Igualitos que Urdangarin
Urdangarin no es un señor, es una forma de ser y de estar en el mundo. Ojalá viéramos que no se trata de una persona, sino de una estructura que permite que la mayor parte de los hombres del mundo vivan como reyes.
Mi vecina entra en el portal con cuatro revistas del corazón en la mano y me enseña las portadas indignadísima:
— ¿Te puedes creer esto?, ¡qué cabronazo el Urdangarin!, ¿cómo se puede ser tan cruel?, ¿sabes lo peor?, ¡que son todos iguales, los hombres son todos iguales! Y nosotras somos todas tontas, como la Cristina, ¡tontas y ciegas! ¡Se va de rositas el tío, y encima su hijo le defiende! Son cosas que pasan, ¡son cosas que pasan!, ¿a ti te parece normal?
— Sí, es normal, cariño, tienen todos mucho morro, viven todos como reyes — le digo yo.
— ¿Sabes que te digo?, que nos pasa a todas como a la Cristina, ¡¡llevamos unos cuernos enormes, y los ve todo el mundo menos nosotras!
— Mira los burdeles y los moteles, los aparcamientos están hasta arriba de coches de hombres casados. Lo que pasa es que no queremos verlo, pero ahí están nuestros padres, hermanos, primos, novios, maridos, e hijos. Todos tienen el privilegio de tener las amantes que les dé la gana o de alquilar mujeres por un rato.
— ¡No es justo!, y lo que más rabia me da es que si hacemos lo mismo que ellos, a nosotras nos señalan como putas, o nos matan. La Cristina está destrozada y su propio hijo dice que es que “son cosas que pasan”, ¿pero a ti te parece normal?, ¡es una humillación total!
— Mira, como Will Smith, que el otro día dijo que su padre, aunque era un tipo violento y maltratador, era también “la mejor persona que ha conocido jamás”. Hizo sufrir mucho a su madre, su infancia fue un infierno, y pensó varias veces en matarlo, pero a pesar de todo, dice que era un tipo fantástico.
— Increíble, de verdad. Dice el Pablito Urdangarin que están todos muy bien, que su madre está estupendamente, ¡hay que tener poca vergüenza, de verdad!
— Los hombres se apoyan entre ellos siempre, el pacto de silencio entre ellos es el que les permite tener una doble vida, y hacer todo el tiempo lo que les da la real gana.
— ¡Es injusto! Yo no me lo explico, de verdad, cómo nosotras consentimos todo esto, cómo les perdonamos, cómo les defendemos, ¿a ti te parece normal que la Cristina se tuvo que gastar un dineral en defenderlo, se tuvo que ir de España, se enfrentó a su padre y a su hermano, quedó señalada como una ladrona, perdió sus privilegios de princesa, le perdonó las infidelidades, quedó humillada y ahora que sale de la cárcel, va el tío y la deja por otra?, ¡es un sinvergüenza!
— A Cristina la educaron así, para que aguante los cuernos con dignidad y discreción, y para que se crea que sin marido ella no es nada. Mira lo que le pasó a la única royal que se atrevió a denunciar sus cuernos, la Diana de Gales, ¡se le echaron encima y la criticaron a muerte!
— Ay, sí, fue muy valiente. Vivió amargadísima no sé cuantos años, pero qué valiente fue.
— ¿Recuerdas cuando la reina Isabel II y la reina Sofía la criticaron por no soportar los cuernos de Charles? Así educaron a Cristina, para aguantar, calladita más bonita.
— Sí que me acuerdo, menudo pájaro el Carlitos de Inglaterra, ahora encima parece buena persona. Y mientras el Iñaki pidiendo respeto, ¿sabes lo que más rabia me da?, ¡que tú y yo le hemos pagado las fiestas a este caradura durante años, y que el tío se ha reído de su mujer, de la familia de su mujer, de todas nosotras, ¡de toda España! Y cuando me levanto por las mañanas para ir al curro me cabreo, ¿tú te has dado cuenta de la de hombres que viven a costa de nuestro trabajo?, entre la Casa Real, los curas y los obispos, los soldados, ¡viven todos como Dios!, ¡estoy hasta el moño de los hombres que viven del cuento!, ¡que se pongan a trabajar todos ya!
Aparece mi chico en el portal, muy simpático, se marca uno de esos #NotAllMen típicos, y nos dice: “Oye, ¡que no todos somos como Urdangarin!”, y entonces nos echamos a reír las dos, y nos despedimos en la escalera.
Cuando entramos en casa le digo a mi compañero que España y el mundo entero están llenos de urdangarines y si existen es gracias al patriarcado, que les otorga a todos unos privilegios por el simple hecho de nacer varones, y que esos privilegios nos ponen a todas de rodillas, por el simple hecho de nacer mujeres.
