Yo sobreviví a los baños tránsfobos de Carolina del Norte

Yo sobreviví a los baños tránsfobos de Carolina del Norte

La Bathroom bill, ley aprobada por Carolina del Norte, consiste en la restricción al acceso de baños públicos según sexo asignado al nacer. ¿Cómo esta ley consiguió echar del Estado a una madre blanca, cis y heteruza? Mi cuerpo materno, ese que te impide separarte de tu criatura, era una desviación de la norma.

Texto: Diana Eguía
21/07/2021

Lo primero que hay que aclarar en este texto es que quien escribe es mujer blanca cis, madre de niñes (en plural) y ha estado doblemente casada (primero, por el condado de Montgomery, Pennsylvania; después, por un rito inventado peninsular) con un varón cis de más edad. Por tanto, si buscas “heteronorma” en el diccionario es bastante probable que aparezca mi pelo rubio, mi cara guapa. ¿Cómo es posible, entonces, que alguien como yo haya sufrido leyes transfóbas? Digamos que parte de mi vida de ama de casa blanca de suburbio americano transcurrió con posterioridad al 2016, cuando la llamada Bathroom bill fue aprobada por el ominoso estado de Noth Carolina (Sur de los Estado Unidos).

La Bathroom bill consiste en la restricción al acceso de baños públicos según el sexo asignado por escrito en el certificado de nacimiento. Esta ley fue aprobada a pesar de que no había registro alguno de incidentes acaecidos en baños públicos entre gentes trans y cis en Carolina del Norte. Sin embargo, los abusos y ataques al colectivo LGTBIQ+ sí eran pan de cada día en la ciudad carolina donde residía, a veces incluso provenían de la mano de la policía. El primer dato increíble de este artículo es que tal ley pudiera salir adelante en cualquier lugar del mundo, pero esto es Estados Unidos y las cosas más increíbles suceden. Supongo que mi necesidad de entrar en un baño público está en la media y mi identidad cis me da el privilegio de ir por la vida sin que se me marginen especialmente. Entonces, ¿por qué la Bathroom bill acabó expulsándome del Estado?

Como ya se ha dicho, dentro de mi normatividad ocurre que he dado a luz a varias criaturas. Sucede que algunas de ellas tomaban clases de natación en un polideportivo de la North Carolina, como el resto de las buenas familias de clase casi-media y casi-blanca. Sucede también que a algunos de mis churumbeles no les dieron al nacer el mismo sexo que a su madre por haber venido al mundo con pene. Por último, ocurre que mis varones (por aquellos años, de 4 meses y 3 años) no podían entrar conmigo al vestuario para ponerse el bañador; por supuesto, tampoco podían hacerlo dentro de la piscina ni en ningún otro espacio público. Mi prima de Málaga, que es de esas que se complican poco la vida, me escuchaba incrédula contarle la situación y resolvía del modo siguiente: de toda la vida los niños han ido al baño de mujeres, porque está más limpio.

 

A pesar de la recomendación de mi prima a las autoridades carolinas para hacer de la limpieza el corte divisorio del acceso a los baños, la prohibición de utilizar el mismo vestuario que mis churumbeles permanecía. Por algunas semanas intenté varias alternativas que pasaban por helarnos el trasero hasta que, finalmente, me decidí a hacer caso omiso de la normativa y acceder al vestuario con mis bebés. Tan pronto como le cambiaba el pañal al más pequeño, una mujer cis blanca (pongamos que se llamaba Becky, Becka o Rebeca) me dijo amablemente que ese era el vestuario para uso privativo de los úteros autoidentificados mujeres. Al hacerle caso omiso, se acercó otra (tal vez Kim, Bella o Pam) y me repitió que debía salir de ese espacio, porque estaba reservado únicamente a señorotongas cis. Finalmente, alguien cuyo nombre seguramente era Raven, Cinthya o Betty, me amenazó con llamar a seguridad si no salía con mis pequeños penecillos inmediatamente del vestuario. Cuando el falo de tu hijo de cuatro meses provoca la indignación y la amenaza de alguien como Becky, Kim o Betty sabes que debes alejarte lo más posible de lugares con leyes tránsfobas.

