Bienvenides, bienvenidas y bienvenidos al estadio Caster Semenya
Extracto del libro ‘#Chandaleras: masculinidad femenina vs. feminidad obligatoria en el deporte’, de Ana Pastor, editado por Piedra Papel Libros.
Introducción del libro #Chandaleras: masculinidad femenina vs. feminidad obligatoria en el deporte, editado por Piedra Papel Libros.
En él siempre sentimos una sensación de calma, pero la verdad, lo que se respira hoy en el ambiente es una sensación de ansiedad total por lo que va a estallar aquí, podemos ver en los túneles del estadio realizando los últimos movimientos de calentamiento a la masculinidad femenina, la feminidad obligatoria, los géneros disidentes, la heteronormatividad obligatoria y a la performatividad del género preparándose para enfrentarse hoy en un combate de lo más esperado. Esta nueva arena está totalmente abarrotada para ver a dos pesos pesados como son el deporte y los estudios de género enfrentarse en la pelea más importante, la que parecía que nunca se iba a dar, hace muchos años que el género reta al deporte y viceversa y ahora por fin estamos expectantes de que suban al cuadrilátero. La emoción de las grandes noches se concentra aquí, hemos recorrido un larguísimo camino de normas y restricciones para llegar hasta aquí, toda cita tiene que llegar y sin duda esta está cumpliéndose hoy. El estadio está lleno, hay tensión, hay nerviosismo, hay rabia y hay sentimientos encontrados porque el deporte causa muchas controversias. Se empiezan a apagar las luces, la campana empieza a emitir los primeros sonidos, llega la hora de la verdad, que disfrutéis de la velada.
El deporte es político, está marcado por la cultura, las instituciones y la sociedad en la que nos desarrollamos. Quiero posicionar al deporte como un ente plagado de expresiones e inscripciones y como una realidad que produce y reproduce significados. Por todo ello lo sitúo como eje vertebral de este ensayo.
La mirada desde la que parte esta investigación, que inevitablemente le dota de carácter e identidad, está condicionada por mi propia experiencia como mujer, deportista y entrenadora. Todas esas vinculaciones me han dado la posibilidad de ver y reconocer la importancia del movimiento para la subversión de la identidad. Mis vivencias como mujer, blanca, sin diversidad funcional, europea y de clase obrera no pretenden constituir modelo ni base para otras realidades, simplemente pretendo compartir mis reflexiones, teniendo siempre en cuenta durante la investigación que esta no se convierta en un análisis reduccionista y generalizador que pretenda dar uniformidad a las experiencias.
Los cuerpos están atravesados por una serie de normas que sirven para ordenar y controlar las identidades. Los cuerpos se regulan por medio de la creación de dos identidades que son concebidas como únicas e interpretadas como complementarias. El género y el sexo se convierten en los marcadores fundamentales para el control de los cuerpos. Cada uno tiene asociado una serie de características que se construyen en base a argumentos biológicos y culturales. Las categorías hombre/mujer, masculino/femenino son resultado de estos argumentos, lo mismo que los roles y los estereotipos asociados a ellas. Las fábricas del género comienzan a funcionar incluso antes de nuestro nacimiento. Una vez asignado el sexo al bebé una serie de dispositivos se ponen en marcha para conformar nuestra identidad.
La violencia se impregna dentro de los cuerpos desde muy temprano comenzando con el propio proceso de socialización. Los cuerpos van repitiendo formas de ser, sentir, hacer y estar en el entorno que son aprendidas por medio de las diversas instituciones con las que nos instruimos a lo largo de la vida como son la familia, el entorno social y la educación.
Las mujeres son aleccionadas a crecer sobre un conjunto de valores y estereotipos sexistas en los que los cuerpos llegan a ser moldeados por una serie de opresiones y dominaciones. Históricamente el cuerpo de las mujeres se ha tratado como un objeto dominado por agentes externos que han sentido autoridad sobre él para condenarlo y censurarlo en beneficio del estereotipo masculino dominante. Esto supone un mecanismo de violencia simbólica intrínsecamente relacionado con la capacidad de disfrute del propio cuerpo, es decir, con la falta de agencia sobre el cuerpo y con el paradigma de la pasividad. Con la naturalización de las diferencias de los géneros se hace creer a las mujeres que lo normal y lo propio para su género es que su control corporal sea diferente, es decir que esté limitado. El contraste que puede llegar a existir respecto a las destrezas motrices de mujeres y hombres se ha normalizado como parte de este proceso. Así, la división de las posibilidades corporales de las mujeres y de los hombres se interioriza de forma inconsciente.
Las formas de violencia simbólica que se ejercen para controlar el cuerpo de las mujeres podrían dividirse de la siguiente forma: se controla para qué se sirve, cómo tiene que ser y cómo se puede mover. La actividad deportiva es un medio que puede subvertir estas limitaciones. No es casual que a lo largo de la historia las prácticas deportivas de las mujeres hayan estado limitadas. El deporte, considerado reducto de la masculinidad y concebido por y para los hombres, puede suponer un medio de subversión para desdibujar los estereotipos de género. A través de su práctica se dibujan unas nuevas formas de identidad que pueden ser encarnadas por las deportistas. Las prácticas deportivas pueden constituir una herramienta mediante la cual se puede transgredir el papel asignado a las mujeres. La destreza y el desarrollo motor que comportan las prácticas deportivas pueden llevar a subvertir los estereotipos de género y servir de trampolín para alcanzar un alto grado de empoderamiento y autoconocimiento.
Cuando se analizan las prácticas deportivas es habitual hablar sobre los beneficios que tienen para la salud y sobre la necesidad de tener un estilo de vida activo; pero es menos discutido qué vinculo puede tener el deporte en la construcción del género y en la perpetuidad de sus roles, por qué puede considerarse como una tecnología más de control del cuerpo y cómo a su vez puede constituir una forma de subversión a las categorías establecidas.
*Ana Pastor Pascual es graduada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la Universidad Miguel Hernández de Elche. Orgullosa de formar parte de la primera promoción del Máster en EstudiosCulturales y Artes Visuales (Perspectivas Feministas y Cuir/Queer), también en la Universidad Miguel Hernández, y del Máster de Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía de la Universidad de Barcelona. Mis obsesiones giran en torno al transfeminismo y las relaciones que existen entre los cuerpos, el movimiento, el género, el deporte y la identidad. En redes sociales desarrollo mis inquietudes en @mundadeportiva.