El amor tóxico es el origen del tópico de tu gitana

El amor tóxico es el origen del tópico de tu gitana

Han sido autores machipayos quienes han creado un imaginario patriarcal repleto de estereotipos antigitanos. Algunas de sus obras surgen del desamor romántico: una gitana les dio calabazas, el amor devino odio y, como buenos machos, se pusieron a despotricar.

15/09/2021

‘La gitanilla’, de Cecilio Pla (1899).

Rumores, rumores,
rumores, rumores, rumores,
rumores, rumores,
recogen los vientos por los callejones
(Tomasa Guerrero, La Macanita, por bulerías)

 

Las gitanas estamos sometidas a terribles leyes patriarcales; nuestros padres nos sacan del colegio para casarnos y no nos dejan jugar con payas ni ir a discotecas.

En la niñez y en nuestra breve juventud somos exuberantes y guapas. Cuando nos casamos, engordamos, nos volvemos feas y nuestros maridos nos someten desde a la prueba del pañuelo hasta al riguroso luto en la vejez.

Nos pasamos la vida vendiendo en el mercadillo, siendo pícaras, luchadoras y pasionales, robando, engañando y, sobre todo, bailando y cantando.

Nos vestimos en bata y zapatillas la mitad de nuestra vida y la otra mitad nos embutimos en vestidos de colores chillones y toneladas de purpurina conjuntados con pendientes de aro, grandes pulseras y anillos, todo de sonacay.

Analfabetas y sin ideales políticos, somos conservadoras y religiosas.

No pagamos facturas de luz ni de gas ni de ningún servicio.

Nos dan casas y acabamos arruinándolas: no sabemos convivir ni integrarnos, solo nos interesa vender el cobre y el aluminio pa’ la chatarra.

Hay ayudas sociales pa’ muzotrah y entre las paguicas que mus dan, el mercadillo y la droga, vivimos a cuerpo de reinas mientras molestamos a la laboriosa y diligente sociedad paya con nuestras juergas y algarabías.

Antes fuimos ladronas de niñas y niños, profesionales de la navaja y la puñalá trapera, desalmadas comedoras de niñas y hechiceras salvajes que portaban el mal, que no obedecían las leyes morales, pues la maldad se cierne sobre nosotras bajo una semilla imposible de extirpar, que se deja de herencia y no acaba nunca.

Hasta aquí el retrato de vuestra gitana. Lo que antecede es básicamente lo que las personas payas ven y dicen, proclaman día y noche, divulgan, piensan y creen que somos.

Ocurre en cualquier lugar donde hay personas gitanas y también donde no las hay: una de las características del antigitanismo es que no necesita la presencia de gitanas para existir.

Cuando el río suena… piedras lleva

El estereotipo antigitano sirve para justificar el sistema de opresión étnica al que venimos siendo sometidas desde hace 520 años y que es la piedra que arrastramos. A través de las leyes y la cultura se ha ido construyendo lo gitano, el gitanismo, la “secta del gitanismo”. Tal y como dejó dicho el payo Sancho de Moncada: “profesan con el Gitanismo robar, y los demás vicios”.

Los estereotipos contribuyen a dejarnos fuera de la órbita de lo humano; claro, porque si no somos humanas podemos ser explotadas impunemente. Esa tergiversación, esa extrañación, esa deshumanización ha sido utilizada por el poder para mantener a raya al populacho, para que la parte obedencial de la sociedad sepa que, si se porta mal, si no cumple con el orden establecido y no acata las órdenes que dimanan del Poder, acabará como los gitanos y las gitanas: proscritos y proscritas, fuera de la ley. Todo esto obedece a unas lógicas patriarcales, machistas, de dominación. Quienes han creado ese imaginario repleto de estereotipos han sido hombres payos poderosos que conforman un Patriarcado Antigitano.

En el origen de algunas de las creaciones de estos machipayos encontramos el desamor romántico y tóxico del que tanto hablamos: alguna vez se enamoraron de una gitana, les dio calabazas, el amor se les devino odio y, como buenos machos, se pusieron a despotricar contra la “causante” de sus desvaríos. Tal fue el caso del payo Miguel de Cervantes Saavedra, ¡príncipe de los ingenios españoles! ¡Toma qué toma! ¡Arsa y salero! Don Miguel tenía una prima, Martina Mendoza, hija de su tía María y del Arcediano de Talavera Martín Mendoza… ¡el Gitano! Había nacido del vientre de María Cabrera. Martina le dio calabazas al probe Miguel. Y al Príncipe de las Letras no se le ocurrió mejor venganza que convertirla en trasunto de Preciosa y aprovechar la coyuntura para poner de vuelta y media a los gitanos, a quienes consideraba culpables del desapego de Martina. De estos pretendientes frustrados hay muchos: en mis talleres suele haber siempre un machipayo que me pregunta: “¿Te casarías con un payo?”.

