Romper el silencio y escuchar la palabra

Romper el silencio y escuchar la palabra

El silencio es una forma de control y de dominación que el sistema patriarcal para que las mujeres no cuenten sus historias ni puedan generar relatos públicos que reivindiquen los abusos que sufren para mantener las relaciones de poder.

29/12/2021

Collage de Derecho a la escucha.

La imposición del silencio es una forma de controlar que se ha utilizado a lo largo de la historia para mantener el heteropatriarcado. Este sistema de ordenamiento social necesita que se mantengan unos roles de género para colocar privilegios a los varones a costa de la fuerza productiva y reproductiva de las mujeres, sus cuerpos y sus vidas.

Así, la masculinidad tradicional asociada al poder, el control, el valor, el dominio de la razón, la posesión del conocimiento y del espacio público se han sostenido a través del silenciamiento de las mujeres.

A todas nos suena la frase “calladita estás más guapa” como forma de deslegitimar los relatos de las mujeres y mantener el orden social de géneros binarios donde los hombres tienen legitimidad de la palabra a costa de la invisibilización de las mujeres para mantener relaciones de poder. Los roles de género imperantes asociados a las mujeres construyen una feminidad asociada al papel de cuidadora, paciente, callada, dócil y sumisa.

 

 

Este silenciamiento de las mujeres ha sido impuesto a través de diferentes formas de violencia. El silencio es una forma de control y de dominación del sistema patriarcal para que las mujeres no cuenten sus historias ni puedan generar relatos públicos que reivindiquen los abusos que sufren para mantener las relaciones de poder. Si las mujeres se rebelan ante esta imposición, comienzan mecanismos de control y castigo para mantener el sistema patriarcal. Como dice Adrienne Rich: “En un mundo donde el lenguaje y el nombrar las cosas son poder, el silencio es opresión y violencia”. Y ya sabemos que lo que no se nombra no existe.

Algunas formas de control de la palabra son el castigo social, es decir, salirse del tiesto y ser una mujer que no cumple con las expectativas de roles de género tradicional hace que el entorno social castigue a dicha mujer a través de insultos (puta, mala, loca) pudiendo generar aislamiento social y culpa. La psicopatologización: el sistema médico-psiquiátrico se ha construido bajo una mirada patriarcal que considera enfermas a las mujeres que alzan la voz; si no cumples los roles de género eres una loca. La medicalización: la mirada patriarcal de la ciencia médica es violencia pues obliga a las mujeres a someterse a diferentes tratamientos para silenciar sus voces y mantener el status quo. Las agresiones y las violencias: este sistema patriarcal castiga a las mujeres que alzan la voz a través de diferentes formas de violencia verbal, física o institucional. Y la invisibilización: no ser escuchadas ni tenidas en cuenta por el hecho de ser mujeres

Ante esta situación en la que muchas mujeres se han revelado, se plantea la necesidad de poner palabras a las experiencias propias, denunciar los procesos de dominación y gritar que ya está bien de tanta violencia.

Así aparece el movimiento feminista como una forma de reivindicar el derecho de las mujeres a contar su historia, alzar la voz, tomar la palabra, poner en el centro su capacidad de hablar, de decir de forma autónoma y consciente. Porque, como dice Mar Gallego en su libro Como vaya yo y lo encuentre: “Ser persona es, al fin y al cabo, sentir que tienes el poder de construir una historia que te permita ser digna a través de ella. Es entender el poder como consciencia de que se puede. De que nuestra verdad puede ser explicada y escuchada”. Se deviene como una una herramienta de transformación social y creación de cambios políticos claros para el derecho de todas las mujeres.

Ahora que ha pasado el 25N no podemos olvidarnos del caso de Ana Orantes, que tomó la palabra para denunciar públicamente la violencia que sufría por parte de su marido, el cual acabó asesinando. Este caso nos recuerda que nos controlan para seguir calladas, sumisas y dóciles. Sin embargo, muchas mujeres gritaron fuerte “basta” creándose un debate en todo el Estado español sobre las violencias machistas por parte de varones heterosexuales.

Ella no ha sido la única, hay muchos casos a lo largo de la historia donde las mujeres han roto su silencio. Biznegra ha creado un afrozine donde rescatan historias de feminidades negras que tomaron la palabra para cambiar el mundo. Una de ellas es Ida Wells-Barnett, una mujer afroestadounidense que tomó la palabra para luchar contra el racismo que existía en Estados Unidos. Otro ejemplo es Soujourneth Truth quien preguntaba “¿acaso yo no soy una mujer?” para visibilizar las desigualdades de género y la falta de derechos de las mujeres afrodescendientes. Este alegato, que se considera el pionero del feminismo interseccional, nos plantea una pregunta: ¿todas las mujeres son escuchadas dentro del movimiento feminista? ¿Somos todas consideradas igualmente legítimas para tomar la palabra? Y esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué pasa cuando tomas la palabra y nadie te escucha?

Collage de Derecho a la escucha.

Como dice Dolores Juliano, en una entrevista de Pikara Magazine realizada por June Fernández, “Vivimos en sociedades muy jerarquizadas en las que el acceso al poder por parte de unos sectores incluye determinar cuál es el discurso legítimo y cuál no lo es; quién tiene derecho a exponer su punto de vista y quién se tiene que callar”. De esto precisamente se han quejado muchas mujeres que se han visto silenciadas por otras mujeres dentro del feminismo. Mujeres pobres, racializadas, migrantes y gran cantidad de disidencias han señalado la falta de escucha por parte ciertos sectores del feminismo. Como dice Gabriela Wiener, existe un feminismo al que solo le interesa el poder, basándose en el silenciamiento, borrado y la invisibilización de otras. Desde los movimientos sociales no podemos caer en esas dinámicas de dominación porque repetimos patrones discriminatorios que mantienen este sistema heterosexista, patriarcal, clasista y racista. Por ello creemos que es importante crear lugares de encuentro para romper con el silenciamiento de unas hacia otras. No podemos usar esa herramienta histórica que ha servido para docilizar los cuerpos de las mujeres. Buscamos promover la escucha activa en espacios fluidos y abiertos donde se rompan con las dinámicas opresivas y discriminatorias que se dan incluso dentro del feminismo. Reivindicamos el derecho a la escucha de todas las muejres

 


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