“Y se aman a escondidas”. Invisibilidad lésbica y relatos de lo cotidiano

“Y se aman a escondidas”. Invisibilidad lésbica y relatos de lo cotidiano

La invisibilización, la hipersexualización y la infantilización siguen impactando en los cuerpos de las mujeres que se relacionan con otras mujeres. A través del papel de Sandra Barneda en la 'Isla de las tentaciones' reflexionamos sobre cómo nos sigue afectando a lesbianas y bisexuales.

02/06/2021
una mujer sentada, con un fondo de palmeras

Sandra Barneda, presentando ‘La isla de la tentaciones’. / Fotograma del programa

“El sesgo de la heterosexualidad obligatoria que lleva a percibir la experiencia lesbiana en una escala que va de la desviación a la aberración o a volverla sencillamente invisible
(Adrianne Rich, Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, 1980)

Este artículo empezó a tramarse una noche de miércoles. Nos habíamos acostumbrado a tragarnos los dramitas de la heterosexualidad en la ‘Isla de las Tentaciones‘ fijándonos en las caras de circunstancia de la presentadora Sandra Barneda mientras escuchaba los relatos de las y los participantes. Nos hacía gracia su actitud y nos sentíamos identificadas en sus desplantes sin reflexionar por qué era la persona que más nos apelaba. Hasta que una amiga dijo: “La presentadora, cuando acabe el programa, yo creo que se va a potar”. Nos reímos y dijimos: “Illa del tirón”. Una de nosotras dijo: “¿Pues tú sabes que la presentadora es lesbiana?”. Entonces todo comenzó a colocarse y a cobrar un nuevo sentido. Una mujer lesbiana en medio de todo. Una mujer lesbiana puesta en el punto medio entre el hombre y la mujer (otra vez), sosteniendo las dinámicas violentas de la heterosexualidad. Una mujer lesbiana escuchando los estragos del amor romántico, haciendo de jueza, de conciliadora, de hombro amigo para ellas y para ellos. Una mujer debajo de la pirámide del heteropatriarcado machacada por él pero aún sosteniéndolo con los brazos. Nos preguntamos entonces: “¿Illa tú crees que las lesbianas sostenemos las discusiones de parejas de nuestras amigas heterosexuales pero luego ellas no le dan la importancia a las nuestras?”.

Esta pregunta nos recordó al relato que Audre Lorde hizo en su libro Zami. Una Biomitografía sobre la invisibilidad que sufrió por ser lesbiana en sus entornos más cercanos. En este texto esta autora relata sus primeros años de vida hasta su juventud. Aparece un pasaje donde Lorde explica cómo acompañó, en sus dramas, a las mujeres heterosexuales de su entorno pero de las que no recibió mucha empatía entorno a sus relaciones lésbicas: “Rhea disponía de todas las claves que necesitaba acerca de mis relaciones con las mujeres. La homosexualidad no formaba parte del partido. Rhea trataba de encontrar alguna correlación entre mi amor por Muriel y sus propias y dolorosas aventuras amorosas. No se atrevía a ver las semejanzas y por ello tampoco pudo ver las diferencias”. En el libro, Lorde revive en varias ocasiones la soledad y el desconcierto que le provocaba que sus efectos fuesen pasados por alto cuando ella estaba atenta y disponible para sostener a las mujeres heterosexuales de su alrededor.

Audre Lorde, como Sandra Barneda, tenía que soportar los “heterodramas” basados en dinámicas de violencia y de competitividad en los afectos. Heterodramas construidos bajo el sostén de la fragilidad masculina y en la posición de cuidados impuesta a las mujeres. Heterodramas representados a través de celos, exigencias e insultos. Tan legitimados por la sociedad que son leídos como “los típicos problemas de pareja”. Heterodramas que deberíamos llamar violencia machista. Sin embargo, esta palabra no se usa porque la heterosexualidad es legitimada por el heteropatriarcado machista sostenida por el concepto de amor romántico. Sin embargo, “bibollodrama” sí se utiliza a la hora de hablar de cualquier tipo de conflicto que suceda entre mujeres que tienen relaciones lésbicas. De esta forma se infantilizan los deseos de las mujeres hacia otras mujeres cayendo dinámicas opresivas. Incluso podría ser un insulto sostenido por la misoginia porque incide en el estereotipo de mujeres histéricas, conflictivas, locas y que saltamos a la mínima. Pero lo que más nos duele de este término es que muchas veces es usada por nuestras amigas, por espacios políticos y cotidianos incidiendo en la invisibilización e infantilización que las mujeres lesbianas tenemos que soportar.

