Las voces de los cuerpos marcados

Las voces de los cuerpos marcados

"Reverso" es un ejercicio de análisis y empoderamiento feminista colectivo. Uxue Alberdi y las quince bertsolaris entrevistadas rompen el silencio sobre la violencia de género en una cultura popular minoritaria. Publicamos el prólogo de nuestra compañera June Fernández.

29/09/2021
Las suscriptoras de Pikara Magazine participan cada semana en el sorteo de distintos libros. Uno de ellos, Reverso. Suscríbete si te da envidia.

Las suscriptoras de Pikara Magazine participan cada semana en el sorteo de distintos libros. Uno de ellos, Reverso. Suscríbete si te da envidia.

Reconozco que tardé en leer Kontrako eztarritik, el título original de Reverso. En parte, por mi escasa relación con el bertsolarismo y, en parte, por pereza hacia lo que imaginé como una especie de #MeToo vasco. En Pikara Magazine llevábamos años publicando testimonios de violencias machistas, acoso y discriminaciones normalizadas, incluido un reportaje sobre nuestras experiencias amargas como periodistas. Así que empecé a leer el libro con la arrogancia de quien cree que no le pueden abrir los ojos porque los tiene ya cansados de tanto mirar con esas lentes de aumento que nos da el feminismo.

Y, sin embargo, lo subrayé de arriba abajo. Encontré que Uxue Alberdi Estibaritz no se había limitado a abrir la caja de Pandora sino que había apoyado esos testimonios en un marco teórico sólido —compuesto por autoras como Joanna Russ, Mary Beard, Celia Amorós, Judith Butler, Mari Luz Esteban o Pierre Bourdieu— y, a partir de ese material preciado, había hecho una contribución fundamental: desgranar los mecanismos que alimentan las relaciones de poder y de dominación patriarcales dentro de un sector concreto de la esfera pública. Se trata de una herramienta de enorme utilidad que se puede aplicar a cualquier otro sector en el que se quiera promover una articulación feminista y una transformación antipatriarcal.

Me reconocí en muchísimas escenas, reflexiones, miedos, complejos, inseguridades, orgullos, apuestas vitales y profesionales… En algunos casos, me aportó palabras y ejemplos precisos para explicar mejor aquello que ya tengo rumiado. Pero también me sorprendí encontrando explicación a cuestiones relativas a mi forma de expresarme en público, como por qué tiendo a gritar tanto, hasta quedarme afónica.

Leí Reverso cuando estaba preparando un libro de recopilación de mi trabajo periodístico coincidiendo con el décimo aniversario de Pikara Magazine. Me daba pudor lanzar Abrir el Melón, me daba vergüenza que resultase pretencioso y narcisista publicar una antología periodística con 35 años. Ni que fuera Rosa Montero… Sabía que me costaría mucho promocionarlo, defenderlo con la cabeza alta, y así ha sido. El caso es que me sirvió como inspiración y como hilo conductor para socializar ese miedo. No quería tragármelo y aparentar esa seguridad impostada que hace tanta mella, como bien explican las entrevistadas. Pensé que era más interesante hablar de ello.

Hablar de que yo también me descubro buscando la aprobación de mis colegas hombres y renegando de ella al mismo tiempo. Que a mí también me pesa que me inviten a jornadas para hablar de periodismo y feminismo (o, peor aún, de “periodismo y mujer”). Y que las pocas veces que me invitan a hablar de periodismo a secas siempre hay alguien que me insinúa que estoy ahí por cuota. Que a mí también me han hecho comentarios inadecuados sobre mi físico o sobre mi sexualidad en contextos profesionales. Comprendí que, pese a que he apostado por salirme de la autopista de los grandes grupos mediáticos y hacer periodismo feminista por carreteras secundarias, sigo anhelando ser reconocida como periodista con mayúsculas y a secas. Es decir, que yo también anhelo la pureza de Shakespeare, pero me veo condenada a la rabia de Woolf. Subrayé con especial fervor esa analogía de Alberdi y también esta frase lapidaria que escribe en el epílogo:

«Nos queremos libres de categorizaciones, subordinaciones y lecturas parciales, pero somos cuerpos marcados, nombradas y leídas como mujeres».

