No somos diosas
El empoderamiento de las mujeres no se logrará a partir de la celebración de serlo, y aún menos de la exaltación de la feminidad, sino de las alianzas que construyamos y las estrategias que tracemos para reivindicar nuestros derechos.
*Elisabet Puigdollers y Júlia Granell
Un día vimos una campaña viral con un hashtag que decía que todas las mujeres éramos diosas porque éramos muy valientes y fuertes. La primera impresión nos hizo sentir muy empoderadas, pero entonces le fuimos dando vueltas y nos dimos cuenta de que los dioses son todopoderosos, omnipresentes, infinitos y mágicos. Y por suerte, las mujeres no somos ni todopoderosas, ni omnipresentes aunque lo parezca y se espere de nosotras, somos finitas y somos humanas.
Corre un pseudofeminismo que exalta la feminidad con mensajes que vienen a decir que las mujeres somos fantásticas. Son ejemplos de ello las felicitaciones el 8 de marzo o los lemas tipo «el futuro es de las mujeres». Con estos mensajes se pretende subirnos el ánimo, mostrar el valor que tenemos las mujeres en la sociedad y celebrarlo. Y no podemos dejar de pensar que, a pesar de que la intención puede parecer buena, no es una buena estrategia.
Por un lado porque, aunque parezca contradictorio, la deificación de las mujeres es la antesala de la violencia. Ya los primeros feminismos criticaron esta exaltación de la feminidad porque en realidad escondía muchas violencias, que en la actualidad serían la presión estética, las súper mujeres o el «la maté porque era mía».
Y por otro lado, no nos hacen ningún favor porque las mujeres no necesitamos solamente reconocimiento, y menos como si fuéramos un todo igual, sino que queremos que cuanto menos se garanticen nuestros derechos en este sistema, o desde nuestro punto de vista, repensar otro desde una óptica más feminista e interseccional. Así pues, tenemos por delante un reto gigante, más complejo y con más matices que la simple celebración de la feminidad al estilo anuncio de Ausonia.
Desde los feminismos ya hace años que se da vueltas a cómo conseguirlo y convendría seguir poniendo nuestras energías aquí. Esto conlleva revisar los poderes y privilegios en las estructuras que configuran nuestra sociedad y en pensar cómo trascender hacia un modelo que sea lo suficientemente atractivo y válido para la mayoría y en especial, para las minorías y colectivos minorizados. Conformarnos con esta celebración de ser mujeres a base de lemas de Mr. Wonderful nos aleja de tomar conciencia de los derechos que se nos vulneran, de cómo impactan de forma diferente según las diversas opresiones que nos interseccionan y obvian la imprescindible acción en común que debemos emprender para reivindicarlos.
Ahora bien, también es cierto que el positivismo que desprenden estos mensajes son más atractivos que el excesivo purismo y el pesimismo camuflado de falso realismo de muchos colectivos y movimientos sociales. Por eso tenemos que aprender a reivindicar desde la alegría de construir algo positivo y poner mucho más amor y humor en nuestras causas.
Para empezar, se nos ocurren tres buenas maneras de hacerlo. La primera sería pensar cómo nos explicamos. Si algo podemos aprender de la campaña con la que abríamos el artículo es que hay mensajes y formas de hablar que funcionan porque nos conectan, nos emocionan y nos mueven a actuar. No es más legítimo hablar de forma seria, extremadamente correcta y llena de datos que hablar desde las emociones, pulsiones e ilusiones que nos mueven a actuar por una misma causa, eso sí, ¡explicándola y justificándola a continuación! Aparte, probablemente nuestro mensaje será menos académico y elitista, y así llegaremos y encontraremos más puntos en común con una mayor diversidad de personas, que al fin y al cabo es lo que buscamos. En la línea de lo anterior, necesitamos alianzas entre colectivos diversos para no dejarnos a nadie atrás y así incorporar diferentes miradas, estableciendo un mínimo común que nos permita defender opciones válidas para una amplia mayoría y tener más fuerza para reivindicarlas. Aquí nos referimos a encontrar un punto medio entre repartir carnés de feminista o la barra libre del capitalismo rosa.
Y por último, permitámonos actuar mediante el arte, el humor y la cultura. Son canales con una capacidad transgresora inmensa y que son extremadamente potentes por sus resultados, pero también para nuestro propio disfrute y que desgraciadamente, demasiado a menudo hemos dejado de lado.
En definitiva, tenemos que poder distinguir entre la importancia y seriedad de lo que reivindicamos de la estrategia que seguimos para lograrlo, que puede ser mucho más flexible y amable para no quemarnos por el camino y evitar caer en sectarismos excluyentes. Si no lo hacemos así, nos parecerá que somos puras y tenemos el poder de la razón, como un dios todopoderoso, pero en términos de lucha política y en un contexto de extrema polarización, estaremos paseándonos con un lirio en la mano; eso sí, bien ceñudas y convencidas.