El tatuaje cuir ha llegado para quedarse

El tatuaje cuir ha llegado para quedarse

En una sociedad cuyos cánones estéticos asfixian con mayor peso a mujeres y disidencias, hacer uso del cuerpo modificándolo según deseos propios rompe el dictado de la pretendida homogeneidad corporal.

Texto: Julia Amigo
17/11/2021

Tatuaje de Lisbeth Salander.

Llevo varios años investigando sobre tatuaje contemporáneo en el contexto español. Mi investigación es también una indagación autoetnográfica constante, porque si una lee y reflexiona a diario sobre el cuerpo (tanto en soledad como acompañada por otras voces), es imposible no encarnar en la propia piel lo que se está cuestionando. Así, la otra noche preparé una cita de investigación conmigo misma: hice la cena, abrí una botella de vino y me senté a ver el especial de Halloween del programa televisivo First dates. El plan prometía; las personas que protagonizaban el pretendidamente terrorífico programa eran en su mayoría disidentes corporales y de género. Había desde una persona trans no binaria hasta una mujer muy tatuada y modificada, con orejas puntiagudas, lengua bífida y ojos inyectados en tinta. Si me animé a verlo fue porque una pregunta no dejaba de rondar mi mente: ¿por qué habían escogido precisamente a esas personas, con unos cuerpos que escapan a la normatividad, para el especial de Halloween? Rodeados de calaveras, catrinas y una mezcla kitsch y absurda de diversos elementos decorativos prejuiciosamente capaces de infundir miedo, esos cuerpos cargados de tinta, con bigotes y pelos en las piernas, o usando lenguaje inclusivo, convivieron juntos durante el programa. ¿Pero por qué vincular esa fiesta gozosa para amantes del terror y de las brujas contemporáneas con personas cuyos cuerpos no cumplen con las leyes no escritas del binarismo y la piel prístina, inmaculada y no modificada?

La representación de los cuerpos tatuados como cuerpos erróneos

Cuando Lisbeth Salander aparece por primera vez en pantalla en la versión del director David Fincher de Millenium I: Los hombres que no amaban a las mujeres, el plano recoge su perfil, donde destaca un tatuaje de una avispa, colocado en la parte lateral de su cuello. Cuando el plano cambia y obtenemos una imagen más completa de ella, caemos en la cuenta de que Lisbeth no es un personaje femenino al uso. Lo que su exterior cuenta sobre ella la coloca en las periferias de la feminidad, dibujando, gracias a su ropa, sus modificaciones corporales, su corte de pelo e incluso su lenguaje corporal, a una mujer compleja y esquiva a la par que fascinante.

Este es un buen ejemplo del efecto que los tatuajes tienen en los juicios estéticos que, de manera casi automática, realizamos sobre las personas. Aunque cada vez observemos más cuerpos tatuados a nuestro alrededor, es indudable que tatuarse -según qué y dónde- tendrá consecuencias a escala familiar, social y profesional, mucho más en el caso de mujeres y disidencias, sobre quienes los cánones y presiones estéticas recaen con mucha más fuerza.

No son pocas las investigaciones que se hacen eco de qué factores influencian las actitudes hacia las mujeres tatuadas, coincidiendo la mayoría en dos grandes aspectos. En primer lugar, la visibilidad del tatuaje, ya que no tendrá el mismo impacto tatuarse en el omóplato que en la cara y, en segundo lugar, la cantidad de piel tatuada, siendo las reacciones tanto más viscerales cuanto mayor sea la superficie tatuada.

En la película El silencio de los corderos asistimos al desvelamiento del asesino en serie de mujeres con expectación e inquietud. Después de un metraje incómodo, infinidad de situaciones rocambolescas y giros de guion, llega el culpable de todo el desaguisado: Buffalo Bill, un travestido glamuroso con alta capacidad para la crueldad. Destacan en su corporalidad algunos tatuajes y un aro atravesando uno de sus pezones. Con esta imagen, en que confluyen varias formas de modificar el cuerpo que algunos sectores sociales considerarían extremas, se apuntala la otredad y la desviación del personaje. No solo es un asesino, además es disidente del género, perforado y tatuado. Buffalo condensa así una tradición que recoge esas ideas occidentales acerca del cuerpo modificado que lo vinculan a la delincuencia, las subculturas violentas y las periferias sociales. ¿Por qué se construyeron esos estereotipos en torno al cuerpo tatuado? ¿Qué tendrá que ver lo queer con el tatuaje?

En su traducción del inglés, queer significa extraño o inusual. En los usos que se hacían de la palabra, encontramos desde un modo de referirse a los hombres homosexuales hasta una manera de señalar a las personas raras, extrañas o extravagantes en cualquier ambiente social, sobre todo en cuanto a los usos del cuerpo se refiere. Un cuerpo profusamente tatuado encaja en esta descripción porque, aún hoy, sigue generando extrañeza social. Como mujer tatuada, es raro el día -sobre todo en verano, cuando más cantidad de piel queda al aire- en que no tengo que soportar miradas y comentarios cuando camino por la calle. Si el consumo de tatuajes está cada vez más extendido, ¿por qué las reacciones ante los cuerpos muy modificados siguen siendo tan viscerales? Puedo adelantar aquí que el motivo es bien sencillo: a ciertas personas sigue resultándole incompresible que alguien decida, voluntariamente, someterse a horas de dolor y curaciones, a veces muy penosas, para obtener un cuerpo distinto, modificado, tatuado, escarificado o agujereado.