No es casualidad

Cuando la autora me propuso prologar Reverso, ocurrió lo que me pasa con el noventa por ciento de propuestas que recibo: que tuve que plantar cara al síndrome de la impostora, ese que tan bien conocen las protagonistas de este libro y seguro que también vosotras, queridas lectoras. ¿Cómo voy a escribir yo sobre bertsolarismo si ha sido una expresión cultural de mi tierra a la que hasta ahora no había prestado especial atención? ¿Si hasta hace unos meses nunca había asistido a un bertso saio[2] al uso?

Fue en Larrabetzu, un pequeño pueblo muy activo culturalmente y volcado en la defensa del euskera, al que me he mudado recientemente. Era una sesión paritaria, algo que, hasta hace poco, no era habitual. Del cartel me llamaron la atención Miren Amuriza y Maialen Lujanbio[3]. En cambio, los nombres de los hombres no me dijeron gran cosa, pese a que han ganado campeonatos y uno de ellos es conocido como novelista y dibujante.

La verdad es que tiene su gracia, ¿no? Normalmente son las mujeres las eternamente invisibilizadas, las que no tienen apellido, las que resultan intercambiables. Gracias al feminismo y a Reverso, yo puedo nombrar a no menos de diecisiete mujeres bertsolaris. En cambio, puedo contar con los dedos de una mano los hombres bertsolaris que conozco. “Déjame adivinar: Andoni Egaña y Amets Arzallus”, me dijo mi acompañante. Bingo.

Condicionada tal vez por lo que cuentan en Reverso, me pareció un bertso saio mucho menos chispeante, más frío, más contenido que los que había disfrutado en espacios feministas. Recordaba las carcajadas que nos arrancaron Eli Pagola, Oihana Bartra, Miren Artetxe y la propia Alberdi en una actuación dentro de la programación del Festival de Ciencia Ficción Ansible[4]. Recordaba el tonteo entre Miren Amuriza y Oihana Bartra después de un coloquio sobre amor romántico de las comunicadoras feministas Irantzu Varela y Coral Herrera Gómez. Así es el contacto que muchas de nosotras hemos tenido con el bertsolarismo: unos fogonazos luminosos como broche de jornadas feministas.

Así que una de las cosas que más me chocó cuando leí Reverso fue descubrir que esas mismas bertsolaris potentes, brillantes y divertidas se sentían inseguras y pequeñas cuando tenían que subirse al escenario con sus compañeros. Que la presión de la competitividad patriarcal y de la rivalidad femenina les impide disfrutar. Que la exigencia de proyectar seguridad cuando una es consciente de su posición frágil en el espacio público les provoca ansiedad.

En el libro, muchas reconocen que se sienten mucho más cómodas y libres en Ez da kasualitatea, las sesiones feministas musicalizadas, y que creen que su capacidad de improvisar versos brilla más en estos espacios no mixtos. Ez da kasualitatea, la Bertso Eskola Feminista organizada por Alberdi y Agirreazaldegi en las casas de las mujeres y la Ahalduntze Bertso Eskola (escuela de empoderamiento para las bertsolaris puesta en marcha por Bertsozale Elkartea hace seis años), son algunas de las iniciativas que han abonado el terreno para que 15 bertsolaris hablen públicamente y sin tapujos de lo que se les atraganta[5]. Funcionan como palancas de cambio que desmontan la acusación habitual de que los espacios no mixtos son guetos que reproducen nuevas exclusiones.

