“Me parecía importante que quedasen imágenes porque fueron años de lucha muy potentes”

“Me parecía importante que quedasen imágenes porque fueron años de lucha muy potentes”

Elena Sarasola pasó gran parte de la década de los 80 y principio de los 90 fotografiando el lado invisible de las calles de Bilbao. Ese que solo era brillante para quien también estaba en la pelea.

Foto: Elena Sarasola (1989)

Foto: Elena Sarasola (1989)

La vida da muchas vueltas, tantas como carretes ha revelado Elena Sarasola (Bilbao, 1963).  Desde hace 21 años dirige junto con su pareja, Yolanda Martínez, el café-teatro Badulake de Bilbao. Las estrellas se han alineado para que en septiembre muchas de sus fotografías salgan a la luz a través de dos exposiciones: “Zutik, zutik, zutik. Historia y Memoria del movimiento feminista en Bizkaia (1968-1994)”, organizada por la UPV-EHU y Las manis y el lío. Bollerío y activismo en Bilbao, 1986-1992. Fotografías de Elena Sarasola, en la Galería La Taller.

¿Cómo han surgido estos proyectos?

La decisión no ha sido mía, han sido Maite Martínez de Arenaza, de La Taller, y Yolanda Martínez, mi compañera. Porque yo soy muy pudorosa con mis cosas y con mostrarme en público, todo eso me horroriza, a pesar de mi edad. Bueno, todo viene un poco porque yo tengo ese pequeño fondo fotográfico, mis negativos archivaditos, datados y guardados desde hace muchos años, pero a mí la vida me lleva a otros sitios. Entonces, un día les digo a mis amigas del Centro de Documentación de Mujeres Maite Albiz, que forma parte de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia (AMB): “Chicas, tengo este material en negativos. El film, la emulsión, es perecedera, se va a estropear. Aquí hay un testimonio y quiero que lo tengáis vosotras”. Les pasé los fondos, los escaneó una profesional, gracias a la colaboración del departamento de Historia Contemporánea de la UPV-EHU, y después, hice la cesión oficial del material escaneado al centro. Hace poco, la profesora de la UPV y amiga, Miren Llona, me llamó y me dijo que desde el grupo de investigación Experiencia Moderna iban a organizar una exposición sobre la segunda ola del feminismo en Bizkaia, patrocinada por la Diputación, y que iban a utilizar parte de mi fondo fotográfico. Esta exposición se inaugura el 6 de septiembre. Simultáneamente, como te contaba antes, mi amiga Maite, de La Taller, que tiene una maravilla de proyecto que es un taller de grabado y a la vez galería de arte, llevaba meses pinchándome para que expusiese en su galería las fotos de esa época y, sobre todo, para hacer algo más centrado en la mirada de mujer, lesbiana, de Bilbao. Y a la vez, Yolanda, mi pareja, también me está venga a decir que hay que hacerlo. Así que la inauguración en La Taller será el 10 de septiembre.

¿Qué te llevó, en su día, a coger la cámara y liarte a hacer fotos?

Siempre me he visto con una cámara en la mano, desde la adolescencia recuerdo tener una camarita. Y algo más mayor, cuando tengo que decidir qué me apetece estudiar, pues yo quería hacer Cine, pero en Bilbo solo había Ciencias de la Información (Publicidad o Periodismo). Entonces, tomé el camino de la Publicidad y estando allí, un amigo me dijo que en Erandio había una Formación Profesional de Imagen y Sonido y allí que me fui. La combinación de ambas formaciones me pareció perfecta. Paralelamente a esto, a través de una de mis hermanas, empecé a trabajar en un estudio fotográfico. No sé cómo pude con todo, la verdad. Pero gracias a ese trabajo me emancipé y caí en un ambiente de militancia feminista y de bollerío, y todo eso sumado a la hormona que yo tenía con 22 añitos, la cámara y una motito que me compré, fue una combinación atómica. Pero, vamos, siempre me recuerdo con la cámara, que si hoy hay mani de no sé qué, que si hoy hay que hacer pancartas a tal, y allí iba yo con la moto a colaborar y de paso a sacar fotos.