Pienso en todas las mujeres indignadas como mi vecina, y me digo: ojalá todas pudiéramos entender que Urdangarin no es un señor, es una forma de ser y de estar en el mundo. Ojalá viéramos que no se trata de una persona, sino de una estructura que permite que la mayor parte de los hombres del mundo vivan como reyes.
Iñaki es solo la muestra de que el amor romántico es una estafa global y que la masculinidad es una clase social superior a las demás. Fue durante años el marido ideal, el yerno perfecto, el hijo predilecto, el padre ejemplar, el ídolo de muchos hombres y mujeres que fantasearon con ser como él, o con yacer junto a él. Hasta que descubrieron sus fechorías, Urdangarin fue un modelo a seguir.
“¿Era? ¿O lo sigue siendo?”, me pregunta mi chico: “Porque este hombre se está yendo por la puerta grande después de vivir como un rey durante 25 años, hasta su paso por la cárcel ha estado colmado de privilegios”.
Nos pusimos a pensar en los urdangarines que todos los hombres llevan dentro: la mayor parte de los varones educados en el patriarcado viven como reyes en sus hogares, gozan de la protección del pacto de silencio establecido entre ellos, reciben cuidados sin darlos, tienen sirvientas gratuitas, y obligan a sus mujeres a vivir en monogamia mientras llevan una doble vida (como hombre casado y respetable padre de familia, por un lado, y como hombre soltero que se divierte con todas las que quiere, por otro).
Hasta el hombre más pobre del planeta tiene una criada a su servicio las 24 horas, los 365 días al año, gracias a la estafa romántica.
Y, ¿cuántos hombres están renunciando a ese privilegio? Muy pocos.
Se vive muy bien teniendo a tus pies a una mujer enamorada dispuesta a aguantar cuernos, malos humores y lo que le echen encima.
¿Qué varón no querría ser como Urdangarin? Preguntadle a cualquier chico joven cómo le gustaría ser cuando se convierta en adulto. Son pocos los que quieren dedicarse a salvar vidas en el Mediterráneo y a luchar por los derechos humanos, como Óscar Camps, el capitán del Open Arms, más que nada porque muy pocos conocen a uno de los héroes más importantes del siglo XXI.
La gran mayoría quiere ser rico, famoso, y acumular todo el poder que pueda. Quieren tener una esposa oficial que le dé hijos e hijas, y al mismo tiempo un montón de mujeres guapas, jóvenes y complacientes a su alrededor. Quieren coches de lujo, viajes de ensueño, fiestas con la jet set, ropa cara, joyas y tecnología punta, quieren vivir sin madrugar, quieren codearse con los más ricos y poderosos, quieren despertar la admiración y la envidia de los demás.
Si creéis que exagero, echad un vistazo a los videoclips de los machos famosos que adoran los jóvenes: casi todos aparecen saliendo de un cochazo de lujo, con anillos y cadenas de oro, tirando dólares a mujeres ansiosas de tener sexo con ellos. Es la aspiración de la gran mayoría de los hombres educados en el patriarcado: acaparar riquezas y mujeres para sentirse los putos amos del mundo.
¿Y cómo logra un chico normal llegar a ser el puto amo? La mayor parte de las vías para salir de tu clase social tienen su riesgo: puedes traficar con mujeres, con armas, con emigrantes, con drogas, con bebés, o puedes presentarte a las elecciones y robar como si no hubiera un mañana… Pero sin duda la mejor manera de triunfar en la vida es enamorar a una rica heredera, como hizo Alejandro Agag al casarse con la hija de Aznar, ¿recuerdan esa boda y donde acabaron la mayor parte de sus invitados?
El negocio del amor con una rica heredera consiste en que tu suegro te da los contactos y te ayuda a amasar una fortuna, pero tienes que tener cuidado de no llamar demasiado la atención, y sobre todo, no hacer sufrir a su hija. Puedes follarte a todas las que quieras, pero con discreción. Puedes tener una doble vida (sus hijas fueron educadas para soportarlo), pero que no se te pase la mano.
Iñaki podría haber vivido muy bien toda su vida, sin esa angustia que tenemos los demás mortales por la obtención de ingresos, pero se le pasó la mano. Ahora Juan Carlos I está muy cabreado porque su hija está sufriendo mucho, y porque ha sido humillada públicamente. Esto es muy común en los hombres: humillan a sus esposas, las engañan, las hacen sufrir, pero se enfadan cuando otro hombre les hace lo mismo a su hija del alma.
El Duque Empalmado metió y sacó su verga real donde quiso todo el tiempo, y pensó que el rey lo protegería y que no iría jamás a la cárcel. Pero, ¡oh sorpresa!, al rey se le acabó la fiesta, y el exduque acabó en la trena. Las fotos de su paseo romántico al atardecer con otra rubia son su gran venganza: después de todo lo que se ha arrastrado Cristina por mí y lo mucho que se ha sacrificado por mí, después del dineral que os habéis gastado todos en mí, que os quede bien claro: yo me largo, me voy con otra, y ahora os jodéis todos.
Como culebrón está muy bien, si no fuera porque el mundo está lleno de urdangarines aprovechándose de mujeres adictas al amor romántico. ¿Cuántas hay ahora mismo aguantando infidelidades y tratando de ocultar sus cuernos delante de los demás?, ¿cuántas mujeres están sufriendo por culpa de hombres que quieren vivir como reyes y tenerlo todo a la vez?, ¿cuántas mujeres se juegan su salud mental y emocional por caer en la trampa romántica?, ¿cuántas se suicidan porque no soportan tanto sufrimiento?
Son millones las mujeres que se ilusionan con la idea de encontrar a su príncipe azul, y acaban amargadas con tipos que se aprovechan de su ingenuidad, de su dependencia emocional, de su miedo a estar solas. Son muchas las que se auto engañan creyendo que la vida las recompensará por tanto sufrimiento y que, cuanto más sufran, más grande será el premio por aguantar tanto dolor.
Seguimos educando a las niñas para que crean que amar es sacrificarse, sufrir y aguantar, para que den cuidados sin recibirlos, para que renuncien a su vida sexual y sentimental mientras sus maridos lo pasan en grande, y para soportar las infidelidades siempre y cuando no pongan en peligro su matrimonio.
A los niños les educamos para que sean futuros urdangarines, y aspiren a vivir como reyes: señores de esos que van a misa con la familia en la mañana y por la tarde se van con la amante o, si no tienen, se acercan con los amigos al night club que ha traído esta semana nuevas esclavas sexuales de Ucrania.
Ellos van a contar siempre con la doble moral del patriarcado, que nos culpa a nosotras y les disculpa a ellos. Esta doble moral justifica todo lo que hacen los hombres, y castiga a todas las mujeres que se atreven a hacer lo mismo que ellos.
A los hombres que mienten a sus mujeres no se les señala como mentirosos.
A los hombres que hacen sufrir a las mujeres no se les señala como maltratadores.
A los hombres que se aprovechan de la dependencia emocional de las mujeres no se les considera malas personas.
A los hombres que dan palizas a sus señoras no se les ve como monstruos.
A los hombres que matan a sus mujeres se les presenta como víctimas de una enajenación mental y emocional transitoria.
Un hombre solo es mala persona si hace daño a otros hombres. Si roba, miente, engaña o abusa de otros hombres. A las mujeres en cambio se les puede hacer de todo, porque su función en esta vida es amar y sufrir.
La doble moral sirve para que los hombres, todos, puedan vivir como reyes, con sus privilegios intactos. Los hombres no pierden su prestigio, ni su honor, ni su estatus cuando traicionan el pacto de fidelidad. La monogamia es solo para nosotras. A los hombres no les expulsan de su comunidad cuando hacen daño a sus compañeras, no les apedrean en público hasta la muerte, no les matan en sus hogares como a nosotras.
Es más, hay premio para los infieles: ellos cuantas más mujeres logren seducir y enamorar, más machos parecen. Mirad el final feliz de la historia de Urdangarin: Iñaki termina su condena y sale de la cárcel, se forra con la exclusiva de la boda y de la luna de miel, y Cristina se queda sola y triste en su palacio.
Es injusto porque la doble moral les otorga siempre el papel de inocentes. Da igual si sus esposas sufren y se retuercen de dolor: ellos siempre ganan.
Y seguirán ganando hasta que rompamos con el narrador y cambiemos el relato de arriba a abajo. Es una tarea ingente: desenmascarar al villano, quitarle la corona y los privilegios, quitarnos el vestido de princesa y la corona de reinas, dejar de contarles cuentos de hadas a las niñas, tener los ojos bien abiertos y liberarnos unas a otras de la trampa romántica que nos pone a todas de rodillas frente al príncipe azul.
Recuerden que no es un problema personal (mi marido me pone los cuernos), sino político (todos los maridos se aprovechan de sus compañeras). Es una cuestión de justicia social.
Los hombres por sí solos no van a matar al urdangarin que llevan dentro, así que, para acabar con sus privilegios, es fundamental que cuando salgan a escena no encuentren a ninguna infanta adicta al amor romántico. El final feliz es que se queden solos, sin sirvientas y sin corona, sin princesas a las que enamorar y estafar. Solos, pero solos de verdad.