Aquelarre de periodismo
El libro 'Sin habitación propia. Crónicas sobre mujeres sin hogar de norte a sur' estará lleno de historias de migrantes, madres, excombatientes, cuidadoras, fracasadas, enfermas y enfermadas… mujeres siempre que han tenido la fatalidad de ser el sur del sur.
Un texto de Nuria Tesón, Laila Abu Shihab, Eileen Truax, Carla Fibla, Dolors Rodríguez y Lula Gómez.
El relato que aquí empieza es el de seis periodistas que conspiramos para escribir un libro: Sin habitación propia. Crónicas sobre mujeres sin hogar de norte a sur (Libros.com). Se trata de un volumen que empieza con un aquelarre. No para conjurar a un Lucifer que venga a ponernos las comas, ni los puntos sobre las íes, ni a comandar, imponiendo su patriarcal propuesta, hacia donde orientamos las escobas, no, sino para quemarlo en una inmensa pira, un enorme fuego que lo reduzca a cenizas y al hacerlo ponga luz sobre unos temas que incomodan a gran parte de la sociedad, especialmente si van juntos: derechos, mujeres y aporofobia. O lo que es lo mismo: mujeres sin hogar, mujeres sin habitación propia. Nuestro propósito es utilizar nuestras armas, la pluma, para -como dice Pilar del Río, que será la prologuista-, hacer un libro que sea “como una piedra que dé en pleno rostro de quienes pueden actuar y, sobre todo, de los conformados”.
Las historias sobre esas mujeres despojadas de todo vendrán desde los cuatro continentes. Cada una de las reporteras (Carla Fibla, Dolors Rodríguez, Eileen Truax, Laila Abu Shihab, Lula Gómez y Nuria Tesón) aportará las singularidades propias de la cultura o la realidad socioeconómica desde el rincón en que viven. Eso sí, sobre sus textos pesará de forma especial un factor que se repite aquí y en la Conchinchina, el especial precio que pagan ellas -por no tener nada- por ser mujeres.
Escribimos este texto y el libro a doce manos. Como un ritual de hermanamiento. Nuestro aquelarre será prender la indignación con el relato de cómo sobreviven esas mujeres que son, al fin y al cabo, las más vulneradas, las más pobres, las más oprimidas e invisibilizadas. Aquí y en el otro extremo de la tierra.
El demonio al que invocaremos (y quemaremos) será el patriarcado, y más le vale darse por avisado, porque esto va de periodismo intencional y de una u otra forma, él -ese rancio sistema- es el responsable de todas esas violencias institucionales, físicas, económicas, de clase, psíquicas y anímicas que caen como losas sobre ellas.
Y como las celebraciones de nuestras antecesoras las brujas (sabias de la ciencia, molestas e inconformistas), este aquelarre periodístico tiene unas fases. Para empezar, arrancamos con una convocatoria a participar, una campaña de crowdfunding. Sí, el periodismo independiente escuece y necesita el apoyo de gentes que crean en él y financien la causa. Lamentablemente, no sabríamos a qué marca de cremas acudir para ponerlas en su publicidad y las escobas con la que queremos dar en las narices a instituciones y ciegos hay que pagarlas.
Cada bruja, como en las fiestas medievales, tendrá sus propios sapos y ungüentos con los que provocar náusea. Desde España, uno de ellos será el de la violencia sexual, un tema que se empieza a evidenciar como una de las causas de que las mujeres acaben sin techo. Destroza escuchar de ellas que prefieren ser violadas por un conocido que atreverse de nuevo a buscar un rincón donde pernoctar y enfrentarse a más riesgos, más abusos, más tocamientos, más miedos, más horror. Es demoledor saber que muchas veces no denuncian, ni hablan, ni cuentan porque consideran prioritario tener un techo.
En Colombia habrá dos sapos enormes que utilizar: el primero es el de las mujeres que por muchas razones -e incluso siendo menores de edad- terminaron terciándose un fusil al hombro para pertenecer a la guerrilla de las FARC, en la que varias de ellas supieron, al fin, lo que era un hogar. Paradójicamente, tras la firma del acuerdo de paz en 2016, que preveía una nueva oportunidad sobre la tierra para estas mujeres, lejos de las armas, muchas han perdido sus sueños y otra vez están sin techo. El otro sapo que utilizaremos en este aquelarre desde Suramérica será el de las migrantes venezolanas, que han huido de su país y han tenido que enfrentar a todos los monstruos juntos, para sobrevivir en lugares que les son hostiles y las discriminan y violentan de múltiples maneras.
También en Egipto ese sapo se lo tendrán que tragar quienes nos lean. Descubrirán así las historias de las refugiadas sudanesas que huyen del conflicto y del hambre y acaban en las calles de El Cairo vulnerables a las redes de prostitución. Unas redes que se aprovechan cuando se ven forzadas a huir del abuso sexual o los golpes en sus hogares familiares y, una vez en la calle, vuelven a ser víctimas. Porque el Estado, el sapo mayor de la República, no las reconoce, la mayoría son invisibles sin identificación ni registro que, para sobrevivir, a veces prefieren colgar los vestidos y travestirse en ropa de hombre. ¿Les dice algo de quién y por qué las hace vulnerables?
Nuestros gritos y cánticos, en forma de crónica, expondrán también al cruel sistema económico que alimenta y engorda a las viles sociedades entre las que subsisten miles de migrantes centroamericanas dejándose la piel y el alma en los cueros de los coches en los que duermen. Porque queremos gritar que todas necesitamos una habitación propia y que un carro o un clóset jamás será un hogar para esas mujeres bravas, valientes y osadas que dejan sus tierras.
China y sus desplazadas internas, las mujeres rurales, pobres e inexistentes tendrán forzosamente que salir de las chispas y periodismo que escribamos desde extremo oriente. El foco estará también en África del sur, con realidades totalmente diferentes, pero igualmente crueles para contar la mutilación que supone no tener un hogar.
El homenaje está claro: serán ellas, a quienes nunca miramos y son el propósito de este aquelarre. Por eso, el libro estará lleno de historias de migrantes, madres, excombatientes, cuidadoras, fracasadas, enfermas y enfermadas…mujeres siempre que han tenido la fatalidad de ser -como dice Carmen Sarmiento– el sur del sur.
El banquete llegará cuando lo publiquemos, y luego, cuando consigamos llevar esta historia de sororidad a todo el mundo. Queremos llegar alto. Queremos volar con esta historia y poder hacer un festín cuando empecemos a poner perspectiva de género a un complejo problema, el sinhogarismo. Y sí, para eso habrá habido antes que descuartizar los estereotipos, el machismo y el conformismo que supone pensar que las cosas no tienen solución. Para que los no derechos y los mil abusos que sufren se pongan ya sin excusas en la agenda política y mediática, queremos que te sumes a nuestra causa, que te subas a nuestra escoba y podamos volar todas.