“Bendita y alabada”

“Bendita y alabada”

Diez años del 15M. Un souvenir desde Zaragoza.

12/05/2021
concentración, en la que se ve a mucha gente sentada, en la plaza del Pilar de Zaragoza

Asamblea del 15M en Zaragoza. / Foto: Primo Romero (Arainfo)

Bendiiita y aaalabadaa sea la hora en que Maríííía Santísima vino en carne mortal a Zaragoooza a Zaragooooza por siempre sea por siempre sea bendita y alabaaaaaada.

Fiu ¡bien!, hoy tampoco nos han desalojado.

Tres veces al día la megafonía de la Basílica del Pilar irrumpía en la acampada a todo volumen con la grabación de los infanticos cantando la jaculatoria. Un minuto a las 12, casi como si fuera la sintonía del opening de la asamblea matutina. Otro minuto a las 21, interrumpiendo la intervención de turno de la asamblea vespertina. El minuto de por la mañana, sin embargo, fue durante los primeros días la señal de que habíamos aguantado una noche más. María vendría en carne mortal todo el rato, pero de la policía ni rastro.

Bendita y alabada era un “nos libramos”. Un “hoy no, quizá mañana”.

Yo las primeras noches las pasé siempre en vilo, temerosa con mis 19 años, una edad que por memoria familiar me daba mal augurio político. Por eso, esas voces infantiles de los aprendices de monaguillo de la Escolanía, al principio, me aliviaron los despertares.

Con los días y las noches y la llegada de más y más tiendas a la acampada, el fantasma represivo se fue diluyendo, o se diluyó en mí, y el bendita y alabada de las 9 pasó a ser solo el irritante despertador que te jodía el sueño después de haber acabado a las mil (como observadora de) una discusión insoportable entre comunistas y anarquistas.

Si pienso en cómo viví el 15M, o sea, si me traslado a aquel momento a hace 10 años y narro desde aquel presente, se me dilatan las pupilas.

Mi primer año y poco de periodismo coincidió con las Primaveras Árabes, con el asesinato de Osama Bin Laden y con la disolución de ETA. Entre medio con el 15M. Y este frenesí histórico-informativo marca.

La #SpanishRevolution yo la sentí casi como una asignatura optativa, porque pasé en la plaza muchas más horas que en las aulas, porque lo viví con mis compañeros de clase, agitadores de lo que se generó y porque se invirtió el aprendizaje convencional. Lo que siempre debatíamos desde la teoría, la noticia, ahora lo estábamos viviendo.

Fue electricidad estática. Pero, sobre todo, fue ilusión. Me paro a buscar algún otro sentimiento pero mi cabeza solo puede llevarme ahí: Sí, esa sensación de que algo te inspira, te da ganas, teee…teee…”ilusiona”. NO, pero otra, cuando algo te permite tener sueños, imaginar otro mundo, imaginar a secas, cuando te dan gasolina…Eso, “ilusión”.

Si pienso en cómo viví el 15M desde hoy, o sea diez años después, me pasa como con Violadores del Verso (antes de que Lírico agrediese a una fan y Kase O se convirtiese en chamán, que ahí ya vetados) o con Martín Hache o con el 3928429 por ciento de los productos culturales que consumí hasta los veintitantos, que prefiero guardar un bonito recuerdo, no pensarlo mucho y sobre todo NO VOLVER A VER/LEER/ESCUCHARLOS nunca JAMÁS. Por no romper cada bonito recuerdo de mi infancia y adolescencia, más que nada.

Porque no me había dado cuenta que hace 10 años el discurso feminista no había permeado como lo ha hecho hoy. En ese momento se estaba acumulando en una cisterna cada vez más llena para, de pronto un día, soltarse de golpe. Pero en mayo de 2011 todavía nadie había tirado de esa cadena, por eso, lo que entonces me olía a flores ahora me huele a mierda.

En Zaragoza el 15M se armó dos día después de que la Puerta del Sol en Madrid se tiñese de amarillo. Recuerdo esas 48 horas de expectación en clase, intuyendo la que se venía, me acuerdo de Ricardo tuiteando y de la convocatoria en la Plaza del Pilar el 17 de mayo a las 12. Sentí ridículo de nosotros mismos, éramos unos críos con sus mochilas y unas ganas que se notaban demasiado. Recuerdo sentir vergüenza al llegar y ver que apenas éramos ¿15, 30 personas? Es mucho más difícil desaparecer en la masa si “la masa” son cuatro gatos. Había gente mayor, algunos ¡en traje! Incapaz, cualquiera de los presentes, de prever la magnitud de esa semilla.

