La prensa que destiñe
Las revistas del corazón han aguantado estoicamente fenómenos históricos como la muerte de Paquirri o la última gran crisis económica que hizo tambalear los cimientos de los grandes medios. Analizamos qué pasa con esa prensa de mala fama, de cotilleo y consejos, que consumen, sobre todo, mujeres.
La elegancia de las señoritas y la distinción de los caballeros, el tipo de flores que lleva la novia en el ramo o la puntilla del faldón del bebé copan titulares en la prensa y comentarios entre el vecindario. Las vidas ajenas interesan y hay un tipo de periodismo que sacia esa curiosidad a bombo y platillo. No escatiman ni en páginas ni en color. Durante un tiempo, la realeza y la oligarquía tuvieron el monopolio de esos ecos de sociedad, pero ya ni eso. El populacho ha llegado a la prensa y el papel couché ya no es lo que era.
Dicen que para encontrar el germen de este tipo de informaciones hay que remontarse hasta la época del mismísimo emperador Augusto, que informaba a la ciudadanía de las buenas nuevas en unas tablas que llaman álbum. Para hablar de prensa del corazón hay que esperar hasta los años 40 del siglo XIX. Las primeras referencias las encontramos en Francia, aunque la gran expansión mundial de este tipo de publicaciones sea made in Spain es gracias a una empresa catalana. Las ediciones internacionales de ¡Hola! sirvieron para importar el concepto a otros países. Fundada en 1944 por Antonio Sánchez y Mercedes Junco, la empresa sigue estando en manos de la misma familia. Quién les iba a decir que 75 años después sus portadas seguirían haciendo dulces las esperas en la consulta del dentista y más llevadero el secado de las mechas. ¡Hola! es conocida por ser la más elegante de todas las revistas del corazón, por hablar de personajes vinculados a las grandes esferas del poder que, a veces, ni siquiera son conocidos por el gran público. Representan lo más rancio de la alta sociedad: condes y condesas, duques, duquesas, hijos e hijas de familias bien. Los tapizados y los trajes que vemos en el ¡Hola! no se encuentran en ninguna de las otras cabeceras semanales, de papel más barato y consejos para el día a día. A pesar de su prestigio, la revista catalana no fue la primera de ese estilo en el Estado español. Este honor lo ostenta Lecturas, que nace en 1917. Entonces se llamaba Hogar y Moda y ofrecía contenido literario y cinematográfico. Semana, que surge un poco después, se dedicaba a la política; igual que Diez Minutos, que suministraba información rápida mucho antes de que nadie soñase con Twitter. La llegada del cine y la televisión fue convirtiendo aquellas revistas de cultura y sociedad en publicaciones más parecidas a las que conocemos ahora. Hoy, todas siguen arrasando en los quioscos con sus ediciones baratas que ahora narran en exclusiva las miserias y las vidas ostentosas de personas generalmente demasiado ricas. La más leída en la actualidad es Pronto, fundada en 1972, con más de 2.563.000 de lectores y lectoras cada semana. Destaca por incluir recetas de cocina, trucos de belleza y consejos de salud.
La prensa rosa retransmite grandes hitos que, sin embargo, no encontraremos en los libros de Historia. Las revistas desplegaron sus encantos y estuvieron a punto de reventar todas las imprentas con la boda de Fabiola de Mora y Balduino de Bélgica en 1960. Una mujer española se hacía entonces con el trono de un reino extranjero y ninguna de las cabeceras que se publicaban en aquella época escatimó en gastos para informar a su audiencia de todos los detalles. La llegada después de la televisión a los hogares españoles supuso un antes y un después: la prensa rosa encontraba en la pequeña pantalla nuevos personajes, que sirvieron para afianzar un periodismo especializado en acercarnos a la intimidad de las primeras famosas. El 8 de marzo de 1972 todos los focos estaban puestos en el Palacio del Pardo. Carmen Martínez-Bordiú, la nieta del dictador, y Alfonso de Borbón se unían en santo matrimonio ante la atenta mirada de la jet set franquista. Aquella unión, que pudo ser clave para el régimen, fracasó en todos los sentidos, pero dinamitó las audiencias. La nietísima ha formado parte desde entonces de esa amalgama de personajes habituales en la prensa rosa. Si la boda de Fabiola fue un hito en los años 60 y la de Carmen en los años 70, el mundo de la farándula se vestía de largo para celebrar la unión de Isabel Pantoja y Paquirri el 30 de abril de 1983. Sevilla lucía especial aquella jornada. El amor duró una estocada. El toro se llamaba Avispado. Era el único.
