Escribir la carne

Escribir la carne

'Sanguínea', de Gabriela Ponce, te desliza en un torrente fiero y plácido por las improntas corporales de una mujer exultante de vida.

27/10/2021

Portada de ‘Sanguínea’.

“No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo”, decía Marguerite Durás. Ella, que sabía de vida plasmada en la escritura. Ella, que tanto contó. Gabriela Ponce no escribe con la fuerza del cuerpo: es la carne la que fluye a través de sus palabras. Y eso se percibe desde la primera página. En Sanguínea, editada en España por la editorial Candaya (2020), la autora ecuatoriana ha reconocido haber dejado el cuerpo en la escritura. Como ella misma ha indicado, el relato fue una necesidad visceral por traducir una experiencia personal. Y añade: “Esa experiencia fue modificada en mi cuerpo”.

La novela nos conduce por un tema conocido. Una mujer transita por una complicada ruptura matrimonial, mientras se llena de distintas experiencias sexuales y amistosas con las que se va originando una transformación. En este camino vertiginoso y voraz, va a parar a lugares nuevos, en los que se entrega a hallazgos y autodescubrimientos en relación a su propio cuerpo. La carne se abre paso a través de una voz en primera persona, mitad monólogo interior, mitad diario. Uno de los aspectos más relevantes de estas poco más de 150 páginas es el flujo de la narración, el torrente por el que discurre la narración, a veces erótico, a veces plácido, pero también fiero y lacerante. Sanguínea te hace cómplice de ese cuerpo en tránsito, ese cuerpo que goza, que explota en sensaciones placenteras, que se sufre, que se duele ante la vida. La realidad, como fluidamente muestra, es la confluencia de varias materias disonantes. Desacordes y fusionadas. Aroma a río, sabor de fruta madura.

Ponce aborda con soltura y sin barreras varios aspectos vinculados con el cuerpo de la protagonista. El goce de las relaciones sexuales sin etiquetas, el disfrute en los efectos del alcohol y las drogas, la naturaleza expandida en la piel, la felicidad que dura un instante y, al mismo tiempo, es eterno. También la menstruación, tomar decisiones sobre un embarazo, la maternidad como conflicto, la adopción como salida, la ausencia, el desamparo, la fuerza de la amistad. Son muchos los subtemas que aparecen en la novela, pero en todos ellos se desprende una embriaguez de afectos, una búsqueda de sentido y un dolor enraizado.

Sentidos y texturas

Hélène Cixous plasmaba en La llegada a la escritura que la vida hacía texto a raíz de su cuerpo: “Soy ya texto”. Con la narrativa de Ponce se da este mismo fenómeno. Al leerla, estamos leyendo cuerpo. Presentes todos los sentidos, múltiples texturas y líquidos (arcilla, huesos, carne, agua de río y de llanto), vegetación salvaje, la calle, la casa, el frío, los objetos que ya no significan nada y lo son todo. Pero los patines. Para lanzarse de un sitio a otro. Y la sangre. Siempre la sangre.

Puede que esa corporalidad presente en cada página del libro tenga su vínculo con el teatro. Ponce, además de escritora, es directora teatral y profesora de artes escénicas en la Universidad de San Francisco, en Quito. Y este vínculo ha hecho germinar la semilla y que la novela se haya expandido desde el papel hasta el escenario. Sanguínea ahora es también obra teatral, a raíz de la adaptación creada por la propia autora e interpretada por  Maribell Arango y Carolina Torres Topaga, y producida por Casa Amèrica Catalunya. La autora ha escrito y dirigido otros textos teatrales, como Tazas rosas de té (2016), Caída, hemisferio cero (2014) o Entrada en pérdida (2013). También ha escrito cuentos.

Para terminar con el libro rojo, sus vísceras hablan de vida. Es el delirante trascurso del vivir, es el universo en movimiento de una mujer derramado en el caudal que es la escritura de Ponce. Una transpiración desde los huesos apoyada en una prosa lírica y en una precisa combinación de los recursos literarios (sin dejar de nombrar las cosas con claridad cuando es necesario). Es la ventana al cosmos sensorial que nos conecta con la tierra y el mundo. El cuchillo que desgarra y el algodón que limpia la herida. Sanguínea es la muestra del poso que puede dejar un libro de extensión reducida. Su lectura, sin duda, merece la alegría.

 


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