Dice la histórica activista trans Kim Pérez que “una residencia para personas LGTB ancianas no es un gueto sino un paraíso, que tenemos derecho a dotarnos de territorios seguros mientras esperamos a que toda la sociedad sea un territorio seguro”[6]. Contar con una habitación propia no es solo un paraíso sino un respiradero, un espacio de supervivencia cuando sientes que ya no aguantas más el mundo grande. Le pasó a Agirreazaldegi, quien cuenta en estas páginas que necesitó apartarse del bertsolarismo, politizar su experiencia en clave feminista y tejer alianzas para volver empoderada. Le pasó a Ane Labaka, quien ha trazado caminos propios, como los espectáculos escénicos Erradikalak gara y Erradikalak ginen junto con la cómica Beatriz Egizabal.

Las de los cuerpos marcados precisamos de habitaciones propias para (citando a La Mare en su canción La loba) lamernos juntas las heridas, coser la armadura y salir a flote convertidas en algo mucho más grande.

El bertsolarismo al desnudo

«¿Qué es ser bertsolari total? Hay que tener gracia, habilidades sociales y un estilo de bertso concreto, tener dialecto, y un montón de características que se asocian a la masculinidad: rapidez de respuesta, ingenio, seguridad, razón, fortaleza, no acobardarse, no romperse… ¿Por qué le critican a Onintza Enbeita que llore? Porque no es lo que le corresponde a un bertsolari, porque desafía la propia idea de lo que es ser bertsolari».

Oihana Bartra en Reverso

Imagínate una pelea de gallos, esas competiciones en las que los raperos confrontan su capacidad de improvisar rimas sobre una base de percusión. Ahora cambia el hip-hop por las melodías tradicionales, los movimientos amplios por el rictus estático, la chulería hiperbólica por la fina ironía, el sudor cargado de testosterona por la pretensión de ser puro ingenio desprovisto de cuerpo. Algo así es el bertsolarismo.

Reverso completa de forma coral un análisis teórico-vivencial feminista del bertsolarismo que Uxue Alberdi Estibaritz lleva años realizando y divulgando. En 2018, en el marco de un curso de verano titulado “Bertsolarismo y género” organizado por las bertsolaris Miren Artetxe y Ane Labaka, Alberdi planteó algunas claves que también condensó previamente en su capítulo dentro de la antología Las humoristas, coordinada por la escritora catalana Isabel Franc. Empieza contando que las bertsolaris han estado vetadas en el espacio público durante siglos, hasta el punto de que la primera referencia escrita sobre ellas es una ley del año 1452 que impone multas a las mujeres desvergonzadas y alborotadoras que osen cantar coplas en público. Con todo, hay referencias de su participación en los juegos florales del siglo XIX (una bertsolari apodada Aña Deabrua ganó varios) y han ejercido de transmisoras de este arte en el espacio privado. Ahora las mujeres representan en torno a una cuarta parte del conjunto de bertsolaris en activo, pero Alberdi subraya que tener que adaptarse a unas normas que han escrito otros afecta a su creatividad y a su uso del humor:

«Ese juez inquisitorio externo o interiorizado que delimita los márgenes de la “mujer correcta” estrangula sin remedio la risa, ya que es casi imposible reírse con un corsé tan prieto».

Otra cualidad del bertsolarismo es que se encuentra en la encrucijada entre la tradición y el progresismo, que es la posición ideológica mayoritaria. El bertsolarismo está muy ligado a los movimientos populares y es muy habitual su presencia en actos reivindicativos. Además, las y los bertsolaris compatibilizan su presencia en las plazas con su dedicación, ya sea esporádica o profesional, a otras áreas de la comunicación y de la palabra: periodismo, columnismo, literatura, creación escénica… Son trovadores y trovadoras que dan cuenta de las inquietudes sociales. No conforman una élite intelectual sino que son gente cercana, a la que un día ves junto a otras diez mil personas desde las gradas de un palacio de congresos, y con la que al día siguiente compartes mesa en una bertso afari.