Inquieta tanto que algunas personas deseemos modificar nuestro cuerpo sin límites que lo que reaccionan son las vísceras: le gente observa, entre fascinada y asqueada, pregunta continuamente por qué y qué significa y, sobre todo, se colocan frente a un espejo que les hace preguntarse sobre su relación con su propio cuerpo. Las personas que nos tatuamos mucho no lo hacemos para llamar la atención, ni porque seamos rebeldes sin causa; nos tatuamos porque ese es el cuerpo que queremos para nosotras, simplemente. Existe una ideación, un proceso, un cambio constante que, paradójicamente, nos hace sentir más en nuestra piel. Tatuarse es también, en cierto modo, ir a la búsqueda de un cuerpo utópico, una carne-horizonte donde dibujamos aquello que queremos ser. Entendido así, el tatuaje también tiene implicaciones políticas e identitarias, indisociables del cuerpo que experimentamos y somos.

El presente y el futuro del tatuaje cuir

La cantidad de entendimientos de la técnica del tatuaje en las sociedades occidentales es casi inabarcable. Surgen nuevos estilos, las máquinas se perfeccionan continuamente y la calidad de las tintas mejora. Todo esto contribuye al desarrollo imparable de la práctica, lo que trae consigo a su vez una necesidad de revisarla críticamente. En ciudades como Seatle, Berlín, Melbourne, Nueva York o Montreal hace años que comenzó a expandirse una corriente conocida como queer tattooing. En el contexto español y latinoamericano, el tatuaje cuir también cobra cada día mayor relevancia.

El queer tattooing no tiene una definición cerrada. Las personas que se consideran parte del movimiento (tanto artistas queer como mujeres, disidencias, personas tatuadas racializadas, gordas, con diversidad funcional, etc.) rehúyen de las etiquetas, centrándose más bien en dar espacio a inquietudes y a debates que permitan repensar la escena del tatuaje en clave feminista y decolonial. La crítica del tatuaje cuir se sostiene sobre varios pilares.

Por un lado, generar espacios seguros: el mundo del tatuaje ha sido tradicionalmente un entorno muy masculinizado en contextos occidentales. Aunque es indudable que las mujeres siempre han tatuado y se han tatuado en sociedades tradicionales, como ya destaqué en este artículo, aún queda camino por recorrer en cuanto a machismo se refiere. Surgen cada vez más voces de denuncia de situaciones abusivas dentro de la escena comercial. Como en cualquier otra esfera social, se repiten los peligros a los que nos enfrentamos mujeres y disidencias en un entorno patriarcal violento. El tatuaje cuir quiere repensar esta problemática y para ello pone mucho hincapié en la necesidad de generar espacios seguros, donde se respete la diversidad, los posibles traumas corporales, la intimidad y, en definitiva, la autonomía sobre el propia cuerpo.

Por otro lado, los nuevos-viejos estilos y procedimientos. Dentro de la escena cuir del tatuaje, llama la atención que existan muchas artistas que trabajan con técnicas manuales (handpoke) o que tatúan en colectivo, conectando de alguna manera con los orígenes ancestrales y comunitarios de la práctica. En esta línea, también se explora el tatuaje vinculado a la performance. También es interesante cómo se amplían los estilos cultivándose redefiniciones de estilos antiguos (como el neotribal), creándose diseños ignorant, de trazos naif casi infantiles, o recuperándose iconografías queer que ya se usaron en los años 60 y 70 en las comunidades de gais y lesbianas en Estados Unidos.

En tercer lugar, se promueve un respeto por la diferencia (LGTBIQ+, POC, fat friendly). Otro de los caballos de batalla del queer tattooing es el respeto a la diversidad corporal y de género. Si mujeres y disidencias, en algunas ocasiones, pueden sentirse juzgadas o incómodas en entornos de tatuaje más masculinizados, se trataría de promover espacios y relaciones donde se ponga en el centro la vulnerabilidad y se cuiden los tiempos y necesidades de la persona que se va a tatuar, adaptando el diseño y la sesión para que sea lo más placentera posible. En este sentido, destacan las experiencias de personas trans y no binarias, racializadas, de pieles oscuras o de personas gordas, que a veces pueden llegar a sentir que un tatuaje no es para ellas. Todas estas problemáticas tienen que ver con que la mayoría de imágenes de cuerpos tatuados que consumimos muestran a personas blancas y delgadas. Como defiende la tatuadora Ana Rodríguez en esta interesante entrevista, hay que promover “una manera de hacer el tattoo libre de estudios y discursos rancios”.

Finalmente son importantes los referentes. Es indudable que las redes sociales ayudan a la expansión de entendimientos menos racistas y machistas del tatuaje. En su seno, muchas artistas y personas tatuadas logran iniciar conversaciones, creando conexiones y promocionando no solo su trabajo sino también una manera de entender el tatuaje alejada de las malas prácticas y la falta de cuidados. Os propongo, si os interesa el mundo del tatuaje, que os preguntéis a qué tipo de artistas seguís y apostéis, también vosotras, por una mayor diversidad en vuestro feed y, por qué no, también en vuestra propia piel.

En una sociedad cuyos cánones estéticos asfixian con mayor peso a mujeres y disidencias, hacer uso del propio cuerpo modificándolo según deseos propios rompe el dictado de pretendida homogeneidad corporal, colocando en el mapa social cuerpos únicos con historias que contar más allá de las exigencias y cánones de belleza imperantes. Además, esas mismas imposiciones estéticas dejan poco lugar para la exploración. O lo dejan, pero a qué precio. En este panorama, el tatuaje abre un espacio de creatividad infinito con base en nuestro propio cuerpo.

 


No es la primera vez que escribimos de tatuajes:

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