Crecen los vientos por los callejones

Esas gitanas de las novelas, el teatro, la ópera, la zarzuela, los sainetes, las canciones, las películas, las fotografías, la televisión, la pintura, la escultura, la prensa, los libros de texto y de las leyes no existen sino en lo más acendrado de vuestra identidad. Son el contraejemplo que necesitáis para saberos payas, para sentir que no sois gitanas, para mantener vivo el binarismo étnico del Estado español (ahora extendido a las personas migradas y racializadas): es payo lo que no es gitano y viceversa.

La adorada y bella Preciosa fue la gitana del payo Cervantes: bella a rabiar, exótica pero ladrona, pícara y cruel por haberse criado entre gitanos, aunque con un halo de dulzura que resulta ser debido a su origen. Os spoileo: Preciosa no es gitana, es una jambita inocente a la que los gitanos secuestraron. Salva así, como buen enamorado, la virtud de su amada y, de carambola, inventa un nuevo tópico antigitano: el robo de niñas y niños. ¡Mal reposo tenga el payo Cervantes todos los días y noches de la eternidad, que se le estén comiendo los bengues hasta el fin del universo y más allá!

Un tópico que cruzó fronteras: el payo Victor Hugo creó a Esmeralda. Un remedo, un corta y pega, de la Preciosa de Cervantes. ¡Qué aburridos estos jambos! Mientras ellos se entretenían inventado gitanas, las gitanas de verdad — La Andonda, Mercé La Serneta, La Niña de los Peines—, creaban la soleá, la bulería, los tangos, fundamentos del cante gitano universalmente conocido como flamenco.

La historia se repite con Esmeralda: bella, exótica, pelo negro y ojos rasgados, pero ladrona y pícara, con un halo de dulzura… que resulta ser una jambita inocente robada por…¡Gitanos! ¡Qué tedioso! Ha sido perpetuada y adaptada ¡hasta por el payo Disney! Y en su factoría se añadió un nuevo ingrediente al cóctel letal del estereotipo antigitano: Quasimodo, el jorobado, también es gitano. La mirada sucia y torcida de los machipayos poderosos nos ha hecho tan crueles que no solo robamos niñas, sino que abandonamos a nuestros niños que, fruto de la endogamia, nacen deformes y enfermos.

Carmen, de los payicos Mérimée y Bizet, es otro corta y pega, un poquito más reivindicativa, pero igual de bella y pasional. Muy original no fue Mérimée, ya que se inspiró/copió de la creación de otro payo, el ruso Aleksandr Pushkin, quien en su poema “Los Gitanos” ideó como protagonista a Zemfira, otra gitana adaptada a los gustos de un calenturiento payo ruso. Pushkin, hay que decirlo, tampoco fue muy original: construyó su gitana basándose en la Preciosa de Cervantes. Se cierra así un círculo vicioso y maléfico en el que Preciosa, Esmeralda, Carmen y Zemfira, construidas por hombres payos, ocultan con su fascinante poder invocador a las gitanas reales, de carne y hueso, que, obviamente no somos tan sencillamente fascinantes.

Así se ha ido construyendo vuestra gitana. Estas creaciones vuestras, de vuestros payos, tienen una consecuencia real y directa en nosotras, impactan en nuestra vida y la destrozan. Recuerdo perfectamente cuando en el instituto, con 13 años, me obligaron a leer La Gitanilla de Cervantes. Recuerdo el dolor en el estómago de la vergüenza que sentía por ser gitana.

