que esta violencia no se puede enmarcar en la que recibiría una mujer cis hetero ya que las experiencias de mujeres bi que han sufrido violencia de género narran cómo los imaginarios sociales sobre la bisexualidad son claves en la violencia recibida. Volver al armario como mecanismo de defensa o soportar los ataques de una pareja que se siente amenazada por su sexualidad. Son solo algunos ejemplos de los muchos que recoge el libro.
Puentes y mapas
No siento que tenga derecho a nombrar mi sexualidad como disidente, sino más bien como un puente entre las sexualidades disidentes y la heterosexual.
Extracto del libro Resistencia Bisexual
“¿Cómo no va a ser una amenaza plantarse en mitad de la carretera y negarse a abandonarla, demostrar que la carretera no es la mitad de una acera y la mitad de otra, sino un camino en sí misma, un camino transitable, habitable?”, se pregunta Elisa Coll haciendo un símil con la bisexualidad.
En este sentido, abrir el melón de la bifobia como “sostén fronterizo”, tal y como Coll lo hace, no solo sirve para poner en palabras cuestiones que ayudan a armar ese puzle complejo que somos, sino que, además, la autora entiende el paradigma de las bisexualidades (en plural) va mucho más allá de la categoría sexual.
La bifobia existe porque la bisexualidad como recorrido y práctica es herramienta clave para la construcción de colectividades no lineales, no binaristas y no centrada en la exclusividad, el destino fijo y los caminos inamovibles. Valida las vidas que se andan, que no quieren parar y las que hacen de una parada momentánea una casa. Valida incluso esa expresión tan usada por nuestras abuelas que decía “una cosa no quita la otra”. Se pregunta a quiénes consideramos indecisas e inmaduras y por qué. Quiénes son leídas como sólidas y quiénes como balas pedidas. Y hace un reconocimiento a aquellos lugares, prácticas e identidades que nos dicen que hay que superar porque se leen como entrelugares.
La activista trans y bi Julia Serano dice: “¿Por qué solo se acusa a la bisexualidad de reforzar el binarismo de género? Por esa regla de tres, ¿no se construiría la propia homosexualidad sobre la premisa de dos géneros: el propio y el opuesto?”.
Coll hace todo un recorrido en el que la ternura, el compromiso, la brillantez, la emoción y las amigas le salen por los poros y para responder a esa pregunta nos regala una teoría de mapas que no voy a desvelar aquí y dice: “Ojalá la Eli de hace unos años no hubiera gastado tanto tiempo pensando en si yo iba a pasarlo mal por su culpa. Cerrándose puertas, dudando de sí misma y creyendo que yo tendría mejor criterio que ella. Siendo convencida por el sistema tan jodido en el que vivimos de que muchas de las cosas que más real le hacen sentir son pasajeras o fases”.
Y continúa: “La incertidumbre es lo que nos mantiene despiertas, a ver si nos metemos en la cabeza que está bien no saber, no tener una dirección fija, cargarnos la línea. Correr desbocadas por la carretera porque estamos hartas de que nos metan presión desde las dos aceras”.
La obra de Elisa Coll me ha recordado inevitablemente a ese poema de la poeta -por cierto, bisexual- Gloria Fuertes, que decía:
Me dijeron:
— O te subes al carro
o tendrás que empujarlo.
Ni me subí ni lo empujé.
Me senté en la cuneta
y alrededor de mí,
a su debido tiempo,
brotaron las amapolas.
Lee más sobre bisexualidad: