Ian de la Rosa y Daniasa Curbelo o cómo trascender el binarismo

Ian de la Rosa y Daniasa Curbelo o cómo trascender el binarismo

La Fundación neerlandesa FLAX, integrada por mujeres académicas y feministas europeas, ha otorgado su premio a dos personas trans: Ian de la Rosa y Daniasa Curbelo. El reconocimiento es especialmente emocionante en pleno auge de los discursos tránsfobos.

Texto: Alicia Ramos
17/03/2021

Ian de la Rosa y Dani (Daniasa) Curbelo en una foto cedida para esta entrevista.

En el último Octubre Trans de Madrid en el que participé, hace unos años ya, me tocó proyectar en un centro social ocupado una película que alguien de la asamblea había conseguido, Víctor XX, dirigida por Ian de la Rosa. A pesar de estar pendiente de que todo sucediera como habíamos acordado, quedé cautivada por las imágenes, la poesía visual que transmitía. Y sobre todo me contagié del espíritu de abismo, del vértigo que emanaba de la historia, esa sensación de estar viva, para bien o para mal. Cuando la muy querida compañera canaria Dani (Daniasa) Curbelo me comentó que tanto ella como Ian habían sido distinguides por la Fundación neerlandesa FLAX con los premios Emma Goldman Snowball me alegré muchísimo. Dani es de estas personas que no te acuerdas de cuánto haces que la conoces, pero que parece que ha estado ahí siempre (lo cual es improbable porque podría ser mi hija). Nos unen además algunas obsesiones comunes en una conversación que retomamos cada vez que coincidimos.

Al final me vine arriba y me decidí a hacerles unas preguntas que con diligencia y cariño me han respondido:

¿Abre este premio para ustedes un horizonte nuevo para profundizar en sus investigaciones?

Dani Curbelo: Personalmente este premio, tal y como se lo comenté a Lucas Platero cuando me llamó por teléfono para darme la noticia y a quien le agradezco enormemente que me haya incluido en la candidatura junto con Ian de la Rosa, supone un chutazo de energía y más después del año tan difícil que hemos vivido. Y no hablo particularmente de la pandemia por la Covid-19 y sus famosas olasde contagios, sino por la olade violencia simbólica que nos ha enchumbado y revolcado a muchas personas sexualmente disidentes, especialmente a las trans. Que una fundación integrada por mujeres académicas y feministas europeas no tenga ningún reparo en otorgar un premio a dos personas trans, con el enorme reconocimiento que esto conlleva, es una noticia que me llena de esperanza y fuerzas para seguir adelante casi como si fuera una tabla de surf que me ayuda a mantenerme en la superficie e incluso surfear las olas que sigan viniendo.

Ian de la Rosa: Gracias a este premio y a Lucas Platero, quien nos propuso como candidates, he podido plantearme investigar desde una perspectiva académica cómo se ha representado y se representa en la actualidad el cuerpo trans, tanto en el cine como en las series de televisión. Mi primera intuición es que existen una tipología de relatos anclados a una tipología de cuerpos, y a sus representaciones, en el imaginario audiovisual colectivo. Es algo que ya venía reflexionando junto a Pol Galofre e Ian Bermúdez en nuestro talleres del Laboratorio DebuT*, en la Sala Beckett de Barcelona. Y que también he podido poner en práctica en mis diferentes proyectos de cine y teatro. También en la escritura, siendo coguionista de la reciente serie Veneno.

¿Creen que el espacio que han ido ganando las posiciones reaccionarias e intolerantes, representadas por partidos ultraconservadores y que cuestionan el fundamento mismo de la democracia liberal, en el panorama político reciente, pone en peligro los estudios coloniales y de género en Europa? ¿De qué manera?

