Decoloniza tu yoga

Decoloniza tu yoga

El yoga, una práctica espiritual milenaria, se ha convertido en puro objeto de marketing alejado de su significado original a través del mecanismo de la apropiación cultural. Es imprescindible que le devolvamos el verdadero significado a prácticas espirituales que se alejan profundamente de nuestra comprensión occidental.

Imagen: Emma Gascó
03/03/2021

Ilustradora: Emma Gascó

La popularización de la práctica del yoga en occidente ha creado un imaginario colectivo que inevitablemente nos conecta con esa capacidad que creemos tener, infundada por la cultura del capitalismo, de que todo, incluso la espiritualidad, es asequible. En esta línea, la apropiación cultural ha jugado un gran papel en este proceso, que ha convertido una práctica espiritual milenaria en puro objeto de marketing alejado de su significado original.

Carolina Benítez, profesora de lenguas afrocolombianas y redactora en Afroféminas, es quien me inspira para escribir este artículo, así como para empezar un proceso de deconstrucción en relación con mi propia práctica espiritual. En una charla con ella, me habla sobre los cinco pasos de la colonización propuestos por el artista indígena y académico Tannis Nielsen: Negación, Destrucción, Erradicación, Capitalización Superficial y Tokenismo.

En este sentido, tal y como ella misma me explica, la popularización del yoga en occidente pasa por estos cinco elementos. Históricamente la práctica del yoga fue negada, destruida e incluso perseguida por los colonos británicos en el sudeste asiático y en el sur de India en general, pocos años después esta disciplina se ha visto modificada y “blanqueada” con el objetivo de comercializar con ella en occidente.

Nisha Ahuja, experta en medicina espiritual y divulgadora sobre la apropiación cultural en occidente, afirma para una entrevista a la plataforma Decolonizing Yoga que, cuando una práctica espiritual es llevada al “fetichismo”, esta se convierte en una versión pobre y diluida de lo que representa realmente. Esta forma de convertir el yoga en algo “exótico”, no solamente lo ha privado de su significado original, sino que ha culminado en que unos pocos se beneficien de esta disciplina espiritual, mientras muchas personas racializadas hoy en día siguen siendo perseguidas por sus prácticas o expresiones espirituales y religiosas.

La apropiación cultural consiste precisamente en eso. Madonna o Gwen Stefani hacen uso del bindi (punto de color que muchas mujeres de la India llevan pintado entre las cejas) de forma estética, lo popularizan entre las mujeres blancas y lo convierten en una moda, mientras que, tal y como explica Nisha, si lo utiliza ella esto es visto como algo salvaje y primitivo.

Capitalizar la espiritualidad

Es importante preguntarse quién practica yoga actualmente en nuestra sociedad. O, más relevante aún, quién puede permitírselo. ¿Quién dispone del dinero y el tiempo para hacerlo? ¿Quién podía hacerlo cuando, en los años 60, esta práctica se convirtió en una tendencia después de que los británicos la transformasen en algo atractivo y palpable para los blancos? Evidentemente, las personas que podían y que pueden hacerlo aún hoy son quienes tienen poder adquisitivo y no son víctimas de la segregación racial. Del mismo modo, hoy en día, no son muchas las personas que se pueden permitir viajar a la India para practicar yoga, así como acudir a centros en sus propias ciudades que no se caracterizan por adaptarse a las necesidades económicas de todes.

El yoga se ha capitalizado para convertirse en una disciplina claramente dirigida a aquelles que se lo pueden permitir y generando beneficios de nuevo para unos pocos. Carolina Benítez afirma que “cuando en una sociedad, el 80 por ciento de la riqueza está concentrada en la gente blanca y se cobran elevados precios para ofrecer clases de yoga, está claro para quién se está haciendo”. La educadora Nisha Ahuja lo define esto como “enlightment for a price”, concepto que explica claramente quién se beneficia de esta apropiación cultural: marcas y empresas comercializan con la práctica sanadora del yoga para ofrecer líneas de ropa, toallas, esterillas e incluso talleres y sesiones que carecen de un trasfondo de apoyo real a esta disciplina.

