Novela policiaca lesbiana, con humor y sin tragedia bollodramática

Novela policiaca lesbiana, con humor y sin tragedia bollodramática

Lesbianas que tejen alianzas para resolver casos en un mundo narrativo sin personajes masculinos y ¡libre de bollodramas! En la novela Dos Tazas, de la cómica de la pluma Isabel Franc (Lola Van Guardia), el suspense se hace chistoso y fácil de digerir.

29/09/2021

Portada del libro ‘Dos tazas’.

La mayoría de reseñas empezarían diciendo que la inspectora Emma García, protagonista del último libro Dos Tazas, de Isabel Franc, es la Sherlock Holmes del siglo XXI, a pesar de que todos sus personajes sean mujeres lesbianas. Siquiera sería justo decir, en un intento de evitar la referencia androcéntrica, que Isabel Franc es la Agatha Christie del género policial lésbico. Esta autora merece una mención propia, ya que es referente en la literatura lesbiana de entretenimiento. Y es que entre las ironías, las sátiras y las parodias, tiene la habilidad de colar críticas sociales, con el humor como vaselina para que entre fácil. Y qué quieres que te diga, entre el misterio denso de Agatha Christie y el misterio jocoso de Franc, yo prefiero el de la cómica de la pluma, como se define ella.

Dos Tazas, es una exquisita manera de invertir la seriedad de la novela criminal, retando su norma principal: que el investigador siempre sea un hombre. Por ello, lo que si sería justo decir es que Isabel Franc es la creadora de la primera detective e investigadora lesbiana del Estado español: Emma García.

Lejos de retratar a esta inspectora al más puro estilo CSI o Expediente x, perfecta e infalible, lo hace en contraposición a los rasgos clásicos del género negro: humana y tierna, con sus incoherencias, sus meteduras de pata y su romanticismo. La torpeza de la inspectora García, que no resuelve sus casos, sino que se mete en más líos, junto con su debilidad por las delincuentes, la convierten en una antiheroína a la que es imposible no coger cariño. Esta caracterización de la inspectora como un personaje entrañable, gracioso y cercano, con un registro lingüístico coloquial y, a menudo, rudo es lo que ha hecho que por petición popular (y con una cuarentena mediante) la icónica inspectora García haya vuelto tras 17 años.

La primera aparición de García, como personaje secundario, fue en la segunda y tercera entrega de la trilogía de culebrones lésbicos de Lola Van Guardia (antiguo alias de Isabel Franc): Plumas de doble filo (2000) y La mansión de las tribadas (2002), respectivamente. Pero no fue hasta 2004, cuando obtuvo el protagonismo absoluto con la novela No me llames cariño y, posteriormente, con el cuento El enigma de la voz (2011).

En Dos Tazas, la inspectora García se incorpora al cuerpo de policía de nuevo para investigar junto con su fiel compañera, Montse Murals, una serie de robos a ancianas ricachonas. Por debajo de la mesa coge otro caso extraoficial, del que no puede resistirse viniendo de parte de su vieja -y atractiva- amiga, la doctora Dylan. En paralelo al caso de los robos investiga, junto con otras colaboradoras, el sospechoso intento de suicidio de una escritora feminista. Durante la resolución de los casos, los problemas morales y éticos serán el pan de cada día de García.

En esta novela, la autora transgrede las fórmulas tradicionales del género detectivesco y policial eliminando los atributos de autosuficiencia asignados a la figura, siempre masculina, del investigador. Lo hace introduciendo la sororidad, al convertir la investigación en un equipo de cooperación entre mujeres y, además, lesbianas. De esta manera, dota a sus personajes de gran poder y agencia en el espacio público y privado.

Este universo lesbiano que crea, lejos de ser una utopía, refleja la distopía que supone el régimen heterosexual, donde la pretensión de heterosexualidad no concibe que todas las profesionales puedan ser lesbianas o que, simplemente, existan sujetos no heterosexuales. Mediante esta representación literaria hace desaparecer la institución de la familia nuclear heteropatriarcal, sustituyéndola por la familia elegida (comunidad lésbica). Para ello se hace servir del continuum lesbiano que ya planteaba Adrienne Rich, centralizando la existencia lesbiana y sus alianzas como resistencia y desnaturalización de la heterosexualidad obligatoria.

Esta subversión de la supremacía masculina no es solo cuestionada a través de la ausencia de personajes masculinos, sino también a escala lingüística mediante el uso del genérico femenino. La feminización del arquetipo de las parejas clásicas de detective y secretario, con el tándem de García y su ayudante Murals, es otra de las ocupaciones del terreno masculino.

Todo ello ambientado en una Barcelona prepandémica repleta de descripciones cinematográficas inmersivas, en las que se puede ver cómo el personaje de García ha madurado, aunque todavía mantiene su incapacidad para separar lo personal de lo profesional. Este dilema, entre imponer la ley o actuar según sus principios morales, es usado como estrategia narrativa para criticar, cuestionar y denunciar los mecanismos de poder, posibilitando así la reflexión entre estos mecanismos y los grupos marginados.

Franc ha creado su propia fórmula, a través de la parodia criminal y de las segundas narrativas, donde el discurso crítico se intercala con lo policíaco, exponiendo injusticias más reales, a la vez que centraliza al sujeto lesbiano. Con su talento narrativo, emplea pretextos para introducir elementos críticos que desarticulan el sistema heteropatriarcal, capitalista, racista y antiespecista, en el que se desenvuelven sus personajes.

El desafío a las diversas normas que se manifiesta en sus páginas y el equilibrio magistral entre dos géneros literarios tan dispares hacen que esta novela sea elemental, mi queride lectore de Pikara.


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