D.C.: Por lo que veo desde Canarias, Europa y especialmente España ha presenciado en los últimos años controversias y polémicas a partir de los debates públicos en torno a la representación de figuras históricas del colonialismo y expolio en otros continentes, con repercusiones tan nefastas para voces contestatarias como la de la artista peruana y activista anticolonial Daniela Ortiz, quien tuvo que huir de España en 2020 siendo víctima de una campaña de xenofobia, con amenazas de ataques físicos a través de redes sociales y también de forma privada, por su denuncia de los monumentos racistas y coloniales que existen. Aquí en las islas todavía tenemos que vernos diariamente las caras no solo con figuras y monumentos que ensalzan nombres de la dictadura franquista, siendo la capital de Tenerife una de las ciudades que más escudos, emblemas, placas, lápidas, nombres de calles y espacios mantiene en honor al franquismo, sino también con aquellas representaciones públicas de figuras que participaron en la conquista y colonización de Canarias que comenzó en el siglo XV, antes incluso que en Abya Yala pero como parte fundamental de la empresa colonial que a partir de 1492 se extendería al otro lado del Atlántico. No obstante, desde hace siglos han estado presentes otras visiones críticas con el discurso e historia oficiales que imperan en el archipiélago pudiendo ver, con algo más de distancia y no sin reticencias institucionales, nuestro modelo de sociedad como heredera innegable de este proceso histórico que en muchos sentidos continúa vigente hasta la actualidad. Por este motivo los estudios decoloniales y los estudios de género no creo que estén en riesgo en Canarias, todo lo contrario gracias a la aparición de nuevas alianzas y paradigmas que muchas compañeras tanto desde los activismos como desde lo académico estamos construyendo a partir de la combinación de ambas dimensiones y enfoques, fruto de lo cual surge lo que a día de hoy conocemos como feminismo decolonial canario y que sigue cogiendo forma progresivamente.

I.R.: Hay una reacción cíclica. Actualmente resido en la zona donde me crie, en Níjar, Almería, donde este tipo de corrientes están muy presentes. Presentes aún siendo de forma totalmente contradictoria, o no, a las diferentes realidades que por aquí se viven. Me estoy refiriendo a la situación de explotación y precariedad de las migrantes jornaleras en los invernaderos. Europa no quiere mirar hacia una de las huertas que la alimenta porque a nadie le interesa que la producción pare o se revalorice. Hasta el momento.

Las turistas en verano pueden verlo con sus ojos desde la carretera mientras van hacia las preciosas playas, pero nadie hace ningún comentario o pasa a la acción. Las jornaleras se están organizando y toman cada vez más fuerza, pero siguen siendo pocas. La derecha aprovecha la situación para introducir su discurso, mientras por otro lado se lucran aprovechando la coyuntura. Nada nuevo, es la misma vieja historia. A mí me inspira mucho leer las reflexiones que Antonio Manuel hace acerca de la huella cultural de la conquista y masacre de Al Andalus. Todas las consecuencias y traumas que ello conllevó y a las bellas cicatrices que hoy podemos disfrutar, como el flamenco. Me sorprende y me hace pensar en las posibles similitudes que tuvo aquella etapa con la actual. Al final, la expresión artística cultural impregna todo acto de resiliencia. Hablo de expresión artística no reglada o enmarcada en un museo. La del día a día, la de las personas que nos rodean o la que se manifiesta en nosotras mismas. En el panorama actual, esto puede resultar el único salvavidas existencial.

¿Ven alguna relación en la demonización que se hace desde la extrema derecha del discurso feminista con el aumento de los ataques a mujeres, cis o trans?

D.C.: Hablar de violencia nunca es cómodo para nadie, excepto para quien la legitima y justifica. Aún así considero fundamental que sigamos poniendo nombre a las víctimas —y a los agresores y responsables—, como un acto con el que exigir justicia y reparación. A finales del pasado mes de diciembre una mujer trans fue presuntamente— asesinada en el sur de Tenerife y los medios de comunicación se referían a ella en masculino, con un nombre que no le correspondía y alegando a su estilo de vidacomo detonante de su muerte, como si encima fuera responsable. Leer todo aquello me envenenó la sangre y recuerdo que, entre lágrimas, publiqué en mis redes sociales un texto a partir de esta impotencia de no saber su nombre y no poder recordarla tal y como se merece. A las pocas horas casi una decena de personas que la conocían se pusieron en contacto conmigo para decirme su nombre era Iratxe”, se llamaba Iratxe, éramos amigas”, la chica trans que asesinaron era Iratxe. Después de eso volví a compartir un post con el título SU NOMBRE ERA IRATXEy gracias a estas personas pudimos nombrarla, con todo el valor simbólico que esto supone, haciéndose eco toda la sociedad canaria sensibilizada contra la transfobia y la violencia machista. En Abya Yala la inmensa mayoría de movimientos contra el patriarcado tienen en consideración sin margen de dudas que el asesinato de una mujer trans es un feminicidio, originado en muchos casos por la condición trans como podría serlo por cualquier otra variable, lo que permite crear alianzas de apoyo y sororidad entre mujeres independientemente de lo que tengan entre las piernas; al igual que sucede mayoritariamente en Canarias gracias al compromiso de los movimientos feministas contra la transfobia. Pero el feminismo europeo continúa creyéndose centro del mundo y no atiende a otros paradigmas que no sean los que se constituyen y generan en sus propias academias y circuitos.

