“La ausencia de Dolores Vázquez en el documental confirma las consecuencias de la barbarie”
‘El caso Wanninkhof - Carabantes’, un documental de Tània Balló, analiza la lesbofobia mediática que sufrió Dolores Vázquez tras el asesinato de Rocío Wanninkhof. La aparición del cadáver de Sonia Carabantes señaló al verdadero culpable y nos señaló como sociedad.
A las amistades de Rocío Wanninkhof se les siguen inundando los ojos de lágrimas cuando la recuerdan. La buscaron sin descanso hasta que aparició su cadáver y, desde entonces, conviven con el recuerdo de una adolescente risueña. Ellos y ellas tuvieron que crecer demasiado rápido, pero a Rocío le arrebataron esa oportunidad el 9 de octubre de 1999. Mientras Cecilia Matilde King, la exmujer de Anthony Alexander King, advertía a la policía de sus sospechas, la maquinaria judicial, policial y mediática construía un personaje que solo podía ser culpable: Dolores Vázquez. La prensa señaló a la “examiga íntima” de Alicia Hornos, la madre de Rocío, como una mujer fría, calculadora, mala, perversa. Dijeron que Rocío no soportaba la relación que mantenía con su madre y, en esa certeza de lesbofobia, nos hicieron creer a toda la opinión pública que Dolores había sido capaz de asesinarla. Nos lo creímos. Ella, que se mantuvo siempre firme en su inocencia, entró a prisión al grito de “¡asesina!”. Las pruebas, que se mostraron como irrefutables, acabaron siendo un cúmulo de malosentendidos.
El 14 de agosto de 2003, Sonia Carabantes no vuelve a su casa. Sus padres, todavía en shock, atienden a los medios de comunicación en la puerta de su vivienda. Dan las gracias y piden el apoyo de la ciudadanía para encontrar a su hija. El cadáver de Sonia aparece unos días después y en él encuentran los mismos restos genéticos que se habían encontrado en una colilla que, cuatro años antes, había aparecido junto al cuerpo de Rocío Wanninkhof. Las pruebas apuntaban a Anthony Alexander King.
Ahora, Netflix publica El caso Wanninkhof – Carabantes, un documental de Tània Balló (Barcelona, 1977) en el que se analiza la brutalidad mediática que atravesó las asesinatos de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes. En la película, que se construye a partir de más de 50 horas de entrevistas grabadas a más de 60 personas relacionadas con el caso, se revisan también fuentes judiciales y se nos pone delante de una hemeroteca que retrata la lesbofobia de una sociedad que tampoco ha pedido perdón. En el proceso de documentación, Balló y su equipo han revisado toda la prensa española entre entre 1999 y 2006 y la prensa británica entre 1985 y 1991. La obra recoge también el análisis de La construcción de la lesbiana perversa, un libro de Beatriz Gimeno que ha sido clave en la construcción teórica de la película.
Entrevistamos a la autora del documental.
¿Por qué ahora?
Por una confluencia de cuestiones. Porque ahora existe la posibilidad de hacer este tipo de películas desde el punto de vista en el que me siento cómoda. He querido hacer esta película desde un lugar de crítica, de denuncia, casi como un ensayo. Este era un género complicado en la industria audiovisual española hasta que las plataformas lo han puesto de moda. Ahora he podido explorarlo en toda su diversidad. Además, este tipo de películas necesitan que pase el tiempo para tener perspectiva histórica, para que esas heridas, de alguna manera, estén cicatrizadas, aunque en el entorno de las víctimas no se cicatrizan nunca. El tiempo y la distancia ayudan a la reflexión.
Cada vez hablamos más de cuál debería ser el tratamiento mediático de las violencias machistas, ¿dejar que pase tiempo tiene que ser una apuesta?
Hay varios niveles de análisis. Hay una denuncia necesaria que tiene que ser inmediata, pero en casos como estos, que acaban siendo tan complejos, con tantas ramificaciones, el tiempo nos ayuda para hacer una reflexión más general, más compleja y global. Necesitamos tiempo para saber quiénes éramos y quiénes somos ahora.
¿Podría volver a pasar? ¿Quiénes somos ahora?
Creo que ahora estaríamos más alerta. Creo que hoy las alarmas saltarían antes y aparecerían más voces disidentes. Ahora los movimientos LGTBI tienen un espacio de poder mayor, más voz. Hay una sensibilidad distinta. Creo que ahora no se daría esa aceptación unánime. Nadie alzó la voz ni detectó la lesbofobia que se estaba ejerciendo contra Dolores Vázquez.
