Te quitaré a los hijos

Te quitaré a los hijos

Y no volverás a verles, te van a odiar, son las amenazas que muchos hombres infligen a las madres de sus hijos e hijas, llevando a cabo todo tipo de acusaciones, tanto públicas como privadas, cuestionando su rol materno e instalando la duda de mala madre en todo aquél que quiere escucharles.

Escribir sobre el inexistente Síndrome de Alienación Parental (SAP) es una tarea que no se puede endulzar. Hablar de la aplicación de este inexistente síndrome es hablar de dolor, de desgarro, de sentir la muerte en vida. Intentaré explicar qué es el inexistente SAP, cómo opera en los procesos de familia e infancia y sus secuelas imborrables.

A consecuencia de la serie documental que emite Telecinco sobre la vida de Rocío Carrasco, ha vuelto a ser visibilizado este artefacto de tortura. A través de las opiniones de sus defensores se pone nombre a la nula relación de Rocío con sus hijos. No escuchar todo el terrible testimonio de esta mujer desde el principio y aislar de un todo la no relación madre/hijos es torticero y rebuscado, puesto que hay que analizar todo el proceso para entender el triste final de la nula relación entre ellos.

Este caso no es un caso especial, no estamos escuchando algo inédito, es la historia de miles de mujeres y sus hijas e hijos. Un maltrato continuado en el tiempo que va minando la estabilidad de una mujer madre como respuesta a la separación de un ser tóxico, dañino y maltratador, y que para condenarle necesitamos un fallo judicial que le acuse. Sin embargo, se ha tornado cada vez más difícil, y me atrevería a decir casi imposible, conseguir una condena por malos tratos hacia un padre, marido o pareja. A pesar de la inexistencia de denuncias falsas, el sistema falla de una forma estrepitosa buscando excusas o síndromes inexistentes para invisibilizar los malos tratos hacia las mujeres y sus hijas e hijos.

Pero, ¿de qué hablamos cuando nombramos el inexistente SAP? Esta falacia fue creada por Richard Gardner, médico estadounidense que trabajó como perito de muchos hombres que eran denunciados por violencia machista y/o abusos hacia su pareja y sus hijos en Estados Unidos en los años 80. Justificaba al violento argumentando que los niños y niñas inventaban los malos tratos y los abusos. A través de la manipulación que ejercían en ellos sus madres, narraban ante profesionales hechos que no habían ocurrido, le llamó “lavado de cerebro”. Para “curar” este comportamiento, los niños y niñas tenían que ser arrancadas de sus madres y entregadas a los padres que les maltrataba o abusaba y a quien temían. Así empieza lo que el propio Gardner denominó “terapia de la amenaza”, consistente en forzar a las madres a retirar las denuncias confesando que eran inventos, modificar su conducta permitiendo que sus hijos e hijas convivieran con los presuntos maltratadores, de lo contrario les serían arrancados los hijos y posteriormente no podrían verles ni comunicar de forma alguna por un tiempo que así dispondrían los profesionales o los propios juzgados. Ambos, madre e hijos, eran tratados por expertos en la materia que vigilarían posteriormente del tiempo de ausencia los contactos y les someterían a cuantas terapias o programas terapéuticos considerasen.

Gardner era pedófilo y defendía el incesto. En los libros que él mismo se autopublicó se recogen frases como “hay algo de pedófilos en cada uno de nosotros”. “Todas las formas de comportamiento sexual, incluidas las parafilias, pueden entenderse en términos de servir al propósito de la supervivencia de las especies”, siendo las madres las que entran en histerismo provocando el rechazo de los niños y niñas. Sus estudios no fueron sometidos nunca a peer review y su inexistente SAP fue rechazado por comunidades científicas y expertos en medicina y psiquiatría.

Se desconoce el número exacto de niños y niñas que han sido arrancadas de sus madres bajo este inexistente SAP en España, ya que en la actualidad ha variado su terminología y bajo nombres más amistosos, amigables o de carácter cuasicientífico, como preocupación mórbida, interferencias marentales, impedimento de vínculo, madre no colaboradora, es introducido en informes psicosociales y no pocas sentencias. Este arma de tortura (porque es tortura a los actos que son sometidos mujeres y sus hijos e hijas como el arrancamiento total de la madre, la negación del testimonio de niños y niñas que sufren la violencia de manos de sus padres varones y las terapias y vigilancia a que son sometidos posteriormente en nombre de este inexistente síndrome) lleva más de una década aplicándose en los juzgados y departamentos de infancia en España y otros países. De igual manera encontramos que en licenciaturas, como Trabajo Social, Derecho, Psicología, Educación Social, se filtra en los estudios curriculares sin base alguna.