I.R.: Todo está anclado en la misoginia, y sí, claro que tiene relación. Aunque ambas ya existían antes, así es que habría que analizar en profundidad su correlación. Personalmente, soy un espectador de todo esto. Hace años que no se me identifica como mujer socialmente. Aunque la mascarilla, que me tapa la barba, ha dado algún que otro misgendering que tomo de manera totalmente cómica y tierna. Pero la realidad es que la mayoría de las veces nadie puede identificarme como una persona trans. Puedo parecer más joven para la edad que tengo, ¡o pueden pensar que soy maricón!, que a ratos lo soy. Utilizo maricón porque me encanta y suena a bóveda, como decía Miguel de Molina. Ese es un privilegio que reconozco respecto a mis compañeras trans. Me hice una mastectomía y me creció la barba a base de testosterona. Además, soy blanco, europeo, y con familia de la antigua clase media. Bienvenido a la invisibilidad como persona trans. Mi única aportación es no callar cada vez que vivo o presencio violencia física o psicológica, enmascarada de chascarrillos o comentarios cotidianos.

¿Qué significa para ustedes recibir un premio que lleva el nombre de alguien como Emma Goldman, cuyo compromiso antifascista inspiró sus actos incluso cuando ya no podía hablar y tenía paralizado el lado derecho del cuerpo?

D.C.: Es muy simbólico que el premio se llame así, teniendo en cuenta que Emma Goldman fue una figura disidente dentro de los propios marcos conceptuales del feminismo de la época, el sufragista, por estar condicionado tal y como ella misma denunció por los intereses de las mujeres blancas de clase media-alta que lo practicaban a comienzos de siglo XX y que no atendía, en muchas ocasiones, a los derechos de las mujeres trabajadoras, obreras, migrantes, pobres y racializadas. Varias veces encarcelada por su activismo libertario, Goldman publicó el 19 de julio de 1908 en el diario New York World un texto titulado ‘En qué creo’ con el que expuso sus reflexiones en torno al militarismo, la iglesia, la libertad de expresión o el matrimonio y donde dice: (…) Tantas historias espeluznantes e incoherentes se han lanzado sobre mí que no me extraña que a cualquier persona le dé un vuelco el corazón cada vez que se menciona el nombre de Emma Goldman”. ¿Estaría orgullosa Goldman si pudiera comprobar que un premio como este lleva su nombre? Personalmente pienso que sí, en tanto que esta edición, como otras anteriores, tiene una gran representación de subjetividades que estamos al margen de los marcos convencionales de los estudios de género y activismos feministas, apartadas tanto por la normatividad sexual como por el racismo, tal y como sucede con las premiadas Clarice Gargard, Dominique Haensell y Fabio Andrés Díaz Pabón.

I.R.: Me parece simbólico que hagas referencia a su cuerpo para denotar su influencia, por la clara relación a nuestros cuerpos no normativos. Aunque en sí, denominar a un cuerpo “no normativo” es algo que me da escalofríos. Yo no conocía la vida y obra de Goldman hasta que nos otorgaron este premio. Y cuando empecé a entender quién había sido semejante referente, no sentí más que orgullo, y cierta responsabilidad.
¿Qué haría o diría Goldman sobre esto o aquello? Es una pregunta que suelo hacerme desde que conecté con ella.

Una de las misiones de la Fundación FLAX, además de apoyar el conocimiento y la investigación en feminismo y los problemas de desigualdad en Europa, es contribuir a una sociedad con una mayor justicia social, igualdad y solidaridad, promoviendo el conocimiento público de estos trabajos. ¿Son ustedes optimistas en este sentido?