La heterosexualidad obligatoria, término acuñado por primera vez por Adrienne Rich en 1980, hace que exista una invisibilidad lésbica sistémica que impacta de forma muy contundente en nuestras vida, nuestros cuerpos y nuestros sentires. Creer que la heterosexualidad es la norma hace que las experiencias lésbicas se consideren un error, una fase, estando siempre en sospecha. Por esta razón, muchas veces las experiencias lésbicas no son tenidas en cuenta en la salud ginecológica creando una mala praxis y una sensación de inseguridad ni se tiene en cuenta la diversidad lésbica a la hora de hacer educación afectivo-sexual. Por este pensamiento heterosexual, explicado por Monique Wittig en 1992, legitimado como natural, se hace una esencialización de las experiencias lésbicas donde todavía somos leídas desde una dicotomía de género borrando las experiencias lésbicas de las mujeres trans; porque sí, hay mujeres trans lesbianas, bisexuales, asexuales y todo lo que quieran ser. Todo esto son formas de invisibilidad lésbica que provocan una lesbofobia en la sociedad, es decir, violencia de diferente índole que atentan contra la integridad física y psicológica de las mujeres que tienen prácticas lésbicas.

Es innegable que una de las técnicas que tiene la heterosexualidad hegemónica para deslegitimar la existencia lesbiana, quizá las más evidente, es la hipersexualización. La asunción por parte de la hegemonía heterosexual que lesbianismo es, primero y ante todo, un tag de pornhub: una imagen estática, despersonalizada y para el gusto masculino antes que una realidad cotidiana y diversa representada por muchas mujeres. Esto es bastante incongruente teniendo en cuenta que en realidad somos infantilizadas pues la heterosexualidad impuesta no puede concebir a dos mujeres como sujetas deseantes recíprocas sin su intervención. Por ello se genera un relato colectivo en torno a la sexualidad lésbica como si no existiera, y si existe es solo para uso y disfrute de la masculinidad heteronormada. Así, la sexualidad lésbica es una suerte de seudosexualidad que implica más la poética que la práctica según el imaginario hegemónico. O cuando aparecen practicando sexo lo hacen desde una exotización, como bien nos han remarcado las películas románticas protagonizadas por dos mujeres y dirigidas por directores hombres.

Así aparecen dos caras de la moneda: por un lado, hipersexualizadas para disfrute masculino; por otro, infantilizadas, invisibilizadas y tuteladas. Así se crea un imaginario cotidiano donde si no hay un hombre de por medio parece que las bolleras no follan, porque recae en el inconsciente la idea de que el sexo lésbico tiene que ser visto. Por eso, es bastante más común de lo que creemos que se considere que cuando estás encerrada en tu cuarto compartiendo intimidad con otra u otras mujeres las personas con las que convives o amigues pueden entrar en el cuarto donde estás con tu pareja sin miedo a interrumpir nada.

Este goteo constante de actitudes, presunciones, estereotipos y silencios repercute diariamente en los cuerpos, la sexualidad, las ternuras y los deseos de las mujeres lesbianas. Como diría Cherly Clarke en el libro Esta puente mi espalda (1988), “la mujer que toma a una mujer como amante vive peligrosamente en el patriarcado”. Vive constantemente en tensión con respecto a lo que la sociedad impone a su identidad.

“Y si el pueblo se ha inventao una sarta de mentiras
no encarceles al corazón porque digan que tú y yo
somos más que amigas”
– Más que amigas
Las Carlotas

En estas sevillanas, Las Carlotas cuentan cómo dos mujeres se distancian porque el pueblo empieza a hablar y las llama “más que amigas”. A través de esta letra, se deja claro cómo la heteronorma patriarcal impacta en la vida de las mujeres que tienen relaciones lésbicas, hasta tal punto que pueden modificar su comportamiento por el que dirán y la presión social. Es cierto que en la letra no se deja claro si estas mujeres en realidad mueren por sus “quereles” o no. Pero así es la existencia lésbica infravalorada, invisibilizada e infantilizada. Tanto es así, que muchas de las mujeres que mantienen relaciones de pareja con otras mujeres tienen que aguantar el silenciamiento de su orientación sexual cuando vuelven a su lugar de origen. Por decirlo claro, tú llegas y nadie te pregunta qué tal tu pareja, a pesar de que has dicho que tienes novia y has dicho su nombre, y hablas de ella y la mentas. La gente prefiere asumir que eres la eterna soltera (que está muy bien serlo si lo has decidido) que asumir que eres lesbiana. Ahora sí, tienes que aguantar los “heterodramas” de tus amigas, vecinas y primas, pero a ti no te pregunta nadie. Muchas veces los entornos cotidianos de las mujeres lesbianas esperan que algún día dejen de serlo, asienten la cabeza y se echen un novio.

