Rosalba, un altavoz feminista en el campo paraguayo
La periodista de la Organización Campesina del Norte tiene un programa en la radio comunitaria para hablar de feminismo campesino en el norte de Paraguay, un país en medio de un conflicto por la tierra.
El local es pequeño. Las paredes, pintadas de azul maya, parecen resaltar el calor agobiante que azota fuera. Una mesa de madera, sillas de plástico y un estudio de radio sencillo, pero que a primera vista parece completo. “Rosalba es la encargada”, informa Adriano, su hermano mayor. Si no fuera por él, la humildad de la mujer nos hubiera privado de la entrevista. La cara redonda, el pelo moreno peinado hacia atrás, Rosalba Muñoz nos mira con apocamiento. O tal vez sea con la delicadeza de quien prefiere escuchar antes que hablar. Cosas del oficio, seguramente: Rosalba es periodista.
Estudió la carrera durante cuatro años en la Universidad Nacional de la ciudad de Concepción, capital del departamento en el cual nos encontramos, al norte de Paraguay. También milita en la Organización Campesina del Norte (OCN) desde 2019 y dirige la radio comunitaria de esta. “Nuestra señal puede ser captada hasta 30 kilómetros alrededor”, explica.
Fundada en 1986, en los últimos años de la feroz dictadura militar (1954-1989) de Alfredo Stroessner, la OCN es una agrupación gremial de campesinado activa en la parte norte del país. Tiene como objetivo defender un modelo de producción familiar y agroecológica. “Producción de alimentos sanos”, resume Adriano Muñoz, también militante de la organización. A través de la radio, la OCN difunde programas de capacitación relacionados con este sistema productivo, incitando al campesinado a evitar la utilización de pesticidas o alertando sobre las problemáticas ligadas a los monocultivos. El 94 por ciento de las tierras cultivables del país se dedicó, entre 2013-2014, a este tipo de producción orientada hacia la exportación, mientras el resto era destinado a productos para el consumo interior, según datos de la ONU.
“Y dentro de todos estos temas tenemos también un programa enfocado hacia las mujeres —resalta Rosalba—, lo que llamamos un feminismo campesino”. Pegados en el muro detrás de la joven activista y periodista de 35 años, una serie de panfletos materializan su aclaración: “Ni las mujeres ni la tierra son territorios de conquista”, “En lo urbano y en lo rural, no más acoso sexual” o “Patriarcado y capital, alianza criminal”, son ejemplos de los lemas que se pueden leer al entrar en la sede de la OCN, donde se ubica el estudio de radio.
La mitad de de la organización son mujeres, cuenta Rosalba Muñoz, quien emite su programa dos veces a la semana. También se organizan encuentros en la sede de la organización, siempre mixtos, para discutir de diferentes temas, como las consecuencias que supuso para ellas el confinamiento. Algunos hombres ven con malos ojos la iniciativa de un programa feminista que invite a las mujeres a hablar; otros, acompañan a sus parejas a los talleres. “El marco está abierto a todos”, asegura Rosalba. Herramienta de educación popular, el programa radiofónico tiene como tema principal la violencia. “Que tampoco es peor aquí, en el campo, que en las ciudades”, quiere dejar claro la periodista. Igualmente se tratan otros temas como el aborto, que sigue siendo ilegal en el país (excepto en caso de que la vida de la madre esté en peligro). “Nosotras apoyamos su despenalización”, dice. “También me acuerdo de una reunión donde se discutió del acoso y especialmente el caso del silbido hacia las mujeres, al principio no todas lo percibían como un gesto negativo, lo que alimentó el debate entre todas”, rememora.
Apoyándose en el marco jurídico existente, Rosalba Muñoz y las demás militantes suelen recordar a sus compañeras sus derechos ya consolidados. Por ejemplo, la ley 1600, promulgada en el año 2000, que “establece las normas de protección para toda persona que sufra lesiones, maltratos físicos, psíquicos o sexuales por parte de alguno de los integrantes del grupo familiar, que comprende el originado por el parentesco, en el matrimonio o unión de hecho”. También se hace énfasis en la ley 5777 (vigente desde 2016), denominada Ley de Protección Integral a las Mujeres, contra toda Forma de Violencia, cuyo ámbito de aplicación incluye la que se ejerce en la comunidad o la que sea perpetrada o tolerada por el Estado. La periodista recuerda que una vez le tocó acompañar hasta la comisaría a una compañera treintañera después de que ella reportara un caso de violencia por parte del marido: “Una vez allí, los agentes no hicieron caso de la denuncia, son obstáculos a los cuales también nos enfrentamos”. Según el Observatorio de la Mujer del Ministerio de la Mujer, 19 mujeres habían sido victimas de feminicidio en el primer semestre de 2019 (59 en 2018). En 58 por ciento de los casos, la pareja resultó ser el agresor. En 2018, 15 por ciento de los feminicidios contaban con denuncias o medidas de restricción que no se cumplieron.
