Las cooperativas energéticas, una alternativa frente a las grandes empresas eléctricas

Las cooperativas energéticas, una alternativa frente a las grandes empresas eléctricas

Las socias aseguran que esta opción de consumo de energía permite optar por un modelo de gestión transparente, sostenible y coherente con los principios ecofeministas.

Texto: María Sanz
15/02/2022

¿Tienes a mano un recibo de la luz? Fíjate en él. En el anverso, puedes ver detallados algunos conceptos: el importe del consumo realizado, la cuota por otros servicios, el total que hay que pagar. En el reverso, aparecen otros datos, como la potencia contratada en kilovatios, o los impuestos que se aplican. También pueden observarse las estadísticas de consumo en relación con los meses anteriores, o los números de contacto con la empresa comercializadora.

Pero la información que no se puede leer en la factura contiene otros datos fundamentales.

Datos como el de que en el Estado español, la generación, distribución y comercialización de energía está concentrada en un puñado de grandes empresas que forman parte del Ibex35, como Repsol, Iberdrola o Endesa. Varias de estas empresas se cuentan entre las más contaminantes del Estado y mantienen vínculos estrechos con el poder político a través de las ‘puertas giratorias’, un sistema que promueve que exaltos cargos del Gobierno se inserten en sus consejos directivos. Además, algunas de ellas se han convertido en multinacionales vinculadas a proyectos que han atentado contra los derechos de comunidades rurales e indígenas en diversos países, según denuncian organizaciones como Ecologistas en Acción o el Observatorio de Multinacionales en América Latina.

Frente a esta letra pequeña, invisible en los recibos, pero con consecuencias graves para personas y medio ambiente, en los últimos años se han constituido cooperativas energéticas como una fórmula más transparente y sostenible de comercializar y generar energía. Estas cooperativas comparten una visión común: solo comercializan energía procedente de fuentes renovables (hidráulica, eólica o fotovoltaica, entre otras) y entienden el acceso a la energía como un derecho, y no solo como un bien mercantil. Además, forman y empoderan a las usuarias en otras formas de participación y decisión sobre la energía que consumen.

Energía 100% renovable

Según un informe publicado por Red Eléctrica de España en junio de 2020, en el Estado español el 61 por ciento de la energía que se genera proviene de fuentes no renovables, como el carbón, el petróleo o la energía nuclear, que producen contaminación y provocan graves riesgos medioambientales, como el almacenamiento de residuos.

La intención del Gobierno, expresada en su Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), es poner en marcha un plan de transición energética, que haga pasar a un modelo cien por cien basado en fuentes de energía renovables para el año 2050.

Las cooperativas ya se han adelantado a esta meta y comercializan a sus socias energía que procede únicamente de fuentes renovables. Lo hacen a través de un certificado que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia otorga a los productores, y garantiza que el origen de esta energía es renovable, explica Yaiza Blanch Górriz, técnica de participación de la cooperativa Som Energia, que cuenta con más de 66.000 socias y cerca de 120.000 contratos de luz.

Blanch asegura que la cooperativa prioriza adquirir la energía de pequeños productores distribuidos en el territorio, y después obtiene la restante a través de representantes en el mercado eléctrico. Además, generan un 4,25 por ciento de la energía que comercializan, en su mayoría gracias a plantas fotovoltaicas en Catalunya, Valencia, Sevilla y Córdoba, además de una planta de biogás en Lleida y una central hidráulica en Valladolid.

“Las cooperativas energéticas son indispensables, porque son necesarios otros referentes que lideren de forma real una transición energética transformadora. Las empresas del oligopolio, a través del greenwashing, se apropian de este cambio pero sin renunciar, por ejemplo, al modelo energético fósil-nuclear. Y lo hacen siguiendo una lógica de mercado lucrativa. Harán lo que deban hacer para no perder cuota de mercado, no porque su misión sea velar o comprometerse de manera radical con un mundo más sostenible”, expresa Blanch.

