“Electroshock, por favor” o cómo tratar bien la depresión de las mujeres

“Electroshock, por favor” o cómo tratar bien la depresión de las mujeres

La película italiana ‘Locas de alegría’ sabe encontrar el punto perfecto entre la tragedia y la comedia para contar el sufrimiento de las mujeres sin banalizarlo ni un ápice pero tampoco hacer que retiremos la vista de la pantalla.

16/06/2021

Fotograma de ‘Locas de alegría’.

El caso de Rocío Carrasco ha evidenciado quizá como nunca antes, entre otras cosas, la forma en que nuestra sociedad encubre bajo la estigmatización de una enfermedad mental un problema que es, una vez más, de género, y que, por tanto, no sabe tratar adecuadamente. La película italiana Locas de alegría trata este tema pendiente como pocas, aunando luces y sombras, risas y dolor sin edulcorantes artificiales; la podéis ver en HBO, Prime Video y Filmin.

Desde hace un tiempo todo el mundo quiere hablar de la realidad de las mujeres, pero muy pocas veces lo hacen sin las que sufrimos esa realidad tengamos que retirar la vista de la pantalla. Hombres ciertamente sádicos cogen la obra de una mujer, como el Cuento de la criada y hacen de ella un espectáculo para la recreación morbosa de otros tantos; y convierten su primera temporada en la vindicación feminista más aplaudida hasta la fecha por la crítica masculina a quienes parece que haya que pedir perdón porque a nosotras no nos agrade “que nos cuenten una vez y otra el cuento de cómo las libertades ganadas pueden perderse y nos veamos de vuelta en una sociedad de esclavos. De esclavas”, como anotó en su día sobre esta serie Elvira Lindo. En el otro extremo está la banalidad con la que el posfeminismo trata estos problemas y, luego, está la ficción que superpone las dos estrategias, como Sky Rojo, en la que, joder, qué divertido resulta que esas putas no puedan quitarse de encima al ser y al sistema que las esclaviza y las trata como basura…

Diréis que estoy quisquillosa, pero es que resulta muy difícil encontrar obras capaces de reconfortarnos (entiéndase: echarnos una mano y no al gaznate) y a la vez reflejar la bestia parda del sufrimiento de las mujeres (sí, el dolor, no la venganza ni el odio) sin suavizarlo ni un ápice. Y, bueno, cuando lo consigo se me enciende la letra en la punta de los dedos como a E.T. cuando le hablan de su casa.

El primer ingrediente amable que encontramos en Locas de alegría es que, tratando tan certeramente temas delicados de las mujeres, esté creada por un hombre, Paolo Virzi, y eso es dulce porque reconforta saber que hay hombres con voz y sensibilidad que están de nuestro lado. Este es uno de esos escasos cineastas que, a pesar de su éxito y larga trayectoria, nunca ha ambicionado grandes presupuestos. Aquí sabemos poco de él precisamente porque se ciñe a producciones humildes (una cada dos años aproximadamente), de esas que la industria suele dejar para las chicas realizadoras (de hecho, recuerda a Hola, ¿estás sola? de Itziar Bollaín). A ver dónde encuentras tú por ahí un director tan poco narcisista, con lo que tira el poder de una cámara…

Cartel de ‘Locas de alegría’.

Virzi suele tratar temas humanos sin olvidar la perspectiva social, pero además, este caso es especial y recuerdo algo que él ha repetido hasta la saciedad: que esta película se hizo para envolver la imagen real de dos mujeres que caminaban abrazadas un día de frío rodeadas por una manta, mientras se hacían confidencias y se ayudaban mutuamente a salvar sus vestidos y tacones del camino embarrado por la nieve derretida. Una de ellas era la desbordante y parlanchina actriz (también cineasta) Valeria Bruni Tedeschi y la otra era su propia esposa, Micaela Ramazzotti, reservada y más joven, que seguía a la primera con especial confianza. Del curioso y frágil dúo caminando dificultosamente entre el frío y el barro, que evocó al director las andanzas de Quijote y Sancho, emanaba una mezcla de tragedia y comedia, un misterio y complicidad que llamó poderosamente su atención y le provocó la necesidad de grabarlo y contar la historia de su poderosa unión. Esa imagen es un resumen espléndido de Locas de alegría, de lo que percibiréis al verla. Y también un ejemplo encomiable de cómo un filme surge de las mujeres, la dirijan ellas o no, y se mantiene fiel a esta mirada en su tratamiento.

Luego están los temas tan certeramente tratados, como la estigmatización de la depresión, tan próxima a las mujeres heridas que crecen tristes en un mundo inclemente, oportunamente retratado en un momento además en el que el Senado italiano debatía sobre el cierre de las residencias psiquiátricas; los abusos y todo tipo de humillaciones que estas sufren, cuando la enfermedad es considerada como causa y no síntoma de su problema; la hostilidad de un sistema que no sabe apreciar la implicación del género en su cobertura a las enfermedades mentales y, por tanto, no sabe curarlas; una road movie, por supuesto, sobre la amistad de dos mujeres buscando su lugar en el mundo, que recoge de Thelma y Louise solo los nexos superficiales suficientes para proporcionar en cambio una respuesta verdaderamente feminista y emancipadora de la mujer frente a la cinta de Ridley Scott que ahora cumple 30 años y de la que Virzi se desvincula con argumentos cuando la comparan con ella.

Luego está el guion para el que el cineasta acudió a su amiga y admirada Francesca Archibugi: el tono divertido que envuelve el desnudamiento progresivo de una historia construida, sin embargo, con frases sobrias, cortas y certeras como dardos en una diana, sin más condimento que los hechos; y la tan esperada escucha, sin melodrama, normalizada y curativa, como solo puede dar la afinidad, la compañera de viaje que tampoco ha dejado de llorar desde que nació.

Luego todas esas cosas que ocurren que ya son spoiler y que mejor no leáis hasta después de ver el filme: la descripción de los hombres corrosivos que han fraguado la triste realidad de las protagonistas, depredadores que se aprovechan de la debilidad de sus víctimas; el retrato también de esos otros hombres que, como alter-egos de Virzi, no participan como simples personajes neutros de un guión-sistema establecido, sino que ofrecen facilidades para que ellas vuelen pese a la presión de un entorno inmisericorde: el tolerante director del Villa Biondi; el joven médico que asiste a Donatella Morelli (Micaela Ragazzotti) y le pregunta (quizá por primera vez en su vida) “¿Qué quieres?” a lo que ella responde “Electroshock, por favor” como inercia a borrarse del mapa; el taxista que acompaña en su delirio a Beatrice Morandini (Bruni Tedeschi) e impide que se aprovechen de ella… En fin, personas buenas de cuya existencia depende que las cosas funcionen mejor, mientras la pesada estructura que nos enmarca, va evolucionando a un paso siempre mucho más lento.


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