Una pequeña batalla

Una pequeña batalla

Lucía Martínez Odriozola siempre será una referente, una imprescindible. Pena no haberla conocido más; la recuerdo con mucho cariño porque es de esas personas que pasan por tu vida como un huracán, quedándose para siempre cerca.

Texto: Leire Groven

Nuestra compañera Lucía durante el debate sobre el tratamiento de la violencia de género en los medios de comunicación.

Con Lucía coincidí justo cuando empecé a militar de forma más activa y me quedé alucinada. Organizamos los debates intrafeministas desde FeministAlde, con Pikara, y ella estuvo en todos o casi todos los espacios, aportando ideas, conceptos, críticas, nuevas visiones… Aún conservo los apuntes de todo aquello.

Después, años más tarde, en 2015, nos propuso hacer una denuncia conjunta contra un tertuliano de Radio Marca que había soltado varias perlas justificando la violencia machista por el caso de un jugador de fútbol que pegó a su mujer. Recuerdo oír sus declaraciones y sentir una rabia y repugnancia tremendas. Pero entonces apareció Lucía, con su fuerza y contundencia, invitándonos a hacer una denuncia conjunta desde la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, y yo, sin pensarlo un segundo, me apunté a la pequeña batalla. Pensaba que sería un trámite que no iría a ningún lado, pero ver a Lucía con esa rabia, con esa claridad, me hizo creer que bueno, serviría, aunque fuera, para organizar ese dolor y esa rabia que sentía.

Y de pronto, unos meses después, llegó una carta certificada a mi casa con la resolución: la Comisión de Arbitraje nos daba la razón a Lucía, a Aitziber y a mí, que fuimos quienes, finalmente, presentamos la denuncia. Ese señor había vulnerado no sé cuántos artículos del Código Deontológico y la radio para la que trabajaba le dio un tirón de orejas. Pidieron disculpas, se comprometieron a tomar medidas… En fin, cada frase que leía me reconfortaba un poco más, aun sabiendo que las cosas, por desgracia, poco iban a cambiar… Pero Lucía me dio eso, la creencia de que lo que hacíamos servía, y que no nos íbamos a callar. Aún conservo esa carta con cariño. 

Para mí, Lucía siempre será una referente, una imprescindible. Pena no haberla conocido más; la recuerdo con mucho cariño porque es de esas personas que pasan por tu vida como un huracán, quedándose para siempre cerca.


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