La energía como derecho

Frente a este modelo, Som Energia se define como una cooperativa sin ánimo de lucro. Sin embargo, Blanch reconoce que “existe una tensión entre el hecho de que las cooperativas comercializan un producto que, si se considera como un derecho fundamental, debería garantizarse de manera pública sin entrar en una lógica de mercado, sea la que sea”. Garantizar la energía como un derecho evitaría que las compañías cometan “barbaridades” como, por ejemplo, “el corte de suministros a personas vulnerables” que no pueden pagar las facturas, expresa Rosario Alcantarilla, socia de la cooperativa Megara Energía, que cuenta con unas 400 integrantes en Soria y Huelva.

Las situaciones de pobreza energética afectan a entre 3,5 y 8,1 millones de personas en el Estado español, pero inciden especialmente en las mujeres, debido a la brecha salarial y a que enfrentan con mayor frecuencia situaciones de precariedad laboral, tal y como reconoce el Gobierno en su Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética 2019-2024.

Una de las respuestas estatales frente a la pobreza energética es ofrecer descuentos en el importe de las facturas a través del bono social. Sin embargo, Alcantarilla matiza que solo las grandes eléctricas pueden ofrecer el bono social, pero no las cooperativas. “Esto garantiza un número de abonados a las grandes eléctricas, que se aseguran de que el consumo de las poblaciones vulnerables va a ir hacia ellas”, explica la cooperativista. Pese a las limitaciones, las cooperativas se esfuerzan por responder a estos casos, ya sea trabajando de manera conjunta con los ayuntamientos para atender situaciones de pobreza energética, derivando a familias en riesgo de exclusión a los servicios sociales o flexibilizando el pago de las facturas, entre otras acciones.

Contra los abusos

Los abusos de las grandes compañías eléctricas no se limitan al corte de suministros. También incluyen, entre otras, las modificaciones en las condiciones de los contratos no pactadas con sus clientas, o la manipulación por parte de teleoperadoras para intentar vender las tarifas más caras, como advirtió en 2018 la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. A estas malas prácticas se añaden los proyectos que emprenden en diferentes países, especialmente en América Latina, y cuyas consecuencias provocan graves impactos medioambientales e incluso vulneración de los derechos humanos. “Las grandes eléctricas distinguen entre las consumidoras españolas, a quienes ofrecen determinados valores, y otras poblaciones no protegidas por la legislación europea o los medios internacionales, que sufren consecuencias muy duras, como la criminalización de defensores y defensoras del medio ambiente en Centroamérica, el desplazamiento forzado de comunidades o riesgos para la población como el envenenamiento de cursos de agua”, describe Olatz Azurza Zubizarreta, socia voluntaria y cofundadora de la cooperativa energética vasca GoiEner, con más de 12.000 socias y 15.394 usuarias de energía.

Rosario Alcantarilla asegura además que la presencia de las grandes eléctricas españolas en muchos países latinoamericanos está “destrozando ecosistemas” y causando graves daños a las formas de vida y territorios de las comunidades indígenas locales.

En contraste, estas cooperativas proponen un modelo de generación y comercialización de energía transparente y ético, que esté apegado al desarrollo del territorio local, y especialmente centrado en las áreas rurales, amenazadas por la despoblación. “La mayor parte de la producción de energía se da en zonas rurales, que es donde se ubican las instalaciones de renovables. Sin embargo, los grandes focos de consumo son urbanos. Por eso queremos visibilizar y equilibrar esta realidad”, expresa Alcantarilla.

La socia de Megara Energía explica que, para las grandes eléctricas, las clientas que residen en pequeños municipios no resultan tan rentables, por lo que las compañías comienzan a descuidar el mantenimiento de las líneas de distribución, se producen cortes intermitentes en el suministro, subidas y bajadas de tensión… “En lugar de garantizar el acceso a la energía en los pueblos, están ofreciendo un servicio de segunda”, afirma.

De consumir a participar

Contratar la electricidad con una cooperativa no solo permite a las usuarias saber de dónde viene la energía que consumen o dónde está operando la empresa y bajo qué condiciones. También hace posible participar en decisiones que afectan a las tarifas o a la inversión de los beneficios que se generan. “Una cooperativa como Som Energia tiene en cuenta la dimensión ciudadana, de las personas socias consumidoras, que participamos y reclamamos una rendición de cuentas. Las socias pueden contratar la luz, pero también participar de las compras colectivas de placas fotovoltaicas, hacer aportaciones al capital social voluntario o tener derecho a voz y voto en la toma de decisiones”, expresa Yaiza Blanch.

Para Olatz Azurza, la principal diferencia es que las cooperativas hacen que las socias sean “partícipes y protagonistas” del sector eléctrico. “Partimos de un rol exclusivamente de consumidor, para ir a un rol de participación. Este rol nos da protagonismo, la posibilidad de vernos como sujetas activas dentro del sector, algo que hasta ahora no sucedía. Supone un empoderamiento, un salto cualitativo: de estar aisladas o en manos de un sector rígido y poco permeable, a poder tomar decisiones que no solo afectan a mi factura, sino a la evolución de todo el sector”, apunta una de las fundadoras de GoiEner.

Rosario Alcantarilla señala además un sentido de comunidad dentro de las cooperativas. “Sabes que cuentas con personas que comparten una visión del mundo contigo, que no te tratan como a una clienta, que les preocupa la persona detrás del contrato, además de hacer un uso eficiente y saber de dónde proviene la energía que consumen”, cita.

Hacia un modelo ecofeminista

La meta de las cooperativas energéticas no se limita a ampliar el número de contratos o producir más energía para abastecer a un porcentaje más elevado de socias. Buscan proponer un modelo alternativo que entronca con las reivindicaciones de los movimientos ecofeministas.

“El ecofeminismo amplía la idea de que la explotación y la opresión que capitalismo y patriarcado ejercen sobre las mujeres, también se ejercen sobre el planeta tierra, con dinámicas de expolio, despilfarro de recursos, dependencias energéticas y conflictos geopolíticos. La transición energética es uno de los puntales del movimiento ecologista que pone atención o freno a estas lógicas de colapso y crisis mundial por el cambio climático”, dice Yaiza Blanch, quien apuesta por una transición energética que integre demandas desde los feminismos. “La transición energética transformadora pretende un cambio de paradigma: supone una reestructuración de poder y privilegios, una profunda reflexión sobre la relación entre energía y derechos humanos, un protagonismo clave de la ciudadanía organizada, estructuras y procesos para la profundización de la democracia, y una mirada centrada en el mantenimiento de la vida y del planeta”, añade.

Olatz Azurza coincide con Blanch. “El objetivo es lograr una transición energética, y el modo de hacerlo es desde una perspectiva ecofeminista, que tenga en el centro la vida y todas las interdependencias. Si queremos que la transición dé como resultado una economía más transversal y feminista, nuestro papel es protagonizarla”, expresa.

Para Rosario Alcantarilla, por su parte, las cooperativas suponen un paso más en el camino hacia la soberanía energética, es decir, en el derecho de personas, pueblos y comunidades a decidir sobre cómo generan, distribuyen y consumen energía. La integrante de Megara cree que este reclamo se entrelaza con otras luchas internacionales por la soberanía alimentaria o el derecho a la salud, y cree que la participación de más mujeres en estas cooperativas “aporta visiones multidisciplinares, y no solo técnicas”.

 Este texto ha sido publicado en el monográfico en papel sobre Energía, que está incluido en algunos tipos de suscripción. Está a la venta también en nuestra tienda online y en librerías. Nosotras, la verdad, preferimos que te suscribas para que Pikara Magazine sea un proyecto sostenible muchos años más, pero puedes leernos como prefieras. 
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