“El huracán” Lucía

“El huracán” Lucía

Profesionalmente Lucía ha sido una fuerza de la naturaleza en sus iniciativas y trabajos en el asociacionismo periodístico vasco, en sus clases en la facultad, en sus escritos, en Pikara Magazine.

Lucía Martínez durante una ponencia en las jornadas “Violencia de género y jóvenes: El papel mediador de los medios de comunicación.- Ecuador Etxea

Lucía Martínez durante una ponencia en las jornadas “Violencia de género y jóvenes: El papel mediador de los medios de comunicación.- Ecuador Etxea

“¿Tú te acuerdas, Almu, de lo mal que nos caímos cuando nos conocimos?”. Recuerdo el comentario de Lucía en una de nuestras conversaciones recientes. Pues sí, claro que me acordaba y así se lo dije, pero lo mejor de hacer memoria de esa circunstancia es que aquel encontronazo devino en numerosos y fructíferos encuentros.  Nuestra primera impresión (con acerada crítica de LMO de mis comienzos televisivos) dio paso a otras impresiones que cambiaron nuestra relación por completo. Y eso  ocurre pocas  veces, en mi caso se cuentan con los dedos de una mano. Me consta que  hay más personas que, como yo, comparten torcidos principios pero rectos caminos con el “huracán” Lucía.

Profesionalmente Lucía ha sido una fuerza de la naturaleza, sus iniciativas y trabajos en el asociacionismo periodístico vasco, en sus clases en la facultad (con un talento especial para dar con “mirlos blancos” cuyos nombres nos son ya familiares. June Fernández o  Zigor Aldama son solo un par de ejemplos), en sus escritos y con su iniciativa feliz, periodística y feminista llamada Pikara… Pero todo eso, ya ha sido registrado abundantemente.

Yo admiraba de Lucía su trabajo, cómo no, pero aunque no lo olvide, —fue colaboradora en Más Que Palabras, el magazine de Radio Euskadi al que llevo ligada ya 11 temporadas— lo que permanece en mí es su risa alta, las comidas en su salón y alguna en el mío, sus detalles (manualidades hechas con mimo) y su resistencia ante la adversidad,  porque los ultimos años se las tuvo que ver con varios tipos de pérdidas: de salud y personales.  Hablamos bastante durante —y después— los días más duros de la pandemia. Yo, más nerviosa que ella, cuando su salud ya estaba amenazada antes, pero más aún con el virus desatado.

Y después, estaba tan contenta con el trasplante… Le dedicamos el programa sobre donación en vivo —de la que ella misma me había hablado— y lo  escuchó atenta y emocionada desde su cama de hospital. Fue el 30 de mayo. Guardo una fotografía que le hizo Pedro, de pie en el descansillo de la planta, con el camisón de Cruces  y una sonrisa alegre y confiada,  aunque no era partidaria de hacer planes.  Normal. Me comentó que había recuperado la coquetería y se notaba, que vivía el momento; si era por la mañana, a disfrutarlo, y lo que pasara por la tarde ya se vería… En el último audio que tengo en nuestro chat me decía “Almu, cariña: que mañana me mandan para casa, venga…”


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