Terapia de la amenaza, vigilancia, anulación de testimonios, todo ello supone un compendio que solo nos puede llevar a concluir el artefacto de matar, de arrasar infancias que es su aplicación. En nombre del “interés superior del menor” y de condicionamientos como “más vale un mal padre que ninguno” se están llevando a cabo estas aberraciones. Se concluye en informes psicosociales que los hijos e hijas mienten por agradar a sus madres, por ganarse su afecto, porque estas les inoculan falsos recuerdos por venganza, ira, rabia y utilizan a sus hijos e hijas para denigrar a un padre que en esos mismos informes se presenta como un buen hombre, gran padre, responsable, colaborador y apesadumbrado por no poder tener a sus hijos, aunque consten antecedentes de malos tratos e incluso condenas de los mismos. Se parte erróneamente en estos informes de la inexistencia de malos tratos o abusos, desprotegiendo a las víctimas directas, madres, hijos e hijas; si el padre ha sido condenado por malos tratos se les solicita tanto a la madre como a los propios hijos el perdón de la conducta justificando la violencia como ocasional e incluso fruto de alguna mala conducta que ellos mismos provocan en el propio padre que, a pesar de todo les quiere.

Las secuelas que deja la aplicación de este inexistente SAP son incurables. Tanto las mujeres como los niños y niñas sufren estrés postraumático, insomnio, calvicie, pérdida de piezas dentales, bloqueos emocionales y en algunos casos suicidios. Las mujeres que son culpadas de manipular a sus hijos son tratadas de enfermas mentales, no se tienen en cuenta sus derechos y se vulneran asimismo los de los niños. Una vez que aparece en cualquier proceso de familia, en los distintos departamentos de infancia o en los servicios sociales, nada de lo que digan o hagan tanto la madre como sus hijos será tenido en cuenta, todo será utilizado en su contra y mientras no depongan su actitud de continuar denunciando y verbalizando los malos tratos, abusos o negligencias en el cuidado de los hijos, permanecerán alejados.

Y te quitaré a los hijos, no volverás a verles, te van a odiar, son las amenazas que muchos hombres infligen a las madres de sus hijos e hijas, llevando a cabo todo tipo de acusaciones, tanto públicas como privadas, cuestionando su rol materno e instalando la duda de mala madre en todo aquél que quiere escucharles. De esta forma, en una sociedad marcada duramente por el machismo, la ideología de la supeditación al “pater familias” y la corriente dañina que niega la existencia de los malos tratos a las mujeres, a pesar de ser asesinadas a diario, va calando la duda sobre esa madre que ocultó la violencia contra ella del tipo que sea. La fragilidad en la que se encuentra, las amenazas cada vez más agresivas, la tolerancia incluso por parte de un sistema que falla y revictimiza, provoca que se otorguen custodias compartidas y es, en esas custodias compartidas impuestas, donde por temor a sufrir malos tratos, castigos o amenazas, los hijos y las hijas bloquean sus sentimientos y se paralizan, no por sufrir un inexistente síndrome sino porque comprueban que no se les cree y que les alejan de la única persona que les protege y cuida, sintiendo miedo insuperable ante la posibilidad de no volver a estar con su madre.

“No volverás a estar con tu madre”, esta es la amenaza tanto de los padres violentos como de los que defienden el inexistente sap. Y es así como las niñas y niños se dejan lastimar y sufren lenta y permanentemente la tortura. Niños y niñas que son utilizadas para dañar a sus madres, cuyo fin es seguir ejerciendo la violencia sobre ellas y el poder absoluto que les confieren esos hijos e hijas, ya que estos padres-parejas violentas se muestran ante los profesionales del sistema como responsables y preocupados por las carencias afectivas de sus hijos, afectados porque posiblemente la madre esté psicológicamente enferma y solo ellos puedan ser buenos cuidadores. Aparece lo que se conoce como violencia vicaria tomando a los hijos como armas para dañar a las madres quienes, por temor a que sus hijos e hijas sufran cederán y harán todo cuanto crean conveniente para evitar que el padre violento siga haciéndoles daño.

 

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