Desde entonces, las revistas del corazón y la televisión se alimentan mutuamente. Es un circuito cerrado, que ahora se nutre también del impacto de las redes sociales, que revientan muchas exclusivas y acercan a la audiencia a la intimidad de las personas famosas sin necesidad de comprar una revista.
Hoy, los hijos y las hijas de las figuras de aquellas crónicas siguen protagonizando muchos de los culebrones, pero ahora comparten escenario con nuevos personajes, prefabricados por la propia televisión o autodidactas en el famoseo. Roberto Enríquez, más conocido como Bob Pop, es de esos famosos que no sale en las revistas, pero ha trabajado en muchas. Él sabe bien quién es quién. De tal palo, tal astilla: “La fama es hereditaria. Encantan las sagas familiares con ese componente literario. Has conocido al padre y a la madre, así que quieres saber qué pasa con las criaturas. Es la versión actualizada del folletín decimonónico”. Letizia Ortiz, Verdeliss o Belén Esteban conviven ante la misma audiencia ávida por conocer qué desayunan. Cualquiera se fía. Pop, desde luego, no: “Tengo muchísimas reservas con la prensa rosa porque tiene un punto muy reaccionario. Es un apuntalamiento de la ideología dominante. Es de derechas”. No se pueden desligar los grandes reportajes de estas revistas con el clasismo y la promesa de ascenso social que promueven. Belén Esteban representa el gran paradigma neoliberal: si te esfuerzas, igual tú también puedes conseguir un hueco ahí arriba. “Ella es un fenómeno que no se puede explicar –sigue Bob Pop–, es como mirar un accidente. Aclara muy bien lo que está pasando. Hace años, cuando las cámaras salían a las calles, la gente no quería hablar. Ahora todo el mundo aparenta tener tablas. Belén Esteban parece decir que cualquiera puede triunfar en televisión. No es verdad, pero lo importante no es la verdad sino la ilusión que genera”. Ella, además, es una mujer común, esa madre coraje que se ha hecho a sí misma a pesar de las adversidades. Sus historias de amor se han retransmitido en directo, las traiciones que ha sufrido y las promesas que no ha podido cumplir forman parte de la historia de un país que ha acompañado a la Esteban en todas sus miserias. Ella, además, ha logrado cumplir, con muchísimo esfuerzo, con uno de los principales mandatos del patriarcado: triunfar en el amor. A pesar de los vaivenes, ha vuelto a casarse como la princesa que es. Su boda con Miguel fue exclusiva de ¡Hola!, que siempre tiene lista la chequera para los grandes acontecimientos. El vestido, el ramo o los anillos culminan con una historia de amor que merecía ser contada. La prensa rosa alimenta el mito del amor romántico como, probablemente, no lo haga ningún otro tipo de publicación.
Más allá del cotilleo
Sí, la prensa rosa es esa que cuenta públicamente la vida privada de las personas famosas, pero también esa que te enseña cómo quitar una mancha de vino de la camisa o cómo conservar mejor la lechuga en la nevera, la que publica recetas de cocina saludables o responde a consultas relacionadas con la salud de las mujeres. El periodismo debe cumplir una función de servicio público que la prensa rosa nunca elude. María Ganzabal Learreta es profesora de Periodismo en la Universidad del País Vasco: “En la academia, si dices que vas a hacer una investigación sobre prensa rosa, se ríen de ti, pero es una prensa que cumple una función evasiva, te ayuda a airearte y, además, obedece a la vocación de servicio del periodismo”.