Yoga, capacitismo y gordofobia

Cuando pensamos en yoga, o realizamos una búsqueda en Google, todas las imágenes que se aparecen ante nosotres tienen que ver con mujeres blancas y con cuerpos tremendamente heteronormativos, aparentemente cisgénero y en posturas imposibles y acrobáticas, las cuales nos infunden esta idea subliminal de que el yoga es una práctica meramente física y no apta para todo el mundo. De esta manera, tal y como explica Benítez, hoy en día se relaciona esta práctica con un gran “capacitismo” que esconde una gran gordofobia.  La gente no piensa en cuerpos que no sean heteronormativos practicando yoga y ello denota que este está siendo tratado como un entrenamiento físico y no espiritual. Todo esto nos lleva a la profunda necesidad constante de autoanalizarnos y deconstruirnos.  “Es una parte tan importante como la práctica de asanas (posturas)”, explica Ahuja.

Maisha Z. Johson, en su artículo ‘8 señales de que tu práctica de Yoga es apropiación cultural  y por qué importa’, expone los elementos más importantes a tener en cuenta para saber si nuestra práctica de yoga está basada en apropiación cultural. Estos son, entre otros, el hecho de tratar el yoga como una actividad únicamente física, el no reconocer sus orígenes, hacer un mal uso de los objetos sagrados o realizar una mala pronunciación de los “mantras”. Del mismo modo, “capitalizarlo” y convertirlo en algo “que se vende”  representa una señal muy evidente de que algo estamos haciendo mal. Si como personas blancas practicamos yoga ignorando la opresión y dificultades que las personas no-blancas se encuentran a la hora de acceder a las enseñanzas de esta disciplina, estaremos contribuyendo a la marginación de estas personas.

Así, y citando de nuevo a Nisha Ahuja, la práctica que excluye a las personas de color, indígenas, con diferentes capacidades físicas, personas no-delgadas o que no encajan en la categoría de género binaria (de hombre–mujer) es muy perjudicial porque hace que lo practiquemos de modo aislado, sin tomar consciencia de las injusticias y desigualdades existentes en el mundo material. Del mismo modo, tal y como se expone en el artículo de Virginia Rosenberg, ‘6 modos en el que el pensamiento espiritual puede reforzar la opresión y el racismo’, dado que el racismo reside en la psique colectiva de esta sociedad, propagarlo incluso a través de la espiritualidad resulta relativamente fácil.

Esto es así porque, en muchas ocasiones, al elegir tomar distancia de ciertas causas sociales o simplemente optar por el silencio desde nuestro propio privilegio, exigiendo al otro que “eleve su vibración” y que sea capaz de verlo todo desde una perspectiva de “amor” y “positivismo”, puede resultar extremadamente tóxico e injusto.

Es importante que entendamos que es imprescindible incorporar la humildad y la escucha real en nuestra práctica espiritual (sea cual sea) con tal de abordar la apropiación cultural. Así, y en palabras de Benítez, como personas blancas debemos ver y respetar el yoga como la práctica ancestral y sagrada que es. Aquí reside la importancia del conocimiento, así como el poder asumir y reconocer que no somos personas expertas, que no lo sabemos todo sobre el yoga ni de otras disciplinas espirituales que no se originaron en Occidente. Además, es esencial solidarizarse con aquellas personas que no pueden expresar su espiritualidad libremente, mientras nosotres podemos hacerlo desde nuestro propio privilegio.

Tal y como explica Ahuja, al hallarnos en un lugar en el que hay mayoritariamente personas blancas practicando yoga, debemos preguntarnos por qué no encontramos individuos con otras capacidades, color de piel, género/s o fisionomías y, asimismo, intentar reconocer el impacto que tenemos como seres en las demás, así como hacernos a un lado para dar espacio a otras personas cuando sea necesario. En una sociedad profundamente marcada por la incapacidad  para ver el racismo en nuestra propia cultura (inspirándonos en un post de @soyciguapa para Instagram), nos sentimos en cambio legitimados para apropiarnos de la otra, para cambiarla y modificarla. Es por esto que resulta imprescindible devolverle el verdadero significado a prácticas espirituales que se alejan profundamente de nuestra comprensión. Entre ellas, el yoga.

 

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