A la violencia machista se suma otra amenaza que acecha a las mujeres del campo norteño. El conflicto que opone el campesinado a los grandes terratenientes ha dado lugar a la aparición, en la región, de un grupo armado: el EPP. El Ejército del Pueblo Paraguayo surgió en 2008 y llevó a cabo varios atentados en contra de productores sojeros y poderosos ganaderos cuyas actividades han sido causantes, entre otras, de expulsiones de campesinos de sus tierras o envenenamientos de ríos y suelos. Una manifestación armada de rechazo que tuvo como resultado la militarización del departamento. En su pesquisa por detener a los insurgentes o desmantelar su red de apoyo, los militares han llevado a cabo numerosos allanamientos y detenciones. Muchas familias rurales fueron testigos de abusos por parte de los uniformados, de torturas, de acoso a mujeres e incluso asesinatos. Una represión de la que Rosalba fue testigo directo: su propia hermana, Sonia Muñoz, fue acusada de ser integrante de la guerrilla. Detenida en 2010 con otros 13 compañeros por una supuesta participación en el secuestro de un ganadero, fue liberada (junto con el resto de personas detenidas) por falta de pruebas en 2011. Decidió marcharse a vivir a Brasil cuando poco después se anuló la sentencia y se destituyó al juez. De nuevo en la lista de gente buscada por la justicia, Sonia se entregó ella misma en febrero 2018, cruzando de nuevo la frontera, y fue condenada a dos años de cárcel, que cumplió en libertad con medidas especiales al haber estado, anteriormente, más de un año encarcelada.
“El problema con la guerrilla del EPP es que tiene el mismo discurso que la OCN, las mismas reivindicaciones —asume Adriano Muñoz—, lo que nos obliga a distanciarnos de ellos”. Estigmatizada, la asociación ha sufrido mucho un discurso que quiso vincularla al grupo subversivo. Según sus militantes, hace unos años la OCN era capaz de cerrar la ciudad entera de Concepción durante una movilización en defensa de los pequeños productores. “A pesar de haber tenido bajones, seguimos estando activos y hoy cerca de 600 familias componen la organización”, afirma el hermano de Rosalba.
Las mujeres paraguayas han sido invisibilizadas muchos años a pesar de tener un papel significativo en la historia del país. Primer estado del continente suramericano en haber conquistado su independencia a principios del siglo XIX respecto a los españoles, Paraguay se enfrentó en una pugna abierta contra Argentina, Brasil y Uruguay en lo que se denominó la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Dirigido por el mariscal Francisco Solano López, el Ejército paraguayo no pudo contener a la poderosa unión enemiga, que invadió gran parte de su territorio y llevó a cabo una campaña de exterminio que tuvo como consecuencia la desaparición de más de la mitad de la población total del país. Resultado de esta hecatombe donde murieron mayoritariamente los varones adultos, las mujeres fueron las más numerosas al terminar la guerra. A pesar de ello, su papel de reconstructoras del país, o su participación activa en el conflicto como sostén de la economía de guerra, tardaron años en ser reconocidos por la historiografía nacional. Cabe destacar que su protagonismo como actor político del cambio todavía tiene vigencia, incluso en las expresiones más radicales como lo es la la lucha armada. Varias mujeres componen la organización del EPP y una de sus figuras más visibles es Carmen Villalba, actualmente en la cárcel de Asunción, la capital del país.
Rosalba Muñoz, por su parte, sigue convencida de que su papel es positivo. “Yo veo la diferencia, ahora, las mujeres se atreven a denunciar, no se callan”. Incluso dice notar la evolución en ciertos aspectos culturales: “Antes, las jovencitas se casaban con 17 o 18 años, ahora lo hacen mucho más tarde”. Evoluciones que, evidentemente, no solo son el resultado del trabajo comunitario de la OCN, pero que cuentan con su apoyo político. A pesar de sus escasos recursos, la radio feminista sigue su rumbo. Poco a poco va sembrando, en las casas de los campesinos y campesinas, sus semillas con la esperanza de que la cosecha traiga más igualdad.
realizado con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona.
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