De vuelta en España, andaba yo creyéndome libre de todo tipo de gilipolleces (llamémoslas así, porque es la palabra adecuada) que tuvieran que ver con los genitales de la persona que orina en el receptáculo de al lado, cuando comencé a leer comentarios propios de Cinthya. De pronto en Twitter aparecían traducciones malas de comentarios que había oído por boca de Cinthya, Raven o Kim. No daba crédito y el motivo de mi asombro tenía que ver con capítulos normalizados de mi biografía: yo he visto mujeres miccionando en la calle delante de media ciudad, incluso testimonié a una defecando. El segundo dato increíble de este artículo es que tal mojón pudiera salir adelante en mitad de una urbe plagada de gente, pero esto es Spain y las cosas más increíbles suceden. Durante los Carnavales de Cádiz, mi amiga S. me pidió que la acompañara a lo que yo creía que sería una cosita rápida, pero no. En lugar de escondernos entre dos coches, lo cierto es que fuimos a una calle altamente transitada y al ver que mi acompañante tardaba más de lo habitual en este tipo de casos, constaté con los ojos como platos que S. estaba, tranquilamente, cagando en la calle. En un país donde una mujer cis defeca entre la concurrencia no puede ser que se acaben escribiendo tweets sobre una supuesta inseguridad a la hora de compartir baño con mujeres trans. Simplemente, no puede ser. Como madre blanca heteruza me pregunto qué más tendremos que aguantar mis hijes y yo sobre el temita de los baños.

Datos realmente curiosos sobre los Estados Unidos:

-La depilación láser es un nicho de mercado dirigido sobre todo a las mujeres trans. Los úteros esencialistas del Régimen del 78 podrían sorprenderse de que sus íberos y velludos cuerpos no encajaran del todo en la hegemonía de la feminidad anglosajona. Para el white caucasian una mujer meridional del sur de Europa no cumplirá del todo los requisitos de la suavidad, la delicadeza, la finura y la gracia que se espera de la alguien que aspire a entrar en la categoría de mujer. Seguramente, algunas señoras necesiten arrancarse más pelos del bigote que Becky, Pam o Cinthya las tres juntas. Si tienes barba y carnet del PSOE, a lo mejor en algunos países te pareces más a un hombre con falda de lo que crees.

-Existen políticos como los de Carolina del Norte, pero también es más fácil desarrollar estilos de vida alternativos. Tal vez por eso existen lugares tan mágicos como las Radical Faeries Communities: una red pagana de diversos colectivos LGTBQ+ que residen en el campo y habitan concentrados en cuidar del medio ambiente y mimarse entre sí. La comunidad incluye a todas las orientaciones sexuales e identidades no normativas imaginables. Ser un hada radical significa que puedes ser una criatura mágica si te da la gana, explorar la sexualidad libre de imposiciones culturales, compartir experiencias de vida al margen de la heterosexualidad e incluso defecar y miccionar entre arbolitos sin que nadie te expulse del bosque.

-En inglés existen códigos lingüísticos para identificarte como aliada de la lucha trans desde el primer momento. Para ello, basta con añadir a tu nombre los pronombres por los que quieres ser referida en el momento de la presentación. Por ejemplo, para una mujer cis como yo, después de dar mi nombre, añadiría que mis pronombres son she/her (ella/su). En mi experiencia, va en aumento el número de gente que desea ser referida por they/them, esto es un elles que puede responder a una multitud de identidades: mujer y hombre, ni hombre ni mujer, mujer y animal, etc.

Latinxs es uno de términos de moda y la palabra correcta para referirse de modo inclusivo a aquellos ciudadanos de ascendencia u origen hispano o latinoamericano. Es un gesto por parte de esta comunidad para integrar a quienes sí se identifican como latinos, pero no con el binarismo de género. Podría ocurrir que el cambio a un español menos heteronormado acabara incorporándose desde este país, donde hay trece millones y medio más de hispanohablantes que en el Estado español.

Nota: Les peques de la autora han retomado las clases de natación este verano y, por suerte, sus memorias parecen haber borrado todo rastro de Rebeca, Raven y Betty.

 

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