A otras gitanas les ha afectado con mucha mayor dureza y crueldad: en 2009 todo el mundo conoció la noticia de María a la que llamaron “El ángel rubio”, un apodo cruel creado por payos periolistos con el que querían señalar que era muy bella, blanquita, rubia y con ojos azules. Demasiado rubia y blanca para ser gitana. La encontraron unos policías en un campamento griego y lo primero que pensaron, cuando vieron a la niña por la calle, es que era Madeleine McCann, la niña británica que había desaparecido en extrañas circunstancias en un complejo turístico de Playa de la Luz, en el Algarve portugués, en 2007. Una niña de ese fenotipo, con esa piel clara y esos ojos tan azules no podía ser gitana pensaron la policía, el sistema judicial, la fiscalía, los servicios sociales griegos… De repente, todo el imaginario, todas los cuentos que habían leído en su infancia donde los gitanos raptaban a los niños payos —Jean Kommers en su “¿Robo de niños o robo de gitanos?” localizó, solo en holandés, más de 400 libros infantojuveniles donde aparecía esta temática—, todas las veces que sus familias les habían advertido que no hicieran tal o cual cosa porque vendrían los gitanos y se los llevarían, todo eso se les convirtió en realidad.

La niña María residía con otra familia gitana que se había hecho cargo de ella —solidaridad interna gitana de la que me he beneficiado en tantas ocasiones, crianza en tribu que lo llaman ahora los modernos adalides de la parentalidad positiva—. Debido a la situación económica, la familia de María (su mamá y otros seis hermanos) había regresado a Bulgaria. Al igual que María, cuando fueron localizados, sorprendieron a la opinión pública paya con sus rasgos, su color de piel blanco, su pelo rubio y sus ojos azules y verdes. En esa misma semana, aparecieron casos similares en Irlanda y Reino Unido donde las autoridades retiraron a niños gitanos de sus familias porque, al ver el asunto del “ángel rubio” en televisión, alguna persona bienintencionada había avisado de que en la casa de al lado había una sospechosa familia gitana que, curiosamente, tenía un hijito o una hijita blanquita y rubita. La fiebre del antigitanismo es muy contagiosa. Las autoridades reaccionaron. Mejor las irlandesas que las griegas, todo hay que decirlo: las irlandesas devolvieron al niño al día siguiente y pidieron públicas disculpas, mientras que María sigue aún ¡10 años después! recluida en una institución de acogida y la familia gitana que la estaba cuidando tuvo que arrostrar un proceso en el que fue acusada de falsedad documental por haber adoptado alegalmente a María. ¡Una pasada!

Y los vientos se hacen vendavales

Este estereotipo que nos acusa de robar niñas y niños no ha desaparecido porque ninguna poderosa autoridad ha querido enfrentarlo con las herramientas propias del poder.

Sigue tan vivo que en mayo de 2019 el mundo entero se hacía eco de la noticia de que en París hordas de payos estaban atacando a inocentes personas gitanas a quienes acusaban de… ¡¡¡tachán: robar niños!!!

Concluye el viaje

No robamos niñas en familia ni como deporte ni como ocio familiar. Tampoco nos gusta comer niños ni niñas jambas, personalmente prefiero las gambas al ajillo.

Así, podríamos ir uno por uno desmontando cada uno de vuestros rumores y vuestros estereotipos pero está demostrado que esa estrategia no sirve de nada.

Cada vez que sale una noticia con un titular similar a: “La primera gitana que…”, con el que se pretende desmontar un arquetipo, se refuerza el racismo antigitano y patriarcal, se perpetúa todo el sistema, pues os demuestra que es posible mejorar, dejar atrás el “gitanismo”, alcanzar la meta, integrarse, convertirse en una persona de provecho…

Tanto las creaciones del peazo jambo Cervantes como eso que llamáis “racismo positivo” actúan en la misma dirección: nos sitúa a las gitanas fuera del orbe humano, nos posiciona en el lado de lo infrahumano.

Este positivismo que alzáis y en el que creéis, y que sigue continuado históricamente desde Lorca en el Romancero gitano al que adjetivó “gitano” porque “el gitano es lo más elevado, más profundo, más aristocrático de mi país, y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal”, nos sitúa fuera de la humanidad como seres extraordinarios, extraterrestres, extraños a fin de cuentas.

Compañeras, aquí va la solución: revisaos; haceos conscientes de cuál es la posición que ocupáis en el mundo y qué privilegios os sitúan en esa posición; apoyad las luchas de las gitanas; creed en nosotras; sed sororidarias; exigid a los payos poderosos que incluyan en sus programas de gobierno la lucha contra el racismo y contra el antigitanismo; y, lo más importante de todo, no os creáis nada de lo que os cuenten sobre nosotras en la tele o en la prensa o en las redes sociales o en las películas.

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