Al final entré. Entré tanto que unas horas después estaba con Manuela en la citi (la ciudad universitaria) de biblioteca en biblioteca, tomándonos al pie de la letra nuestra comisión “Agitpro” (agitación y propaganda) y recitando a gritos, como pregoneras o vendedoras de ajo, las próximas convocatorias de asambleas. El placer de romper el silencio sepulcral de una biblioteca me encanta, te deja sabor a lío, a travesura.

Si te miras en el espejo a diario es imposible percibir los cambios de la cara. El reflejo te devuelve mutaciones microscópicas e irrelevantes. Luego ves una foto de hace años y piensas “¡guau, cómo pasa el tiempo!”. Con la forma de ser ocurre lo mismo. Yo sabía que en el 15M era otra persona. Pero la hemeroteca me lo ha corroborado con dureza: mi madre guarda el recorte de una portada del 20 minutos que recogía varios retratos indignados, entre ellos el mío. Belén (se equivocaron al poner el nombre), 19 años: “Quiero una revolución pacífica. Hay que crear un sistema nuevo”. La carcajada que me salió al leerlo lleva decenas de sílabas.

Luego pienso que tan tan tan diferente no sería yo, porque, tras semanas viviendo allí, abandoné la plaza el día que se decidió en asamblea que el 15M no era feminista, -pirqui yi istibi idscriti in ini listi di dirichis himinis qui iniclii igiildid-. Había un grupo de chicas feministas (de verdad), mayores tirándose de los pelos, a las que yo admiraba de lejos pero, sinceramente no les prestaba mucha atención. Yo entonces era “feminista”, porque sí, porque cómo no iba a serlo; pero creía que el hecho de que los chicos pagasen en las discotecas y las chicas no, era discriminación inversa. Y a pesar de todo cuando dijeron que el 15M no se nombraría feminista, me fui.

A todes nos ha pasado. Estamos en una conversación sobre las acampadas del 15M, nos equivocamos y en su lugar decimos 11M, o viceversa. Qué embarazoso cuando pasa, porque son dos hechos que no tienen nada que ver y que además están bastante separados en el tiempo. Lo que sí comparten es que ambas fechas provocaron que la jornada de reflexión fuese reflexiva, pero de verdad.

El 13 de marzo de 2004, día de reflexión, tenía 12 años, y aprendí el significado de “tocinera”, de “estar en una ratonera” y pasé mucho miedo frente a la sede del PP que entonces estaba frente al teatro romano de Zaragoza.

El 20 de marzo de 2011, tres días después del comienzo de la acampada y unas horas antes del día de reflexión, no aprendí nada pero lloré mucho. La plaza ya no era de 15 o 30, sino que se llenó de miles. Se convocó un grito mudo, con cinta aislante en la boca. El silencio retumbó en toda la plaza. El lema de aquella noche me lo printee DIY en una camiseta. Imprimí en un folio “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”, recorté las letras, salí al rellano de casa con un periódico, un spray azul que había en el trastero y una camiseta de color marrón con la cara gigante de un perro pachón estampada delante que nunca me gustó, le di la vuelta y tsssssss. Aún la conservo y siempre temo con cada lavado que el mensaje se borre, pero, de momento, todavía se distingue una sombra, un reflejo de lo que fue.

El 21 de marzo se convocó una paraguada -por “la que nos estaba cayendo” con la clase política- bajo el lema “estamos reflexionando”. Y era verdad.

Siento tres vertientes de recuerdo y sentimiento del 15M que se trenzan formando una fusión extraña entre una canción de Amaral, un sentimiento de estafa y una oportunidad.

Porque recuerdo la noche que dormí con Andrea e Ivo, la que dormí a la intemperie haciendo guardia, la que dormí con Tiko y Manu y llovió un montón y nuestra tienda estaba encima de una alcantarilla y nos chipiamos. Recuerdo que allí conocí a Belén. Recuerdo a los profes como Daniel que daba clases en la acampada, o Ledesma, que hasta acampó y nos echaba la bronca si nos veía por la universidad. Recuerdo las primeras asambleas en las que se pedía un frigorífico y de pronto había tres. Recuerdo sentir la solidaridad, la comunidad. Pero luego me invade el enfado: ¿Por qué la acampada decidió vetar a los medios mainstream?, “si los abuelitos no escuchan Radio Topo, joder”. Me daba mucha rabia la gente que iba a pasar el finde a la plaza como si fuera ocio. Me enfada hoy pensar en cuantísimo mansplaining me tragué sin saberlo. Reparación: que los pesados de aquellas asambleas vengan a limpiarme la casa que perdí muchas horas de vida. Por último siento un lado más racional. El 15M sería como fuese pero de ahí surgieron las mareas y ahí se asentó Stop Desahucios. El 15M hizo una pequeña grieta que cambió algo el panorama político… creo.

En fin, que bendita y alabada sea la hora que el 15M llegó a Zaragoooza, pero, por favor, la próxima vez, mejor que sea no-mixto.

 


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