D.C.: Los premios pueden ser poderosos para contribuir a una sociedad más justa con todas las experiencias y realidades que se ubican por distintos motivos a los márgenes de lo considerado normal, aceptable o lícito siempre y cuando estos premios no participen en reproducir lógicas de excepcionalidad, es decir, la estrategia que el poder simbólico muchas veces mantiene para sostenerse a sí mismo permitiendo a voces críticas ser reconocidas momentáneamente y quedando, de este modo, eclipsadas por el efecto aplausoque da a entender que todo está cambiando a mejor. El acceso de las personas trans al circuito académico-universitario sigue siendo, a nivel internacional, ínfimo. Yo misma pude estudiar el grado y actualmente el máster gracias a las becas que otorga el Gobierno español por casi rozar los umbrales de pobreza, y por supuesto gracias al esfuerzo económico de mi familia y muchas veces, mi auto-explotación laboral. Pero no todas pueden contar con esto dado que por culpa del acoso escolar y otros tipos de violencia miles de personas LGBTI continúan abandonando un sistema educativo que en muchas ocasiones suspende en sensibilidad, recursos y metodologías para acompañar a menores y estudiantes. Las pocas que llegamos a la universidad lo hacemos con condiciones mayoritariamente nefastas para nuestra economía, desarrollo profesional y calidad de vida, por lo que ni muchos menos un premio así puede convertirse en un destello que aparte la atención de esta realidad. A eso me refiero con la lógica de la excepcionalidad que también se reproduce con otras experiencias que han tenido, hasta hace muy poco, vetado el acceso a escenarios de poder, decisiones políticas, ámbito laboral, entornos académicos, etc.

I.R.: Siempre. Es jodido a veces, pero hay que seguir. En el contexto de crisis y precariedad actual, me tuve que refugiar en mi casa familiar, hasta nuevo aviso. Con los cortometrajes apenas se gana dinero, y aún estoy metiendo la cabeza en la pequeña industria cinematográfica estatal, por lo que recibir la noticia de este premio, y el dinero que conlleva, me sacó de una tristeza y frustración en la que no me quería anclar. Infinitas gracias a Lucas Platero. Antes del primer confinamiento pudimos terminar el rodaje de mi último cortometraje titulado Farrucas. Es una historia que navega entre la ficción y el documental y que ha estado claramente influenciada por mi paso como actor por la obra de teatro Trans (més enllà). En Farrucas contamos la historia de cuatro adolescentes, Hadoum, Fátima, Sheima y Suki, que viven en un barrio periférico de Almería, el Puche. Las cuatro comparten vida y sueños, anhelos y frustraciones. Además, para mí, ellas encarnan la mezcla de orígenes culturales andalusíes. Si no tuviera un optimista dentro de mí no me lanzaría a contar estas historias. Hay que dejar una huella, un relato, y el cine es la mejor herramienta que por ahora conozco para ello.

¿Qué valor atribuyen a sus redes de apoyo, amistades, familiares, compañeras de trinchera, en el contexto del desarrollo de sus propuestas artísticas e investigadoras?

D.C.: Una es quien es por su entorno, para bien y para mal. En mi caso, la dimensión afectiva ha sido primordial para llevar a cabo muchas propuestas, tanto artísticas como teóricas, no porque mi trabajo esté directamente vinculado con estas personas ni mucho menos lo haga específicamente para ellas en la búsqueda de una valoración y aprobación, sino porque muchas veces sin ser conscientes de ello se convirtieron en esa red que salva a la trapecista cuando se cae de la cuerda floja. Pensamos que podemos llegar lejos exclusivamente gracias a títulos, experiencia laboral y formación, sin tener en consideración que nadie puede desarrollarse en estos ámbitos sin la presencia de redes de afectos que te acompañen, cuiden y apoyen. En este sentido tengo un emotivo recuerdo por las docentes de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna, Rosa Cubillo, Emilia Martín Fierro y Lourdes Florido, que, gracias a su incorporación de la perspectiva de género en la creación artística, dieron un giro al enfoque con el que accedí al grado y que me permitió en su momento abordar y gestionar cuestiones autobiográficas complejas; todas las compañeras activistas que me he cruzado hasta hoy y con las que he construido vínculos afectivos, especialmente Magda Piñeyro, Larisa Pérez Flores, Nilsa Perdomo, Jessica Pérez y Alex Ortega, que como cardones seguimos creciendo juntas en esta tierra árida y volcánica a la vez que proponemos espacios y formatos de reflexión y (auto)crítica decoloniales; y por último no puedo evitar mencionar a Zebenzui, que me ha demostrado que el amor entre un kinki de barrio y una maga de pueblo es posible, aún con todas las dificultades que tenemos que enfrentar como relación afectiva disidente por nuestras propias realidades particulares. Gracias a estas, y a otras muchas personas de mi entorno cercano que me acompañan o lo han hecho en su momento, sigo teniendo ganas de mirar la vida de frente.