En un momento en el que internet lo ha inundado todo, una prensa moja a la otra. Ganzabal observa los cambios de ida y vuelta que se están produciendo en este terreno: “Últimamente aumenta el periodismo de servicios en esa prensa que se considera más seria y, a su vez, revistas como ¡Hola! incluyen información general. El periódico El Confidencial tiene Vanitatis y El Español, Jaleos”. En ambos casos, portales que generan un tráfico importante de visitas a las cabeceras. A nadie le sorprende que lo más leído en El País sea el anuncio de la boda de Belén Esteban, aunque lo cierto es que la Esteban nunca deja de sorprender. La prensa que se dice seria cada vez habla más del corazón, pero, a pesar de los cambios, Ganzabal cree que “seguirá potenciando este híbrido entre el periodismo social y práctico”. La excepción es ¡Hola!, que mientras siga en manos de la familia Junco mantendrá “el perdido glamour y lo que todos denominamos prensa del corazón”. La capacidad crítica, además, brilla por su ausencia. La prensa del corazón no se caracteriza por cuestionar la ideología dominante: ni cuestiona ni pone en jaque el poder de los personajes que aumentan sus éxitos. Es un periodismo de postín, que cuida la mano que le da de comer y disfruta contando los grandes acontecimientos de la vida pública. Una prensa que no siempre contrasta los datos que ofrece y que se deja llevar por el brillo del poder. Una prensa, al fin y al cabo, normal y corriente. Esta, sin embargo, ni se estudia en profundidad ni hay formaciones específicas para las personas que se quieren dedicar a este tipo de periodismo. Parece ajena a los cambios
La prensa del corazón mira con recelo a la red. “Luchan contra la premura de internet, contra los medios nativos digitales que trabajan muy bien la inmediatez y la mala calidad. La prensa rosa se hace fuerte en lo que ha sido buena siempre: las grandes fotografías, los buenos reportajes, la calidad del papel… Ha entendido cuál es su lugar. Ha hecho un desembarco bastante controlado en el medio digital”, cuenta Bob Pop, que trabajó en la revista Lecturas. ¡Hola! es una excepción también en esto. Es la más internacional de todas las revistas y sí tiene una web propia de este siglo. “El resto se sostiene con las ediciones en papel, que son baratísimas”, cuenta la profesora Ganzabal. No le hace falta estar en Twitter para que el famoseo esté siempre en el trending topic. El relevo generacional será su gran reto: ¿cómo pretenden arrastrar a los quioscos a una generación que lo busca todo con su móvil?
La prensa del corazón hace las delicias de los grandes anunciantes, que utilizan las publicaciones como catálogo y a las famosas, como modelos. Dicen que las cifras que publican ya no son las que eran, pero una página en Diez Minutos, por ejemplo, cuesta 14.200 euros. No es la más leída. Hagan cálculos y especulen porque no es fácil acceder a las cifras.
Los límites se difuminan continuamente: entre la publicidad y la información, entre lo público y lo privado, entre lo que no interesa a nadie y lo que es importante para todas, entre el blanco y negro del periódico y el rosa del corazón; entre lo personal y lo político, entre la información que se considera seria y la que interesa a las marujas. La prensa del corazón apuntala los valores de una sociedad que avanza lentamente y que critica con especial virulencia todo lo que consumen, hacen, piensan o dicen las mujeres.
A la prensa del corazón no hay quien le quite la mala fama. La mayoría de las revistas nacen siendo empresas familiares y llegan hasta hoy aupadas después por grandes grupos editoriales. Han sobrevivido a un contexto de crisis económica que ha machacado al sector de la comunicación. “Los índices de audiencia que manejan son altos. Han descendido, pero no tanto como otras publicaciones”, asegura María Ganzabal. Clara Rivas llegó al corazón como redactora hace una década, pero se enganchó. Cree que el descrédito no está justificado: “Yo jamás he dado una información sin que estuviera contrastada. Además, todo lo que se ha criticado de la prensa rosa durante años es lo que está haciendo ahora el resto para captar audiencia: desde la prensa deportiva hasta los programas sobre política”, asegura. Es difícil saber ya quién es quién, ya que un señor con el Marca debajo del brazo puede ser el presidente del Gobierno, mientras que leer el ¡Hola! es la gran evidencia del deterioro moral.