¿Y qué cámara era?

Era una Contax, aunque no me acuerdo cómo eran sus apellidos si RFP o XYZ…pero era una cámara réflex con motor incorporado. Por aquel entonces, los motores iban siempre fuera del cuerpo de la cámara con lo cual se convertía en un trasto pesado, “hierro” les llamábamos. Pero esta era pequeñita y al tener el motor incorporado era discreta, con una óptica maravillosa Zeiss y con su motorcito, que nadie sabía si le estabas haciendo la foto con motor o no. A mí me gustaba mucho eso porque cuando haces un retrato o estás fotografiando personas con una máquina analógica, no digital, tienes un carrete de 36, no puedes sacar fotos a lo loco. Pero a mí sí me gustaba tirar la primera foto y cuando la persona ya se relajaba, tirar la segunda. Con el motor no tenías que correr el carrete manualmente, así en la segunda siempre pillabas mejor. Yo estaba muy contenta con mi Contax, que además se la compré de segunda mano a mi jefe y como ya la había utilizado mucho para trabajar pues la conocía muy bien y así pasó a ser mí cámara, MÍ cámara.

Y ¿revelabas tú las fotografías?

Sí, sí, yo he metido muchas horas en el laboratorio, he revelado cosas increíbles como diría el replicante de Blade Runner, Roy Batty; sobre todo en blanco y negro y todo, todo lo que tiraba lo revelaba yo.

Fotografiaste las comparsas, bares de la época como el bar Uholde, multitud de manifestaciones, a tus amigas y a las amigas de tus amigas… ¿Esa elección de fragmentos a qué responde? O dicho de otro modo, ¿por qué esas fotos y no otras?

¿A qué respondía mi encuadre? A intentar conseguir un testimonio del evento, de lo que estuviese sucediendo, aunque a mí me gustaba mucho el encuadre de los rostros. Lo que pasa es que después de fijarme en la cara me decía a mí misma, “a ver que no esto quede aquí, esto podría haber sido en cualquier sitio”. Así que trataba de situar la acción, el momento. Sí que había siempre voluntad de ir hacia las expresiones, las caras, las compañeras más cercanas, pero que la foto también tuviera un poco de pancartita, una pegatina…O sea, situar aquellos retratos en su contexto político.

Y, ¿por qué estabas tú ahí? ¿Por qué te decidías a sacar eso, estabas militando ya?

Cuando vivía todavía con mis padres en Getxo, venía a Bilbo a un bar que se llamaba el Canela, el que luego fue el famoso Convento. Allí conocí a una chica, que fue mi novia, que militaba en el movimiento feminista y en la LKI. Había muchas “dobles militantes”, que les llamábamos, por estar en el feminismo y en algún partido político de izquierdas. Ahí me empiezo a empapar de todo eso. Al poco tiempo, cuando vengo a vivir a Bilbo, comparto piso con otras dos “doble militantes” y empiezo a conocer gente, me empieza a emocionar la lucha feminista. Así caí en medio de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia en los años 80, en plena efervescencia que, si no tenías una mani el miércoles, había otra el jueves, otra el sábado…Y luego ya me metí de lleno en la Asamblea. También me acerqué a la LKI donde tenían un periódico que se llamaba Zutik en el que terminé colaborando. Me encantaba maquetar el Zutik, allá por el 86, y además les hacía alguna que otra foto. Y entonces una compañera militante de la AMB me lio para mejorar el pequeño periódico que la Asamblea sacaba cuando podía. Se llamaba Geu Emakumeok, pero no dejaba de ser una cosa de dos hojitas sin periodicidad. Entre varias montamos la comisión Geu Emakumeok y yo diseñé una nueva maqueta para el nuevo Geu, que ya salió en papel de periódico, impreso y en rotativa…muy bonito. Desde la comisión de Geu pusimos en marcha una publicación periódica que más tarde se convirtió en revista y estuvo en circulación varios años. Luego lo tuve que dejar porque monté una empresa de fotografía con dos tíos, un fotógrafo del DEIA y un técnico que Altos Hornos, cuya pasión era la fotografía. Cogimos una lonja en la Peña, donde teníamos estudio, laboratorio, oficina y todo. Pero, ¿qué pasaba? Primero, que se quisieron enrollar conmigo y como yo no quise la relación ya no fluyó como antes. Y segundo que yo trabajaba a tiempo completo, aposté por aquello, pero su nivel de compromiso no era el acordado. Además, no me consideraban como a una socia, que es lo que era, sino que me proponían limpiar el baño y barrer el estudio. Ese tipo de cositas, ese tipo de lindezas…y ya me empecé a quemar con esos dos y eso que la empresa funcionaba, pero no era ni justo, ni organizado…era un poco merde todo aquello. Ellos no daban el callo, yo les propuse pagarles su parte y seguir con la empresa, pero no quisieron, me boicotearon. Y ahí le cogí paquete a la fotografía, por estos dos mamelucos. En fin, entonces, conocí a Yolanda, mi pareja, también militante y agitadora cultural nata y nos liamos a organizar teatros y jaleos, como la obra Encarceladas que se representó en BilboRock, en la iglesia de la Merced recién desacralizada, el 8 de marzo de 1992, producida por la Asamblea de Mujeres de Bizkaia.

A los pocos años me robaron la cámara, mi querida Contax…ya la tenía con todo el cuero de la funda despellejadito de tanto uso, éramos muy la una de la otra, una pena.

Foto: Elena Sarasola (1989)

Foto: Elena Sarasola (1989)

¿El de la fotografía era un mundo muy masculino?

Era muy masculino, muy competitivo en lo que se refiere a la técnica y la tecnología y muy de “¡chavala, tráeme un café!”.

¿Y cuando coincidías con otros fotógrafos en la calle?

Pues también te decían cosas: “¿Qué película estás usando?”, “ten cuidado con el flash”, “es mejor que hagas tal y cual”. Igual alguno te quería ayudar con buena voluntad porque te veía novatilla pero en general era para ponerse un poquito por encima. Siempre dándote lecciones. Y el remate fue cuando no me dejaron quedarme con aquel estudio. Me cuesta entender que no quisieran que yo siguiera, y me dejaron sin material y sin laboratorio. Tengo que decir que conseguí la ampliadora y que todavía la llevo a cuestas. Actualmente, está en el camarote de mi casa, no sé muy bien por qué, pero supongo que será porque quiero volver a hacer algo con ella algún día. Pero bueno, todo se andará.

¿Te había inspirado en alguna otra fotógrafa que plasmase el ambiente bollo? ¿Tenías referencias?

Nada, cero. Yo creo que fui un poco pionera en Bilbao… Bueno, creo recordar que había una chica por aquel entonces que empezaba, pero es un mundo que también entre las chicas es muy competitivo por el tema de la técnica y la tecnología…que si cómo tiras o qué tal utilizas…A mí me interesa el momento, no saber que estoy utilizando el mejor diafragma que podría utilizar para este caso. Si luego he atinado pues bienvenido sea y si no pues para eso existe el laboratorio y hoy en día lo digital, pero la toma no la podrás corregir en la vida.

Cuando estás sacando fotos de las manis, de las bajadas de las comparsas, ¿tú vas con tu empresa o con la de tu jefe?

No, no, no, todo eso es mi proyecto personal, al margen de empresas.

Y ¿por qué te empeñas en estar fuera y fotografiarlo?

Es que yo pensaba que eso tenía que ser fotografiado, aunque los fotógrafos de prensa sí que lo recogían, pero luego veía los periódicos y me decía a mí misma: “¿Esto es lo que han sacado de esta movida tan importante que hemos hecho? ¿La pancarta y una foto de grupo?”. Entonces, entendí que todo aquello se debía documentar y además vi perfectamente que lo tenía que hacer una tía. Porque todo lo que se hizo entonces supuso mucho, mucho trabajo; muchas horas; muchas reuniones; muchos textos; mucho pensar; mucho pintar pancartas; madrugar para ir a la mani de no sé dónde de no sé qué; apoyar a las compañeras de no sé cuál, preparar las jornadas de tal. Fue un trabajo enorme y no había un archivo visual de aquello. A mí me parecía muy importante que quedasen imágenes porque fueron años de lucha muy importantes. Se llevaron a cabo montones peleas que hoy en día ya son derechos.

En la entrevista que la revista Rolling Stone hizo a Susan Sontag en 1978, la escritora decía que “las fotografías nos recompensan cuando les prestamos cierta atención y que una puede ver cada vez más cosas en ellas”. ¿Qué veías entonces cuando disparaste la cámara y qué ves ahora en esas mismas fotos?

En el momento de la toma, cuando estás haciendo reportaje, el tiempo es fugaz y tienes que congelar el instante. En las manis por ejemplo, no tienes mucho tiempo para controlar todo el encuadre y para mí el encuadre es superimportante, pero si tienes tu idea y tu mirada. ¡Plas!, luego es en el laboratorio donde se hace la magia. Revelas los negativos y el disparo empieza a salir en la cubeta de revelado, ahí es donde estás viendo tu mirada, donde ves si realmente se ha trasladado tu intención o ha salido algo distinto, pero igual más interesante. La toma es el momentazo, pero la cubeta es magia pura.

¿Y ahora cuando las miras, qué ves?

Vuelvo allí, la foto me traslada a ese preciso instante. Por ejemplo, la foto en la que está Bego leyendo el Egin y hay varias amigas alrededor, es que las estoy viendo y estoy decidiendo que voy a hacer la foto vertical porque están ahí de pie, pero luego digo “no, esto es otra cosa”, y la hice horizontal. Me traslado al momento aquel, las estoy viendo allí de pie, al lado del bar Uholde. Recuerdo ese momento y las decisiones que tomé y cuando veo la foto aquí y ahora, me da muchísima alegría haber apretado el disparador, haberla revelado, positivado y sobre todo archivado, que las he tenido ahí guardadas muchos años. Veo fallos, como no, pero estoy muy contenta de la toma, del encuadre y de haber dejado constancia de todo aquello.

Tanto a la exposición organizada por la UPV-EHU como a la de La Taller se acercará gente joven. ¿Qué opinión te merece el tema de la transmisión de la lucha lesbiana y feminista?

Si viniesen sería superemocionante, la verdad. Me gustaría que vieran, como se intuye en una foto de una mani que baja de Zabalbide hacia San Antón, que éramos un grupito muy pequeño del que han salido muchísimos proyectos y luchas, y en muchos casos, batallas ganadas. Me gustaría que viesen lo capaz que ha sido ese pequeño núcleo de personillas, y que desde distintos espacios todavía siguen en la pelea: desde Mujeres del Mundo, la Asamblea, el archivo, la universidad…y todo a través del feminismo. Y a mí y a Yolanda, cuando vamos a una mani del 8 de marzo o del 28J nos emociona ver tantísimas jóvenes. Y si vinieran a ver la exposición, vamos, yo ya doy la voltereta lateral. Además, me gustaría transmitirles que después de treinta y tantos años hay que seguir en la lucha; tristemente, por una parte, pero con alegría por otra porque el feminismo en realidad es un encuentro de las mujeres, un estado de ánimo de las mujeres. La emoción es esa, que vean que sirve y que tenemos que seguir.


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