I.R.: Adoro esta pregunta porque da para un gran apartado de agradecimientos que la lectora se puede saltar a partir de ya. Entenderme vulnerable y dependiente es una lección que me ha costado aprender. Yo no sería quien soy, ni podría dedicarme a lo que me dedico, si no fuera por mi familia y mis amigas. A ellas les debo poder responder hoy a estas preguntas con seguridad, que no con certeza absoluta. Mi padre y mi madre, ambos trabajadores sociales, me han mostrado y enseñado la sensibilidad y empatías casi extremas. A mi hermano, por ser mi mayor crítico. A mis amigas Nahuel y Eva, con las que estoy montando una residencia artística, La Jacaranda, en Níjar; ambas me ayudan cada día a sentirme más seguro con la persona que soy. Anna Cornudella y Cristina Moreno son dos queridas compañeras a las que no veo desde hace casi un año por motivos pandémicos, y a las que echo profundamente de menos. Hay otras personas que no nombro, pero que han estado, que se fueron, que acaban de llegar o que están por venir. Todas y cada una de ellas me han enseñado, y me siguen enseñando a amar y a seguir mi camino creativo. Por último, quisiera hacer una mención especial a la villa de Níjar, el pequeño pueblo donde me crie y donde resido en la actualidad. Sus vecinas y vecinos me han respetado siempre, y se lo he de agradecer, pues había momentos durante mi tránsito donde me daba vergüenza salir a la calle, por miedo y complejos propios. Sus habitantes siempre me trataron con cariño, y es el mismo que yo les devuelvo ahora.

Para terminar hay una pregunta específica para Dani (Daniasa) Curbelo y otra para Ian de la Rosa. Empezamos con la de Dani. Uno de los ejes de tu trabajo es la profundización en la construcción de la identidad del pueblo canario a partir del hecho traumático de la ocupación europea y la construcción de una sociedad mestiza. La aculturación, la esclavitud, el tributo en sangre, todos estos y otros factores dramáticos están en el crisol que funde la sociedad canaria actual. Parece determinante que sean sucesos acontecidos en un horizonte temporal muy reciente, que es posible rastrear en archivos. ¿Crees que el acceso de la sociedad canaria al conocimiento cabal de sus orígenes puede ayudar a construir una sociedad mejor, más justa y más sana?