En torno a esta sensación Gloria Anzaldúa en su libro Borderlands/La Frontera: The New Mestiza recuerda que una de sus alumnas contestó así en a la pregunta de que era la homofobia: “Homofobia era miedo de volver a casa, después de haber residido largo tiempo en otro lado”. Anzaldúa aprovecha el lapsus de su alumna para reflexionar: “Qué apropiado, miedo de ir a casa. Y de que no te acepten. Nos da miedo que nos abandone la madre, la cultura, la raza, porque no somos aceptables, somos defectuosas, estamos estropeadas. La mayor parte de nosotras cree inconscientemente que, si mostramos ese aspecto inaceptable del ser, nuestra madre-cultura- raza nos rechazará de plano”.

“Iban del brazo cogía a mediados de febrero
las dos celebran su día dicen que van de paseo
y se aman a escondías.
Pal barrio y el mundo entero que son dos buenas amigas
de sus gozos y sus deseos solo saben las cortinas”
-Y se aman a escondías-
Ecos del Rocío

Sin embargo, desde muchos espacios, se nos dice que la invisibilidad lésbica está acabando, que cada vez las mujeres lesbianas, bisexuales y mujeres que tienen relaciones lésbicas están más representadas en la sociedad. Pero la representación que se hace de las mujeres lesbianas recae en identidades monolíticas y estancas que impiden la representación y autorrepresentación de la diversidad de las mujeres que tienen relaciones lésbicas. Por eso, una forma de legitimar la existencia lésbica es a través de la representación de una pareja monógama, que trabaja y legitima su a través del matrimonio, que como dice Andrea Momoitio en su artículo ‘Bolleras a popa’, es el camino para la legitimidad de las parejas gais, lesbianas y trans. Esto nos hace recordar al texto de Wittig cuando dice: “Estos discursos de heterosexualidad nos oprimen en la medida en que nos niegan toda posibilidad de hablar si no es en sus propios términos”. Representar a mujeres lesbianas en estos términos para nosotras es una forma de invisibilización pues borra de un plumazo la diversidad de la existencia lésbica. Sin embargo, no queremos caer en juicios de las mujeres lesbianas que deciden casarse, solo incidimos en la idea de la invisibilización ante la única idea de existencia lésbica socialmente aceptada.

De tanta invisibilización por la heteronorma y el heteropatriarcado, aparece la lesbofobia interiorizada, que a grandes rasgos es aversión hacia el concepto de “lesbiana” y las personas que “son o parecen” lesbianas. No solo hacía las demás sino hacia una misma. Quizá por ello, muchas veces usamos nosotras mismas el termino “bollodrama”, el cual es usado por el heteropatraircado para reírse de nosotras como mujeres que tenemos relaciones sexo-afectivas con otras mujeres. Quizá por esa lesbofobia interiorizada nos callamos y nos silenciamos porque tenemos miedo de ser señaladas.

La invisibilización hacia la existencia y los afectos lesbicos nos rodea día a día. Lo tenemos tan asumido en nuestro cuerpo que hemos aprendido a vivir olvidándonos a nosotras mismas. Los silencios de nuestras familias a nuestras existencias, los relatos que nos relegan a amigas o la etiqueta de eterna soltera para no reconocer nuestras vivencias Esa sensación tan arraigada en nuestro cuerpo que con los años se está convirtiendo en un escozor que salta a menudo. Por eso, reivindicamos una visibilidad lésbica que confronte este sistema heteropatriarcal, capitalista, clasista y racista.

Para empezar a visibilizar experiencias lésbicas invisibilizadas os dejamos una lista de reproducción para romper con la heteronorma patriarcal que nos remueve la conciencia y nos invita a hacer resistencia desde la alegría.

Maravillosas se sienten por dentro
Y no conciben otra forma de ser.
(…)
¿Dónde está escrito que el amor tenga que ser
Solo entre hombre y mujer?
Calaita-Maravillosas


NOTA DE LAS AUTORAS: En este texto se habla de la invisibilidad lésbica. No queremos caer en reduccionismos y asumimos que las experiencias lésbicas son diversas. Nos referimos en este texto a un sujeta política amplia, asumiendo que existen identidades diversas en esta realidad como son las mujeres trans lesbianas o las personas no binarias lesbianas.


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