La txapela y el puro habano han sido durante décadas los símbolos de una tradición basada en la fratría. Sin embargo, las bertsolaris han logrado no solo abrirse paso, sino renovar las estéticas, los estilos, los temas y las dinámicas internas. Por ejemplo, Alberdi valora que el estilo narrativo de Maialen Lujanbio ha influido mucho, hasta el punto de que en los últimos años las y los propios gai jartzailes invitan a crear historias y personajes. “Lujanbio, con esa enorme capacidad que tiene, ha dibujado varios cuerpos y puntos de vista que nunca se han dibujado en verso, como el de una mujer yonqui, trans o puta”, me contaba en una entrevista que le hice para Pikara Magazine en 2020.

Lujanbio ganó en 2017 por segunda vez el Campeonato Nacional de Bertsolarismo y se erigió como la mejor entre todos los bertsolaris. «Hay un discurso que dice: ¿Si ella lo ha conseguido, por qué vosotras no? Se utiliza esa excepción para negar la opresión y cuestionar sistemáticamente la calidad de cada mujer», expone Alberdi en esa entrevista. «Se ha hablado muy poco sobre la posición de los bertsolaris. ¿Qué necesita alguien para tener la gracia, la razón y la autoridad de la palabra antes de abrir la boca? A las mujeres no nos han maltratado en las plazas, es más, se han alegrado de nuestra incorporación, pero no ha habido transferencia de autoridad», abunda.

Antes de abrir la boca, vemos y juzgamos el cuerpo. Otra de las principales aportaciones teóricas de Alberdi ha sido poner cuerpos al bertsolarismo, romper con el mito de que se trata de un duelo dialéctico entre cerebros brillantes. En Reverso, la mayoría de entrevistadas coinciden en hablar de su cuerpo como algo que quieren ocultar, para que el público valore solo su verso, para que quien las ve por la tele les diga “qué bien lo has hecho” y no “qué guapa”.

La autora se apoya en la periodista y bertsolari Estitxu Eizagirre para hablar del código unificado androcéntrico que establece quién es el bertsolari tipo: guipuzcoano, joven, heterosexual, independentista, de estudios universitarios y de clase media, con un estilo, una voz, un humor y un cuerpo normales, que canta sobre temas normales. “En el reverso estarían el resto de las bertsolaris, estilos, voces, risas, cuerpos o temas subalternos. El código unificado y preestablecido va cambiando y ‘lo normal’ se va redefiniendo cada día, pero la visión androcéntrica sigue siendo claramente dominante”, escribe Alberdi en Las humoristas.

Este no es un libro sobre la realidad de las mujeres bertsolaris, sino sobre el funcionamiento del bertsolarismo, analizado desde la mirada de las mujeres. Ese matiz es importante, porque la perspectiva, a quién le concedemos la potestad de hacer relatos universales y a quién condenamos a la alteridad, a la otredad, a lo particular, es una de las obsesiones de Alberdi como escritora y como pensadora. De pronto, el reverso toma la forma de un sujeto colectivo que agarra el micrófono y habla. Entonces, lo que antes nos parecía normal, pierde la ‘l’ y desnuda una serie de asfixiantes normas.

Eternas jóvenes promesas

Una periodista española recomienda en una red social la traducción al castellano de la segunda novela de Uxue Alberdi Estibaritz, Jenisjoplin (ed. Consonni). La introduce como exponente de “una nueva generación de escritoras vascas”. Le contesto que es una escritora consagrada, con seis libros publicados y dos Premios Euskadi de Literatura. La periodista se reafirma: “¡Una maestra joven!”. Me sorprende el empeño en destacar su juventud. Alberdi tiene 37 años y publicó su primer libro hace catorce. En Reverso solo hay dos entrevistadas mayores que ella y es doce años mayor que las dos voces más jóvenes. En los testimonios queda de manifiesto que es un referente para las bertsolaris jóvenes. Varias describen a Alberdi como una compañera generosa que allana el camino a las que vienen detrás. Ella también es consciente del capital cultural, social y económico que ha logrado en su fructífera trayectoria y quiere compartirlo, porque está convencida de que la transformación será colectiva o no será.

El peso de la etiqueta “joven” no es baladí. En Reverso se habla mucho de la intersección entre género y edad, de lo agotador que es verte atrapada en el rol de “chica joven”, de lo que implica compartir actuación solo con hombres, todos ellos mayores, más conocidos y reconocidos que tú. De lo dramático que es ver cómo tu mundo expulsa a las mujeres mayores, temer que a ti también te dejarán de llamar cuando pierdas la cualidad que más destacan de ti y de todas: la frescura. “Cuando empecé a cantar bertsos yo ya tenía varias mujeres bertsolaris como referentes, y de aquellas solo queda Maialen Lujanbio”, dice Jone Uria. Lujanbio tiene 44 años.

Alberdi apenas habla en primera persona en Reverso, pero la entrevista que le ha hecho Eider Rodríguez para Idazleen gorputzak (otro título de la colección de ensayo feminista[7] en la que se publicó Reverso), da cuenta de cómo esa etiqueta ha condicionado su creación literaria. La escritora recuerda una amarga anécdota, una herida que todavía le escuece. Un colaborador de la revista ARGIA le hizo para su sección de entrevistas con mala leche una serie de preguntas machistas, como “Últimamente todas sois mujeres, jóvenes y guapas” o “¿Cómo llevas ser la Brangelina vasca? (en referencia a que su pareja es un músico muy conocido)”. Ella le contestó con unos cuantos zascas. En los comentarios, nadie reprobó el sexismo del entrevistador y, en cambio, la acusaron a ella de prepotente. Cuenta que le costó un tiempo dejar de rebelarse ante el hecho de que siempre va a ser leída como mujer y como feminista.

Es consciente de que ese conflicto la condiciona como escritora: después de escribir Aulki-jokoa guiada por emociones como la ternura, lo compensó con los relatos oscuros de Euli-giro, para firmar a continuación la novela con la que se ganó el favor de la crítica, porque Jenisjoplin habla de temas “duros” como el conflicto político vasco. Cuenta que a esa presentación fue con el pelo corto, camisa oscura y no se pintó los labios: “Fue la primera vez que no me pidieron que sonriera”. En 2020 se ha atrevido a publicar Dendaostekoak, una crónica literaria basada en entrevistas a dos libreras, y ha vuelto a sentir el peso de etiquetas como “literatura intimista”.

El Premio Euskadi de Literatura le ha llegado con Reverso y no con Jenisjoplin. En 2020 también fueron premiadas Karmele Jaio y Aixa de la Cruz por novelas con una fuerte impronta feminista: Aitaren etxea (La casa del padre) y Cambiar de idea, respectivamente. Pero entre los libros candidatos en la categoría de ensayo en euskera también había al menos otros cuatro títulos feministas, y la única mujer que había sido premiada en esa categoría anteriormente fue Arantxa Urretabizkaia con la crónica-ensayo Bidean ikasia (traducida como Lecciones en el camino, sobre el conflicto del Alarde en Hondarribia). De nuevo, una novelista consagrada a la que le dan el galardón más prestigioso cuando escribe sobre feminismo. “Parece que de alguna manera se nos da autoridad solo para pensar sobre nuestro rincón. La opresión nos obliga a valernos del feminismo para entendernos a nosotras mismas y a la sociedad. Se pone esa carga sobre nosotras, y mientras tanto los hombres piensan el mundo”, interpreta Alberdi. Se nos premia cuando somos Woolf y no Shakespeare.

Los frutos y los silencios

El aplauso que supuso el Premio Euskadi de Literatura hizo más atronador el silencio con el que se ha topado Reverso dentro del mundo del bertsolarismo o, mejor dicho, el vacío que le han hecho los hombres bertsolaris. Lo dice la propia Alberdi: “Es como si hubiéramos lanzado una piedra a un pozo vacío (…) En la página web de la asociación (de bertsolaris) no se informó de la noticia del premio, a pesar de que las 16 bertsolaris que participamos en el libro somos socias. Tener que interpretar esos silencios me produce cansancio, decepción y tristeza”.

Pregunto su opinión a dos de las vizcaínas, Oihana Bartra y Miren Amuriza. “Afuera ha tenido una repercusión y una aceptación tremenda, en cambio, en el mundo del bertsolarismo, entre los hombres, la respuesta ha sido un gran silencio. Como si no existiera”, confirma Bartra. Amuriza prefiere no dedicar tiempo a especular sobre ese silencio y se centra en poner en valor la respuesta de las mujeres: Las bertsolaris jóvenes y las artistas de otros ámbitos subrayan que es una herramienta que les va a ser muy útil. A las feministas no aficionadas les ha servido para interesarse más por esta expresión cultural, que prejuzgaban como muy patriarcal. Las aficionadas al bertsolarismo, por su parte, agradecen a las entrevistadas su valentía y que hayan roto con la idealización que imperaba.

La propia Alberdi reconoce que cargó con una especie de sentimiento de traición al publicar Reverso. “Sabía que a algunos dentro de casa no les gustaría. En las presentaciones hemos oído comentarios como ‘muy interesante, pero ¿en qué lugar deja esto al bertsolarismo?’ ¿Qué es lo que nos preocupa, dónde lo deja o dónde está?”, cuenta.

“El mundo del bertso es muy pequeño, como un pueblito. Cuando hablas de forma tan explícita, te ponen una marca, para bien y para mal”, me dice Bartra. Señala que cuando Alberdi y Agirreazaldegi empezaron a teorizar sobre el bertsolarismo desde una perspectiva feminista hace más de 10 años, encontraron mucho rechazo tanto por parte de sus compañeros como de algunas compañeras, y esto tuvo un alto coste personal para ellas. Amuriza destaca de la bertsolari y escritora su instinto para reconocer caminos por abrir, así como su claridad de mente para conectar teoría y vivencia. Suma la determinación y la capacidad de trabajo a la lista de cualidades de la escritora que explican la solidez y la potencia de este libro.

Aunque nos dé cierta grima el adjetivo valiente (porque no queremos ser valientes sino libres), es inevitable ponérselo no solo a la autora sino a las quince bertsolaris entrevistadas. Oihana Bartra cuenta que participar en el libro le ha servido como terapia personal y colectiva, pero que le ha dado pudor y ha tenido miedo a ser juzgada. “No sé ni lo que dije porque no he querido leerlo”, confiesa. Y añade una reflexión clave: “Cuando las que hemos sufrido una serie de violencias hacemos este ejercicio de desnudarnos, quedamos en una posición vulnerable. En cambio, quienes han provocado esa violencia pueden limitarse a callar, no tienen que hacer nada, no se mueven de su sitio”.

Amuriza valora que su participación en Reverso le ha servido para reinterpretar su experiencia y resituarse en el bertsolarismo. “Me ha mostrado qué camino quiero emprender ahora y por dónde no voy a pasar de nuevo”. También destaca que en el libro pesan tanto las vulnerabilidades como las fortalezas y que identificar estas segundas le ha servido mucho. “Ha sido un punto de inflexión. Será interesante ver qué frutos dará en unos años, qué malos tragos ahorraremos a alguien que lo lea con 14 años”, añade.

