Lucía en seis actos

Lucía en seis actos

Las anécdotas y los recuerdos con Lucía. Las que cosas que no se dijeron. Las que quedaban por preguntar y... Vetusta Morla poniendo música al duelo.

Andrea y Lucía durante la entrega del premio de la la Associació de Dones Periodistes de Catalunya

Andrea y Lucía durante la entrega del premio de la la Associació de Dones Periodistes de Catalunya

El teatro –y la vida– tiende a dividirse en tres actos, pero esa “rigidez” no es suficiente para contener todo lo que tienen que enseñarnos algunas personas. La muerte de nuestra compañera Lucía Martínez Odriozola nos ha dejado envueltas en un mar de lágrimas y dudas. Hemos rebuscado entre las viejas fotos para recuperar su sonrisa, le hemos pedido a Pol Serra que la ilustre para que su imagen parezca menos efímera, me imagino que muchas de nosotras hemos repasado las últimas conversaciones por WhatsApp, el último encuentro, la última discusión. De Lucía nos queda un legado impagable –esta revista que tenéis delante de vosotras– y miles de aprendizajes que quizá todavía ni siquiera hayamos procesado, pero, sobre todo, nos quedaban millones de preguntas que hacerle. Siempre tenía respuestas aunque a veces no nos gustaran.

Contigo, Lucía, se cae el telón.

Acto 1: La puerta de su despacho

Nos agolpábamos esperando nuestro turno. Ella había preparado una lista de temas entre los que teníamos que elegir uno para trabajar a lo largo de todo el cuatrimestre de Periodismo Especializado. Yo elegí Género y mi compañera María Moracia, Local. A partir de esa primera elección, teníamos que volver regularmente a sentarnos ante ella para exponerle las noticias, reportajes, entrevistas y perfiles que haríamos. Nunca la respuesta era un simple “Vale”. Lucía siempre hacía alguna aportación, cuestionaba nuestras decisiones y ponía patas arriba lo que creíamos haber aprendido ya. Luego agarraba con soltura el ratón para marcarnos los verbos compuestos, los adjetivos innecesarios, las presuposiciones. Sobre la mesa, dos premisas: el rigor y ajustarnos a los caracteres que nos había pedido. Jugaba a darnos miedo. ¿Seguirá en su despacho el cartel de “Cuidado con el perro”? Ella nunca llevó bozal.

Acto 2: El bloqueo

Mariarro —militante feminista de Ermua que nos ha dejado también recientemente— me invitó a cubrir la III Conferencia Internacional de Apoyo a las Mujeres Saharauis: la resistencia de las mujeres en los territorios ocupados del Sahara Occidental. Necesitaban una periodista y pensó en mí. PÁNICO. Acaba de licenciarme y nunca había hecho una crónica de algo así. Pánico y más pánico. Al volver, completamente bloqueada ante el ordenador, llamé a Lucía: “Tranquila. ¿Sabes lo que decía Manu Legineche? Tú cuenta lo que has visto y ya vendrán los historiadores a decir lo que ha pasado”. Gracias a ella pude escribir Periodismo, desidia y arena.

Acto 3: Un viaje a Barcelona

No recuerdo dónde andaba June. Creo vivía en Nicaragua todavía cuando la Associació de Dones Periodistes de Catalunya nos entregó el premio Premio de Comunicación no Sexista . Viajé con Lucía a Barcelona. Justo antes de embarcar, una fotoperiodista de El País me llamó para concretar unas fotos que teníamos pendientes para un reportaje. Me propusó aparecer desnuda cubriéndome con la bandera del Orgullo y Lucía bramó durante todo el vuelo. Recogimos el premio, paseamos. Hablamos mucho.

Acto 4: El balón y mi silencio

Algo tenía que darle y Lucía vino a recogerlo a la plaza de Bilbi. Un niño jugaba con un balón y golpeaba insistentemente a una persiana hasta que Lucía le pegó cuatro gritos. Me sentó mal, pero no le dije nada.

Ella, siempre tan clara. Ahora me arrepiento de todo lo que nunca te dije, Luci.

Acto 5: Sus manos

Lucía estaba emocionada. June y Susanna se casaban. Preparó un molde y se puso, dale que te pego, a preparar jabones con la forma de nuestra Caperucita con katana. Estaba ilusionada. A Lucía se le daban bien esas cosas.  No sé si antes o después, pero también nos regaló a la Caperucita en punto de cruz. La tenemos enmarcada en la redacción. 

La última vez que vino a vernos me impresionó lo delgada que estaba, pero parecía enérgica. Lucía pasó a vernos tras una sesión de diálisis. Había adelgazado tanto que volvía a usar los pantalones que llevaba de chavala. Ahora, encima, vuelven a llevarse. Unos vaqueros de tiro alto. Nos trajo un montón de vasos pintados a mano. Están sobre mi mesa porque vamos a repartirlos entre todas.

Qué puta rabia.

Acto 6: El último WhatsApp

A veces la tristeza me gana la batalla, pero, en general, yo estoy muy cabreada. Estoy cabreada porque a Lucía le quedaban muchas cosas por hacer, muchos años por vivir, muchas broncas que echarnos, tenía que contarnos todavía muchas cosas. La última vez que hablamos fue por WhatsApp. Me escribió para ofrecerse a echarme una mano en la edición de mi libro. Me decía que, por experiencia, sabía que las primeras páginas eran las que solían estar peor escritas. El manuscrito estaba desordenado y… me dio vergüenza que Lucía lo leyera.  “Muchas gracias, Lucía, pero prefiero que lo leas cuando ya esté publicado”.

Y, ahora, Luci, no lo vas a poder leer nunca.

Eso también me va a costar perdonármelo.

Epílogo

Estaba en el Sonorama cuando me enteré de la muerte de Lucía. Decidí volver a Bilbao. Quería estar con June, con Itzi, con Maite. Quería hablar de Lucía. Ese día tocaba Vetusta Morla. Unos días después, todavía en shock, la banda anunció su último tema: Reina de las trincheras, la banda sonora de la película La Hija.

Reina de las trincheras,
¿qué sabe nadie
de tu destino amargo,
de nuestro invierno largo
en que ya no pueda abrazarte?

Doy al play y me abrigo.


Ei, da una vuelta por el resto de los textos que hemos escrito en homenaje a Lucía:

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