Beatriz Gimeno, autora del libro La construcción de una lesbiana perversa, lo reconoce en el documental.
Sí, es la primera en entonar el mea culpa porque el movimiento no estuvo a la altura. Empieza también así su libro, con esa premisa, la de reconocer que no fuimos capaces y no nos percatamos de lo que estaba pasando en los medios.
¿Has encontrado paralelismos con lo que ocurrió, a escala mediática, a partir de los asesinatos Toñi, Miriam y Desirée, en Alcàsser?
No fue tan bestia como Alcásser, pero también se utilizó cierta jerga que, de nuevo, sin que fuera tan evidente, se tradujo en cierta condescendencia con una chica que había desaparecido forzosamente. Luego, más adelante, empezó a construirse un relato en torno a la ira y a la supuesta rivalidad entre Dolores y Rocío. El tratamiento médiatio fue brutal y sin ningun tipo de línea roja, pero en el caso Wanninkhof trató de evitarse justo lo que pasó en Alcàsser: la idea del azar. Por eso, creo que hay algo en esa decisión del grupo de investigación en girar hacia la idea de un crimen pasional y no sexual. Rocío había sido asesinada por una razón pasional. Creo que por eso hay una precipitación para buscar una culpable y evitar esa idea del azar. Sonia Carabantes es asesinada y ahí sí hay pruebas claras pruebas de razones sexuales. A partir de conocer que hay un asesino sexual se genera un pánico que, por suerte, se consigue parar cuando Toni King es detenido.
En el documento entrevistas a Cecilia Matilde King, la exmujer de Toni King.
Una de las cosas que quería, de alguna manera, mostrar en la película es que este tipo de casos generan muchas victimas colaterales. Los testimonios de algunas mujeres son escondidos y, de alguna manera, se las culpabiliza. Ella había denunciado sus sospechas sobre su exmarido, pero, como lo hizo a partir de la desaparición forzosa de Rocío Wanninkhof, no se quiso que ese testimonio saliera a la luz. Hablé muchas veces con ella antes de viajar y poder entrevistarla. Tuve claro, y así se lo transmití a todas las mujeres a las que he grabado, que para mí lo importante era no revictimizarlas. Han sido filmadas desde el lugar que ellas querían y les dejé claro que no esperaba nada de sus testimonios. No buscaba ni más emoción, ni más tragedia, ni más dramatismo. Para mí ha sido un privilegio poder escuchar la historia de estas mujeres que han vivido una tragedia. Quería que pudiera explicar las características de un hombre que ya había ejercido violencia en su entorno, que ya tenía una relación muy próxima con la violencia.
¿Echas de menos a alguien en el relato?
Si quieres que te diga la verdad, a Dolores Vázquez supe que no iba a poder filmarla y siempre concebí la película desde esa ausencia. Yo respeto y apoyo la decisión de silencio de Dolores. Esa ausencia, como documentalista, me ayudaba a confirmar las consecuencias de la barbarie. Intenté entrevistarla, claro, pero nunca construí la película con ese personsaje. Hablé también con Alicia Hornos, la madre de Rocío Wanninkhof, pero, por cuestiones personales y de salud, decidimos mutuamente que era mejor no filmarla. Además, tengo que decirte que, una vez llegué a la conclusión de que Alicia no estaría, también sentí algo de justicia. Los dos personsajes que siempre, por desgracia, acaban confluyendo en cierta rivalidad son tratados desde un mismo lugar: la imagen de archivo. Creo que hay cierta justicia narrativa en eso. No es algo que predispuse, pero esa decisión acabó ayudándome narrativamente. Lo que sí me hubiera encantado es poder hablar con la defensa de Dolores Vázquez, pero también se negaron..
¿Cómo ha sido el trabajo con la hemeroteca? ¿Cómo decides, desde lo que sabemos ahora, republicar o no algunas imágenes?
He sido muy pudosa para no sacar imagenes que no necesitaba, que además me parecía que no formaban parte de la narrancion desde el punto de vista en el que yo estaba construyendo la película. Algunas imágenes son necesarias para contextualizarlas y poder entender la deriva y la agresivad con la que se trató el tema. Una cosa que me impactó es que me di cuenta de la imagen tan sesgada que tenía de Dólores Vázquez. Incluso la construcción física que me había hecho de ella no tenía nada que ver. Ha sido interesante explorar cómo nos habían convencido de que era una mujer que no era. Su imagen ha estado manipulada incluso teniéndola delante. Los medios de comunicación tienen el control mental de la opinión pública. Incluso te construyen físicamente a un personaje que no es real.