D.C.: ¡Fuerte pregunta muchacha! Es un tema complejo y difícil de gestionar precisamente por esa “herida colonial” a la que muchas voces se refieren desde sus territorios, atravesados por procesos históricos similares al canario, ya que las heridas sangran y duelen incluso cuando son atendidas. Por otra parte, habría que valorar cómo se accedería a esos conocimientos y desde qué lugar, algo sobre lo que llevo reflexionando de un tiempo para acá precisamente por la preocupación de que se reproduzcan lógicas eurocéntricas y binarias, especialmente en materia de experiencias de género precoloniales si bien es cierto que muchos enfoques dan por hecho que la sociedad indígena canaria era cien por cien heterosexual y estaba constituida exclusivamente por “hombres” y “mujeres”, como si esta organización fuera universal y no un producto cultural que exportó Europa con la colonización, tal y como queda constatado con las crónicas de la conquista y los sesgos androcéntricos, misóginos, racistas y moralistas que destilan. ¿Por qué no podemos plantear otros paradigmas de géneros y sexualidades en la Canarias precolonial atendiendo, por ejemplo, a vestigios arqueológicos tal y como se hace en territorios de Abya Yala? Esta y otras preguntas que no tengo la intención de responder de manera inequívoca son las que más me han interesado abordar. Por otra parte, si todo esto puede ayudar a construir una sociedad isleña mejor, como dices, lo veremos siempre y cuando se ponga en relación el pasado y el presente desde visiones autocríticas, partiendo de la base no solo de las opresiones vividas por la canariedad sino de los derechos otorgados por ser concebidas como parte de un Estado, como el hecho de contar con pasaporte europeo lo que nos facilita la movilidad si queremos viajar al continente, aunque habría que estudiar qué es lo que nos lleva a desplazarnos a Europa desde las islas y valorar la calidad de vida que miles de isleños e isleñas mantienen allá. Recientemente Larisa Pérez Flores, filósofa decolonial canaria, fue entrevistada en la televisión pública donde afirmó que reconocer esa condición canaria “mestiza”, lejos del puritanismo ficticio de autopercibirnos a la altura de un francés, un suizo o cualquier otro europeo caucásico, pero tampoco como descendientes puras de guanches y otras indígenas, nos permitirá reconocernos como parte más cercana a los sures que a los nortes globales y, a su vez, ver a quienes llegan a nuestras costas desde el resto del continente africano no como “intrusas” —a diferencia de lo que sostienen sectores racistas—, sino como una suerte de reflejo donde ver y definir, no sin diferencias, nuestra propia canariedad.

Y a Ian le preguntamos, ¿cómo crees que desde el mundo audiovisual se puede avanzar en una visión más ajustada a la realidad de las identidades trans y las disidencias de género? ¿Cómo encajan las nociones de masculinidades trans en un discurso feminista?

I.R.: La primera pregunta está clara: personas trans y no binaries han de acceder al privilegio de poder contar historias, su propia historia. Ya sea en cine, teatro, televisión o cualquier otra forma de expresión artística. Y eso, está comenzando a suceder, de forma suave y a cuenta gotas. Recientemente pude disfrutar del episodio especial de la serie Euphoria, de HBO, coescrito por Hunter Schafer. Yo soy fan de esta serie, y me sentí muy cercano.

{Spoiler alert!} La necesidad del personaje de Schafer de dejar las hormonas, su despertar acerca de por qué lo hacía, y su concepto personal sobre su propia transición, han sido relatos en los que me he sentido reflejado y que me ha alegrado mucho poder ver y escuchar al fin en pantalla. El panorama en España, a excepción de Veneno, es bastante distinto. Veo algunas series recientes y desde aquí puedo escuchar a la sala de guionistas diciendo: “Sí, y tiene que haber un personaje trans, por ejemplo… la mejor amiga de la protagonista que aparece sólo de vez en cuando”. Esto no me vale, porque claramente se nota a la legua que solamente hay un interés comercial detrás de dicha decisión. Si presto atención a lo que acabo de escribir, solo estamos hablando de personajes de mujeres trans. Masculinos no están, aunque sí se les espera. Esa invisibilidad fundamenta gran parte de mi impulso creativo: ahora estoy escribiendo mi primer largometraje. El protagonista de dicho largometraje, al hilo de mi cortometraje ctor XX, es un hombre trans que ha de regresar a su pueblo por la muerte de su padre. Allí lidia con su madre, se enamora de una de las jornaleras de los invernaderos familiares, y descubre que se ha quedado embarazado. Respecto a la segunda pregunta, no la acabo de entender muy bien, porque yo he podido llegar a la masculinidad que habito gracias a los feminismos. No podemos seguir utilizando un lenguaje binario si lo que queremos es trascender ese binarismo. Y esto se puede exportar a cualquier ámbito de la vida y del pensamiento. Sé que en el marco teórico puede existir una aparente contradicción o rechazo entre los feminismos y las masculinidades trans. Pero en mi cuerpo no existe tal conflicto, por lo que prefiero quedarme con lo que siento: no existen esos dos lados/bandos, aunque nos empeñemos en que lo hagan. Cuanto antes nos demos cuenta de esto, mejor.

#Defensoras
Este texto forma parte del #PikaraLab de Defensoras,

realizado con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres  y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona.  


Sigue leyendo, que tenemos mucho para ti:

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba