“Mi protagonista se construye a través de la vergüenza”

“Mi protagonista se construye a través de la vergüenza”

Con su primer libro, 'La hija pequeña' (en librerías el 8 de septiembre en España, de la mano de Cabaret Voltaire), la escritora franco-argelina Fatima Daas (1995) logró imponer en el debate público francés la voz de una mujer lesbiana y musulmana practicante que decide vivir en la complejidad de su realidad y rechaza escoger entre sus identidades múltiples.

15/09/2021

La escritora Fatima Daas. | Fotografía: Teresa Suárez

Fatima Daas es Fatima Daas, la protagonista y la escritora deLa hija pequeña, y ninguna de las dos al mismo tiempo. Hija de una familia argelina instalada en Francia antes de que naciera, lesbiana y musulmana practicante, poco más sabemos de esta joven que nació en Clichy-sous-Bois, en la periferia de París, y que se esconde tras un seudónimo que es también el nombre de la protagonista de su novela.

En cualquier caso, la Daas escritora y la Daas personaje defienden su derecho a no decidir entre su práctica religiosa y su orientación sexual, un conflicto interno que da forma a una novela narrada a base de frases cortas y repeticiones, como estrofas de rap o versos del Corán.

Un libro que mezcla el francés y el árabe, los rezos a Alá y el nacimiento de la pasión lésbica, un libro que, como dijo el filósofo Paul B. Preciado: “No sabemos a quién le da más miedo, si a los imanes de Clichy-sous-Bois o las feministas de Saint Germain”, barrio de la intelligentsia parisina.

En el libro, encontramos la historia de Fatima Daas, firmada por Fatima Daas, pero en las entrevistas dejas claro que se trata de un seudónimo, pudiendo escoger otro nombre, ¿por qué elegir el de la protagonista?

Su historia no es tal cual la mía, pero sabía que muchos medios no se iban a fijar en el libro si pensaban que no hablaba de mí. Y es algo que me molesta, porque no se lo hacen a todos los escritores. Es como si me borraran de la categoría de “escritor” y redujeran el libro a la categoría de testimonio, a pesar de que hay mucha ficción. Así que el seudónimo me permite decir: soy yo, pero no solo yo.

¿Qué simboliza para ti La hija pequeña?, la La petite dernière por retomar el título original en francés.

Es el lugar que ocupas en la familia pero también es el lugar que te atribuyen, del que no puedes escapar. La hija pequeña suele ser la favorita de la familia, la más mimada, pero también es aquella de la que menos se fían, la que más puede desviarse.

Así que quería transformar esta posición. Para, partiendo de la familia, mostrar algo más global, nuestro lugar en la sociedad y con respecto a los demás, en el amor, en la amistad… Decir que la hija pequeña es la que está al margen, la que llega la última, la que no se desea y no se entiende.

La protagonista del libro está atravesada por la vergüenza que le provoca su identidad, su origen social, su sexualidad…

Mi libro habla de cómo la protagonista se construye a través de la vergüenza. Por cosas que ella tiene interiorizada como la homofobia, de verdad, la vergüenza por no saber quién es, ya que no es la niña que su madre querría que fuera, pero también la vergüenza de la pobreza, por ser de una ciudad que tiene mala fama. La vergüenza de la mirada de los otros, de la sociedad. Es una vergüenza casi por existir.

Y es difícil separarse de esa vergüenza múltiple. No bastan los diplomas o el reconocimiento social, creo que hay que hacer más bien la paz consigo mismo, y el personaje lo hace a través de la escritura.

Y es algo muy íntimo. A menudo me dicen que soy callada, ¡y no es por ganas de hablar! Es más bien la imposibilidad de hablar, de no encontrar las palabras exactas. Y eso está en el libro, el personaje está en una búsqueda de sí misma, de su voz, a través de las palabras justas.

El personaje de Fatima Daas recuerda a los de otro escritor magrebí residente en Francia, Abdelá Taia, personajes que viven entre la vergüenza de su homosexualidad y la reivindicación de su identidad magrebí.

Le admiro y pienso que su trabajo me ayudó mucho en la escritura del libro. Mis personajes forman parte del mismo universo que el suyo, viven en la contradicción, pero no piensan renunciar a su identidad. Mi personaje no sufre por ser homosexual, no necesita decirlo, ni hacer su coming out, sufre por tener que mentir, por llevar una doble vida.

En ese sentido, creo que la escritura tiene que reflejar la complejidad de la vida real, escribir desde el dolor. Sino no lo haría.

El libro me hace pensar también en la chica de la trilogía de Virginie Despentes, Vernon Subutex, que decide llevar el velo y practicar el islam aunque su padre renegase de esa parte de su identidad para integrarse en Francia.

Francia en eso es muy particular, es muy difícil crecer con una doble identidad. En el colegio me costaba decir que en casa hablábamos árabe, nunca hablaba de mi religión porque creía que iba a ser un drama, les decía que celebrábamos la Navidad… Y creo que es así porque nuestros padres cuando llegaron a Francia se convencieron de que llegaban a un país que no es suyo, y es terrible pensar así. Me indigna lo que pasa en este país, la integración en Francia no existe, tengo la impresión de que hay gente que desea que no estemos aquí.

La ciudad de la protagonista, Clichy-sous-Bois, en la periferia de París, es conocida en Francia porque allí comenzaron los disturbios de 2005, tras la muerte de los dos jóvenes, Zyed Benna y Bouna Traoré, cuando huían de la policía, más allá de ser tu ciudad natal ¿por qué escoger este escenario para la historia?

Tenía ganas de presentarlo como un espacio tranquilo, del que apenas sabemos nada, más allá de lo que se ve en la tele. No quería hablar de cómo es crecer en un sitio viendo coches quemados, sino hablar de hasta qué punto está lejos de todo y tienes que hacer siempre más que los demás para llegar a los mismos resultados. También era una forma de hablar de los cuerpos cansados de la gente que vive ahí, de los trayectos en transporte público.

Portada del libro. | Fotografía: Teresa Suárez

Hay una violencia muy presente en el libro, una violencia del día a día, que la protagonista percibe en el instituto, en el lenguaje de los demás, en los gestos.

Recibe violencia pero es violenta a su vez. Es una adolescente colérica, que necesita enfrentarse a la autoridad. Y como sufre y es muy vergonzosa, se expresa a través de la violencia, humillando a los demás, siendo incluso homófoba. Quería que fuera así porque nuestro lenguaje es racista, homófobo y evitamos reflexionar sobre ello.

Es una adolescente y los adolescentes tienen la cabeza a mil por hora, pero no tienen espacios para hablar, se les cierra la puerta en cuanto dicen una estupidez.

Es algo que veía durante las presentaciones que he hecho en colegios en Francia, los adolescentes estaban deseando hablar. Son tímidos, se van a reír o van a decir una palabra un poco torpe, pero quieren hablar. Y, por supuesto, pueden ser muy duros con ciertas cosas, como la homosexualidad, pero corresponde a los adultos, a los profesores, tomar la palabra y acompañar a los adolescentes para que evolucionen, porque a esa edad somos incapaces de hacer un discurso pensado.

Durante la promoción del libro en Francia dijiste que la “homosexualidad es un pecado en el islam”, lo que creó una gran polémica, sin embargo, forma parte de la complejidad de tu personaje, ¿por qué crees que se creó tal revuelo?

Cuando digo eso no tengo la impresión de haber dicho nada nuevo. Sí, es un pecado, no voy a rehacer una religión, no soy teóloga, no puedo decir: esto está bien, esto no. Hay que ser coherente. Si queréis nos podemos reunir para hablar, estoy abierta a la discusión, podemos hablar de la misoginia en el cristianismo, en el judaísmo, pero que me traten de homófoba por decir que es un pecado cuando soy lesbiana…

Durante días busqué entender a quién habían molestado estas palabras, y los comentarios por internet siempre eran de personas que no eran ni musulmanes, ni inmigrantes, eran hombres blancos, hombres homosexuales que no comparten mi experiencia. Enfrente, todas las mujeres musulmanas, lesbianas o lesbianas musulmanas comprendieron perfectamente lo que quería decir.

No he escrito una novela sobre el islam, he escrito un libro sobre el día a día de una mujer musulmana, que es, a la vez, lesbiana y practicante. Quería que el libro hablara de eso porque cuando creces en una comunidad musulmana la homosexualidad es tabú. Pero no está bajo mi responsabilidad decir si es un pecado o no.

Me llegó incluso una carta de 7 u 8 páginas de un hombre que me decía que tenía que escapar de esta religión, ¿pero quién eres tú? Solo pedimos que escuchen lo que tenemos que decir, pero me ven como a una chica joven a la que hay que liberar de la religión, pero yo la he escogido.

La polémica no fue por ser lesbiana, sino por ser lesbiana y musulmana.

Rechazas que se te considere como la de portavoz de un grupo.

Es peligroso. Cuento una historia y hablo por mí, no me reconozco dentro de ningún grupo ni podría pretender representar a la comunidad LGTBQ+, ya que tenemos recorridos vitales muy diferentes. Es una responsabilidad muy importante ser portavoz de algo y, una vez más, tengo la sensación de que solo nos lo exigen a ciertas personas, a otras no.

Quería que el libro planteara preguntas en lugar de respuestas. Y cuando salió publicado me di cuenta de lo importante que era esto.


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