Releo a Onintza Enbeita en la entrevista para ARGIA con la que descubrí Reverso:

«Resulta descorazonador leer el libro. Repaso una a una las cosas “malas” que me han ocurrido en 24 años y pienso: “¿Cómo no he escapado de aquí corriendo? ¿Cómo he aguantado todo esto?”. El bertsolarismo también tiene cosas buenas, claro. Hasta ahora siempre hemos estado contando lo bueno, porque nos daba vergüenza contar lo malo. Pero cuando las mujeres hemos salido a las plazas y hemos acariciado el placer del verso, nos han hecho sufrir de lo lindo. Yo estoy preparada para pasar página, pero para eso vamos a contar primero qué ha ocurrido».

Y dice más adelante:

«Sí, creo que ha sido un buen ejercicio. Por un lado, hemos perdido el miedo a decir lo que hemos sentido, y por otro, veo que hoy en día cuando una chica salta a la plaza con 16, 17 o 18 años ideológicamente no está en el lugar donde estaba yo, sino mucho más adelantada».

Danele Sarriugarte la entrevistó porque había ganado el campeonato de Bizkaia unos meses antes, en diciembre de 2018. En la entrevista explicó por qué celebró ese logro personal como un triunfo colectivo.

«Claro que he sido yo la que ha ganado la txapela. No cabe duda de que el mérito es propio, de quien ha metido horas, quien ha tenido un buen día o una concentración adecuada. (…) Pero creo que hemos hecho una lucha colectiva para estar en la plaza y lograr legitimidad. Creo que para ello hemos abierto un camino y yo no quiero olvidar a quienes lo abrieron. Si en 1986 Kristina Mardaras no se hubiera presentado al Campeonato Nacional de Euskal Herria, a lo mejor Maialen [Lujanbio] o Iratxe [Ibarra] habrían sido las primeras mujeres en participar en esa competición, quince años después, y en ese caso habríamos estado mucho más rezagadas en el camino. Reivindico ese camino, no que todas estemos en el mismo saco».

La txapela fue para Enbeita, la bertsolari de llanto fácil, de voz quebradiza, la gorda, la que a veces desafina. Enbeita, la del compromiso político, la carcajada sonora y el carisma apabullante, empuñó la makila ante cuatro mil seguidoras y seguidores.

Me gusta pensar que no es casualidad que fuera el mismo año en el que Alberdi la entrevistó a ella y a otras catorce compañeras para este libro. Como tampoco fue casualidad que 2018 fuera el año de la primera huelga feminista multitudinaria. Que el día que Enbeita ganó ese campeonato, las del reverso fueron portada y su risa fue más atronadora que los silencios.


Notas de June Fernández:

[1] Obviamente, esta no es la única experiencia de articulación feminista en el mundo de la cultura. Yo conozco de cerca las iniciativas de periodistas feministas (desde la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género al proceso Las periodistas paramos) y la experiencia del Colectivo de Autoras del Cómic (http://asociacionautoras.blogspot.com/).

[2] Hemos incluido un glosario en la página 245 para los términos que aparecen en euskera.

[3] Aquel día proponía los temas Malen Amenabar, artista y bertsolari que además ha ilustrado la portada de este libro.

[4] En esta ocasión, la gai jartzaile era la escritora Danele Sarriugarte. Fue a través de su entrevista a Onintza Enbeita para la revista Argia como me enteré de la publicación de Reverso.

[5]Kontrako eztarritik significa literalmente “por la garganta contraria”, que es como se dice “atragantarse” en euskera.

[6] Tomo esta frase de su entrevista en el programa de radio feminista de Hala Bedi Irratia, O no será / Edo ez da izango. Disponible en www.pikaramagazine.com/2021/03/lgtbiq-zahartzaroa/

[7] Una de las cosas que agradezco a Kontrako eztarritik es que me introdujo en la colección LISIPE, que no tiene desperdicio y que demuestra que dar la espalda al euskera supone perderse una producción de pensamiento feminista potentísima http://susa-literatura.eus/bildumak/lisipe/.


Sigue explorando otros aperitivos:

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba